No ha vuelto a tener relaciones sexuales sin sujetador desde que el cirujano le destrozó los pechos. M.S. tampoco deja que nadie los vea desde entonces. Ni siquiera se ve capaz de darle el pecho a su hijo. No lo ha hecho nunca, así que acude a la farmacia a comprar la llamada leche de fórmula en sustitución de la lactancia materna. "Me daba miedo, asco, vergüenza de que alguien me lo viera, no se, puede sonarte fuerte pero esa es la verdad".
La primera vez que M. S. acudió al cirujano plástico fue en 2007. Cuenta a EL ESPAÑOL que contactó con él para que le realizase una operación estética. No estaba satisfecha con el tamaño y la forma de sus pechos. Tampoco con el diámetro de las areolas. El facultativo dictaminó que presentaba lo que se conoce como mamas tuberosas.
Acordaron realizar una mamoplastia de aumento y una mastopexia periareolar, una operación con la que se logra elevar las mamas cuando estas, por diversos motivos, se aprecian excesivamente descolgadas. El 2 de agosto de aquel año, la víctima acudió por primera vez al quirófano. Desgraciadamente, no iba a ser la última.
Ahora, el Juzgado de Primera Instancia nº 9 de Madrid ha condenado al cirujano que la operó en las tres ocasiones a lo largo de los últimos doce años a pagarle una indemnización de 48.211 euros por una negligencia estética. Por haberle destrozado los pechos al aplicarle Betadine en las heridas durante el postoperatorio.
M. tenía 36 años en el momento de la última operación, en noviembre de 2013. Tras los fiascos iniciales, el cirujano le dijo que lo iba a intentar una tercera vez, pero sin cobrarle. Solo consiguió empeorarlo. Las suturas derivadas de la propia intervención comenzaron a abrirse, algunas de ellas, dice la víctima, alcanzando más de cinco centímetros de tamaño.
El cirujano trató de revertirlo con una nueva operación para cerrar las cicatrices. Las heridas no llegaban a cerrarse con las curas del facultativo. Tardó dos meses en este proceso. Por ello, la mujer acudió a un dermatólogo. Allí le alertaron de que era alérgica al Betadine, el producto con el que el cirujano había tratado de cerrarle las heridas.
"Te dices: si las tenía mejor antes"
"Tratas de arreglártelo para estar a gusto. Y ves a otras que se operan... Y les sale bien. Y cuando te pasa lo que a mí, dices: si es que las tenía mejor antes". Cuando acudió por primera vez al cirujano plástico le dijo que tendría que someterse a varias operaciones. Primero le puso las prótesis y le redujo las areolas, que es esa zona de piel que posee un color más oscuro y que rodea el pezón. Esa primera vez que entró al quirófano le costó 9.000 euros. Solicitó un crédito al banco que todavía está pagando.
En esa primera intervención, explica la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, utilizaron implantes redondos en lugar de prótesis anatómicas. El cirujano logró aumentar el tamaño de sus pechos, pero sus operaciones no evitaron que estos siguieran caídos. Cuando a M. le quitaron los puntos, el diámetro de las areolas volvió a expandirse.
Tres años después, el 7 de octubre de 2010, todo seguía como al principio. O peor. Así que el cirujano le dijo que le realizaría una segunda operación. "Me dijo que como era 'precio amigo' solo me cobraría 1.000 euros", dice la afectada. Mientras seguía pagando el crédito que le habían concedido, logró a duras penas ahorrar esa cantidad para poder disponer de ella y volver al quirófano. Ya allí se realiza la misma operación, con el fin de reducir las areolas y elevar las mamas. Al volver a retirar los puntos de las areolas, el tamaño seguía siendo el mismo, y sus pechos, igual de caídos que antes. Lo peor aún estaba por llegar.
