El cuerpo moribundo del caballero legionario Alejandro Pérez Cruz yacía en el suelo, ensangrentado. Le había alcanzado una bala, de origen desconocido (en ese instante) en el pecho, durante unas maniobras de fuego real. Mientras le practicaban los primeros auxilios, uno de los legionarios presentes en el ejercicio que responde a las iniciales F.J.P. y que es amigo íntimo de Alejandro, rompía a llorar. En ese instante, el sargento S.A.G.P. se giró hacia él y le ordenó: “No llores como un maricón, que tú has venido a la Legión a esto, a morir. Si te da miedo vete a trabajar a un Mercadona”.
Ahora, medio año después, las investigaciones han arrojado que fue ese sargento el que disparó la bala que mató a Alejandro. Es una de las pocas certezas que se tienen en el turbio caso de la muerte del legionario Cruz, un joven mallorquín de 22 años que perdió la vida por el impacto de un proyectil en el pectoral el 25 de marzo de 2019 en un campo de tiro militar de la localidad de Agost (Alicante). Otra de las pocas certezas de este expediente es que F.J.P., el legionario que se echó a llorar en el momento que vio a su amigo agonizando, ha sido sometido a un proceso de acoso por parte de muchos de sus compañeros. Este caballero legionario jerezano lleva más de medio año de baja laboral por un cuadro de ansiedad, producto de las represalias que tomaron sus mandos contra él. El motivo: decir la verdad.
“No puedo hablar. No voy a decir nada. Todo lo que dije se lo conté al juez y está en el sumario. Mi postura es prudente. Amo al Ejército de Tierra y respeto a la Legión. Por eso hice lo que hice, porque tenía que cumplir mi deber, que es cumplir con el Credo Legionario. No quiero ningún protagonismo, sólo respeto a la justicia”, fueron las escuetas palabras de F.J.P. ante la llamada de EL ESPAÑOL. Amablemente declinó atendernos. Su abogado así se lo ha recomendado. Mientras el caso siga por los cauces judiciales, no piensa decir una sola palabra.
Que todavía no haya empezado el juicio es una de las principales razones por las que F.J.P. guarda silencio. La otra es que lo está pasando mal. Sigue de baja. Un cuadro de ansiedad provocado por el miedo que le generaron las represalias de los militares que estaban aquel día en el campo de tiro. Especialmente del sargento S.A.G.P., que lo estuvo insultando sistemáticamente hasta que F.J.P. decidió ponerse en manos de un médico y coger la baja que aún le dura.
Amigos desde el principio
F.J.P., nacido y residente en Jerez de la Frontera, es un chico con vocación de legionario desde muy pequeño. Su pasión por el Ejército en general y por el Tercio en particular le llevaron a tener claras sus prioridades: decidió ponerse a estudiar para ingresar como caballero legionario, hecho que consiguió en 2018. En esa formación conoció a Alejandro Jiménez Cruz, un jugador de rugby mallorquín de 22 años, que compartía la misma pasión por la legión. Enseguida se hicieron amigos. Compartían tiempo libre, camareta y confidencias. Y a F.J.P. le tocó ver, aquel fatídico 25 de marzo, cómo su amigo caía abatido en extrañas circunstancias. A esa desgracia se le sumió el oprobio de ver cómo su capitán le ordenaba mentir sobre lo que había sucedido. Él desobedeció y aquello le condenó.
¿Cuál fue exactamente el motivo por el que los compañeros le hicieron el vacío y le empezaron a hacer la vida imposible a F.J.P? Contravenir la orden del capitán A.C.R., el responsable último de aquel ejercicio. Un militar canario de 32 años que no estaba presente en el momento en el que murió Alejandro Jiménez. Pero una vez se produjo el suceso, el capitán decidió que la versión que le iban a dar a los investigadores de la Guardia Civil, tanto él como sus hombres, iba a ser distinta a la que pasó en realidad.
