A Miguel Liza se le fue la lengua esta semana. Estaba con un amigo y ni corto ni perezoso le soltó que había matado a su padre. El cuerpo de su progenitor yacía en su casa de la huerta, en el número 74 del Carril de los Sauras de la pedanía murciana de Los Garres, a más de tres metros de profundidad dentro del pozo de un aljibe. Con tamaña confidencia, el colega de Miguel no supo cómo reaccionar, pero desde el minuto uno tuvo claro que si algún día localizaban el cuerpo del difunto y tiraban del hilo era muy posible que él acabase declarando ante la Policía Nacional por un posible delito de encubrimiento. De ese modo, optó por ponerse en contacto con su abogado y le contó que tenía información de primera mano de un presunto parricidio.
A raíz de este soplo la Policía Nacional puso en marcha un operativo y solicitó una orden judicial para acceder al citado inmueble, situado en la huerta de Murcia, en una zona con chalés dispersos, canales de riego y terrenos cultivados con limoneros. “El Grupo de Homicidios recibió información de que un hombre estaba muerto”, confirman fuentes policiales a EL ESPAÑOL sobre el papel que ha jugado un confidente en el esclarecimiento de este supuesto parricidio.
Pasados unos minutos de la seis de la tarde de este sábado, más de una quincena de agentes de la Policía Nacional se desplegaban en el Carril de los Sauras ante la mirada atónita de los vecinos. “Pensamos que se trataba de una redada por algún tema de drogas”, explicaba uno de los testigos del despliegue. Nada más lejos de la realidad porque las mismas fuentes policiales confirman a este diario que al llegar a Los Garres “se localizó al sospechoso y se procedió a su detención, como supuesto autor de la muerte de su padre”.
A las siete de la tarde aproximadamente fueron movilizadas por los investigadores varias dotaciones del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) del Ayuntamiento de Murcia. El aviso que entró en el parque de bomberos era tan breve como contundente: el trabajo consistía en sacar un cadáver del pozo de un aljibe. Dentro de la casa del Carril de los Sauras, custodiado por varios policías nacionales, se encontraba Miguel Liza, de 28 años, aguardando a ver cómo sacaban el cuerpo inerte de su progenitor. “El chico ni sentía ni padecía: estaba como si la cosa no fuese con él”, comentan testigos de la detención del joven.
Este periódico ha tenido acceso a algunas imágenes del despliegue que tuvieron que realizar los bomberos para adentrarse en el pozo del aljibe, que se ubica a las espaldas del inmueble, a la izquierda de un patio interior, justo debajo de una falsa terraza.
Para la extracción del cadáver de Miguel Liza padre, de 57 años, según ha podido saber este diario, los bomberos tuvieron que montar un sistema de cuerdas porque el pozo tenía una profundidad de entre tres y cuatro metros y se tuvieron que habilitar unos focos en el patio interior de la casa porque el aljibe carecía de iluminación. El personal del SEIS iba equipado con mascarillas, debido al enorme hedor, así como trajes especiales y aguantes para no contaminar el foso puesto que posteriormente fue fotografiado e inspeccionado por la Policía Científica. Dentro de un charco de agua y envuelto concienzudamente en una manta y plástico, los bomberos localizaron en proceso de descomposición el cuerpo de este vecino de Los Garres.
Podría llevar una semana muerto
“El detenido tiró al padre al pozo, parece que la víctima llevaba muerta más de tres días”, explican desde la Delegación del Gobierno. De hecho, no se descarta que el parricidio se hubiera producido hace una semana. La autopsia será la que aclare qué día murió Miguel Liza, ‘El Rajao’, y cuánto tiempo llevaba en el fondo del aljibe. Esta muerte violenta pasa a engrosar la leyenda negra que rodea a esta casa de huerta que Miguel heredó de su padre: Silvestre, un agricultor conocido en la pedanía murciana de Los Garres como ‘El Rajao’.
En esta humilde casita de planta baja, por la que justo delante de la puerta pasa una estrecha carretera de servicio, y que está rodeada de bancales de cultivo, Silvestre crió a sus cinco hijos. El inmueble se lo dejó en herencia a Miguel. La víctima se instaló allí con su mujer, María, y tuvieron dos hijos. Este fue el inicio del luctuoso historial de esta casa, puesto que una cuñada del fallecido y tía del parricida, recuerda que “el matrimonio perdió a su hija, Magdalena, cuando era un bebé con solo 18 meses”.
La muerte de la niña por enfermedad fue un duro varapalo para Miguel, pero no le quedó más remedio que tirar para adelante junto a su mujer, María, y su hijo, Miguel. La principal fuente de ingresos de la familia era el trabajo que tenía el padre en una estación de servicio propiedad de su tío, que está ubicada justo a la entrada de Los Garres. Era una de las pocas posibilidades que tenía para ganarse un sustento en el mercado laboral dado que su formación académica casi que se reducía a su paso por las aulas de las antiguas Escuelas Parroquiales. La convivencia en el hogar no era sencilla, principalmente por el mal carácter y presuntos vicios del cabeza de familia. “Hace 20 años desapareció, dejó su trabajo en la gasolinera, se separó de su mujer y abandonó a su hijo siendo un crío”.
- ¿Por qué desapareció?
-Bebía y le pegaba a su mujer. En la familia no supimos nada de él durante años.
