Pedro (48 años) está asediado en su propia casa, en el madrileño barrio de Puente de Vallecas. Es el único propietario de un edificio totalmente okupado desde hace más de siete años. Cuando quebró la inmobiliaria, en plena crisis económica, se corrió la voz del desgobierno en la finca y los okupas comenzaron a llegar. Desde entonces, amenazas, disparos, puños americanos, navajas, escenas de sangre en el portal, narcopisos o prostitución son el día a día que vive este hombre en su vivienda. "Socorro, estoy atrapado aquí y todavía me quedan 22 años de hipoteca, necesito ayuda", denuncia Pedro, en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Era 2010 y la ilusión de Pedro, nombre ficticio por miedo a las represalias, era comprarse un piso con terraza. Su sueldo y ahorros le permitían comprarse un ático en Puente de Vallecas y no dudó. Durante los tres primeros años todo transcurrió con normalidad, los problemas llegaron en 2013 cuando la empresa que había construido los pisos quebró. Él era el único que había adquirido el inmueble.
De pronto, en lo que la propiedad del edificio pasó al banco y dejó de haber cierto control, los vecinos alquilados dejaron de pagar y el resto de las viviendas fueron okupándose. La vorágine de caos deba comienzo. Y ni el banco, ni la inmobiliaria se harían cargo de nada con el paso de los años.
"Lo peor empezó cuando en 2014 se instaló una familia de la Cañada Real en el bajo A. Poco después, unos vecinos okupas me dijeron que los recién llegados estaban abriendo las casas libres, cambiando las cerraduras y vendiendo las llaves a otras personas", relata el afectado a este diario.
El infierno
A partir de ese momento, este vecino comenzó a informar a Servihábitat, la inmobiliaria del banco que había adquirido el inmueble, de todo lo que estaba ocurriendo. "Convoqué una reunión con ellos para pedir medidas y desahuciar a los okupas. Fue cuando me enteré de que habían hecho alquileres sociales a algunos, pero a otros no, seguían siendo okupas", prosigue.
"Ahí comenzó el verdadero infierno", insiste. Desde ese momento, incrementó la violencia y algunas viviendas comenzaron a utilizarse como "prostíbulos y narcopisos". Sin contar con las escenas dantescas que este propietario se encontraba en la entrada de su casa a diario. "No te imaginas lo que es entrar a tu portal y encontrarte sangre por las paredes, enterarte de que a un vecino le han cortado la oreja, escuchar disparos mientras estás en casa o descubrir hasta cuatro navajas en tu patio", explica, con la voz entrecortada.
Mas tarde llegaron las amenazas, cuando Pedro pillaba a los okupas haciendo tropelías por el edificio. Mientras tanto, este afectado seguía intentando que la inmobiliaria hiciese algo por él, sin éxito. "Yo informaba por email a la empresa de todo lo que ocurría, pero casi nunca contestaban, las medidas no han funcionado, ni han denunciado la situación", cuenta. Se encuentra totalmente indefenso ante esta situación y con 22 años por delante para pagar la hipoteca.
Las únicas medidas que ha tomado la gestora del edificio se han basado en el lanzamiento judicial [desalojar el inmueble] y un simple cambio de cerradura. La inmobiliaria nunca ha llamado a la Policía y eso ha facilitado que los okupas volvieran a las casas en escasas horas. Una situación que se ha repetido durante siete años y que ha llevado a este madrileño a estar en continuo tratamiento psicológico y psiquiátrico, y a solicitar la baja laboral.
La permuta de la vivienda
Ante la inacción de la inmobiliaria, tras mandarles más de 300 correos para que le ayuden, lo que ha solicitado ahora es que le den la permuta de la vivienda en la que vive. Esto es, que se queden con la casa y que le ofrezcan otra. "Me da igual si tengo que pagar la cancelación de la hipoteca, pero quiero irme de aquí, no puedo más", subraya.
"Entiendo que la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento debe dar respuesta habitacional a las personas que lo necesitan. Por eso soy yo ahora el que quiere irse de su casa. Las zonas comunes están llenas de suciedad y los problemas de convivencia son incontrolables", prosigue.
Cuando Pedro ha llamado a la Policía, todo lo que le han dicho es que se lleve lo mejor que pueda con los okupas y que no denuncie porque "no sirve para nada". Lo que sí ha hecho ha sido interponer quejas y varias denuncias ante el Ayuntamiento madrileño. "Me encantaría decirles que no apagaran los cigarros en las paredes, que no se peleen o que, si lo hacen, lo hagan más lejos, pero no puedo, me siento impotente", confiesa este afectado.
De este modo, ante tal vorágine de violencia, su última opción es que Servihábitat, gestora de todas las viviendas, le dé una permuta que le permita salir de su infierno. "Por favor, necesito ayuda, estoy atrapado en mi propia casa y mi integridad física está en peligro", concluye este afectado.