“Decid la verdad pero mentid”
La primera mentira del capitán fue, tal y como apunta el sumario, declarar que él se encontraba en el campo cuando Alejandro recibió el tiro. No era cierto. El capitán se hallaba en otra base en ese momento, cogiendo munición. De hecho fue un teniente el que le avisó por walkie de que “hay un accidente real y tiene muy mala pinta”. Cuando el capitán llegó y le informaron de cómo había acontecido el suceso, él se dirigió a sus subordinados en los siguientes términos:
“A mí me va a caer un puro muy grande. Yo sé que dentro de tres meses me voy a ir de la compañía. Me mandarán a alguna oficina. Vosotros no sois culpables de esto. Ha sido un accidente y no voy a permitir que nadie os inculpe y os destroce la vida. Decid absolutamente la verdad. Pero no le digáis a la Guardia Civil que consolidasteis a vuestro pelotón arriba. Decid que estabais unos cuatro o cinco metros más abajo”. Es decir, “decid absolutamente la verdad”, pero “no le digáis a la Guardia Civil la verdad”.
Durante aquella reunión en la que el capitán convocó a los testigos del suceso para que falseasen su versión, F.J.P. le mostró el móvil a su superior para que viese que los investigadores de la Guardia Civil le estaban intentando localizar. SU compañero, el Legionario R., le arrancó el teléfono de las manos, se lo tiró al suelo y le llamó gilipollas. Segundos más tardes, los investigadores llamaron al capitán, que les mostró a todos el móvil y dijo en tono de burla: “¡Uy! Me está llamando el teniente de la Guardia Civil. ¡Qué miedo! ¿Qué hago, F.J.P? ¿Lo cojo o no?”, tirando su propio teléfono al suelo.
De aquella reunión salió la orden del capitán de mentirle a la Guardia Civil. Una orden que todos cumplieron salvo F.J.P. ÉL dijo la verdad y fue el primero en testificar. Eso motivó que los otros legionarios y mandos viesen desmontada su mentira desde el primer minuto. Así se lo hicieron saber los soldados que iban saliendo de declarar: “Mi sargento, me han dado por todos lados”. “He tenido que cambiar mi versión entera”. “Hay alguien que ha dicho lo que el capitán dijo que no dijésemos”, fueron los inputs que le llegaron al sargento S.A.G.P. Enseguida asumió que el que se había saltado la orden de mentir fue F.J.P. Ahí empezó el calvario.
“¿Te vas a chivar de que soy facha?”
“Al salir de la comandancia fuimos a un bar a comer y en ese momento noté que todos me hacían el vacío, nadie me dirigía la palabra. EL sargento S.A.G.P me dijo: “Vas a meter en un lío al capitán. Le vas a arruinar la vida. Eres un cobarde y un maricón. ¿También vas a chivarte de que soy un facha?”, todo eso delante del resto de legionarios. Todo eso lo dijo a voces y yo me mantuve callado por el respeto que ha de mantenerse ante un superior”, contó F.J.P. en su declaración, tal y coo recoge el sumario de más 1.500 páginas. Otro compañero legionario también se sumó al escarnio, recriminándole “cómo puedes tener tan poca vergüenza”. En el viaje de vuelta desde Alicante hasta la base de la legión en Viator (Almería) nadie le dirigió la palabra.
A partir de ahí, el infierno. F.J.P. declaró que esos días posteriores al suceso su compañero, el legionario G., se dirigió a él en los siguientes términos: “Eres un maricón. Tú no sirves para esto. Vete de esta compañía. Lárgate a tu puta casa”. Al preguntarle por qué se dirigía a él en esos términos, le contestó: “No te hagas el tonto, tú lo sabes muy bien”.
Pero, con diferencia, el más duro con F.J.P. por haber dicho la verdad fue su sargento, S.A.G.P., el hombre cuyo fusil disparó la bala que mató a Alejandro según han concluido los informes de balística de la Guardia Civil. El sargento, el mismo día que se registró el incidente antes mencionado con un compañero, también arremetió con dureza contra el militar jerezano: “El sargento S.A.G.P. ha dejado de saludarme. Esta mañana, delante de toda la compañía (…) me ha dicho “eres un maricón”, repitiéndolo varias veces”, explica el legionario en sus declaraciones posteriores. Lo indignante del caso es que estos insultos fueron proferidos en presencia del capitán A.C.R., el mismo que les había ordenado mentir. El capitán, como era de esperar, no llamó la atención al sargento ante tal abuso.
