Son las ocho de la tarde del viernes 18 de octubre en una esquina de la plaza de Urquinaona. Apostados en una esquina derecha de la calle del centro de Barcelona, muy juntos, para protegerse entre sí, un grupo de 10 agentes de la Policía Nacional soportan la lluvia de piedras arrojadas por los miembros más radicales de los CDR. Se trata de una auténtica batalla. En el centro de todos ellos, el jefe del grupo, Iván Álvarez Faginas, nombre en clave 'Raya 32', da la orden de resistir antes de intentar un nuevo avance. De repente, un enorme estruendo. Iván se desploma como si le hubiera caído un rayo y ya no vuelve a reaccionar.
Sus compañeros se percatan de la gravedad de la situación: una roca, una piedra, una maceta, un objeto, en definitiva, contundente, posiblemente arrojada desde una ventana o una azotea, le ha destrozado el casco. Le ha dejado la cabeza al descubierto. Iván, 41 años, agente antidisturbios de la Unidad de Intervención Policial (UIP) natural de Vigo, continúa inconsciente, y es preciso evacuarlo cuanto antes del caos de contenedores ardiendo, líquido inflamable y adoquines. Lo meten a toda prisa en su furgón, y reculan hasta la Jefatura Superior de Policía de Vía Laietana. Allí advierten la gravedad del asunto: no es una mera pedrada. Horas después lucha por mantenerse con vida en el hospital.
Una semana después de los disturbios tras la sentencia del procés, el agente Raya 32 continúa grave. De los aproximadamente 300 agentes heridos (la mayoría Mossos d'Esquadra, algunos policías nacionales y un miembro de la Guardia Urbana de Barcelona), Iván ha superado la situación más cruda de todas, que le llevó al coma inducido. Fuentes policiales de diversa índole detallan a EL ESPAÑOL que este viernes continuaba entubado y fuera de peligro. Ya había pasado lo peor. Tras el golpe, llegaron las convulsiones; el análisis posterior determinó que, a consecuencia del impacto, se le había encharcado de sangre el pulmón. Luego vino el coma, y dos fracturas: una en la parte superior del cráneo y otra, en una de las vértebras.
Casado, dos hijos, residente habitual del centro de Vigo, Iván es uno de los activos más valiosos de la brigada de 2.500 agentes que conforman la UIP. Dicen varios de sus compañeros, y otros agentes que le conocen desde hace años, que su gran virtud es la de ser un auténtico hombre de equipo. Es un tipo respetado, fornido, con envergadura. De 1,86 metros de altura y 85 kilos de peso.
Él y su grupo son fijos en los grandes operativos de la Policía Nacional de los últimos años: estuvo en los más importantes de la Champions League, en el de la moción de censura a Mariano Rajoy, en el de la copa Libertadores en Madrid, en del Consejo de Ministros del pasado 22 de diciembre y, sobre todo, en la Operación Copérnico, el enorme dispositivo orquestado para el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.
Es el agente más veterano de su furgoneta, y hace las veces de jefe. En cuanto despertó del coma, lo primero que hizo Iván fue preguntar por sus compañeros, si estaban todos bien. "Está muy, muy bien considerado. Siempre tiene un gesto agradable, se hace querer desde el minuto uno. Cuando le toca a él, es un jefe excelente", dice otro antidisturbios que le conoce desde hace años. Esta es la historia de un agente al que muchos dentro de la policía quieren ya condecorar.
El frío invierno de Ávila
La peripecias de Iván comenzaron hace 15 años, en 2004, en las frías llanuras de Ávila. "Era la primera vez que salía de su tierra", dice a EL ESPAÑOL un antiguo compañero de promoción. Muchos que llegaban de Madrid y otros puntos más cercanos podían regresar los fines de semana a casa. Vigo estaba lejos, así que Iván se quedaba allí al terminar la instrucción cada semana. Lo aprendió todo en la Escuela Nacional de Policía de la ciudad, una de las mejor valoradas del país.
Hizo buenas migas con muchos futuros compañeros. Con ellos todavía mantiene relación. Pero antes tuvieron que pasar por ese proceso de iniciación, una especie de mili policial para convertirse en agente raso del cuerpo. "La academia es durilla: hay muchos exámenes, muchas asignaturas, mucha tensión. Muchos es la primera vez que salen de sus casas, como es su caso. Es un excelente compañero. Un tío muy grande".
Tras aquella iniciación, él y otros compañeros optaron por especializarse en el cuerpo de la UIP, comúnmente conocidos como antidisturbios. Consiste en un curso de un mes en el Centro de Prácticas Operativas de Linares. Un curso no apto para todos los públicos. Este viejo amigo de Iván siguió el mismo camino que él para hacer aquel mismo año la especialización con la que acceder a esa unidad concreta de la Policía. "Te enseñan a trabajar en equipo. Básicamente lo que aprendes es que allí no se buscan superhéroes. Hace falta gente que sepa trabajar en equipo. Cada vez que hay un herido, vamos todos juntos. Si cae inconsciente, si se desploma al suelo, vamos todos a protegerle".
