12.00 horas. Cementerio de Mingorrubio-El Pardo. María y Fernando, como cada semana, han cogido el coche en Madrid y han recorrido 15 kilómetros para visitar la tumba de Ana María. Lo hacen desde hace 13 años, cuando un accidente de tráfico se llevó la vida de su hija con 42 años. Para ellos es muy importante visitarla, les hace sentirse bien, es casi como estar en casa, dicen. Pero, en las últimas semanas, se ha convertido en todo lo contrario.
Y es que a escasos metros de la sepultura de Ana María se encuentra la cripta de Mingorrubio, donde el Gobierno trasladará los restos de Franco una vez se exhumen del Valle de los Caídos el próximo martes, 22 de octubre. Desde que el Ejecutivo anunciase la llegada de este nuevo vecino, cuenta a EL ESPAÑOL este matrimonio madrileño, visitar a su hija se ha convertido en una carrera de obstáculos. "No queremos que lo traigan aquí, esto va a ser un caos. Nos han quitado todos los derechos que teníamos cuando compramos la propiedad (denominan así a la sepultura); mi hija merece estar tranquila y nosotros también".
A esta pareja no le falta razón, pues cuando este periódico llega al cementerio, la entrada está vigilada por dos furgones policiales y más de 10 policías nacionales distribuidos por todo el camposanto. Ocho en la puerta principal y dos frente a la cripta que acogerá al dictador, además de un coche que patrulla por el cementerio. Los agentes están allí desde que el Tribunal Supremo diera luz verde a la exhumación —tras el recurso que presentó la familia Franco con el fin de paralizarla— para vigilar la zona y los trabajos que se hacen en la cripta.
Para acceder al interior del cementerio, este periódico ha tardado aproximadamente unos 30 minutos. Tiempo en el que los agentes han comprobado la identificación y han consultado a sus superiores si podíamos entrar en la necrópolis. La Policía exige un motivo de entrada e identificación a todo aquel que quiera visitar Mingorrubio; ya sea turista, prensa o incluso familiar de algún difunto.
El número de la tumba
Esa es precisamente la situación que vive la familia Vicente Rodríguez cada vez que quiere visitar a su hija. "Nos preguntan dónde vamos cada vez que entramos al cementerio, nos piden hasta el número de la tumba. Así que le hemos dado la cifra a toda la familia para que puedan venir a visitarla", relatan María y Fernando.
Desde la lápida de esta familia, se puede advertir una capilla de piedra. Se encuentra tan solo a unos metros de la entrada principal. La puerta está cerrada y custodiada por dos agentes. Al otro lado del cristal, una docena de bancos, un altar de mármol y un cristo de madera. Bajo tierra, en una cripta, la tumba de la mujer de Franco, Carmen Polo, y en una semana también el lugar donde descansarán los restos del dictador.
El edificio en su conjunto es público, igual que todo el camposanto, pero la catacumba fue cedida en régimen de exclusividad a la familia Franco desde su construcción, a principios de los setenta. Solo ellos tienen acceso, aunque hay alguna excepción como Gabino Abánadés, director de los servicios funerarios de Madrid durante dieciocho años y el nombre que dirigió el enterramiento de Franco en el valle de los Caídos.
En una entrevista con Efe, explicó que el nombre de Franco lleva años en la sepultura que recibirá sus restos y que la cripta donde estará enterrado es "austera" y libre de símbolos franquistas. "No hay águilas ni yugos ni flechas", tan solo la expresión 'Yo soy el Alfa y la Omega', que aparece en la Biblia.
Mientras María y Fernando adecentan el sepulcro y colocan cuidadosamente espigas rojas sobre una maceta, junto a un corazón de flores que yace sobre la piedra, denuncian que el cementerio va a dejar de ser lo que era para "convertirse en una atracción turística". "Nosotros compramos esta propiedad porque era un lugar tranquilo, alejado y nos gustaba estar aquí, ahora no vamos a poder ir ni a la misa de la capilla porque en la parte de abajo estarán los restos de Franco", manifiestan.
La familia Franco
Para ellos, esta situación "no tiene nada de ideológico", aunque admiten ser más cercanos al franquismo. "En este caso, está prevaleciendo más la política que el derecho de una familia. Me parece muy mal que ni siquiera la familia Franco pueda decidir donde descansen los restos del dictador, eso no debería ser así", dice María. "Al final, somos personas y hay que dejar todo lo demás a un lado", añade.
A pesar de ello, todo apunta que el dictador llegará a Mingorrubio en menos de una semana. El Gobierno cerró desde el viernes pasado a las 18.00 horas el Valle de los Caídos con la intención de ejecutar la exhumación de los restos del dictador "entre el 18 y el 22 de octubre".
La orden para el cierre del Valle figuraba en el acuerdo definitivo aprobado ese viernes por el Consejo de Ministros con el que se pone punto y final a un procedimiento iniciado hace un año y que se ha topado con múltiples obstáculos consecuencia de los numerosos recursos planteados por la familia de Franco y su entorno, que se opusieron desde el principio a la exhumación. Con el aval del Tribunal Supremo al proyecto puesto en marcha por el Gobierno de Pedro Sánchez, el Ejecutivo tiene ya vía libre para ejecutar la operación.
En el que será el cementerio de Franco hay enterrados estrechos colaboradores del dictador como Carlos Arias Navarro o Luis Carrero Blanco, aunque también los hay de ideología muy distinta como Francisco Tomás y Valiente o algún ministro del expresidente del Gobierno Felipe González. El camposanto de Mingorrubio está repleto de encinas centenarias, tiene unas 500 sepulturas, 2.200 nichos, 1.050 columbarios y medio centenar de panteones.