“(El pesquero) a lo mejor no tenía que haber salido. A lo mejor… Pero no era mi elección. Yo no soy el dueño. Yo estaba malo… Ahora, pienso: ‘¿Y si no me hubiera puesto malo y voy?’. Igual no habría pasado nada… Pero son gilipolleces. Cosas mías de mi cabeza. Llevo 48 horas sin dormir y…”, lamenta, entre suspiros, Andrés Esteban, sin saber muy bien qué más decir, superado por las circunstancias, en conversación con EL ESPAÑOL.
Está cansado, derrotado y hecho polvo. En condiciones normales, habría salido a faenar con sus compañeros el pasado martes de madrugada. Llevaba algo más de dos años –no sabe precisarlo exactamente– de patrón del pesquero desaparecido, el Rúa Mar, pero se vio obligado a quedarse en casa. “Estaba con gripe desde hace unos cuantos días y pedí la baja en el médico”, explica. Al mando, lo sustituyó Antonio Javier Maza, también patrón de barco. Junto a él, ese día, zarparon otros cinco tripulantes: Ángel Maza (mecánico), Antonio, Daniel, Iván y Óscar (todos ellos marineros).
Los seis tenían que haber vuelto a casa el miércoles ante las previsiones de mal tiempo. Ese era el plan: pescar en un caladero de Marruecos, en una zona donde no hay cobertura móvil –sólo satélite–, cumplir con su trabajo y volver a Barbate (Cádiz). Desde allí, avisarían a Pedro Maza, presidente de la Federación Andaluza de Asociaciones Pesqueras (Faape) -y familiar de Antonio y Ángel-, de su llegada.
Sin embargo, la llamada nunca llegó. En su lugar, Salvamento Marítimo avisó de que el centro de coordinación nacional de Madrid había recibido un aviso a través de radio-baliza, un sistema de alerta que se utiliza para facilitar la localización de un barco, un avión o una persona en peligro. En este caso, las coordenadas dictaron que el pesquero se encontraba a 28 millas náuticas al este del cabo Espartel, cerca de Tánger. Inmediatamente, se iniciaron las labores de rescate, sin perder tiempo, para poder rescatar a los tripulantes lo antes posible.
Primero, por mar, con el buque de salvamento SAR Mastelero, y por aire, con el helicóptero Helimer 208 –ambos apoyados por medios de la Marina Real marroquí. Y, ahora, ante la ausencia de noticias, contemplando la opción de hacer una búsqueda en profundidad del pecio del pesquero. “En este caso, la dificultad sería precisamente la profundidad que hay en la zona. Nunca hemos ejecutado una operación así”, reconoce Lucrecio Fernández, director de operaciones especiales en el rescate.
¿Qué ha podido pasar?
El tiempo, angustioso, pasa sin que se sepa nada de de los seis tripulantes. De momento, lo único que se ha encontrado ha sido la radio-baliza y dos boyas. Nada más. “Estamos aquí esperando, sin poder ayudar”, lamenta, impotente, Andrés, al lado de familiares y amigos de los cuatro desaparecidos en el mar. Para él es particularmente doloroso por cómo han transcurrido las circunstancias. Lleva toda una vida en el mar. Faenó primero con su padre y después, tras su muerte, empezó a hacerlo en solitario. Jamás había tenido un problema gordo.
Había mamado el mar desde pequeño, se había criado entre barcos, aprendiendo a pescar, a ganarse la vida y a evitar los peligros. "Cuando llevas años en esto sabes cómo manejar las circunstancias", explica. No contempla si quiera poder dedicarse a otra cosa. Sólo sabe ser patrón.
Las condiciones, sabe, han cambiado, pero él seguirá. “Los sueldos han bajado casi un 60%, tenemos un sueldo mínimo y luego el resto depende de lo que traigamos… Pero la seguridad, no. Eso ha ido a mejor”, explica Andrés. Por eso, ahora, no se arriesgan. “Antes, cuando se ganaba dinero, podías decir: ‘Aprieto y pesco algo más. Ahora, con lo que se paga, no”, prosigue. Con sus años, sabe de los peligros del mar y de lo que implica salir a faenar. Por eso, no se explica qué ha podido pasar. “Pienso que puede haber sido un golpe con otro barco –la otra posibilidad es que haya sido un golpe del mar–, pero no tengo ni idea”, sentencia.
Barco “fiable y fuerte”
El barco, con algo más de 22 años, “era fiable y fuerte”. Eso Andrés lo tiene claro. Llevaba siendo su patrón desde hace algo más de dos años. “Y es de los mejores que he llevado”, explica. En concreto, era un pesquero con 14 metros de eslora, motor de 160 caballos y casco de metal –para resistir el oleaje– y equipado con salvavidas con señalización lumínica para que sus tripulantes puedan ser detectados en caso de accidente.
Con permiso para entrar en la zona marroquí, el barco tenía licencia para pescar atunes y pez voraz o besugo con pinta –que alcanza los 40 euros/kilo en fechas concretas del año (Semana Santa, verano y Navidades). Y, además, llevaba mucho tiempo haciéndolo. El accidente, por tanto, no se debe a la embarcación.
La otra posibilidad, que el accidente se deba a un error humano, también es improbable. “Antonio Javier tenía mucha experiencia. Mucha más que yo. Era un buen patrón de barco”, recalca Andrés. De ahí la extrañeza de todos los que estos días agotan las horas en la Asociación de Armadores y Productores de Algeciras, donde se dan apoyos a la espera de buenas noticias.
¿Tienen esperanza? “Yo confío que todavía no les hayan encontrado, o que alguien los haya recogido, lo que sea...”, mantiene Andrés, que habla por educación pero sin afán de protagonismo. Él no quiere que su foto salga en los medios. Habla con los periodistas para presionar, para que sus compañeros no caigan en el olvido, para que se movilice mar y tierra hasta que se dé con ellos. Al fin y al cabo, sabe que él podría haber estado allí.