Cristian García (33) aún recuerda cuando las noches de tormenta eran su peor pesadilla. El sonido de los truenos le confundía, creía que en realidad ETA estaba atentando de nuevo en su casa, en el cuartel de la Guardia Civil, en Irún. Este agente prácticamente nació allí. Dos fueron los intentos en los que la banda terrorista intentó acabar con su hogar, sus padres, su hermano y sus amigos, sin éxito. Decenas fueron las veces que pretendieron acabar con su padre, José Manuel García (55), encargado de hacer seguimientos a etarras entre 1986 y 1998. "Para mí era un sinvivir, pensaba cada día si vería a mi padre o no", relata Cristian a EL ESPAÑOL.
Al mismo tiempo, a 700 kilómetros de distancia, en Alicante, el corazón de su abuelo Victoriano García (85) se encogía cada vez que los medios de comunicación informaban cada dos por tres de asesinatos de guardias civiles por ETA. "¿Será mi hijo? ¿será su mujer y mis nietos?", pensaba este agente alicantino, ahora retirado. La dedicación de su hijo José Manuel le llevó años más tarde a participar en operaciones exitosas como la desarticulación del Comando Donosti, uno de los más sanguinarios y simbólicos de la banda terrorista; o la liberación de José Antonio Ortega Lara.
"Escucha, mañana vamos a sacar a Ortega Lara", le dijo José Manuel a su hijo Cristian una noche. Él tenía 10 años. Al día siguiente, le despertó con la radio en la oreja, lo habían conseguido. "Fue algo histórico", rememora. Ese fue el momento en el que a pesar del miedo vivido y la violencia terrorista, Cristian quiso ser un día guardia civil como su padre y su abuelo. "Yo siempre pensé que quería atrapar a los malos como hacía él". Años atrás, José Manuel también había sentido lo mismo hacia su padre, Victoriano. Y este último por su tío materno a principios del siglo XX.
Esta es la historia de los García, la familia de guardias civiles compuesta por tres generaciones —abuelo, hijo y nieto— que demuestra que el cupo de la Benémerita sigue siendo necesario, aunque desde Europa corra el riesgo de extinguirse.
Podría decirse que la Guardia Civil es García, y los García son la Guardia Civil. Esta familia, al igual que otras muchas en este país, siempre ha estado ligada a la Benemérita, y casi la ha construido. Un compromiso adquirido de generación en generación con el fin de sentirse realizado sirviendo a la sociedad y que se vio reforzado en 1853, cuando se creó el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada, en Valdemoro (Madrid). Una escuela que empezó por aquellos hijos de guardias civiles que habían quedado huérfanos, confiando así la educación de ellos en la Guardia Civil, para posteriormente abarcar al resto de hijos de agentes que quisiesen formar parte del Cuerpo. La idea era premiar en ellos las virtudes —y en otros casos la muerte— de sus padres.
"¡Antes nos mataban!"
Ahora, 150 años después, el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) del Consejo de Europa ha recomendado al Gobierno "reconsiderar" el sistema de cupos que se reserva para que accedan a la escala de cabos y guardias civiles los hijos del Cuerpo. Consideran que es claramente contrario al principio de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos a la hora de acceder al servicio público y presenta riesgos significativos de "amiguismo y nepotismo".
"¡Antes nos mataban! !Qué menos que nuestros hijos tengan ese privilegio!". Victoriano García pone el grito en el cielo, en una entrevista con EL ESPAÑOL, cuando se entera de esta posible novedad. También le acompaña su hijo, José Manuel, y su nieto, Cristian. Los dos entraron al Cuerpo a través del cupo para hijos, en 1980 y en 2008, respectivamente. Son lo que amigablemente se denomina en la Guardia Civil como Polillas.
Con 15 y 18 años, José Manuel y su hijo Cristian siguieron un curso de iniciación en Valdemoro, donde se prepararon durante un año para las oposiciones de acceso de la escala de cabos y guardias de la Guardia Civil. En las oposiciones hay un cupo fijo (como máximo, el 7,92% de los puestos) que se reserva para hijos del Cuerpo. Un porcentaje que ahora podría desaparecer, quedando solo la opción de entrar por libre.
Según fuentes sindicales, consultadas por este periódico, la mayoría de los guardias civiles están a favor de la permanencia del cupo, pero también hay voces discordantes que apostarían por eliminarlo tal y como propone el GRECO. Las mismas fuentes sostienen que el Ejecutivo también maneja suprimir el Colegio para Guardias Jóvenes de Valdemoro porque, según ellos, "no es constitucional". "Es difícil explicar que sea solo para hijos del Cuerpo, en el fondo no entienden que se creó para premiar el sacrificio y las penurias de los padres", aseguran.
