Hagan la prueba. Aparquen el coche (si pueden). Acérquense a pie a cualquier esquina de Plaza Elíptica, en Madrid. Paren, escuchen, respiren y saquen sus conclusiones. No necesitarán mucho tiempo para escuchar, cada poco, pitidos; para notar, enseguida, el exceso de polución; para, de pronto, pensar en salir de allí. Es el lugar más contaminado de Madrid, donde confluyen la A-42, el intercambiador… Es, sin duda, un caos; un agobio insalubre soportado, desde hace años, por los 1.400 alumnos del colegio San Viator. ¿Con qué implicaciones? Más de las que puede pensar cualquier padre: el aumento de la contaminación está relacionado con enfermedades mentales (depresión o pensamientos suicidas), según un estudio del Centro Médico del Hospital de Niños de Cincinnati. Suena fuerte, pero así es.
En el San Viator, en realidad, tienen mala suerte. Las probabilidades de los niños de tener una enfermedad mental es mayor porque hay, simplemente, más contaminación. “Cuando vienes aquí siempre hay una boina enorme. Me preocupa mucho, pero de momento no hay nadie que lo solucione”, lamenta María, que acude a recoger a sus tres nietos, en conversación con EL ESPAÑOL.
“La lucha sigue”, podrían esgrimir desde la institución educativa. Aunque, eso sí, de momento, sin demasiada suerte. Desde el centro hace tiempo que se ‘pelean’ con los políticos por buscar soluciones. Sin ir más lejos, el pasado junio, padres, profesores y alumnos se manifestaron pidiéndole al Ayuntamiento alguna medida para mejorar la calidad del aire. Ellos, al fin y al cabo, no tienen la culpa. El San Viator, históricamente, está catalogado como uno de los mejores colegios de Madrid. No tiene malas referencias. Al contrario, las tiene buenas.
Pero, desde hace tiempo, esa ‘mancha’ mancilla su historial. ¡Y de qué manera! Plaza Elíptica, desde que en 2010 se constituyera la actual red de estaciones de medición, ha sacado siempre las peores notas en cuanto al registro de dióxido de nitrógeno (NO2). Es más, en esta estación se empezaron a analizar por primera vez las partículas en suspensión en el aire y se constató, a su vez, que era el lugar donde se acumulaban mayores concentraciones de estas moléculas.
El 5 de febrero de 2019, por ejemplo, Plaza Elíptica había incumplido los límites de contaminación fijados por la Unión Europea para todo 2019. Registró 62 microgramos de dióxido de nitrógeno por metro cúbico de aire. Es decir, 40 microgramos por encima de lo que fija la UE. “No se ha hecho nada por solucionar la situación. Antes, el medidor estaba en un lado y lo cambiaron donde estaba los árboles. Da igual. Sigue siendo la zona más contaminada”, se queja Juan Carlos Martín, que tiene dos hijos en el colegio.
La contaminación, sin embargo, no sólo afecta a la salud mental de los niños, sino que también lo puede hacer en casos de asma. “En general, la contaminación no es buena los pulmones. En Europa no tenemos cotas altas como para que produzca asma, pero, si un niño ya lo tiene, el inhalar ese aire puede hacer que empeore”, explica Luis García Marcos, vicerrector de Ciencias de la Salud en la Universidad de Murcia, en conversación con EL ESPAÑOL.
Todos esos problemas, de cualquier forma, hasta el momento, no han pesado en los padres a la hora de elegir el centro. Muchos padres, antiguos alumnos, lo eligen por confianza; otros, simplemente, por cercanía; y unos últimos, por lo que ofrece. “Yo sabía que era un buen colegio y ya está. Quería que mi hijo estuviesen aquí y no los voy a cambiar pese a todo”, explica Alejandro García mientras espera a su pequeño.
Su razonamiento no es único. Casi todos los padres, en conversación con este periódico, esgrimen las mismas razones. “Nosotros los trajimos aquí por la proximidad y no nos planteamos cambiarlos. Están aquí desde preescolar”, cuenta Antonio, que acude a recoger a sus dos nietos. “Y nosotros igual. Vivimos aquí y por eso están aquí. No los vamos a cambiar, pero es verdad que esto cada vez está más contaminado y hay más coches”, finaliza María.
Todos saben que hay contaminación, pero ninguno conocía, exactamente, los problemas. Ahora ya los tienen sobre la mesa. Su lucha (y la de sus hijos) sigue. Ellos no tienen la culpa.