El doctor Eduard Argudo descansaba en su casa de Barcelona, cuando sonó el teléfono a las cuatro de la tarde del pasado domingo tres de noviembre. Aquel día no había ido a trabajar. Al otro lado de la línea esperaba una urgencia. La llamada procedía de un improvisado campamento de urgencias organizado a toda velocidad en el pueblo de Campdevanol, a las afueras de Ripoll, descendiendo los valles y los riscos del Pirineo en Girona.
Eran los bomberos. Acababan de rescatar a una mujer de las profundidades de las montañas, atrapada horas antes con su marido en una seria y helada tormenta. Ella, Audrey Mash, 34 años, no daba señales de vida. "Es lo primero que nos dijeron, que no respondía y que habían tratado de reanimarla. Y por eso nos llamaron".
El doctor Argudo es médico del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona. Dijo rápidamente que sí, cogió el coche y puso rumbo a toda prisa al hospital. No había un minuto que perder: Audrey llevaba ya unas horas muerta. Su corazón no respondía. La hipotermia la había ido sumiendo en un estado de invalidez cada vez mayor, hasta que todos sus órganos, todas sus extremidades, todas las partes de su cuerpo dejaron de responder.
Audrey la volvieron a subir al helicóptero y varios minutos de vuelo después ya estaba en una camilla en el interior del complejo hospitalario. Rohan, su marido, la acompañó en todo momento. Horas antes había comenzado a comprobar cómo, en medio de la montaña, entre frases inconexas, había dejado de responder. El equipo del facultativo se puso manos a la obra para empezar a salvarle la vida.
El jefe de ese equipo del hospital catalán explica a EL ESPAÑOL cómo consiguieron reanimarla sin que se produjera ningún tipo de daño neurológico, sin ningún tipo de problema más allá de un despertar, el de esta mujer aficionada a la montaña, repleto de desorientación. No recordaba nada de lo que había sucedido en las horas anteriores.
El sueño de Audrey era el de trepar por las montañas. Todas las que se le pusieran por delante. Terminó convirtiéndose en su afición, compartida con un marido que, a la postre, también se ha convertido en compañero de montañismo, de travesías y de temporales en las alturas. Son los señores de las alturas. Dicen que pese al serio percance, pese a haber estado al borde de la muerte, con la vida pendiendo de un fino hilo, volverán a subir a la montaña. Todas las veces que sea necesario.
Se trata de un caso único en España. Lo es de tal modo que algunos de los que la atendieron en el hospital, que habían perdido ya toda esperanza, comenzaron a hablar de una suerte de resurrreción. La prolongada e intensa exposición al frío del organismo de esta montañera provocó que traspasase el umbral de la hipotermia severa. Eso la postró en plena ventisca, junto a su marido, en un estado de muerte clínica.
La parada cardíaca era total. Esa situación, no obstante, la protegió de modo que su cerebro pudo soportarlo todo hasta llegar al hospital. Allí regresó a la vida.
Un viaje a la montaña
Audrey y Rohan viven desde hace dos años en Barcelona. Ella es profesora de inglés en la ciudad. A ambos les encanta la montaña -han llegado a completar el ascenso al Himalaya en dos ocasiones- y también el suave clima mediterráneo en esa región de España. La cercanía de los Pirineos supone para ellos una tentación irresistible, con lo que cada poco planean una escapada hacia un nuevo y rocoso paraje por el que ponerse a trepar.
Ese fin de semana, el del 2 y 3 de noviembre se marchan a la zona de la Vall de Núria, un lugar oculto entre las montañas de la cordillera pirenaica al norte de Girona.
A su lado les acompañan dos buenos amigos, también amantes de esta clase de planes, caminata por la montaña, nieve, frío y naturaleza. El lugar se abre ante el visitante a 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar. "No estaban trepando aquel día- dice el doctor Argudo-, no tenía nada que ver con eso. Se encontraban en plena ascensión cuando les alcanzó la tormenta de nieve". También se vieron atrapados en el frío.
Sucede a primera hora de la mañana. En el lugar se pueden esbozar dos rutas muy diferentes. Una de ellas, más corta, es la que eligen esa jornada el otro matrimonio. La larga, una extendida caminata hasta ese sitio, la que escogen los protagonistas de esta historia que pudo acabar en tragedia. Audrey y Rohan ya están en pie sobre las seis de la mañana para emprender la subida. Los amigos todavía permanecen en la cama.
