Antes de venir a salvar a la izquierda, o de protagonizar el mayor fratricidio de la década, según a quién se le pregunte, a Íñigo Errejón (35) le llamaban el pequeño Eneko. Criado en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón, Eneko vivió mamando la Revolución entre semana pero llegando de manera holgada a fin de mes. Creció a caballo entre el posibilismo en lo pragmático y el radicalismo en lo metafísico. Esa es la imagen que da ahora, la que dio el pasado miércoles cuando cruzaba el Rubicón y anunciaba su candidatura a las elecciones con Más País. Pero, ahí detrás, sigue estando el pequeño Eneko que, como en la fotografía que abre este reportaje, quiere conducir. Antes un camión, ahora la izquierda. Y, tanto entonces como actualmente, sobre él planea la vida y obra de José Antonio Errejón Villacieros, su padre.
“Porque fueron somos, porque somos serán”. Con esa frase dedicaba el ahora candidato a la Presidencia del Gobierno (Madrid, 1983) su tesis doctoral, en 2011, a su progenitor. “José Antonio ha sido y es padre y compañero. Le dedico la tesis doctoral porque me ha enseñado a pensar y a combatir. A él le debo mi formación, el respeto por los libros y el amor por l@s nuestr@s. También la capacidad de esfuerzo. Todo eso, sin darse cuenta, lo ha conseguido siendo mi principal referencia intelectual, política y vital. Y convirtiendo su orgullo en mi mejor recompensa”, se puede leer en la memoria del trabajo.
José Antonio fue ecologista cuando nadie lo era aún -seguramente más de la ecologista indígena asesinada Berta Cáceres que de la niña activista Greta Thumberg, todo sea dicho-. Militó en el Partido del Trabajo de España, cuando eran maoístas, en Izquierda Anticapitalista y, luego, ha seguido la trayectoria de su hijo desde Podemos hasta el Más País de ahora. Sin embargo, siempre ha compaginado la barricada con el despacho. Miembro del Consejo Superior de Administradores Civiles del Estado, José Antonio ha ocupado puestos relevantes de libre designación bajo gobiernos de la derecha, UCD y PP, y la izquierda casposa -que dicen los morados- de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Era, eso, un posibilista constructivo con el espíritu de la Transición detrás.
Gracias a eso, se permitían llevar una vida relativamente acomodada. “Llegaron aquí cuando el pequeño Eneko todavía gateaba”, cuenta una vecina de la urbanización del llamado Nuevo Pozuelo donde vivían. El lugar, pequeñoburgués, cuenta con piscina, parque y cancha de baloncesto dentro de sus instalaciones. Aunque se ve que ya no es lo que era, los coches buenos siguen entrando por los garajes y las banderas de España cuelgan de varios balcones. Son el otro bando. Pero hasta ahí llegaron José Antonio, la madre de Errejón, María Ángeles Galván, y ahí creció también el hermano pequeño del líder de Más País, Guillermo Errejón. “José Antonio era un alto cargo durante Felipe González y todas las mañanas venía el chófer a buscarle. Y yo pensaba que ¡joder con el socialista!”, dice la vecina.
Esta forma de vida ha sido utilizada contra Errejón, hijo, con una suerte de clasismo a la inversa por aquellos que un día fueron sus compañeros. Lo representaba muy bien Nega, el cantante de Los Chikos del Maíz y cercano a Pablo Iglesias: “Somos el Podemos de un secretario general que recibe a Obama con una camisa de camarero. Se nos nota en la ropa, en la mirada y hasta en los dientes. Hay otro Podemos con los dientes perfectamente alineados tras muchos años de ortodoncia privada”. Esa izquierda que reparte carnés, que compite en pobreza para legitimar su proletariedad.
Más rojos que el PCE
Los padres de Errejón, José Antonio y María Ángeles, se conocieron en los últimos coletazos de la dictadura franquista. Ambos pertenecían a la Joven Guardia Roja, la organización juvenil del Partido del Trabajo de España (PTE). Era la época de la clandestinidad, de las reuniones en las que había que salir corriendo, cuando se pintaban las paredes y se repartía propaganda cargada de herejía. Por aquel entonces, la Joven Guardia estaba dirigida por Pina López-Gay. Joven, guapa y, sobre todo, mujer, dotaba de vanguardia y carisma a una izquierda absolutamente viril.
José Antonio y María Ángeles vivían en la zona norte de Madrid y a esa delegación de la Joven Guardia fue a la que se adscribieron. Eran maoístas, es decir que secundaban el desarrollo de las ideas leninistas que aportó Mao Zedong, el dictador chino. Y creían en que la lucha armada podía ser una posibilidad cuando muriera Franco. Eran más rojos que el Partido Comunista, al que consideraban revisionista. Pero llegó la democracia y la “traición” de Santiago Carrillo que “vendió la lucha”.