Fue precisamente lo que le sucedió a Iván la semana pasada. Solo que ese grado de violencia, dicen varios de los agentes que estuvieron allí y que le conocen, no lo habían visto nunca. El suelo a sus pies en Urquinaona quedaba oculto por centenares de adoquines, arrancados para luego lanzárselo a los agentes. Junto a esas piedras de la calle, la masa callejera de los independentistas les arrojó toda clase de cosas: líquido inflamable, vallas, petardos, algún que otro cóctel molotov; incluso se emplearon tirachinas para lanzar a gran distancia bolas de metal. "A Iván se cree que le arrojaron una piedra desde una azotea o desde una ventana", explica otro compañero a este diario. La UIP está formada por dos unidades de 52 grupos en total. En cada uno de ellos hay unos 50 agentes, y a su vez estos grupos se subdividen en secciones más reducidas.
Tras convertirse en policía, Iván recibió su primer destino: Palma de Mallorca. Luego lo mandaron un año a Madrid. Después ya pudo regresar a casa, a Vigo, donde lleva 11 años como agente. Es el más veterano de su grupo y ejerce, muchas veces, de jefe de la furgoneta. "En la UIP no destacan los atletas, ni tampoco las individualidades. Tú no vas solo a ningún sitio. Lo que se valora más que nada es la capacidad de apoyo y de trabajo en equipo".
Raya 32, del Celta de toda la vida
Hace cuatro días, el pasado en el número 6 de la calle Álvaro Cunqueiro, frente a la comisaría de la Policía Nacional en Vigo, se produce un sentido homenaje. Cientos de personas se reúnen en apoyo de los agentes heridos en los disturbios de la semana pasada. En primera fila, una mujer, delgada y con gafas, aguanta el tipo, visiblemente emocionada, y recibe el cariño de quienes la rodean. Es la madre de Iván. No han sido los mejores meses para la familia tras el fallecimiento del padre del agente. La mejoría de su hijo, todavía ingresado en Barcelona, supone un respiro y un momento alegre para el núcleo central de los Álvarez Faginas.
Es el único de todos los compañeros del grupo que todavía no ha regresado a casa. Esta semana el resto de integrantes de su unidad fueron recibidos en Vigo como héroes a las puertas del Ayuntamiento de la ciudad. No es la primera vez que la ciudad sale a solidarizarse con las fuerzas del orden público. Todavía está a flor de piel el de la agente Vanessa Lage Carreira, quien fue asesinada a tiros por un atracador en el centro de la ciudad en el año 2014.
A Iván le gusta la vida sencilla y discreta por el centro de Vigo, paseando con sus hijos y su mujer. Es un acérrimo aficionado del Celta de Vigo, el equipo de su infancia. Su mujer, con la que lleva años casado, lleva toda la semana a su lado junto a la cama en el hospital. Poco a poco ha ido mejorando, y nadie pudo verle hasta que lo sacaron de la UCI y del coma inducido.
"Era un puto infierno", decían los agentes. Fue la noche de mayor furia en el centro de la ciudad. En plena batalla, los agentes le evacuaron a una zona más despejada. Pronto se percataron de que aquello era muy grave. "El casco le salvó. Si no lleva el casco se quedaba en el sitio", dice otro policía destinado estos días en la zona. Esa protección absorbió todo el impacto del objeto que lo tumbó en el suelo y le dejó gravemente herido, mientras el resto de sus compañeros le trasladaban lejos del alcance de los proyectiles, a la vez que trataban de reanimarle.
Recordando la pesadilla
Hasta hace un par de días, Iván no respondía a nadie. Ya este viernes, todavía recuperándose, seguía muy cansado, y convaleciente, pero los recuerdos comienzan a agolparse en su mente sobre lo que pasó antes y después del golpe y de el ataque de aquella noche en la esquina de Urquinaona. Empiezan a recomponer en su cabeza lo que vivió las noches de la semana pasada en el centro de Barcelona.
Desde que se supo el estado en el que se encontraba, distintos políticos gallegos se han estado interesando por su estado a lo largo de toda la semana. Alberto Núñez Feijóo llamó personalmente varias veces a lo largo de la semana. También Abel Caballero, el alcalde de Vigo. Ambos pusieron todos los medios disponibles para la familia. Ambos, igual que el ministerio del Interior, llamaron por teléfono a la mujer del agente de la UIP, el hombre al que todos los de su grupo quieren parecerse.
Todo el esfuerzo de la semana pasada, no obstante, tuvo como recompensa un salario hacia el que algunos de los compañeros de Iván han apuntado esta semana. Aguantaron durante largas noches las técnicas de guerrilla urbana, preparada durante meses, de las células de los CDR. 300 de ellos salieron heridos. Casi derriban un helicóptero. Todo ello por un sueldo de 10,66 euros (brutos) la hora. Es la denuncia que hacen desde el Sindicato Unificado de la Policía (SUP).
El jueves por la mañana, Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, se acercó al hospital sola, sin avisar a la prensa, para saludar a Iván. Fuentes conocedoras del encuentro aseguran que estuvieron hablando en torno a una hora. Le vio abatido por la magnitud de lo ocurrido la semana pasada. Al final del encuentro, le preguntó a Iván:
-¿Qué necesitas que podamos hacer y promover?
"Él hizo ademán de lo que es -remata uno de sus compañeros-, una gran persona a la que todos respetan. Pidió simplemente que reconocieran a los compañeros de la unidad de antidisturbios. Olvidándose de sí mismo, pidió por todos sus compañeros de unidad".
Por el momento, sus compañeros de la Unión Federal de la Policía (UFP) han propuesto ya que se les condecore a todos.