Cada vez que llegaba el calor José y Antonia se escapaban de Mataró a la casa que con tanto esfuerzo se habían comprado en Los Alcázares para disfrutar de las playas del Mar Menor. Cuando José se prejubiló como vidriero el matrimonio se marchó de Cataluña para instalarse en la localidad del litoral murciano. “Para mí esta casa representa una parte muy importante de mi vida porque en ella he veraneado siete años y llevo más de dos décadas viviendo aquí”, resume emocionada Antonia. Se ha visto obligada a poner a la venta su vivienda, situada en la Urbanización La Dorada, por culpa de las inundaciones crónicas que sufre el término municipal por los problemas para canalizar las lluvias.
“Me quiero mudar por seguridad porque cada vez que llueve con fuerza se forma una riada y tengo miedo”. La situación de Antonia no es un caso aislado en la Urbanización de La Dorada porque El Español ha podido comprobar que en esta barriada y en la ya bautizada como ‘zona cero de las inundaciones’, que se extiende desde el polideportivo hasta el Ayuntamiento de Los Alcázares, hay decenas de inmuebles en venta por la desesperación de sus propietarios ante la falta de soluciones de los Gobiernos regional y central a las riadas que padece el municipio.
“Esto es por culpa de la dejadez de las administraciones: ¡Si los políticos no canalizan las ramblas el pueblo acabará desapareciendo!”, advierte indignada esta pensionista mientras barre el patio delantero de su casa, presidido por dos olivos señoriales y un naranjo. “Esta casa me la compré con toda la ilusión del mundo porque mi marido era murciano, nació en Caravaca de la Cruz, y para nosotros el Mar Menor era una perla y Los Alcázares una tierra cálida donde se podía vivir sin temor, pero ahora caen cuatro gotas y la gente se asusta”. No habla en vano Antonia porque la última estadística es demoledora: entre septiembre y enero el municipio se ha inundado tres veces.
Antonia recuerda con cariño como cada mañana el matrimonio, nada más desayunar, cogía una toalla y se daba un largo paseo desde el Barrio de la Dorada hasta la playa de la Encarnación para pegarse un chapuzón. “A mí me encantaba la playa y a mi marido la pesca”. Esa fue su feliz rutina hasta que en agosto de 2017 falleció Saico: “La gente le decía eso con cariño a mi esposo, José”.
- ¿Qué le ha empujado a vender esta propiedad con un valor sentimental tan grande para usted?
- Cuando llueve el agua no entra en mi casa porque hay tres escalones delante de la puerta y la planta baja está en alto, pero la riada anega todo el barrio y en mi patio delantero se acumula medio metro de agua. En la DANA de septiembre, durante una semana, el Ejército me tuvo que traer a diario la comida porque no podía salir de mi casa. Tengo 72 años y no puedo salir corriendo cada vez que llueve porque he sido operada de cadera y sufrí una fractura de pelvis en un accidente de tráfico.
Las inundaciones que causó la borrasca Gloria en enero fueron la puntilla para esta pensionista que ha puesto a la venta el inmueble por 100.000 euros. “No pienso malvender esta casa porque tiene 180 metros cuadrados, terraza delantera y patio trasero, cuatro habitaciones, un solárium en la primera planta...”, enumera esta septuagenaria. “No me voy a marchar de Los Alcázares porque quiero que me entierren junto a mi marido, solo quiero vender esta casa para mudarme a la playa de Los Narejos a un piso o a un adosado más pequeño, con un par de habitaciones”. Antonia solo pretende trasladarse a una zona del municipio donde la lluvia no suponga una amenaza a su integridad física y a su patrimonio.
El origen del problema
Las ramblas de Las Marañas y de Balsicas son la causa de las inundacioneseste municipio del litoral murciano -de poco más de 16.000 habitantes- cada vez que llueve de forma torrencial. La burbuja inmobiliaria y la agricultura intensiva han eliminado parte del cauce de las citadas ramblas a su paso por Los Alcázares. Esta situación provoca que las precipitaciones bajen por el casco urbano hacia la playa, sin control alguno, acumulando semejante altura y volumen que acaban provocando un torrente hídrico que anega calles y viviendas mientras discurre hacia el Mar Menor.
