2 de abril de 1993. Sevilla. En el número 34 de la calle Mariano Benlliure, en pleno barrio de Nervión, arranca por aquellos días un negocio a pocos minutos a pie del estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Se trata de un lugar en el que se comercializan al por mayor toda clase de productos alimenticios, bebidas, tabaco. Hay cárnicos, hay derivados, hay distintos tipos de comida para repartir. Hay tortillas. El nombre del negocio, Sanmasur S.L. Y ya empieza, por cierto, a haber problemas. Al frente, con su nombre figurando como administrador en el Registro Mercantil, José Antonio Marín Ponce, un entonces joven propietario que emprendía una de sus primeras aventuras en el mundilllo empresarial.
Aquella fue su primer proyecto. Invirtió en él algo más de 3000 euros actuales en pesetas de la época, el mínimo exigible; desde entonces nada le ha ido bien. Desde esos años no acumula más que problemas. El último de ellos, el grave escándalo del brote de listeriosis, la alerta sanitaria cuyos efectos ya se han dejado notar y que ha dejado afectadas a 216 personas, tres muertes y 7 abortos.
La bacteria surgió en su empresa Magrudis SL., y concretamente en la marca que él mismo patento La Mechá, el último intento fallido de crear un negocio que lograse prosperar. Se halló listeria tanto en las cuchillas de corte de la carne como en los carros del horno de la fábrica. Por esto, y por ocultar durante meses la presencia del virus en la fábrica matriz, la juez que lleva el caso ha ordenado practicar detenciones y registrar la fábrica desde la que comenzó a propagarse todo.
Es la última novedad en el descenso a los infiernos de este empresario: su detención un mes y medio después de haberse decretado la alerta. Ahora se encuentra en una celda tras haber sido detenido por la Guardia Civil en el operativo especial de este martes. También sus hijos Sandro y Mario han sido detenidos, y junto a ellos otras dos personas: el cuñado de Marín Ponce y un empleado de su firma.
Acaso estemos ante el mayor brote registrado en España. Y probablemente también uno de los mayores del mundo. No solo la carne en cuestión ha estado en tela de juicio. También la de una marca blanca a la que vendieron paquetes de sus productos para que ellos luego los comercializasen. Pero la trayectoria del gerente máximo de la empresas Magrudis es, en realidad, un auténtico historial de despropósitos.
Tortillas a altas horas
El nombre de José Antonio Marín Ponce solo apareció en una ocasión al frente de las sucesivas compañías que fue abriendo a lo largo de estos últimos años. Únicamente en aquel primer negocio no tuvo inconveniente en hacerlo. Los inconvientes comenzaron pronto. El año 1995, dos ejercicios después de su apertura al público, fue la última vez que presentó las cuentas. En 2004 se puede apreciar la declaración oficial de un crédito incobrable.
Fuentes cercanas al caso explican que el modus operandi de José Antonio resultaba en aquel entonces similar al que empleó en Magrudis, donde tenía los camiones sin rotular, o la nave industrial sin el logo ni tampoco el nombre de la empresa en la puerta. Como en estos últimos años en Magrudis, las tortillas se elaboraban en aquel entonces a horas intempestivas. Entrando a deshoras en el lugar. También en aquel entonces tuvo episodios de no pagarle a sus trabajadores. Todo era un cúmulo de numerosas irregularidades.
Sierra Encina SL fue una firma dedicada al “comercio al por menor de carne y productos cárnicos". Se creó en 1996. Cinco años después comienzan los problemas. En 2001, el BORME vuelve a referir la existencia de un crédito que no se puede cobrar. Dos años después, en 2003, vuelve a suceder lo mismo.
La táctica seguida en esta ocasión resulta un tanto diferente. Ya no se sitúa a sí mismo como el administrador único de la empresa. Es el nombre de una mujer el que aparece en esa tesitura. El nombre de Marín Ponce se revela tan solo como el del apoderado de la compañía. Pero finalmente el proyecto claudica de nuevo y la compañía deja de funcionar.
Deudas, compañías quebradas, deudas, compañías quebradas. Se trata de una secuencia que se repite a lo largo de los últimos veinte años en la vida de este empresario. Casi a la vez que liquidaba la empresa Sierra Encina, funda Embutidos El Patio SL, la cual ubica en una parcela del polígono industrial de Alcalá de Guadaíra. Es el año 2000. También en esta firma se dedica al "comercio al por mayor de carne y productos cárnicos".
No acabaron ahí los problemas para Marín Ponce. El 30 de octubre del año 2012, el Juzgado de lo Social número 2 de Sevilla dicta sentencia después de que la compañía se declarase "insolvente". Una empleada reclamaba a la firma del empresario 1.608 euros en sueldos que no le habían sido retribuidos. El Boletín Oficial del Registro Mercantil de esa fecha lo explica a la perfección:
-"Se declara a la ejecutada Embutidos El Patio, S. en situación de insolvencia por importe de 32.902,14 euros de principal, más la cantidad de 6.580,42 euros presupuestados para intereses y costas; insolvencia que se entenderá, a todos los efectos, como provisional".
Un hijo míster Erasmus
El administrador único de la empresa Magrudis se lo pasó en grande de Erasmus. Su nombre es Sandro José Marín Rodríguez. No hay álbum de fotos en el Facebook de la Universidad de Katowice entre 2015 y 2016 en el que no aparezca en un sarao. En teoría, durante todo ese tiempo dirige sin problema una empresa de la que es titular, cursa Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la universidad Pablo Olavide de Sevilla y se va a Polonia durante un año a completar esos estudios con la experiencia europea. Entretanto Magrudis SL sigue funcionando.
Todos los documentos de la empresa figuraban a su nombre. Un ejemplo. El 10 de noviembre del año 2016, Sandro Marín Rodríguez solicita el registro en la Oficina Española de Patentes y Marcas de la marca La Mecha del todo natural.Se trata del nombre del producto que ya comercializaban por toda España desde hacía tres años. Lo hace, en teoría, a través de quien aparece como su representante legal, la abogada María del Carmen Ruíz Vázquez, experta en asistencia jurídica sobre propiedad industrial e intelectual.
Su vida es de cualquier chico normal que se va a pasar un año estudiando fuera de su país. Y mientras tanto, era su padre el que gestionaba la empresa. El que lo llevaba todo. Y al que los investigadores consideran como la cara visible de Magrudis. Mientras tanto, el joven Sandro fue presuntamente colocado como testaferro de la compañía. O eso o bien estaba al tanto de todo lo que pasaba, de las condiciones insalubres de la empresa, de la falta de higiene, de lo mejorable que era el interior de la nave industrial, donde surgió la bacteria. Todo esto lo determinará la juez, pero, por ahora, también está detenido como uno de los responsables de la grave alerta sanitaria.