La ruina de las familias hipotecadas por el kiwi en Valencia: 'Gloria' se lleva su fortuna
Hace una década, varios agricultores empezaron a plantar esta fruta como alternativa a los cítricos, pero el temporal se ha llevado por delante sus instalaciones.
26 enero, 2020 02:24Hace una década, varios agricultores de Picassent (Valencia) comenzaron a plantar kiwis en la Partida de Terrabona buscando una alternativa a la fuerte caída de precios de la naranja. El gerente de la Cooperativa Agro-Cítrica, Vicente Fort, resume en dos palabras cómo acabó esa experiencia: “Causó furor”.
En las fincas comenzaron a sustituirse los árboles de cítricos por estructuras que albergaban la conocida como baya de la enredadera -originaria de China- y esta localidad de 20.000 habitantes que hasta ese momento sólo era conocida por los valencianos por albergar un centro penitenciario, se acabó convirtiendo en la mayor productora de kiwis de toda la Comunidad Valenciana.
Picassent acapara actualmente 180 de las 300 hectáreas que hay dedicadas a la producción de esta fruta a lo largo y ancho del territorio valenciano. Todo ello después de que más de 150 familias invirtiesen parte de sus ahorros y suscribiesen préstamos en los bancos para reconvertir pequeñas fincas a la producción de kiwi Hayward, de color verde, y Dori, cuyo fruto es amarillo. Tras años de trabajo estaba empezando a ser rentable esta apuesta pionera de los agricultores de la zona de implantar una alternativa a la naranja, el emblema agrícola de esta comunidad. Pero este sueño ahora está en el aire por culpa de una granizada de proporciones bíblicas que causó la borrasca Gloria.
"Aquí hay 300.000 euros tirados en el suelo”, subraya con impotencia el gerente de la Cooperativa Agro-Cítrica, Vicente Fort, mientras muestra a EL ESPAÑOL una estructura de producción de kiwis de cuatro hectáreas, situada en la zona de El Plà, y que está sepultada bajo un manto de granizo.
“Nunca habíamos vivido una situación así”, asegura con incredulidad el responsable de esta cooperativa fundada en 1964. Los veteranos del sector agrícola corroboran que lo ocurrido este miércoles en Picassent, entre las 9 y las 11 de la mañana, es el episodio meteorológico más grave en la reciente historia de este pueblo de la comarca de la Huerta Sur de Valencia.
“Ha sido peor que la granizada que hace veinte años cayó en los naranjos en plena floración”, rememora Paco Cort, agricultor, de 64 años. “¡Este miércoles cayeron más de 200.000 kilos de piedra!”, clama ojiplático. Esta granizada ha causado en el pueblo un reguero de pérdidas que la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) ha cifrado en 2 millones de euros en el caso de las estructuras de producción, debido a que el 70% están dañadas totalmente o parcialmente, a lo que hay que sumar 1,7 millones por la pérdida de unas 2.500 toneladas de kiwis de la cosecha prevista para este año. “Picassent es la zona cero del kiwi valenciano”, concluyen desde AVA-Asaja.
El efecto dominó
Para la producción de esta fruta se precisa de una estructura de conducción, consistente en utilizar unos tutores y unos postes en forma de ‘T’, que van unidos unos con otros por tres alambres, conformando una red por donde se apoyan y trepan las plantas.
En la cúspide se despliega una malla que cubre todo el perímetro. “Invertí 48.000 euros para levantar en una hectárea esta especie de invernadero porque esta planta es trepadora, como la vid, y desde que se pone la varita en el suelo hay que guiar su crecimiento para que se enrede por toda la estructura”, explica de forma didáctica Paco, uno de los agricultores pioneros que apostó por la producción de kiwi en Picasent.
“Llevo años con este cultivo porque es rentable”. No habla en vano este agricultor porque la cotización de los cítricos ha caído en picado, hasta un 40%: el kilo de naranja sale a 12 céntimos y el de mandarina a 15 céntimos, frente al valor del kilo de kiwi Hayward, 0,70 euros, y el coste del Dori, un euro.
Otro de los factores positivos de esta fruta es que la estructura de producción que precisa está concebida como defensa frente a factores meteorológicos adversos. De hecho, esta especie de invernadero está coronado por la mencionada malla, que es flexible y está tejida con cuadritos milimétricos, con el objetivo de amortiguar el impacto del pedrisco para que se escurra hacia unas aberturas por las que se cuela y cae al terreno. Además, los postes sobre los que se levanta están anclados al suelo con hormigón y unos tensores.
Esa estructura no pudo frenar el virulento paso de Gloria por Picassent. La borrasca trajo consigo granizo en proporciones industriales que se acumuló en las aberturas de las mallas y empezó a formar bloques de hielo. La física hizo el resto porque el peso del granizo compactado acabó por hundir las zonas de producción. “¡En mi campo había una animalada de kilos acumulados!”, exclama Paco, cuya explotación acabó sepultada. “El granizo causó un efecto dominó: una a una se fueron derrumbando las estructuras de conducción”.