Las DANAs de septiembre y diciembre y la borrasca Gloria de enero han puesto de manifiesto los problemas de conducción de las ramblas de Las Marañas y de Balsicas. En los últimos cuatro meses los residentes de Los Alcázares lo han perdido todo en tres ocasiones por culpa de un mar de lodo que ha arrasado casas, comercios, mobiliario público, vehículos, playas... De hecho, entre los vecinos han definido una parte del municipio como la ‘zona cero’ de las inundaciones: son las calles que van desde el polideportivo pasando por el casco antiguo hasta el Ayuntamiento.
Sin carteles
Los residentes en la ‘zona cero’ han sufrido con impotencia un bucle infernal: comienza a llover, el agua se cuela en sus viviendas llegando al metro de altura, se produce el despliegue de medios de emergencias y al día siguiente cuando escampa toca a sacar lodo de sus propiedades, pintar paredes y reponer puertas, mientras tiran a la basura muebles, electrodomésticos, ropa... Eso unido a la falta de soluciones desde las administraciones central y regional está provocando que pongan a la venta sus viviendas, pero sin poner demasiada cartelería porque prefieren el boca a boca.
Este déficit de publicidad comercial se debe a dos motivos. En primer lugar, los propietarios no quieren poblar las calles de carteles porque pondría de manifiesto una oferta de inmuebles de segunda mano tan grande que provocaría una devaluación de los precios y un efecto llamada a los especuladores. El segundo motivo es evitar la ocupación de inmuebles que están en venta y que no son la residencia habitual de sus dueños, puesto que tres casas que se ofertaban en el entorno de la Avenida Gran Vía ya han caído en manos de okupas al estar vacías en época invernal.
Otros no tienen miedo ni a los okupas ni a generar una mini-burbuja inmobiliaria y han colocado carteles de ‘For Sale’ en las calles Gerona, Barcelona, Las Marismas, La Luz, Albufera... En la calle La Coruña ya han vendido una casa a tres agricultores marroquíes solteros que trabajan en el Campo de Cartagena. Justo en frente de ese inmueble, un matrimonio de madrileños explica a este diario que ellos no han puesto cartel de ‘se vende’ en su propiedad, pero están en negociaciones con otra familia marroquí para colocarla porque están cansados de sufrir daños por las inundaciones.
“Estamos negociando la venta, no nos interesa darle publicidad porque en esta misma calle hay otra que se vende y no queremos tirar los precios”, confiesan mientras terminan de limpiar el barro y de arreglar los desperfectos que le causó Gloria a esta casita de color blanco y con patio acristalado.
Panadera y comercial
En la zona cero también se comercializan viviendas por el boca a boca, tal y como corrobora Puri, dependienta en la popular Panadería Bastida: “Yo aprovecho que trabajo de cara al público para decirle a los clientes que vendo mi casa”. Y acto seguido de carrerilla le detalla a este diario las condiciones del inmueble situado en Gran Vía: es una casa en planta baja, con un atrio grande, patio delantero y trasero, tres habitaciones, cuarto de baño.... “Pido 70.000 euros y de ahí no bajo porque estoy habilitando un muro de contención y un desagüe especial para que me la compren”.
Después de haber pasado un cuarto de siglo en esa casa, junto a su marido, Ramón, y de haber visto crecer allí a sus hijos, Puri ha tomado esta difícil decisión empujada por un solo motivo: “Tengo mucho miedo porque en poco tiempo hemos sufrido tres riadas”. De hecho, esta mujer, de 56 años, y su familia no han vuelto a pisar su domicilio familiar desde la DANA de septiembre de 2019. “Estamos pagando 400 euros al mes por un piso de alquiler”.