"Mi madre es modista, y me decía: 'Hija, lo que falta ahí es tela'. Tejido. A mí él me volvió a bajar al quirófano. Y con puntos incluidos se abrió. Yo sabía que me iba a quedar así, pero que eso alguien lo tenía que pagar". Era 28 de noviembre de 2013. M. recibió el alta ese mismo día. Se encontraba en el postoperatorio cuando le empezaron a aparecer distintas aberturas en las suturas verticales de ambos pechos. Al principio, del tamaño de una moneda de dos euros. Después todavía más grandes.
Las otras intervenciones habían sido resueltas "más o menos bien", dice la víctima, aunque el cirujano no lograba terminar de realzar los pechos. Seguían cayéndose. En esta última, el facultativo corta más piel de la que debe , quedando tan tirante que ni los puntos de sutura aguantan la tensión de la misma, y por eso no dejaba de abrirse, una y otra vez. Uno de esos orificios, en la mama derecha, alcanzó cinco centímetros de tamaño.
Alergia al betadine
Un informe fechado en el 26 de diciembre de 2013 indicaba que la paciente sufría un granuloma de la mama derecha. El cirujano se apresuró a otra nueva cirugía para corregir las cicatrices. A los dos días de la operación, las heridas volvieron a abrirse. M. regresó a la consulta. Él le quitó la sutura y comenzó a aplicarle curas tópicas con Betadine. Siguió realizándolas hasta febrero del año siguiente, 2014, sin que las heridas llegaran nunca a cerrarse.
La vida normal para M. resulta imposible desde entonces. No sale de casa sin sujetador. En parte por vergüenza, en parte porque le duele. Y porque le dolía. Así que decidió acudir al jefe de Dermatología del Hospital 12 de Octubre. " Me explicó cómo el betadine estaba prohibido para este tipo de cosas. Es un antiséptico, un esterilizador, pero la gente tiene la manía de echarlo en herida". Allí le trataron las heridas con agua, jabón y vaselina. Pronto el dolor empezó a remitir, y los orificios en la piel, a cicatrizar. Se percataron de su alergia al betadine. Y se preguntaron que cómo no podía haberlo advertido aquel cirujano.
"La cicatriz es horrible. Ahora tengo el pecho detrozado", dice la víctima. En tota, llegó a gastarse 12.000 euros entre las tres operaciones. Tuvo miedo de que no se cerrara y de que su hijo cogiese una infección, porque la herida era cada vez más grande. "Solo pedía que eso se me cerrase. Me quedó la tranquilidad de decir que ya se cerró. Para mí es más importante mi hijo que tener las tetas bien. Otra cosa es que tu carácter sea fuerte, pero intentas incluso no mirar".
Tardó un tiempo en encontrar un letrado con el que contar para poder denunciar a aquel cirujano. Hasta que en 2016 encontró a Carlos Sardinero, de Sardinero Abogados, letrado de la afectada y del Defensor del Paciente. Sardinero cogió el caso y lo ganó. Es un letrado especializado solo en estos asuntos, en los dramas de las negligencias médicas.
En los últimos años, Sardinero está teniendo algo de trabajo en un ámbito concreto. "Se está produciendo un aumento significativo de pacientes que sufren lesiones a consecuencia de ser sometidos a intervenciones de cirugía estética y plástica, fundamentalmente porque existe un incremento de intervenciones de estas características". El letrado dice a El ESPAÑOL que es preciso insistir en que la cirugía no es el último paso, sino el primero, ya que el riesgo sigue ahí; hay que advertir la necesidad de los verdaderos riesgos de estas operaciones. "Silenciarlos puede provocar una captación fraudulenta de clientes que, finalmente, pueden sufrir lesiones que no esperaban, ni imaginaban”.
"El cirujano se ofreció a operarme de nuevo por 5.000 euros. Me dio la risa. Le dije, si quiere, elijo yo el médico y usted me lo paga. Y yo le dije que eso para mí era un montón de dinero. Y él me dijo: ¿tú qué quieres, tetas, o dinero?", dice la afectada. M. no se ve capaz de volver a entrar en un quirófano nunca. No piensa volver a arreglarse los pechos, no se ve capaz de volver a intentarlo.