Las relaciones entre Zarzuela y Moncloa están como el tiempo en este final de otoño: cuando no llueve, hiela, y pocas veces brilla el sol. Frías y suspicaces. Desde hace meses, cada semana que pasa crece la tensión, sorda y soterrada, entre ambos palacios, si bien jamás escucharemos la menor queja pública en boca de los dos actores principales: el Rey Felipe VI y el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. Silencio total, sí, pero, como pronostica San Mateo en su Evangelio (7:20), “por sus frutos los conoceréis”.
Los frutos en política, la profesión más egoísta conocida, son las acciones. La decisión de Pedro Sánchez de anunciar un acuerdo para formar Gobierno con Unidas Podemos dos días después de las elecciones del 10-N y con Felipe VI recién llegado a Cuba, no sentó precisamente bien en la Jefatura de Estado, aunque formal y oficialmente no parecieran inmutarse ante tanta premura con el Rey a 8.000 kilómetros de España.
Pero como no hay una sin dos, ni dos sin tres, como luego veremos, tras la falta de tacto del presidente del Gobierno en funciones llegó la Cumbre del Clima, que ha comenzado en Madrid esta misma semana. Si el anuncio presidencial durante el viaje a Cuba fue interpretado como un misil en la imagen de Felipe VI (“con la que está cayendo en Madrid, y los reyes de turismo en el Caribe”, podían pensar los españoles mal informados), el mínimo papel otorgado al Rey en la cumbre mundial tampoco ha sentado bien en Palacio.
El monarca no sólo no intervino en la sesión inaugural de este lunes sino que, salvo cambios de última hora, no se dirigirá al plenario en ninguno de los 12 días que durará el congreso. Recuérdese que Felipe VI sí participó en la celebrada en Nueva York en septiembre de 2014. Paradójicamente, no lo ha hecho en España. El papel de Felipe VI se ha limitado a la recepción en el Palacio Real, con cena fría -tan fría como ciertas formas- dedicada a las personalidades más destacadas del evento mundial.
La ausencia del Rey en Ifema (lugar donde se celebra la cumbre del clima) podrá explicarse de mil maneras para no abrir heridas. El hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, declaró en Antena 3 que “la escasa presencia de Felipe VI se debe a que si bien la cumbre se celebra en España, lo hace bajo la presidencia chilena y, por tanto, está organizada por ellos”. Organizada por Chile, aunque al reino de España costará no menos de 70 millones. De hecho, desde Moncloa se ha pedido auxilio a grandes empresas, varias del Ibex, para que contribuyan a paliar el déficit que generará.
¿Hubiera querido Felipe VI tener más presencia en este escaparate mundial, por el que Pedro Sánchez se ha prodigado ya y lo que le quede? En Zarzuela, escrupulosos hasta decir basta, guardan silencio, pero nadie que conozca al Rey ignora su sensibilidad ante el gran problema mundial causado por la contaminación y el deterioro del medio ambiente. Léase, si quedan dudas, su discurso de proclamación como Rey pronunciado el 19 de junio de 2014: “El siglo XXI, es el siglo del medio ambiente”, afirmó.
La no presencia de Felipe VI en la cumbre del clima –la reina Letizia ha participado en una jornada- no ha tenido los efectos de una DANA en las relaciones entre Zarzuela y Moncloa, pero sí ha acrecentado las suspicacias y la frialdad.
Los socios republicanos como 'la tricolor'
Afortunadamente, no se ha consumado el despropósito que habría supuesto la presencia de Felipe VI en la toma de posesión del nuevo presidente de Argentina el próximo 10 de diciembre. Fuentes de Zarzuela explican a EL ESPAÑOL que no se ha anulado el viaje a Argentina porque “nunca el Rey lo tuvo previsto en su agenda”. En cualquier caso, después del desasosiego vivido por la delegación española en Cuba -con el Rey forzado a pasearse por la Vieja Habana en guayabera, mientras en Madrid Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazaban uniendo su destino político y el de España-, una situación similar, ahora en Argentina, habría socavado la imagen del Jefe del Estado: él, en Buenos Aires, con los lamentos de un tango de fondo, y en Madrid, Pedro Sánchez celebrando sus particulares consultas en busca de una mayoría para gobernar. No hay que olvidar que todos los hipotéticos socios principales de Sánchez son tan significadamente republicanos como la bandera tricolor.
Como el Rey no estaba dispuesto a ir a Argentina y el presidente del Gobierno en funciones tampoco, este mismo jueves, a cinco días de la toma de posesión del presidente Alberto Fernández, en una solución de urgencia el Consejo de Ministros improvisó que la recién elegida presidenta del Senado, Pilar Llop, sea quien represente a España. Un galón inesperado para la prestigiosa magistrada, con un largo recorrido político si la suerte le acompaña.
La falta de sintonía entre Zarzuela y Moncloa no se detecta solo en la coordinación representativa. Moncloa se defiende al entender que viajes a Cuba o el frustrado a Argentina forman parte de las obligaciones del Rey marcadas en la Constitución. El artículo 56 preceptúa que el Rey, como Jefe de Estado, “asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica”. Un artículo, por cierto, que recoge también en su primera parte que “el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia”.
“Si el Rey hubiera sido obligado a viajar a Argentina en la actual situación, habría sido un atentado contra el artículo 99 de la Constitución”, afirma una persona conocedora de los entresijos del Palacio de la Zarzuela y del ambiente que allí se respira. Dicho artículo remite a que después de cada renovación del Congreso de los Diputados, “el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno”.