El clima se complica poco después de las nueve de la mañana. Ruge el viento, la nieve se desploma del cielo blanco y cuarenta entumecidos minutos después resulta imposible avanzar. El cuerpo de Audrey empieza a fallar en plena ventisca. Tanto ella como su marido quedan absolutamente ateridos por el sorpresivo, prolongado y correoso vendaval.
Lo importante consiste en guarecerse. Ambos encuentran cobijo apostándose tras una roca de mediano tamaño. Ahí resisten la tormenta. No tienen cobertura. Todavía han de pasar tres cuartos de hora de castigo para poder proseguir. Se han percatado de que tienen que salir de ahí cuanto antes. Así que el objetivo cambia, y necesitan localizar un lugar en el que tener cobertura para avisar a sus amigos por teléfono.
Lo consiguen poco después, pero Rohan advirtió el modo en que Audrey comenzaba a pronunciar todo tipo de frases inconexas. Era uno de los primeros síntomas de que algo no iba bien.
En ese momento enviaron la ubicación del whatsapp a sus amigos. Pasaban de las once de la mañana. También un mensaje de alerta. Sus compañeros de aventura alertaron en cuanto pudieron a los bomberos y a los servicios de emergencias. Sabían de forma aproximada el lugar en el que dar con ellos, pero no iba a resultar sencillo. No lo fue. Tuvieron que pasar dos horas para que lograsen localizar a un hombre que se había quitado una de sus prendas de ropa y la volteaba de un lado a otro en el aire, como un náufrago encendiendo una hoguera en medio del mar para que algún buque gigante localice la isla a la que le ha expulsado el mar.
La operación inédita
Hubo suerte. Era en torno a la una cuando les vieron desde el helicóptero. Para ese entonces el cuerpo de Audrey ya no respondía. "La vimos y estaba clínicamente muerta. Era 3 de noviembre de 2019. Una fecha que esta profesora no logrará olvidar.
Los equipos de rescate de bomberos de la Generalitat se la encontraron rígida como un témpano, con el cuerpo totalmente helado, muy frío. Rohan estaba en shock. Al bajar de la montaña, empezaron las labores para reanimarla. Los primeros intentos no surtieron efecto. Así que se la llevaron al hospital. Y durante ese trayecto en avión le llegó la llamada al doctor Argudo, que puso en marcha el novedoso tratamiento que tantos éxitos le había proporcionado. Nunca, sin embargo, se había enfrentado a un caso como este.
Su equipo de profesionales está especializado en ECMO (Oxigenación con membrana extracorpórea). "Es una terapia de urgencia -asegura el doctor Argudo-. Conectamos un pequeño aparato que lo que hace es básicamente limpiar la sangre del paciente. Como una depuradora. La sangre abandona el cuerpo y la depuramos de todo el dióxido de carbono (CO2) que pueda llevar encima. Luego accede de nuevo al interior del cuerpo por otro conducto, ya saneada con oxígeno".
La cálula grande se conecta a una de las venas que llega al corazón y desde ahí se drena toda la sangre. Es como si supliera la función pulmonar del individuo. La sangre regresa al cuerpo limpia, se expande de nuevo a los órganos y así se mantienen vivos. Eso ayuda también a recalentar el cuerpo de forma progresiva para recuperar la temperatura normal. "Audrey estaba muy por debajo de los
Eduard Argudo ha explicado el proceso que hizo posible esta noticia: "El método se llama oxigenación por membrana extracorpórea. Colocamos una cálula grande a través de una vena que llegue al corazón para drenar la sangre y pasar por una membrana y suplir la función de los pulmones. Devolvemos la sangre para que llegue a sus órganos y que estos se mantengan más tiempo vivos. También recalentamos su cuerpo de manera progresiva hasta recuperar una temperatura normal y que así su corazón volviera a latir".
Entre medias, a la mujer resultó necesario aplicarle los desfibriladores. Después prosiguieron utilizando el ECMO. "Su corazón no tenía una sola actividad. Tenía la piel helada. Estaba absolutamente muerta".
A las pocas horas la mujer volvió en sí. Los médicos estaban en la habitación. También Rohan. Audrey no se acordaba de nada. Ni siquiera de la ventisca que había tenido que soportar. Quien no estaba allí era el doctor Argudo, que todavía recuerda con emoción lo sucedido. "Estaba muerta y la revivimos".