“Eres un maricón”
La declaración prosigue: “Al dirigirme al despacho de los tenientes, el sargento S.A.G.P. me ha dicho “eres un maricón, ve y entra”. Al teniente no le he dicho nada de lo que me ha dicho el sargento porque tengo miedo y me siento solo, no puedo confiar en nadie”, le cuenta F.J.P. al juez, poniendo de manifiesto la tendencia homófoba del sargento presuntamente homicida, que repite de forma compulsiva la palabra “maricón” para insultar al legionario F.J.P.
Por la tarde, otro cabo le ordenó a F.J.P. que lavase unos platos sucios que había en el mesón. Cuando F.J.P entró en la estancia para cumplir la orden, el cabo cerró la puerta y le atacó verbalmente: “Qué bajo has caído. Esto es como saltarse un semáforo en rojo. Esto va a perjudicar a la compañía”. El legionario se defendió diciendo que él sólo había dicho la verdad. El cabo se alteró y le expulsó: “Vete, vete de aquí que no te quiero ver la cara”. Ya era oficial: el legionario honesto ya tenía a todos sus compañeros en contra. La situación dentro del cuartel era insostenibe para él.
Esos nervios se complicaron por el hecho de que ese mismo día tocaba otro ejercicio de fuego real, de la misma naturaleza que el que mató a Alejandro Jimenez Cruz. Y a él le tocaba participar, pero con el agravante de que tenía a todos sus compañeros en contra. Cualquier cosa podría pasar allí. Fue entonces cuando F.J.P. se dirigió a superiores de mayor rango que el capitán para hacerles saber que se encontraba en una situación de absoluta angustia y ansiedad. Un Teniente Coronel fue el que le atendió con más corrección, el que le sugirió que fuese a enfermería a que le diesen la pastilla, el que le exoneró de participar en la práctica de tiro y el que le recomendó que condujese con cuidado hasta su casa en Jerez, por el efecto que le podría provocar la pastilla contra la ansiedad que le habían suministrado.
El vacío absoluto
Esa misma noche, F.J.P. detectó que estaba siendo eliminado de todos los grupos de Whatsapp de la Legión en los que estaba incluido. El de su compañía, el del tercio… El vacío absoluto que le estaban haciendo sus compañeros se acababa de confirmar. No era algo personal de su sargento contra él. Y no fue lo último. Según ha sabido EL ESPAÑOL, el legionario fue objeto de otros intentos de boicot, como el hecho de que intentaron forzar su taquilla para introducirle munición. Si en una revisión, le encuentran armamento o munición dentro de su casilla, eso supone una falta muy grave.
F.J.P. se marchó a Jerez con una baja médica que todavía dura. Volvió a tener contacto con sus compañeros el día en el que tuvo que asistir a la reconstrucción de los hechos en el campo de Agost en el que murió Alejandro. El miedo que tenía a posibles represalias fue el que hizo que solicitase acudir a dicha reconstrucción escoltado por la Guardia Civil.
F.J.P no quiere hablar con los medios, a consejo de su abogado. Sólo espera que empiece el juicio el próximo mes de mayo, “a ver en qué lugar me deja a mí. Yo lo único que hice fue cumplir con mi deber, con el credo legionario, que es decir la verdad. Eso es la legión, valores de honestidad y lealtad en los que siempre he creído. He dicho la verdad y no me arrepiento”, concluye. Está a la espera de recuperarse y ser reubicado en otra facción del ejército, porque a la legión no va a poder volver. Ha sido su pasión desde niño, pero este incidente ha acabado truncando el sueño de su vida y la vida propiamente dicha de su compañero Alejandro. Un suceso irreparable del que ya solamente espera “que se celebre el juicio y se sepa la verdad”.
Un legionario muerto en extrañas circunstancias, cuando estaba desarmado y rodilla en tierra. Un disparo directo al pecho que salió del fusil de su sargento, que no tendría que estar disparando. Una versión oficial llena de falsedades. Un capitán ordenando a sus hombres mentir. Un legionario que dice la verdad y es por ello acosado y marginado hasta que no puede más y acaba fuera de la Legión por un cuadro de ansiedad. Una investigación que pone de manifiesto un puñado de irregularidades que hacen de este caso el más grave de la historia reciente del ejército, y que las fuerzas armadas deberán afrontar con todas las consecuencias, en pos de la verdad y de la credibilidad de un estamento tan importante como el Ejército de España.