Recordar a Laura Luelmo implica dibujar lineas sobre un mapa, rara vez perdía sus maletas de vista. El primer trazo, si bien, el más marcado, tiene 38 kilómetros y es el que va de Zamora, su ciudad natal, a Villabuena del Puente, una localidad de 700 habitantes, de donde desciende su familia materna; el lugar donde conoció a su novio, Teofi, en el que disfrutaba siempre que podía y en el que estuvo sus últimos días, en el puente de diciembre de 2018, antes de regresar a El Campillo (Huelva), donde se instaló para trabajar como profesora sustituta de plástica en un instituto cercano de Nerva. El 12 de diciembre, cuatro días más tarde, era asaltada, agredida sexualmente y asesinada por su vecino, el reincidente Bernardo Montoya.
Cuando Laura visitaba Villabuena siempre se quedaba en la casa familiar, en la que vivió su bisabuelo Plasen, el banquero del pueblo y también dueño de la única tienda de ultramarinos allí, aneja a la vivienda y años después traspasada; también sus abuela, Chencha, que aún desconoce lo que le ocurrió a su nieta, y su abuelo César, fallecido psicólogo que trabajó en la localidad.
En ella, también ha vivido su madre, Maite, funcionaria del servicio de Empleo de Zamora, y que junto a su padre Ángel, ingeniero agrónomo jubilado de la Junta de Castilla y León, y sus dos hermanos, Ángel y Violeta, han pasado largas temporadas durante el año en la casa.
Todos en el pueblo conocían a los Hernández desde hacía años y acostumbraban a verlos, pero desde la muerte de la profesora de 26 años, ningún vecino ha vuelto a saber de ellos, ni tan siquiera han regresado a la localidad zamorana. Sí ven a diario, en cambio, a Teófilo Jiménez, el novio de la maestra zamorana, que tras dos meses después del crimen sin apenas salir de casa, ha vuelto a retomar su vida. ¿La razón? La sorpresa de 63 de sus amigos que, en secreto y a través de un crowdfunding, financiaron los gastos de su moto para que el piloto zamorano volviese a competir en los campeonatos de motocross españoles y europeos.
Laura y Teofi se conocieron en las fiestas veraniegas de Villabuena cuando eran adolescentes; entonces ella ya pensaba en ser profesora y él subía puestos en los campeonatos de motocross en España, mientras se dedicaba a la agricultura con su familia. Desde entonces, Laura Luelmo lo era prácticamente todo para él, según asegura su entorno a este periódico. Y aunque mantuvieron la relación a distancia en las ocasiones en las que la joven maestra estudió en el extranjero o tenía que desplazarse a otros puntos de España para trabajar, eso no fue un problema para ellos.
Sin señales de la familia
EL ESPAÑOL visita el pueblo natal de los Hernández en vísperas de que se cumpla un año de la tragedia, este 12 de diciembre. En el número 7 de la calle Abogados, con la calle Capellanes, donde se encuentra la vivienda familiar, todo sigue tal y como lo dejó Laura Luelmo antes de partir a Huelva. Nadie ha vuelto a entrar, ni a salir, solo el tiempo: que con el paso del invierno ha dañado todavía más el exterior de la vivienda. El domicilio, de dos plantas y gran extensión, luce paredes desgastadas, en las que asoma el ladrillo tras haberse caído la capa de yeso y donde se advierten acuciantes grietas a causa, posiblemente, de la nieve, la lluvia y el viento.
La puerta de madera trasera, que da paso al patio, está carcomida y deja ver lo que hay en el interior: una explanada llena de suciedad y hierbas altas que crecen a su alrededor. No es necesario preguntar si alguien ha pasado por allí, pues resulta obvio, pero los vecinos de la vivienda colindante lo confirman: "No han vuelto por aquí desde el verano pasado, no sabemos nada de ellos". También lo hacen quienes conocen a Maite y Ángel, los padres de la joven profesora, desde siempre. "La última vez que supimos de ellos fue cuando nos dieron las gracias por la concentración que hicimos en el pueblo por Laura", explica una villabuenense a este diario.
Donde sí han podido ver a los padres de la profesora, en cambio, ha sido en el lugar del crimen, en El Campillo (Huelva). Acompañados por otras dos mujeres y su abogada, José Ángel Luelmo y María Teresa Fernández estuvieron a mediados de noviembre visitando el lugar en el que Bernando Montoya asaltó a su nueva vecina de 26 años, que en esa tarde de hace un año se disponía a entrar en casa con su bolsa de la compra después de su jornada de clase en el instituto. Los dos progenitores incluso reconstruyeron el asalto a su hija. "Tuvo que saltar a mi hija así, por detrás", explicaba el padre, según pudo saber este diario.