“Éramos una organización revolucionaria”, explica Marcos Palomo, actual secretario general del PTE y que perteneció a la Joven Guardia en las mismas fechas que José Antonio. “Fuimos los que más muertos puso de entre sus filas en esa época y decían que éramos los más peligrosos después de ETA…”, comenta. “Pero, eso, con la democracia no se entendía un partido como el nuestro”, añade, y comenta que ahora han virado al marxismo-leninismo. Ese mismo viaje lo ha hecho José Antonio y parece que el propio Errejón, aunque ahora casi parezca socialdemócrata.
Marcos Palomo atiende a EL ESPAÑOL por teléfono desde República Dominicana, donde está llevando a cabo un proyecto político. Cuenta que, mientras se estaba fundando Podemos, llegó a conocer a Errejón, hijo, en Sevilla ante la posibilidad de integrar el PTE en la formación morada, algo que finalmente no sucedió. De nuevo, le habló de la influencia de su padre.
“Me dijo que se alegraba mucho de conocerme, que sus padres habían sido de la Joven Guardia Roja y que había vivido las ideas del partido de niño”, dice Palomo. “Le regalé una bandera del PTE y le hizo mucha ilusión”, añade. “Él ha crecido mamando el marxismo-leninismo y hace poco estuvo en un homenaje a Javier Verdejo”, cuenta Palomo. Verdejo era un militante de la Joven Guardia que murió abatido por un guardia civil en 1976 mientras pintaba Pan, trabajo y libertad en una pared. Llegó sólo hasta la T, de trabajo. “En la charla que dio dijo que el PTE es el partido del que mamó y que sus padres le dieron esa educación política”, comenta.
“Yo creo que, aunque él no lo diga, es una persona inteligente. Íñigo puede ser estalinista en sus adentros pero que entiende que no es el momento de esa actitud. Él creo que quiere llegar al poder para decidir, y para hacerlo tienes que trabajar con una política más populista”, asegura Palomo. “Pero es más rojo de lo que dice ser, eso seguro”, añade.
Lenin en casa
El PTE se disolvió en 1979 y, dos años después, José Antonio Errejón pegaba un viraje ideológico, al menos en la cáscara, y caía en su primer cargo de relevancia bajo la derecha de la UCD. En 1981 se convirtió en el subdirector general de Medio Ambiente, bajo el paraguas del entonces llamado Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo cuya cartera regentaba Luis Ortiz González.
Sin embargo, esto no le distrajo de la trinchera y en 1983 firmó el conocido como Manifiesto de Tenerife, con el que se fundaba la formación Los Verdes. Aunque era uno más, la redacción del texto corrió a su cuenta. Uno de los que rubricó con él, es Ángel Francisco Rodríguez Barreda, que ejercía de portavoz. 36 años después de aquello, atiende a EL ESPAÑOL para recordar una época en la que ser ecologista no era chic sino revolucionario.
“A José Antonio lo conocí en Madrid, porque los dos estábamos en el PTE”, relata Rodríguez Barreda. “Estuvimos juntos en algunas asambleas, después de la muerte de Franco, pero que nos seguía persiguiendo la Policía Nacional, y en una iglesia constituimos el sindicato adscrito al PTE”, relata. “Cuando fundamos Los Verdes, siento que éramos personas muy adelantadas a nuestro tiempo”, añade.
A partir de ese momento, ambos empezaron a construir una amistad que llegó hasta tal punto que la madre de Íñigo Errejón es la madrina de uno de los hijos de Rodríguez Barreda. Pero todo se truncó cuando José Antonio, el páter, se convirtió en secretario general de Instituto Nacional Para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), otro alto cargo, esta vez bajo el Ministerio de Agricultura.
Desde ahí, en 1989, se aprobó la Ley de Conservación de Espacios Naturales. Si bien es algo llevado a cabo por el Gobierno, Barreda sabía que quien estaba detrás de ello era José Antonio. Y presentó su dimisión del partido porque consideraba que los patronatos, las asociaciones dedicadas a conservar la naturaleza, se convertían así en “simples instrumentos al servicio e intereses del ICONA”, según se leyó en su carta de dimisión.
-¿El hecho de que José Antonio fuera un alto funcionario del Estado le generó problemas con sus compañeros de lucha?
