Jaime Vizern cogió, una vez más, la bandera de España, la que le regalaron en Plaza de Cataluña, la más grande que aparece en la imagen. Es su ‘arma’. No tiene otra. Y con ella se fue a defender el cuartel de la Guardia Civil de Manresa (Barcelona), donde vive. En la puerta, junto a otros 20 compañeros de ‘La resistencia’ –así gustan llamarse–, se plantó para evitar que los CDR accedieran al recinto. “Nos pidieron que siguiéramos allí delante. No podíamos permitir que entraran en un lugar donde hay niños pequeños y familias. Imagínate que unos encapuchados vienen a tu casa… A nadie le gusta. Así que allí nos quedamos hasta que acabaron las cargas”, cuenta en conversación con EL ESPAÑOL. "Pero no me quiero erigir en protagonista. Defensores somos todos los de la resistencia", matiza.
Él ya no tiene miedo. Lo tuvo, eh, no se crean. Hubo un tiempo en el que no se atrevía a salir a la calle con la bandera de España. “Pero ya no. No somos terroristas ni vamos poniéndoles trabas a nadie que piense diferente… Llega un momento en el que dices: ‘Se acabó’. Hay que dar la cara y no esconderse por pensar diferente”, prosigue.
Estos días, Jaime y otros muchos se han lanzado a la calle. Se reúnen mandando convocatorias a través de los redes sociales o llamándose unos a otros. Están hartos de la situación. Quieren gritar bien alto que ellos piensan diferente y que no pasa nada. Y, sobre todo, defender a los que están igual que ellos. Por eso, este martes, se fueron al cuartel de la Guardia Civil de Manresa; y mañana, o pasado, pueden estar en otro. Van a defenderlos siempre que puedan.
Así lo llevan haciendo un tiempo. Jaime, de hecho, es ‘reincidente’. Transportista, como su padre, ha visto cómo, de un tiempo a esta parte, todo ha cambiado en su tierra. “Antes podías ir a un bar a tomar una cerveza con un independentista y no pasaba nada. Ahora, ya no”, lamenta. En Manresa, en su tierra, además, no le dejan trabajar. “Saben quien soy y no me contratan. O me cogen, como la última vez, y me echan a los cuatro días. Me tuve que dar de baja porque sufría ansiedad por todo lo que estamos viviendo aquí”, confiesa.
A Waterloo vestido de Guardia Civil
Jaime comenzó a movilizarse en agosto de 2017. Estaba cansado de quedarse en su casa, de no poder expresar su opinión en público sin parecer diferente, quería decirle bien alto a los separatistas que se siente “orgulloso de ser catalán y español”. Empezó, entonces, a manifestarse, pero, realmente, cuando sonó por primera vez su nombre fue al presentarse en Waterloo, en la residencia de Puigdemont, vestido de Guardia Civil.
“Lo hicimos para mofarnos. No queríamos entrar en su casa ni nada parecido. Pensamos: ‘Hay que traerlo a España’”, explica. A aquello le han sucedido manifestaciones –por ejemplo, una contra el adoctrinamiento en los colegios catalanes–, o reparto de toallas de España (unas 300) en la playa. Simplemente, con un objetivo: normalizar que uno pueda llevar la bandera en Cataluña. Que él, como los independentistas, tiene el mismo derecho a lucirla.
Y así lo seguirá haciendo, como militante de Vox desde hace un año, hasta que todo vuelva a la normalidad. De hecho, el próximo 27 de octubre, ya tienen preparada otra manifestación bajo el lema: ‘Convivencia, tranquilidad y normalidad’. Son, dice, la resistencia. “Nosotros y todos los que hacen algo para que esto cambie lo antes posible”.