José Manuel no da crédito a la posibilidad de que desaparezca el cupo. "Estoy en contra, sobre todo cuando también son reservados para militares también. Es importante que se reserven estos cupos para hijos del Cuerpo porque eso es un derecho adquirido durante los 176 años de esta institución. No se debería perder por el capricho de algunos, en mi vida he visto ápice alguno de amiguismo en la Guardia Civil", sostiene.
Detrás de estas palabras se esconden casi 40 años de servicio a la Guardia Civil. Cuatro décadas en las que este alicantino, oriundo de Orihuela, ha trabajado en decenas de cuarteles y destinos, entre los cuales destaca el de Irún, donde estuvo 12 años con su familia. Allí, ETA intentó varias veces acabar con él y su familia, pero él no desistió, siguió. "La peor experiencia que tuve fue la explosión de un coche bomba en el cuartel, temí por mi familia. Esto es vocacional, sabes que ser guardia civil que te va a costar sudor y lágrimas, pero lo llevas dentro, yo siempre digo que mi padre me lo transmitió a través de los genes", apunta.
Ser hijo de guardia civil
No obstante, si hay alguien que lleva en su ADN ser guardia civil es Cristian García, y no solo por parte paterna, sino también materna: su abuelo y sus cinco tíos son también guardias. Incluso su madre intentó entrar al Cuerpo, pero la desecharon porque no cumplía los estándares de altura en su época.
"Quisieron premiar en nosotros las virtudes de nuestros padres y debería seguir siendo así. Los hijos de guardias civiles, según en qué zonas del territorio español, sufren consecuencias por ser hijo del Cuerpo, que de alguna manera se compense eso no está de más", explica este agente a EL ESPAÑOL.
El sabe bien de lo que habla, pues esas consecuencias las ha vivido en primera persona. Desde que nació hasta que doce años después finalmente cambiaron a su padre de destino y dejaron el País Vasco. "Vivir allí era caótico, no podíamos decir bajo ningún concepto en el colegio que nuestros padres eran guardias civiles; eras pequeño y a veces se te escapaba y acarreaba problemas. Recuerdo que una vez jugaba la Selección Española y grité en clase ¡Viva España!, el profesor me agarró y me dijo: "¡Entérate, esto es Euskal Herria!".
Pero si hay un capítulo que recuerda entre lagunas y con terror fue cuando ETA atentó en el cuartel de Irún en el que vivía. "Recuerdo escuchar un estruendo enorme, la luz de la casa encendida y mucho polvo. Mi padre vino corriendo, nos escondió a mi hermano y a mí en otra habitación, cogió la pistola y se fue", rememora.
La cuarta generación
A pesar de todo, este alicantino nunca dudó en ser la cuarta generación de la Guardia Civil en su familia. Sus primeros pasos los dio sobre el asfalto del cuartel, también vivió su niñez y su juventud en él y ahora la etapa adulta. "Creo que solo el año que estuve de prácticas, viví fuera de un cuartel. Estuve en Irún hasta 1998, en Almería hasta el 2006, después en la Academia de Valdemoro hasta 2008, el año siguiente en Alicante, de 2009 a 2011 en Gerona y después en el cuartel de Almoradí, donde vivo actualmente con mi mujer".
Para él, ser agente de la Benémerita es algo innato entre los hijos del Cuerpo. "Creo que el que nace y se cría en un cuartel termina siguiendo los pasos de su padre o su madre. Nos educamos entre coches oficiales e incluso hemos jugado dentro de ellos. Es algo que te inculcan tus padres, sentirte realizado sirviendo a la sociedad y al país", subraya. Este guardia civil tampoco duda de que algún día sus tres hijos también trabajen para la Benemérita, de hecho, es algo que ya le dicen sus pequeños.
Tal es el compromiso que siente hacia la Benemérita que el día de su boda incluso se enfundó el traje de gala para casarse. También lo hizo su padre, sus tíos e incluso su abuelo, al que después de 28 años retirado, convencieron para vestirse, portar un sable y hacerle el paseillo a los novios cuando entrasen a la iglesia. Los tres recuerdan ese momento como "uno de los mejores en su vida".
Victoriano, José Manuel y Cristian señalan que lo que persigue el GRECO es la menor de las preocupaciones que debe tener el Cuerpo. "Antes de eliminar el cupo para los hijos, la Guardia Civil necesita mejorar y cambiar muchísimas otras cosas, pero esa no es nuestra tarea. Se la dejamos toda a María Gámez, la nueva directora de la Guardia Civil", sentencian los tres García.