-Yo creo que fue al revés. Él tuvo problemas personales en la Administración y hay ocasiones en las que fue perseguido y aislado por sus ideas. En algunos momentos las ha pasado canutas, porque lo tenían entre ojos por su ideología. Pero él tampoco contaba gran cosa, siempre ha sido muy reservado. Siempre, toda la familia, eran y son bastante políticos. Nunca dejaron el rollo comunista. José Antonio tenía las obras completas de Lenin en casa, era como un fetiche. Pero es que proveníamos de la lucha contra el franquismo…
El Errejón "progresista"
Desde entonces, José Antonio siguió compaginando una actividad política de izquierda militante con cargos de Estado de relevancia. Le daba igual ser nombrado por PSOE que por PP, trabajaba, y punto. Y, mientras, seguía con ese pie en la calle. Su figura recuerda inevitablemente a la de su hijo. Lejos de la doctrina de matar al padre de la biografía de los marxistas de Frankfurt, Errejón hijo se ha ido transformando desde el marxismo-leninismo evidente de su juventud hasta la cuasi socialdemocracia que intentó transmitir este miércoles. “Progresista”, es la única categoría ideológica en la que se enmarcaba cuando anunciaba que se presentaría a las Generales.
Tras dejar el ICONA, en 1991 José Antonio Errejón se hizo director del gabinete del secretario de Estado para las Políticas del Agua y Medio Ambiente, Vicente Albero Silla, quien más tarde ocupó la cartera Agricultura, Pesca y Alimentación, todavía bajo Felipe González. Más tarde, en 2008, y ya bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, José Antonio fue nombrado director de la división de Evaluación de la Agencia Estatal de Evaluación y Calidad (Aeval). En la Agencia siguió incluso bajo el mandato del Partido Popular y en 2014 fue director de la división de Políticas Ambientales dentro del mismo departamento de Evaluación.
Al mismo tiempo, dejó Los Verdes y empezó a militar en Izquierda Anticapitalista. Paradójicamente, a la vez que ocupaba un puesto de libre designación dependiente del popular Cristobal Montoro, José Antonio desarrollaba su faceta de militante y de intelectual de pluma espesa con los anticapitalistas.
Después, cuando su hijo se convirtió en uno de los fundadores de Podemos, en 2014, era el padre quien seguía sus pasos. Parece que las tornas cambiaron, que ahora era José Antonio el que se veía en su pequeño Eneko, y en esas le ha seguido a Más Madrid y a Más País. Aunque el hijo, indudablemente, se lleva consigo la figura de un padre que, sin dejar atrás las ideas en ningún momento, hizo lo que tenía que hacer por un bien que consideraba mayor. Es como un círculo que se retroalimenta constantemente, ninguno de los dos se ha quedado en casa leyendo libros y escribiendo artículos, viviendo la cómoda vida de los intelectuales de salón.
Eneko quiere conducir
Este miércoles, Íñigo Errejón daba el que probablemente ha sido el salto más grande de su vida. Entraba en el paraninfo de la histórica sede de UGT en Madrid mientras los suyos le coreaban “¡Presidente!, ¡presidente!”. Estaba a punto de convertirse en cabeza de cartel, en volver a la política nacional pero esta vez con él mismo al volante. Faltaba la burocracia, el paripé de las cartulinas verdes que apuntalaban que la militancia de su partido le quería para ello.
“Yo creo que los padres deberían estar por aquí, siempre vienen a este tipo de actos”, comentaba a este diario una persona cercana al político. “Sin embargo, no los veo, pero estarán”, añadía. A quien sí se vio fue a uno de los asistentes que, a gritos, le acusó de ser él el responsable de haber dividido a la izquierda, de ser el Caín de la historia.
Pero Errejón no le hizo demasiado caso. Atrás quedaban las Juventudes Anarquistas en las que participó, el Colectivo 1984 de Pozuelo de Alarcón, la asociación estudiantil Contrapoder que fundó y con la que trajo a Evo Morales a España, el boicot a Rosa Díez en el campus de Somosaguas. Y atrás, aunque caliente también, quedaba ese Vistalegre II en el que Pablo Iglesias impuso su línea dura y con la que las bases defenestraban a Errejón.
Y atrás parecían quedar sus ideas marxistas-leninistas. “Cada voto nuestro estará al servicio de un gobierno progresista”, decía. “Hay que poner el país por delante de los partidos políticos. Sé que no es lo más cómodo, no es lo más fácil”, seguía. “Hoy lo revolucionario es la responsabilidad”, añadía. Poco más y habría acabado pidiendo el voto para el PSOE. Y es lo mismo que debió pensar su padre a lo largo de toda su vida, que había que ponerse a trabajar.
Lo que en un principio podía avenirse como un movimiento extraño, está entrando como un golpe relativamente fuerte. Errejón ya cuenta con el apoyo de la Chunta Aragonesista, Compromís y parte de Equo. Además, este pasado viernes, la directiva de Podemos en Murcia abandonaba a Iglesias y se iba con Más País. Errejón consolida así su abandono de la metafísica y, como su padre, apuesta por el posibilismo. Ahora, el pequeño Eneko quiere conducir.