La vida del jerezano Carlos Aguilar, de 46 años, está escrita sobre renglones torcidos. Su historia arranca a principios de los años 70, cuando España aún no había salido de la oscuridad del Franquismo. La madre, Isabel Aguilar, una joven alta y delgada, de pelo rubio y tez blanquecina, lo trajo al mundo en 1973. Era una cría. Pero al tratarse de un embarazo no deseado, y sienda ella soltera, abandonó al bebé en una antigua casa cuna a los pocos meses de que naciera. La chica pensó que sola no podría hacerse cargo del niño.
Por aquel tiempo, Isabel, que soñaba con ser torera, estaba acogida en una casa del centro de Jerez de la Frontera (Cádiz) cuyo dueño era el matador de toros Juan Galán. A cambio, ella trabajaba para él en algunos de sus negocios. Pero Isabel y él se convirtieron en amantes. Mantenían encuentros furtivos, en habitaciones vacías, sin que nadie pudiera verlos.
Aunque pronto la vida los iba a unir. Dos años y medio después del nacimiento del hijo de Isabel, la mujer de Juan Galán falleció a causa de un cáncer. Entonces, Isabel y Juan decidieron no esconder su amor durante más tiempo. La joven, 13 años menor que el torero, dejó de ser la chica acogida y pasó a convertirse en su pareja.
Isabel asumió la crianza de los tres hijos de Juan Galán. Dos niñas y un niño. Por ese entonces, el hijo al que abandonó ya vivía con Juan, que se había hecho cargo del niño antes, incluso, de que ambos formalizasen su relación.
Juan matriculó al niño de Isabel en un colegio del Opus Dei en El Puerto de Santa María y pagó sus estudios. En la matrícula puso Carlos Galán Naranjo. El primer apellido, del padre. El segundo, de la pareja del diestro que acabaría falleciendo, Manuela Naranjo.
Tras la muerte de Manuela, Isabel y Juan empezaron a convivir juntos y acompañados de sus hijos. Aquellos cuatro niños, incluido Carlos, se criaron como hermanos. Los hijos de Juan siempre llamaron mamá a Isabel. A día de hoy, con ella viva, lo siguen haciendo. Y Carlos llamaba papá a Juan Galán. Los seis formaban una familia.
Pero ahora, con el torero ya fallecido -murió a finales de 2017-, Carlos Aguilar se encuentra enfrentado a su hermano Juan Pedro Galán, el otro hijo varón del matador y quien gestiona el multimillonario patrimonio de su padre.
La fortuna del torero, según Carlos, ronda los 50 millones de euros. Se encuentra repartida en distintos bancos. Además, dejó 17 propiedades inmobiliarias, algunas de ellas, fincas de gran valor económico. Carlos reclama a su hermano 10 millones y tres de esos inmuebles.
“Mi hermano es un chorizo, aunque me duela decirlo. Mi madre biológica, con la que mi padre tenía todo al 50%, le otorgó un poder notarial para que administrara los bienes de la familia y los negocios. Él, desde entonces, ha hecho lo que ha querido. A mis hermanas les ha prometido un 10% de todo, pero no han recibido un euro. Y a mí me quiere dejar sin mi parte de la herencia porque dice que no soy su hermano”.
Carlos Aguilar ha demandado por la vía civil a sus tres hermanos por excluirlo del testamento, aunque dice que Juan Pedro Galán "lleva la voz cantante". El caso se instruye en un juzgado de Jerez.
Su abogado es Fernando Osuna, el reconocido letrado sevillano especializado en casos de paternidad y herencias. Osuna ha conseguido, recientemente, que un juez reconozca a Javier Sánchez Santos como hijo del cantante Julio Iglesias.
Pese a su demanda, Carlos pretende llegar a un acuerdo con su hermano Juan Pedro, quien de crío fue una promesa del toreo. Pero Carlos asegura que, si no le da lo que considera que es suyo, acudirá a la vía penal.
“A mí me ha criado mi padre como a un hijo más. Durante toda mi vida y hasta que murió. Él nunca dijo que tenía tres hijos. Decía que tenía cuatro. Mi madre biológica y él me acogieron como tal, que es lo que cuenta ante la ley”.
Carlos explica que los problemas con su “hermano” Juan Pedro comienzan transcurridos siete meses de la muerte del padre. “Lo organiza todo para que el reparto sea casi todo para él. A mí me excluye y a mis hermanas las contenta con una miseria que ni siquiera han visto”.
Un tabú en su casa
Con 15 años, al poco de que su hermana mayor le contara la verdad de su historia personal, Carlos tramitó su primer DNI. Se registró con los apellidos de su madre, Aguilar Martín. “Pienso que fue por rebeldía, pero en nada cambia la cosa. Nunca le pedí a mi padre que me pusiera sus apellidos. En mi casa había un tabú inmenso con el asunto. Y todavía hoy lo sigue habiendo. Pero yo no le doy importancia”.
Antes de dedicarse al toro, Juan Galán trabajó como taxista, tuvo restaurantes y, durante un tiempo, vendió y compró coches, camiones y autobuses en unas oficinas del centro de Jerez.
Tras dejar los ruedos, comenzó a comprar hoteles. Algunos de ellos los usó después como clubes de alterne. Llegó a hacer fortuna. Legó fincas en Portugal, Jerez o El Puerto de Santa María.
Para demostrar que su padre era Juan Galán, Carlos Aguilar acumula en su casa recuerdos y documentación que va a presentar ante el juzgado: la foto de sus padres detrás de él el día de su comunión; revistas del corazón de la década de los 80 en las que se dice que el torero tiene cuatro hijos; matrículas del colegio en las que aparece con el apellido Galán, o barriles de vino con los nombres de todos los miembros de la familia, incluido el suyo.
Antes de morir, Juan Galán fue imputado por su actividad en los clubes de alterne. Junto a su hijo Juan Pedro, se le acusó de explotación sexual, delito contra los trabajadores o coacciones. Finalmente, el caso quedó archivado unos meses después de su muerte. Su hijo Juan Pedro Galán sigue investigado por un juzgado de Chiclana de la Frontera por distintos delitos fiscales relacionados con los negocios que levantó su padre.
EL ESPAÑOL se puso en contacto con Juan Pedro Galán este pasado lunes, pero éste eludió mantener una conversación con el periodista. “Si no cede, acabará en prisión. Lo que está haciendo es ilegal a todas luces”, sentencia Carlos, el hijo sin herencia del torero que se enamoró de la joven que quiso ser matadora. “Mi padre me quería como al resto de mis hermanos. No voy a renunciar a lo que es mío”.