Algunos se plantean abandonar
Este pasado jueves, un día después de esta granizada, EL ESPAÑOL pudo comprobar el panorama desolador que había en el Paraje de la Baronesa, El Plà o Terrabona. Hasta donde se perdía la vista, una finca tras otra, las mallas acumulaban pesadas bolsas de granizo. Y eso en el mejor de los casos, porque la mayoría de las estructuras metálicas para producir kiwis yacían sepultadas o parcialmente volcadas a ras de suelo debido a que las placas de hielo que formó la granizada las había tronchado.
La borrasca Gloria también dejó a su paso una gota fría con lluvias torrenciales de 600 litros por metro cuadrado que provocaron arrastres de tierra. El resultado: los postes y cimientos de hormigón de estos sistemas de conducción fueron arrancados de cuajo del suelo. “Hay gente que se plantea dejar de producir este fruto”, lamenta Vicente Fort, gerente de la Cooperativa Agro-Cítrica.
- ¿Vicente, por qué algunos productores estudian abandonar el kiwi?
- Es una cuestión de números. Para producir una hectárea hace falta una inversión de 30.000 euros en la estructura de conducción de la planta. Luego es necesario esperar dos años, como mínimo, invirtiendo 6.000 euros anuales en abono, formación de la planta (guiado), poda... El tercer año es cuando empieza a producir kiwis, pero todavía no se recupera esa inversión inicial que ya asciende a 42.000 euros y que hay que aguantar a riñón. En Picassent, básicamente, las plantaciones más viejas tienen seis o siete años porque estamos hablando de un cultivo joven. La primera campaña del kiwi verde la tuvimos en 2016 y del amarillo, en 2017. Ahora el agricultor se está planteando dejarlo porque todavía debe los préstamos al banco y no hay forma de rentabilizar la producción. Dos horas de granizo se han llevado por delante años de trabajo.
Otro factor que contribuye a que los productores tiren la toalla se debe a que nadie cobrará una indemnización. “Las producciones no se aseguraron porque las pólizas son caras y la malla de los invernaderos está hecha para proteger a la planta del viento y del granizo porque tiene una brecha para desaguar”, confiesa Vicente Fort. De la falta de seguro tampoco se libra esta cooperativa que genera más de la mitad de la producción anual de kiwis de Picassent gracias a un factor clave: este pueblo garantiza desde diciembre una media de 500 horas de frío para el desarrollo óptimo de este fruta. “En 2019 producimos 493.000 kilos de la variedad Hayward y 98.000 kilos de Dori”.
El sueño verde y amarillo de los agricultores de este pueblo afronta su mayor crisis después de haber conseguido en una década de trabajo colocar el 85% de la producción local de este fruto en territorio español y el 15% restante en países del norte de Europa. La culpable de esta situación es la borrasca Gloria que, según AVA-Asaja, ha causado unas pérdidas económicas superiores a los 62,6 millones de euros en los cítricos, las infraestructuras agrarias, las hortalizas de temporada, las estructuras de producción de los kiwis y la ganadería de los pueblos pertenecientes a las comarcas valencianas de la Huerta Sur, La Ribera, La Safor y La Marina.
Una radial y todo al chatarrero
A pie de explotación cunde la desolación. “Como sea elevado el coste para salvar la producción, vendré con radiales, lo arrancaré todo y lo tiraré a la chatarra”, reflexiona indignado Francisco López, un corredor de naranjas que hace seis años invirtió 35.000 euros de sus ahorros en la finca que heredó de su madre para cambiar las naranjas por kiwis.
“Cuando comenzó a granizar no me esperaba que el invernadero acabaría así”, comenta, tratando en vano de levantar la valla metálica perimetral que permanece desde el miércoles hundida en el barro como si fuera papel. “Al llegar a la parcela lo primero que se me pasó por la cabeza fue arrancarlo todo”.
Esa idea todavía sigue dando vueltas por la cabeza de este productor, de 60 años, que está desesperado porque ni siquiera puede entrar a evaluar los daños que presentan los frutos debido a que la puerta está doblada y no puede abrirla. “Me lancé a descubrir las américas por la pérdida de rentabilidad de los cítricos y hace tres años obtuve mi primera cosecha, después de una inversión fuerte y mucha paciencia”, expone desolado por el tiempo y el dinero invertidos que ha perdido porque no aseguró su explotación.
“En 2019 recolecté 24.000 kilos de kiwis, solo me faltaba un año para amortizar la inversión”, se repite mientras contempla el granizo acumulado en la estructura de su parcela. “Toda la vida me he dedicado a la agricultura, como hicieron mi padre y mi abuelo, pero en sesenta años que tengo nunca había visto algo así”.
Juan se jugó el pescuezo
Pocos productores del pueblo se han salvado de Gloria. Uno de los que lo logró fue Juan Herrero: “Cogí un chubasquero, unas botas, un cúter y me fui corriendo a la parcela a rajar la malla del invernadero para que no se acumulase el granizo”.
Este agricultor, de 46 años, se encontraba el miércoles disfrutando del almuerzo en el Bar Winston cuando la borrasca empezó a descargar granizo en Picassent. “Suscribí con el banco un préstamo de 30.000 euros para los kiwis y todavía tenía que pagar 20.000 euros”.