Tras el hallazgo del cadáver de Laura Luelmo, el 17 de diciembre de 2018, en el paraje boscoso de La Mimbrera, tras cinco días de desaparición y una búsqueda masiva que mantuvo en vilo a España; en Villabuena del Puente no se volvió a celebrar ningún acto más. "No se han hecho misas, ni está previsto que se haga algo por el año de su muerte. Es más, la familia ni siquiera avisó al pueblo de la misa que hicieron en Zamora cuando trajeron el cadáver, solo fue su novio, su familia y sus amigas", señalan varios vecinos de la localidad zamorana.
Los 63 de 'Teofi'
Los Luelmo-Hernández, por el momento, han puesto un punto y aparte con Villabuena del Puente, donde solo tienen activas sus tierras agrícolas, gestionadas por vecinos del pueblo desde hace años. Las amigas de Laura también han marcado distancia y este año, para las fiestas de San Roque en agosto, no montaron ninguna peña ni las celebraron en memoria de la profesora. Por contra, quien sí ha seguido en el pueblo, tal vez sin más opciones por su profesión, e intentando superar cada día la muerte de su novia, ha sido Teófilo Jiménez (31), más conocido por sus amigos como Teofi.
Días antes de que Bernardo Montoya la matase, Laura confesó a su novio por teléfono que tenía miedo de un vecino de El Campillo que la observaba de manera constante desde la casa de enfrente. Sacaba la silla al portal y se sentaba allí a vigilarla desde la distancia. Era él, su asesino.
La pareja se había visto por última vez en el puente de diciembre, apenas cuatro días atrás. "Estaban aquí sentados en una mesa, Laura, su novio y sus amigos", recordaba el dueño del bar de la localidad zamorana el pasado año; al mismo tiempo que los medios de comunicación informaban sobre el hallazgo del cadáver en un bosque de La Mimbrera (Huelva).
Doce meses después, Teófilo todavía no se ha repuesto del duro revés que supuso para él la muerte de la joven maestra. Tras la misa funeral que se celebró en Zamora, donde viven Los Luelmo, regresó al pueblo y, según cuenta su entorno, cortó su vida por completo. Dejó de competir en motocross —su gran afición desde niño y en la que había conseguido importantes títulos nacionales—, de trabajar y de salir de casa.
Lo que tal vez no imaginaba Teofi es que dos meses después sus amigos le darían los motivos definitivos para seguir adelante, o al menos empezar a superar la pérdida de Laura. En secreto, 63 amigos organizaron una especie de crowdfunding para poder financiar los arreglos y la mejora de la moto del joven agricultor; y sorprenderle antes de que comenzase la temporada en febrero.
Su 'joya verde'
A través de un grupo de WhatsApp, Uco, Fefe y Raúl iban informando al resto de amigos cómo iban las mejoras de La Kawa, mientras los tres se encargaban de arreglarla en un garaje de Villabuena. "Era un amasijo de hierros, Teofi quería arreglarla hace un tiempo, pero con el golpe que sufrió su vida, dejo a un lado la reparación de su moto", cuenta el entorno del campeón de motocross zamorano.
Los 63 amigos de Teofi (Pedro, Alberto, Campos, Baena, Borch, Arias, Chano, Chema, Chipu, Clemente, Salinas, Dani, Fede, Félix, Garretas, Guille, Isra, Javi, Jony, Javi Fuko, Jorge, Viti, David Chulo, Luis, Mario Perregue, Lucas, Magdalena y José, Maxi...y un largo etcétera) fijaron el día de la sorpresa para el 15 de febrero.
Engañado, Teófilo entró ese día al garaje de su amigo Uco y cuando entró se encontró con todos, también con su moto, "su joya verde", que lucía con el número 4 detrás de los 63 amigos que habían financiado todos los gastos. El novio de la joven maestra se montó en la moto, mientras dejaba caer lágrimas de agradecimiento, y empezó a hacerla rugir entre los aplausos de los allí congregados.
Ese mismo día, el agricultor comenzó a entrenar de cara a la primera prueba del Campeonato de España, que se celebraba a finales del mes. Lo dio todo en esa prueba y en todas las que vinieron después, según reconocen sus allegados. Aunque le costó, a partir de entonces Teofi retomó su trabajo agrícola en las fincas que posee su familia, volvió a salir con sus amigos y amigas por el pueblo, y ante todo a competir con su motocicleta. "Estaba muy pillado por Laura, la adoraba: no ha rehecho su vida, tardará varios años, pero lo hará. La peor parte desgraciadamente es para sus padres y sus hermanos", concluye un conocido de Teofi.