“Imagínate una película de miedo o de pandemias, pues eso es lo que se vive ahora aquí. Literal”. La voz al otro lado del teléfono viene desde Wuhan, China. Habla Camilo, un estudiante español de 24 años que está encerrado —literalmente— en la zona cero del coronavirus. Desde este miércoles, una de las urbes más pobladas de China está en cuarentena. No se puede salir de Wuhan, una ciudad fantasma por la epidemia que se ha cobrado al menos 41 vidas.
Este virus mutado genera alta fiebre, problemas respiratorios y neumonía, entre otros síntomas. El 8 de diciembre se detectó el primer paciente en Wuhan. El 9 de enero se cobró la primera vida. A día de hoy ha infectado más de 1.300 personas y está confirmada su presencia en una decena de países: China, Singapur, Vietnam, Tailandia, Corea del Sur, Taiwán, Japón, Estados Unidos y Francia. Está por confirmar si el virus ha llegado a España y otros países. Ahora Wuhan construye a contrarreloj un hospital al oeste de la ciudad para tratar específicamente esta enfermedad epidémica. Está prevista su apertura para el 3 de febrero.
En Wuhan viven 11 millones de personas y habitualmente está llena de vida, más aún en estas fechas que los chinos celebran su año nuevo. Pero este sábado “está todo cerrado y la gente en sus casas”, afirma Camilo. “Esta pandemia coincide además con que los días son súper fríos, nublados, lluviosos". La estampa que crea es desoladora.
Al menos Camilo ha podido ir a un Wanda, "es como el Corte Inglés chino", y ha podido hacer la compra. "Ha abierto el supermercado hasta las cinco [hora local, claro]. Pero lo que es McDonalds, Pizza Hut y eso está todo cerrado", afirma. La gente, por lo general, se refugia en sus casas y los pocos que ve por la calle llevan todos una mascarilla por imperativo legal. Camilo, aparte de hacer la compra y a pesar del riesgo, necesita salir de casa: "Me empiezo a agobiar si no salgo".
El joven montañés llegó a Wuhan procedente de Madrid en septiembre del año pasado para cursar un máster en Economía en la Universidad de Yangtze. No es su primera estancia en China, antes ya había pasado seis meses en Pekín aprendiendo chino. También impartió alguna clase particular de español, es allí donde conoció a la que ahora es su novia, una chica que se hace llamar Vanesa (la mayoría de jóvenes chinos usan un nombre occidental además del que le dieron sus padres).
Este estudiante se mueve por la zona universitaria al oeste de la ciudad. No conoce en profundidad el centro de la urbe y no ha estado donde parece que se originó el brote. Las autoridades chinas trazaron el origen del virus hasta un mercado donde se vendían animales salvajes. Camilo, por suerte, nunca ha pisado ese sitio.
—¿Ha cambiado mucho tu día a día con la pandemia?
—Sí, bastante. El transporte público está paralizado. Ni el Didi, el Uber de aquí, funciona. No circulan taxis ni buses. Se puede entrar a la ciudad, pero no se puede salir. Tengo colegas que se habían ido por vacaciones y han vuelto. Pero por ejemplo, un amigo estaba en Bali [Indonesia] y se ha vuelto a su país por el temor al virus.
Tres estaciones fantasma
Wuhan es el nudo de transportes del centro del país oriental. Hay quien la ha llegado a llamar "el Chicago de China". Aquí confluyen numerosas carreteras y vías de ferrocarril, además de uno de los mayores aeropuertos del país. Las tres estaciones de Wuhan están cerradas; los vuelos, desviados; y las carreteras, cortadas. Se han cerrado también los cines y otros espacios públicos.
Este viernes la zona de cuarentena se ha ampliado a otras ciudades de la provincia de Hubei, de la que Wuhan es capital. Cerca de 41 millones de personas están atrapadas en la zona cero del virus y sus alrededores. Es casi la población de toda España. Hay más españoles atrapados en Wuhan, por ejemplo, Pedro Morilla, exentrenador del Granada Club de Fútbol también está allí.
El brote coincide además con la época del año en la que más personas se desplazan en todo el mundo. El año nuevo lunar se celebra en toda Asia y muchos turistas aprovechan las vacaciones para viajar. La difusión del virus estaba servida.
“Cuando la ciudad cerró fue una gran sorpresa para Occidente, pero el Gobierno chino ya lo había avisado días antes. Entonces yo lo esperaba”, cuenta el español desde la seguridad de su casa, que comparte con un francés. Los colegios, universidades y muchas empresas tampoco tienen actividad por la festividad. Camilo tiene marcado en el calendario el 10 de febrero, el día que empieza el segundo trimestre de su máster.
—¿Irás a clase?
—Tal y como están las cosas... Dudo muchísimo que empecemos las clases el 10 de febrero. Empezaremos más tarde. Vamos a ver cómo se desarrollan las cosas.
—¿Y cómo se vive esto a pie de calle?
—Se nota una tensión que se disimula por el carácter chino. Yo creo que en España estaríamos en estado de caos, por nuestro carácter, que somos más espontáneos. Los chinos no, entonces se disimula más, están curtidos. No ves a los chinos llorando o gritando. Entonces ves su actitud y te relaja un poco. Pero se siente mucho la tensión.
Teorías de las redes
El 31 de diciembre fue cuando las autoridades chinas pusieron en conocimiento de la OMS el estallido del brote de coronavirus. Hasta entonces, la información había llegado con cuentagotas debido a la censura que impera en el país comunista.
Esta llamada de Whatsapp entre Madrid y Wuhan es posible gracias a que Camilo tiene contratada una VPN (red privada virtual, por sus siglas en inglés), un servicio que sitúa la dirección IP de su móvil en otro lugar del mundo (Panamá es una opción habitual por sus laxa legislación sobre internet).
Es corriente que en China los ciudadanos usen este tipo de servicios para sortear la censura de internet y gracias a ello las redes sociales se han llenado de información sobre la pandemia. No está permitido, pero su uso "es como un secreto a voces". En algunas empresas tecnológicas el Gobierno autoriza el uso de servidores proxy, lo mismo que se usan para acceder a la deep web. Por ejemplo, Camilo tiene un amigo trabajando en la red social Tik Tok en Pekín, que hace usos de estos servidores de manera legal.
Precisamente en las redes sociales se teoriza ahora que el origen del virus pueda estar en una sopa de murciélago, un plato originario de Palaos. Ningún organismo oficial ha confirmado que esto sea cierto.
El virus es una mutación del SARS, otro microorganismo que originó otra epidemia en Asia en el 2003. Dejó 774 muertos y más de 8.000 afectados. Aunque las cifras del coronavirus están aún lejos de su antecesor, parece que lo peor aún no ha llegado. “Mi novia lee la prensa china y me dice que se espera el pico para mediados de febrero”, asegura Camilo. Efectivamente, según la revista local Caixin, el personal sanitario de Wuhan calcula que podrían llegar a los 6.000 afectados si se mantiene el crecimiento de los últimos días.
Nada hace indicar que Camilo pueda empezar las clases el 10 de febrero como estaba previsto. Lo que sí espera es poder volver a España en verano. “En principio no tengo planeado abandonar el país. Digo yo que para el verano ya estará todo normalizado”, augura el estudiante español, que cree que este caso está haciendo mella en la moral china. "Les ha herido. Están muy tocados psicológicamente". El año chino de la rata empieza con una gran ciudad aislada del resto del mundo.