El rey, el principal preocupado
Medios próximos a Felipe VI admiten que, además de porque así emana de la Constitución, el monarca, sin faltar un ápice a su papel y a su discreción institucional, quería mostrar a los españoles que él, por su cargo, es el principal preocupado ante el bloqueo político, sin que quede la menor duda de su entrega y diligencia para contribuir en la solución. Y eso pasaba por estar en España.
Los recelos entre Zarzuela y Moncloa son consecuencia de la falta de sintonía, que repercute en la sincronía de actuaciones. Un soterrado distanciamiento entre el Rey y el presidente del Gobierno que no ha sucedido o ha sido tan visible entre los predecesores de una y otra institución. Ni le sucedió a Juan Carlos I con Adolfo Suárez –salvo en los meses previos y posteriores al 23-F-, menos aún con Felipe González, incluso ni con José María Aznar –pese al carácter del líder del PP-. Tampoco se produjo entre Felipe VI y Mariano Rajoy, en la relación que mantuvieron de junio de 2014, en que aquél se convirtió en Rey, hasta junio de 2018, en el que el marianismo fue expulsado de la Moncloa tras una moción de censura.
Si Rajoy no faltaba un jueves por la tarde a “el despacho”, como se llamaba a las visitas semanales del presidente del Gobierno a Zarzuela para informar al Rey, la norma ha perdido la regularidad necesaria llevada a rajatabla por otros presidentes del Gobierno. “Es curioso que en la época de Juan Carlos I el problema era que el presidente del Gobierno no podía verle algunas semanas porque -su majestad- estaba inexplicablemente ausente, mientras que ahora es al revés: es Pedro Sánchez el que no va a Zarzuela, generalmente porque está fuera”, comenta una fuente oficiosa de Zarzuela. Como es sabido, Pedro Sánchez se ha convertido en el presidente del Gobierno más viajero de la democracia, cultivando así su imagen internacional.
Pero las suspicacias no acaban aquí. Existía otra norma no escrita en las relaciones entre Zarzuela y Moncloa que también está rompiendo el actual gobierno socialista. En el periodo de Mariano Rajoy, así como en presidencias anteriores, era casi de obligado cumplimiento el envío semanal a Zarzuela de un dossier con la información notable de la semana concluída, más los acuerdos del consejo de ministro del viernes, y la agenda prevista para la semana siguiente. Este flujo de información, enviada por Vicepresidencia de Gobierno, también se ha visto interrumpido. La vicepresidenta Carmen Calvo prioriza, al parecer, otras ocupaciones.
Primero la República, luego la independencia
Zarzuela guarda silencio. Quizás no exista un bloqueo planificado, aunque pueda parecerlo. El tenso panorama política actual acaba convirtiendo un grano en una montaña: la monarquía, por más democrática que sea y por más que acepte su papel constitucional así como el parlamentarismo –pese a espectáculos circenses como el vivido esta semana en la constitución del Congreso-, observa cómo el presidente del Gobierno en funciones quiere seguir siéndolo gracias a un socio principal, Unidas Podemos, declaradamente republicano, y con unos convidados necesarios como ERC, cuyo primer artículo es la república y el segundo, la independencia. Una situación que no puede ser vivida con alegría y esperanza por el monarca.
Es por esta razón por la que Zarzuela, aún esforzándose en cumplir escrupulosamente con su papel constitucional, se cuida de que no dejen fuera de la foto al Rey, símbolo a su vez de la unidad del Estado.
Esta semana, Pedro Sánchez tuvo la oportunidad de hacerse otra foto al más alto nivel internacional, en la cumbre de la OTAN celebrada en Londres. Y visitó a la reina Isabel II en Buckingham, cuya vida es recreada en The Crown, la serie de éxito de Netflix.
En el capítulo 6 de la tercera temporada, recién estrenada, hay una conversación que representa a la perfección la falta de comprensión –si se puede utilizar tal expresión- de Pedro Sánchez con Felipe VI, siempre con su conducta intachable. Los protagonistas son Isabel II y su hijo, el Príncipe Carlos.
Carlos: “No soy sólo un símbolo. Puedo liderar no sólo por llevar un uniforme o cortar un lazo, sino demostrando al pueblo quién soy de verdad. Mamá, tengo voz”.
Isabel II: "Te voy a decir un secreto. Nadie va a querer oírla".
C: "¿Te refieres al país, a mi propia familia…?"
I.- "Nadie".
La figura de Felipe VI, con su discurso del 3 de octubre de 2017, tras el referéndum ilegal celebrado en Cataluña, fue la voz que esperaba la mayoría de los españoles en su papel de Jefe del Estado. Tan fuerte sonó que desde aquel día no han dejado de pasarle factura los separatistas catalanes, ahora socios necesarios de Pedro Sánchez para seguir siendo presidente.
El martes 10 el Rey no estará en Buenos Aires sino en Zarzuela, iniciando el maratón de consultas con 19 representantes políticos del Congreso de los Diputados. Será un test de esfuerzo para la imagen del Rey, y no solo por su espalda. Será la tercera ronda de consultas del Rey en 2019 y la octava en sus cinco años y medio de reinado, cuando Juan Carlos I sólo tuvo 10 en sus 39 años como Jefe del Estado. Producto de una inestabilidad política –cuatro elecciones legislativas entre el 20 de diciembre de 2015 y el 10 de noviembre de 2019- sin apenas precedentes en la Historia de España.
“A mí esto me recuerda a lo vivido en la I República, con cuatro presidentes del Gobierno entre febrero de 1873 y diciembre de 1874. Menos mal que de esto no pueden echarnos la culpa a los monárquicos”, dice con sorna a este periódico un antiguo colaborador del padre de Felipe VI.