Con semejantes números en la cabeza este padre de tres hijos no dudó en liarse la manta a la cabeza y jugarse el pescuezo para evitar que el granizo tirase abajo esa inversión. “A lo mejor fue una temeridad lo que hice en pleno diluvio, ponerme a cortar la malla con el riesgo de que el invernadero se me cayese encima, pero ahora empezaba a rendir el cultivo y no podía perderlo”, argumenta Juan. Ahora solo tendrá que pagar poco más de mil euros para restaurar el mallado. “He tenido suerte”.
La granizada ha coincidido con los trabajos de poda que se desarrollan durante el mes de enero y la primera semana de febrero para favorecer la floración de este fruto a partir de abril. “Estimamos que se perderán 1.300 jornales para las cuadrillas de podadores”, asegura Vicente Fort, gerente de la Cooperativa Agro-Cítrica.
Las previsiones laborales no son mejores para la campaña de recolección de la variedad Dori, que empieza en septiembre, ni para la Hayward, que arranca en octubre. “Perderemos unos 1.200 jornales de recolección”. Entre los damnificados también están los corredores de la comarca de la Huerta Sur porque la campaña de 2020 verá mermada su producción y dispondrán de menos género para comercializarlo por el territorio nacional y el norte de Europa.
Declaración de zona catastrófica
En el Ayuntamiento de Picassent cundió la preocupación el mismo miércoles. Por la tarde, horas después de la granizada, la alcaldesa, Concha García, convocó a los principales representantes del sector agrícola a que asistieran a una reunión de urgencia.
- Vicente, ¿qué le pidieron al Ayuntamiento?
- Nos hemos sentado con el Ayuntamiento y la verdad es que no sabemos cómo actuar: nos estamos planteando declararnos zona catastrófica. Estamos impotentes porque esto no había ocurrido nunca.
La regidora admite que aunque los daños han sido generalizados en el sector agrario del pueblo, los de mayor cuantía se han registrado entre las familias de productores de la baya de la enredadera originaria de China: “El panorama es bastante desolador porque las infraestructuras para producir kiwi son muy costosas y es una fruta que se estaba implantando como principal alternativa a la naranja”. El Consistorio también apoyaba esta iniciativa emprendedora de las agricultores picasentinos y como prueba de ello compró un dron para que los robos de los ladrones no frenasen la extensión de este cultivo.
“Es una fruta muy preciada y hace dos años compramos este aparato para aumentar la labor de vigilancia de las parcelas que realiza la Policía Local durante la campaña de recolección”. Los productores se pasaban por las dependencias policiales y aportaban la geolocalización de su parcela para que el dron realizase batidas aéreas para complementar las patrullas policiales. Ahora, por desgracia, no hay nada que vigilar.
Mientras la Administración local estudia la declaración de zona catastrófica, la alcaldesa socialista, Concha García, avanza que “estaremos al tanto de las ayudas que publique el Consell para acogernos a ellas”. La regidora reitera que el Consistorio respaldará tanto a los productores de kiwis como a los de cítricos: “Tenemos muy claro que estaremos al lado de todos los agricultores de Picassent”.
Un mes de trabajo para recuperar
Cristóbal Aguado, presidente de AVA-Asaja en Valencia, reclama a las administraciones central y autonómica, así como a los ayuntamientos de las comarcas afectadas por la borrasca, que “se pongan en marcha ayudas extraordinarias porque los daños que ha causado Gloria han sido extraordinarios”. Aguado insta a que se promuevan rebajas en los módulos de los agricultores para la próxima declaración de la Renta, reducciones del IBI rústico y préstamos bonificados.
A falta de conocer la respuesta del Ministerio de Agricultura y del Gobierno valenciano, en Picassent no pierden el tiempo y ya trabajan para levantar las maltrechas estructuras que conducen la planta del kiwi mientras crece enredándose por la red de alambres hasta dar su codiciado fruto. “Necesitaremos un mes para recuperar estas infraestructuras y eso afectará a la producción porque provocará que se retrasen los trabajos de poda, abono, tratamientos de plagas...”, avanza el responsable del departamento técnico de la Cooperativa Agro-Cítrico, José Luis Guaita.
“No sabemos lo que pasará con la campaña hasta que levantemos los invernaderos y evaluemos el estado de las plantas: si siguen unidas al hilo guía y pueden enderezarse podrán producir, pero si se han partido hay que arrancarlas y empezar de cero”. Esto supone en la práctica, que hay que esperar dos años para recuperar la producción de la parcela en cuestión.
Esta cooperativa podrá salvar la campaña 2020 gracias a que también comercializa naranja, mandarina y caquis, entre otros productos. Pese a todo, su gerente, Vicente Fort, sostiene que la crisis del kiwi que ha provocado Gloria afectará a la contabilidad anual porque algunos productores ya le han comunicado que sus plantas están partidas: “Vamos a perder el 60% de la producción de Dori y el 50% del Hayward, esto es un varapalo para la contabilidad de un 10% al 12% de la facturación anual y un ‘shock’ para el agricultor”.