En los últimos seis años en Los Alcázares han sufrido cinco inundaciones graves y los vecinos están más que curtidos en situaciones meteorológicas adversas. Prueba de ello es que en septiembre ante la alerta de la Aemet de que se iba a producir una DANA (depresión aislada en niveles altos), Puri y Ramón tomaron medidas de seguridad en su casa: “Tabicamos y sellamos puertas y ventanas, pero el agua lo reventó todo y alcanzó un metro y veinte centímetros de altura”. Lo perdió todo. El inmueble sigue en proceso de reparación porque se volvió a inundar en diciembre y enero: la lluvia torrencial volvió a bajar descontrolada por la zona cero desde las ramblas de la Maraña y de Balsicas.
“Llegó un momento que dije que regalaba la casa”. No lo hizo porque necesita venderla para mudarse y cada vez sufre más apreturas económicas porque esta dependienta de la Panadería Bastida, como muchos otros afectados del municipio, todavía no ha cobrado un duro del seguro ni de las ayudas prometidas por las administraciones: “El Gobierno de España me debe 1.500 euros desde septiembre, el Ayuntamiento se comprometió a devolverme 290 euros de la contribución que sigo sin recibir, el Consorcio de Seguros tampoco me ha dado el importe de mi indemnización...”.
Caen las ventas
La desesperación por la falta de soluciones ante las inundaciones cunde entre los vecinos que en un goteo diario se acercan a las inmobiliarias de Los Alcázares para analizar la situación y estudiar el precio de venta de sus domicilios. “He ido a una inmobiliaria a informarme: estoy dispuesta a vender si recupero el dinero de lo que me costó mi vivienda”, subraya Paqui, una vecina que vive entre la espada y la pared: no quiere mudarse, pero tampoco quiere volver a sacar cubos de barro de su propiedad. “Cada vez que llueve pierdo toda mi vida”, zanja con un nudo en la garganta.
El desánimo también empieza a hacer mella en el tejido comercial porque el consumo ha caído debido a los gastos que tienen que afrontar los vecinos damnificados por las inundaciones y en las calles hay menos movimiento. Prueba de ello es que este miércoles, entre las 10 y las 12 horas, apenas había un alma por una de las arterias principales de Los Alcázares: la Avenida de la Libertad. “El sábado pasado cerré la caja con nueve euros: solo vendí unos auriculares”, expone preocupado Juan Luis, propietario de Ismart, una tienda especializada en reparación de teléfonos móviles, equipos informáticos y comercialización de accesorios para dispositivos tecnológicos.
“Esto está muerto: la gente mayor ha cogido miedo y la gente joven se ha marchado, cuatro parejas de amigos míos que vivían aquí de alquiler se han mudado a Murcia porque tras las inundaciones han perdido sus trabajos”, resume apesadumbrado. Juan Luis muestra a EL ESPAÑOL los albaranes de facturación diaria de su tienda para demostrar la caída de ventas en el comercio local: “Me vine de Madrid donde hacía cajas diarias de 700 euros y aquí mira lo que gano: 51 euros, 89 euros...”.
Este técnico de informática, de 44 años, el pasado año tomó la decisión de montar un negocio en Los Alcázares para cambiar el estrés de la capital de España por la tranquilidad de trabajar y vivir en el litoral murciano junto a su mujer, Ilda, y su hijo, de 10 años. “Llevaba siete años veraneando en el Mar Menor, siempre vimos mucho movimiento de gente y pensamos que aquí podríamos vivir más tranquilos”. Ese sueño se ha convertido en pesadilla porque desde que inauguró su tienda Ismart acumula daños valorados en 7.500 euros y convive con el temor diario de que el agua anegue sus equipos como ya ocurrió en la DANA de diciembre porque su negocio se levante cerca del Ayuntamiento: en pleno cogollo de la zona cero de las inundaciones.
“El seguro recogía una cláusula por la que no cobraría nada si sufría una catástrofe meteorológica durante los siete primeros días de actividad: inauguré mi negocio el 29 de noviembre y el 3 de diciembre se inundó, por lo que no me cubrieron lo que perdí, como tres ordenadores, dos patinetes eléctricos, las estanterías de madera...”.
