Madrugada del 1 de mayo de 2016. En Torrecampo, un pequeño pueblo cordobés de 1.000 habitantes, se celebran las fiestas locales. Cuatro jóvenes sevillanos, todos veinteañeros, pasan la noche en la discocaseta ‘el Melli’, en la que se vende alcohol y se pincha música del momento.
Uno de ellos es Antonio Manuel Guerrero, guardia civil en prácticas en el cuartel de una población vecina, Pozoblanco, a 20 kilómetros de distancia. Ha convencido a tres de sus amigos -José Ángel Prenda, Jesús Escudero y Alfonso Jesús Cabezuelo- para que vayan a verlo desde Sevilla y pasar juntos una noche de juerga.
El grupo se hace llamar 'la Manada'. Dos meses después, violarán a una chica en Pamplona, se les detendrá a las pocas horas e ingresarán en prisión. Pero ese primer día de mayo de hace tres años, antes de irse a la cama, abusarán sexualmente de otra mujer, grabarán los hechos con el móvil del guardia civil y enviarán las imágenes a dos grupos de Whatsapp que comparten con otras amistades.
La Fiscalía, que pide para ellos tres años de cárcel por un delito de abuso sexual y cuatro más por un delito contra la intimidad, entiende que estaban obcecados en grabar los abusos para luego distribuirlos entre sus amigos. Tenían, dice el fiscal en su escrito, “la idea preconcebida de compartir el vídeo, haciendo alarde de la acción realizada y con evidente ánimo de vejar y vulnerar la intimidad de la perjudicada”.
Este lunes, esos cuatro hombres que se encuentran cumpliendo una condena de cárcel de 15 años por la violación de Pamplona, se sientan de nuevo en un banquillo de los acusados. Será en un juzgado de Córdoba. Se les juzgará por aquellos primeros hechos, cuando ni siquiera habían viajado hasta la capital navarra ni se conocía el caso ya que la joven cordobesa de la que presuntamente abusaron no llegó a denunciar en ese momento. No recordaba nada de lo sucedido.
Se tuvo constancia de ese primer caso cuando, tras la violación de Pamplona, los investigadores policiales navarros vieron las grabaciones en un terminal móvil de los detenidos. Fue entonces cuando se pusieron en contacto con la joven cordobesa, que había hechos fotos a su vestido roto y al moretón que presentaba en uno de sus muslos.
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"¡Puta!"
Volvamos a aquella madrugada. Antonio Manuel Guerrero conoce a muchos de esos jóvenes que disfrutan de la fiesta. Presenta a sus amigos una chica de 21 años a la que conoce de Pozoblanco. Toman varias copas juntos. Sobre las siete de la mañana, Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena, militar de profesión, le pregunta a la chica si quiere que la acerquen en coche a Pozoblanco, donde vive en casa de sus padres.
Al entrar en el coche, la joven pierde la consciencia. No se sabe si por el alcohol ingerido o porque tomó “de forma deliberada o sin saberlo alguna otra sustancia estupefaciente”, dice la Fiscalía.
Durante el trayecto entre ambas localidades, el agente de la Benemérita, que es quien conduce, saca su móvil y se lo entrega a José Ángel Prenda, que se encuentra sentado en el asiento del copiloto. Prenda comienza a grabar.
En los asientos de detrás van sentados Jesús Escudero, Alfonso Jesús Cabezuelo (militar) y la joven. La chica va entre los dos hombres. Tiene la cabeza gacha y el cuello relajado, sin tensión. No parece consciente.
Los cuatro hombres que la acompañan en el vehículo comienzan a tocarle los senos. También el guardia civil, que pese a conducir la manosea con su mano derecha. El militar, que la agarra por detrás del cuello, la besa sin retirar la mirada del teléfono que le graba y sin que la chica interactúe con él.
En los últimos instantes de ese vídeo, que tiene una duración de 46 segundos, el agente de la Benemérita dice a modo de firma grupal: “Esto es Pozoblanco y esto es la Manada”.
Cuando llegan a Pozoblanco, la joven comienza a recobrar la consciencia. Salvo la chica y el militar, el resto se apean del vehículo. El miembro del Ejército, que pertenece a la Unidad Militar de Emergencias (UME) con base en Morón de la Frontera (Sevilla), le pide a la joven que le practique una felación.
La mujer, semidesnuda y sin saber muy bien qué hace en ese estado, se niega. La Fiscalía describe los segundos posteriores de esta forma en su escrito de acusación. “El acusado [Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena], con intención de menoscabar su integridad física, la golpeó en la cara, le dio un puñetazo en el brazo y la empujó para que saliera del coche mientras le gritaba ¡puta!”.
"Otra Marta del Castillo"
Sobre las 7.45 horas de aquel 1 de mayo de 2016, envían a dos chats de Whatsapp, Peligro y Manada, los dos vídeos que graban dentro del coche con el móvil del guardia civil. Varios de los amigos de los miembros de ‘la Manada’ que ven las imágenes comentan los hechos.
“Vino de follarse a la Bella Durmiente. Madre mía, ¿qué le echasteis a la chavala?, ¿burundanga? ¿cloroformo? Es otro caso Marta del Castillo. El depredador sexual de Las Casitas [en referencia a José Ángel Prenda]”. Sobre el guardia civil, al que se le ve conduciendo, dice uno: “¡Qué habilidad! Conduciendo con una mano y con la otra cogiendo una teta atrás".
Al volver a su casa, la joven no recordaba los hechos. Pero sabía que algo extraño le había sucedido. Fotografió su vestido roto y la moradura que le había salido en el muslo de una de sus piernas.
Cuando la Policía Foral de Navarra le trasladó que había encontrado esos dos vídeos en el móvil del guardia civil tras detenerlo junto a otros cuatro miembros de ‘la Manada’ en Pamplona -hasta allí viajó un miembro más, Ángel Boza, que no había estado en Córdoba- la chica comprendió lo sucedido y denunció.
El abogado Agustín Martínez, defensa de los cuatro acusados que declararán el primer día de un juicio que constará de cuatro sesiones (hasta el jueves 21), volverá a poner en solfa y a pedir la nulidad de los dos vídeos en cuestión por haberse obtenido durante la investigación de un caso distinto y porque la joven no denunció los hechos en el momento que se producen.
En abril de 2018, la víctima cordobesa de ‘la Manada’ rompió su silencio por primera vez concediendo una pequeña entrevista a EL ESPAÑOL. Nunca ha vuelto a hablar con otro medio de comunicación. La presión social en su pueblo y la repercusión mediática del caso la han llevado a abandonar Pozoblanco e instalarse en otro punto de la geografía española. Necesitó terapia durante un mes y medio para salir del estrés postraumático que le ocasionó ser consciente de los abusos sexuales que había sufrido.
En aquella entrevista, la joven decía: “Voy a llegar hasta el final con el juicio. No quiero hundir a nadie, pero sí que se haga Justicia". Este lunes comenzará a hacerse. Los cuatro acusados se encuentran desde hace unos días en la prisión de Córdoba. Al militar, además de los siete años de prisión por los delitos de abuso sexual y contra la intimidad, se le pide el pago de una multa de 12 euros diarios durante 2 meses por lesiones leves.
El Ministerio Fiscal también solicita para la víctima como responsabilidad civil una indemnización conjunta y solidaria que deberán pagar los acusados de 4.500 euros por su curación y 6.000 más por los daños morales causados.