La historia maldita de la casa de ‘Los Rajaos’ iba ampliando su historial, a la muerte de la pequeña Magdalena, se sumaban los supuestos episodios de malos tratos a los que Miguel sometía a su esposa y el abandono de su hijo. El cabeza de familia puso tierra de por medio y se instaló en Murcia capital para cuidar de una persona mayor. Esos años fueron muy duros para María y el pequeño Miguel, tal y como relata a este diario una vecina del Carril de los Sauras: “Recuerdo que cuando me mudé aquí, el crío tenía unos diez años y venía a mi casa a pedirme dinero porque no tenía para coger al autobús”. Esa infancia es un buen ejemplo de los pronunciados altibajos que tuvo la relación entre padre e hijo.
La cuñada del fallecido y tía del parricida cuenta que madre (María) e hijo (Miguel) sufrían tantas apreturas económicas que al final abandonaron la casa de ‘Los Rajaos’. “Se instalaron en casa de la madre de ella en Algezares”. La adolescencia del chico estuvo marcada por su pasión por las motos, las chicas y por dedicar poco tiempo a los libros. “Estudios tenía los justos y creo que con 18 años ya tuvo su primer hijo con una sudamericana”.
Esa relación duró poco porque Miguel no estaba muy centrado y la joven acabó haciendo la maleta para regresar a su país. “Un tío suyo trató de llevarlo por el buen camino, creo que estaba consumiendo drogas, y le buscó un trabajo en la construcción”, según cuenta esta familiar directa. Esa oportunidad laboral tampoco la aprovechó Miguel y prosiguió dando tumbos en el mercado laboral, con diversos empleos, como uno en un lavadero de Los Garres.
“Tuvo una hija con una chica de La Alberca, pensaba que ya estaba bien y que iba a sentar la cabeza”. Sin embargo, esa relación no llegó a buen puerto y tras la ruptura seguían creciendo sus obligaciones económicas para criar a dos niños.
Iba a cuidar de su padre
Las vidas del progenitor y su vástago volvieron a confluir hace unos meses en la casa de ‘Los Rajaos’. A Miguel padre se le acabó su empleo cuidando de un anciano en Murcia y regresó a Los Garres. Miguel hijo había iniciado una relación sentimental con otra chica y también se instaló en el Carril de los Sauras. “Él iba a cuidar de su padre”, afirma la cuñada del fallecido y tía del parricida sin dar crédito al truculento final que ha tenido la convivencia. Entre los vecinos de esta zona de huerta nadie entiende lo sucedido porque nunca presenciaron ni escucharon ninguna discusión entre ambos. “¡Nos hemos quedado ‘helaos’!”, clamaba un jubilado que vive a escasos metros del inmueble que este sábado fue tomado por la Policía Nacional. Eso sí, algunas de las personas consultadas por este diario apuntan a que la víctima mortal supuestamente abusaba de la botella y que el parricida presuntamente consumía estupefacientes y alcohol.
Desde la Delegación del Gobierno indican que están abiertas todas las hipótesis sobre el móvil del parricidio por el que Miguel, presuntamente, primero arrebató la vida de su progenitor y después trató de ocultar los hechos deshaciéndose del cadáver tirándolo a un pozo.
A Miguel padre era habitual verlo sentado en la puerta de su casa, tomando el fresco a última hora de la tarde, mientras apuraba un pitillo. Desde hacía unos días esta escena no se producía. Nadie sabía nada de El Rajao, hasta que la Policía Nacional destapó su paradero. Este domingo un vecino recordaba con cierta inquietud una de las últimas conversaciones que mantuvo con la víctima y que detalla como una posible causa del parricidio: “Me dijo que quería vender la casa porque él sólo cobraba una especie de ayuda familiar y quería repartir el dinero de la venta a medias con su hijo”. La situación económica del progenitor y su vástago no era muy buena, a juicio de otra vecina, que les veía dándose caminatas kilométricas para hacer la compra: “Se habían instalado hace dos meses y no tenían ni coche. A veces les veía andando hasta Los Garres o Algezares para comprar alguna cosa”.
A través de una ventana del inmueble en el que se produjo el parricidio se puede constatar que padre e hijo no vivían, precisamente, en la abundancia, puesto que encima de una mesa de la cocina solo hay dos latas de conservas (una de cocido y otra de albóndigas), el salón está totalmente desordenado con los muebles vacíos y ropa tirada. En el patio interior acumulaban cajas, un calentador, tenían apiladas sillas…
Además, a las espaldas del inmueble, entre unos frondosos árboles frutales, hay una escombrera considerable de ladrillos, muebles y plásticos, entre otros enseres por donde campan a sus anchas los insectos. En ese panorama se había instalado Miguel con su actual pareja, una chica española, de entre 20 y 25 años, para cuidar de su progenitor. La joven fue detenida horas después de que fuese recuperado del interior del pozo el cadáver de su suegro.
“Ha sido arrestada por un presunto delito de encubrimiento”, confirman fuentes policiales. Los parroquianos de la zona no saben nada de ella excepto de su buena apariencia, “era morena, vestía bien, y solía dar paseos con Miguel por la zona”. Padre e hijo residían en el número 74 y el único vecino directo vive justo al lado, en el número 72: se trata de un primo del fallecido. Este hombre fue interrogado por la Policía Nacional este sábado para ver si podía ofrecer algo de información de lo sucedido. Este diario le preguntó si había escuchado alguna discusión o algo extraño antes de que se produjese el parricidio, pero se negó a responder a ninguna pregunta: “¡No vi nada ni escuche nada!”.
La familia de ‘Los Rajaos’ es muy conocida en Los Garres porque regentan un gimnasio, tienen una gasolinera, trabajan en una sucursal bancaria… Tras el parricidio muchos de los vecinos de esta pedanía murciana comentaban la leyenda negra que persigue al número 74 del Carril de los Sauras.