Protestas vecinales
Conforme pasa el tiempo y no llegan las soluciones la indignación está prendiendo entre los alcazareños. Prueba de ello es la creación del movimiento Stop Inundaciones que ya ha convocado varias protestas para exigir soluciones a los Ejecutivos estatal y autonómico. Durante la primera de ellas cortaron la autopista AP-7, que conecta Cartagena con Alicante, y en la última, celebrada el pasado domingo, más de 2.000 personas se manifestaron en las calles. Para finales de febrero están estudiando volver a movilizarse. Una vez más a la cabeza de las reivindicaciones vecinales estará el regidor de Los Alcázares, Mario Cervera, que se muestra “preocupado” por el creciente deseo de los vecinos de poner a la venta sus casas. “Tengo conocimiento de varios casos en la zona cero”.
- ¿Alcalde cuál es la solución que deben acometer la Administración central y regional para acabar con las inundaciones crónicas que padece su municipio?
- El Gobierno murciano tiene que reorganizar el territorio para acotar el crecimiento de las explotaciones agrícolas y tiene que instar a las plantaciones existentes a que aren la tierra a contracorriente del Mar Menor porque todo el agua que baja de las ramblas va cargada de nitratos y arrastres de tierra que dañan al ecosistema de esta albufera de agua salada. Dentro de sus competencias en Agricultura y Medio Ambiente también tiene que ejecutar contraparadas naturales, con vegetación que frene las riadas, y solicitar a los dueños de los invernaderos que ejecuten medidas para retener el agua de lluvia. El Gobierno de España tiene que instar a la Confederación Hidrográfica del Segura a que busque una solución a los cauces que han perdido las ramblas de la Maraña y de Balsicas. Para acabar con las avenidas que sufrimos cada vez que caen 60 litros por metro cuadrado, podría unir esas dos ramblas al canal D-7 o a la desembocadura de la Rambla de Los Alcázares.
La población, traumatizada
Mientras que esas actuaciones no se ejecuten se mantendrá la psicosis entre los vecinos que viven mirando de reojo al cielo. Valga como ejemplo que este miércoles, sin previsión de lluvias, en la puerta de las casas se mantenían pequeños muros de contención artesanales levantados con ladrillos, incluso se podían encontrar diques a lo largo de la extensa fachada de una tienda de bicicletas de la calle Meseguer. Una estampa que nada tenía que ver con la estructura desnuda de una notaría en la zona cero, sujetada por delgadas vigas de hierro, que había sido arrasada por un torrente de agua. A solo unos metros, en Regalos Lola, un comercio de artículos de regalo y objetos de limpieza e higiene, una clienta felicitaba a su propietaria por “la suerte” que ha tenido tras vender su casa
“Está en la Gran Vía y se la he vendido a unos extranjeros, prefiero no decir el precio”, tal y como precisa Lola a este diario.
- ¿Por qué vendió su casa?
- Después de la DANA de septiembre mi marido y yo teníamos claro que allí no volveríamos porque nuestra experiencia fue muy mala.Como otras veces pensamos que podríamos combatir el agua y nos quedamos en casa durante la gota fría: pusimos los objetos de valor en alto, sellamos puertas y ventanas, pero las paredes del polideportivo reventaron y el agua que entró a mi domicilio superó el metro de altura. Durante ocho horas, mi esposo y yo estuvimos sobre una mesa hasta que llegaron los bomberos para rescatarnos. Llegué a pensar que moriría ahogada. Desde septiembre estoy viviendo en Torrevieja mientras rehabilito una inmueble que heredé con el dinero de la venta de la casa para volver a residir en Los Alcázares.
Lola, como la gran mayoría de los vecinos de Los Alcázares, se resiste a verse a obligada a hacer la maleta porque las administraciones no solucionen el problema de las inundaciones.