A la quinta noche de protestas, la violencia se desató más allá del centro de Barcelona. La gran urbe catalana se convirtió en la capital del caos durante seis horas, desde las siete de la tarde hasta la una de la madrugada, aproximadamente. Luego, aunque las sirenas y el helicóptero policiales siguieron escuchándose, el suflé indepedentista perdió intensidad y los radicales se fueron replegando.
Había sido un día largo. La multitudinaria manifestación de la tarde puso el punto y final a la descafeinada jornada de huelga general que vivió Cataluña. La noche dejó un reguero de heridos (de los 77 en la región, 52 fueron en Barcelona), 31 detenidos y al menos tres agentes policiales heridos. Los disturbios, una vez más, se concentraron en la capital catalana.
Los independentistas más radicales, con los Comités de Defensa de la República (CDR) al frente, convirtieron las calles de la Ciudad Condal en un escenario de guerrilla urbana: contenedores ardiendo, marquesinas reventadas, aceras levantadas, botellas de vidrio rotas, señales de tráfico segadas...
Cada esquina era buena para que prendiera el fuego. Los violentos no alcanzaron los barrios de la periferia, pero sí calles como Muntaner, Sepúlveda, Aribau o Ronda Universitat, hasta el momento ajenas a los incidentes. A las 20.30 horas, sólo en la Ronda de Sant Pere había seis fuegos activos de forma simultánea.
Por primera vez, los Mossos d’Esquadra utilizaron contra los radicales una tanqueta con chorro de agua. La compraron en 1994 y nunca antes le habían dado uso. El punto de la ciudad donde más violencia se vivió fue en el cruce de la vía Laietana con la plaza Urquinaona. Allí, durante cuatro horas que se hicieron eternas, los separatistas más violentos lanzaron petardos y bolas de acero contra los agentes policiales, además de piezas del acerado gracias a que usaron picos y palos de hierro para desprenderlas.
Los exaltados buscaban llegar hasta el número 43 de la vía Laietana, donde se encuentra la Jefatura de la Policía Nacional en Barcelona. No lo consiguieron por el nutrido cordón policial que les esperaba. Al contrario. Tuvieron que recular por la fuerte presión de los agentes, que se extendió también por calles adyacentes.
Los radicales, en su mayoría jóvenes -algunos todavía imberbes-, acudieron preparados para una batalla que acabaría sucediendo: muchos de ellos iban encapuchados, con el rostro oculto tras pañuelos oscuros o con los colores de la señera, con cascos de moto y gafas de protección. Alguno también llevaba una cámara GoPro en la cabeza. A esa hora se celebraba una manifestación por el Paseo de Gracia. Pero ellos estaban a otras cosas.
Los agentes de la Policía Nacional y de los Mossos cargaron con fuerza. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, compareció antes de la violenta noche de este viernes. Dijo que en lo que se llevaba de semana hubo 207 agentes heridos, 128 separatistas violentos detenidos, en torno a 800 contenedores quemados y un centenar de vehículos policiales dañados. Cuando este sábado se realice un balance de los daños de anoche esas cifras subirán de forma notable. El ministro dijo que usará el Código Penal para hacer que los delitos paguen por sus delitos.
Los radicales usaron anoche señuelos para dispersar a las fuerzas del orden. Tras apaciguarse la vía Laietana, los exaltados se distribuyeron por distintas zonas aleñadas al centro de la ciudad para, a su vez, dispersar a los agentes policiales. Fue una estrategia de desgaste: quemaban un contenedor, lanzaban unas cuantas vallas, rompían vidrios de los cubos de basura y luego, cuando los agentes se desplazaban hasta el lugar, marchaban a la carrera sin enfrentarse a ellos. A los pocos minutos repetían la 'jugada'.
"Cansarlos hasta vencerlos"
“Se trata de desgastarlos. Nosotros somos muchos y ellos no nos pueden seguir el ritmo. Nosotros tenemos relevos, ellos son los efectivos justos. Si los movemos de sitio, se cansan de seguirnos. Ahora no es sólo cuestión de centrarnos en un mismo punto y luchar. Ahora toca cansarlos hasta vencerlos”, cuenta Roger. El chico, veinteañero, cuenta que forma parte de los CDR cuando el periodista le permite refugiarse durante unos minutos dentro del portal del edificio en que se hospeda. En la calle acaba de haber una carga policial. Cuando los policías se marchan, él se despide.
Los ánimos en las fuerzas del orden empiezan a sufrir estragos. Una parte de los Mossos sigue bajo el escrutinio del ‘president’ Quim Torra, quien piensa que algunos se han excedido a la hora de cargar sobre los manifestantes. Por otro lado, sindicatos de Policía Nacional como Jupol piden que la Guardia Civil se una a su labor en Cataluña. En concreto, señalan al alrededor de un millar de agentes del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS) que han sido movilizados.
Según la Guardia Urbana de Barcelona, 525.000 personas participaron en la manifestación de este viernes en la capital catalana. Los cuerpos de seguridad españoles y catalanes sospechan que antisistema de países europeos ya se encuentran en Barcelona desde hace algunas horas. Este sábado se puede vivir otro día de caos. Los independentistas más radicales están dispuestos a redoblar su apuesta por la violencia este fin de semana. La pregunta es si serán capaces de sostener el nivel de caos generado durante la última noche.