En ocasiones Ramón se despertaba en plena noche con semejantes palpitaciones que parecía que tenía al mismísimo Séptimo de Caballería cabalgando por su pecho, sin embargo, solo se trataba de la dichosa ansiedad que le provocaba la nicotina. “Me fumaba más de cincuenta cigarros al día: era capaz de salir de la cama a las dos de la madrugada y vestirme para buscar en la calle un sitio donde comprar una cajetilla”, relata este murciano como ejemplo de la tremenda dependencia que tenía al tabaco y que le llevó a pedirle a su médico que le recetara uno de los dos fármacos para dejar de fumar que el Sistema Nacional de Salud (SNS) financia desde el 1 de enero: vareniclina y bupropion.
En concreto, Ramón, sin las recetas de Sanidad, se habría gastado 385,02 euros en el tratamiento para dejar de fumar. Con la rebaja, solo desembolsará un total de 119,35 euros (38,75 por la primera caja, de 53 comprimidos, y 40,30 en las otras dos, de 56 pastillas cada una). Es decir, se ha ahorrado 265,77 euros. Nada más y nada menos.
“¡Llevo veinte días sin fumar!”, clama Ramón Fernández porque es la primera vez en cuarenta y cuatro años que pasa tanto tiempo sin llevarse un pitillo a la boca. “He sido un vicioso del tabaco”. Este fumador, de 62 años, no había recurrido hasta ahora a los fármacos por su elevado precio: “Una caja de vareniclina me salía sin receta por 96,87 euros”.
A pie de botica, en la Farmacia Jesús Riquelme Cascales de Alcantarilla, explican que en 2019 el coste total del tratamiento de la vareniclina, que dura doce semanas, ascendía a 385,02 euros por la compra de 3 cajas de comprimidos, mientras que el tratamiento del bupropion que se prolonga nueve semanas costaba 170,80 euros (2 cajas). Al inicio del 2020 la decisión del SNS de dispensarlos con receta ha provocado que el paciente solo abone una parte del fármaco que dependerá de su código de aportación (TSI). Es decir que en función de su renta anual, un pensionista o un trabajador en activo podrán abonar un 10% del tratamiento, un 40%, un 50% o un 60%.
Por poner un ejemplo práctico, en esta farmacia de Alcantarilla indican que un pensionista con una renta muy baja al que se le prescriba vareniclina, las 12 semanas de tratamiento le pueden salir por 29,83 euros; mientras que en el caso de una renta alta, el tratamiento no excederá de 179,02 euros. La horquilla de precios del bupropion también oscila: las rentas bajas pagarán de 6,50 euros en adelante por nueve semanas de tratamiento y las altas 39 euros. Al haber sido incluidos ambos fármacos en la cartera básica su precio sin receta también se ha devaluado: en 2019, la caja de inicio del tratamiento con vareniclina costaba 125 euros y cada una de las dos de mantenimiento, 130,01 euros, mientras que en 2020 cuestan 96,85 euros y 100,76 euros, respectivamente.
El precio sin receta de una caja de bupropion, de 60 comprimidos, ha caído de los 85,40 euros de 2019 a los 32,50 euros de 2020. Tales bajadas han provocado que las empresas farmacéuticas que comercializan estos medicamentos hayan visto bajar su facturación al inicio de año.
Tres paquetes al día
Ramón asegura aliviado que las pastillas de vareniclina que le ha prescrito su médico son mano de santo: “Me ayudan mucho”. Su primer pitillo cayó cuando tenía 18 años y solía acudir con su grupo de amigos a la plaza de la Seda de Murcia. Por aquel entonces a ese adolescente le gustaba relajarse fumándose un cigarro de la marca Sombra, mientras escuchaba de fondo a Camilo Sesto. Su afición por el tabaco rubio se acrecentó cuando empezó a trabajar de camarero en la cafetería Dublín: “En aquella época se podía fumar en todos los locales hosteleros y eso no ayuda a dejar el fumeteo”.
- ¿Cuál era el nivel de dependencia que usted llegó a tener con el tabaco?
- Nada más despertarme, antes de desayunar, me fumaba tres cigarrillos seguidos, luego me tomaba un café y una tostada y al acabar me fumaba otro pitillo. Podía fumarme tres paquetes a diario. Me comía la vista por un cigarro rubio de la marca Winston, Marlboro o Chesterfield. Mire le voy a confesar una cosa: durante cinco años estuve enganchado a una sustancia estupefaciente y logré dejarlo sin ayuda, pero con el tabaco no podía desengancharme porque me dominaba.
El primer intento serio para dejar de fumar lo llevó a cabo a los 55 años aprovechando que había planificado realizar el Camino de Santiago. Ni las largas etapas de peregrinación ni la ayuda divina le ayudaron a dejar la nicotina: “Solo aguanté tres días sin tabaco”. Hace seis meses volvió a intentarlo porque le diagnosticaron diabetes y tampoco lo consiguió: “Me ponía muy nervioso y agresivo”. Cuando el Ministerio de Sanidad anunció que en 2020 se recetarían vareniclina y bupropion, Ramón vio el cielo abierto y acudió a su centro de salud. “Le expliqué a mi médico que quería dejarlo por mi diabetes y porque este año me tienen que hacer dos pruebas cardiovasculares”.
El último pitillo en una terraza de Mazarrón
Para Ramón uno de sus mayores placeres diarios era fumarse un cigarro mientras disfrutaba de la lectura y un café bañados por el solecito de la terraza de una cafetería de la localidad costera de Mazarrón, donde reside en la actualidad. El martes 14 de enero se sentó en una terraza y paladeó el último pitillo: “Para no comprar un paquete le pedí uno a la cocinera del establecimiento”. Después se marchó a la farmacia a comprar la caja de pastillas para el primer mes de tratamiento.
-Ramón usted lleva 20 días tomando vareliclina. ¿En qué le ayuda el fármaco para dejar de fumar?
-Con el medicamento la ansiedad no me machaca y no me cambia el humor como me ocurrió las otras dos veces que intenté dejarme el tabaco sin tomar ningún tipo de medicación.
-El prospecto recoge algunos efectos secundarios. ¿Usted ha sufrido alguno de ellos?
-El primer día tuve que poner mucho de mi parte porque no notaba mucho el efecto de la pastilla. Lo único malo es que al principio me dolió la cabeza que es una de las contradicciones que puedes sufrir y ahora estoy padeciendo mucha sequedad de garganta. Todos los días me bebo dos litros de agua.
-Es la primera vez en décadas que suma tres semanas sin tabaco. ¿Qué mejoría ha experimentado?
-Ahora empiezo a notar a qué sabe la comida y le puedo sacar los matices a la carne, el pescado, las ensaladas... Tengo más capacidad pulmonar, antes salía a caminar y me ahogaba a los cien metros, pero ahora cubro rutas de más de tres kilómetros. Estoy pensando en volver a apuntarme al gimnasio para hacer cinta. Además, la gente me dice que tengo un mejor brillo de cara.
Test de Fagerström y Test de Richmond
Lo que los fármacos no pueden evitar es que Ramón empiece todos los días de la misma manera: “Me levanto pensando en el tabaco”. Para combatir esos pensamientos turbios entretiene su mente con las tertulias políticas de televisión, completa largas caminatas, lee la prensa a diario, escucha ópera, acude al cine... “El medicamento te ayuda un 75%, pero el 25% restante depende de tu fuerza de voluntad”, advierte este pensionista. Y no habla en vano porque el paciente tiene que poner de su parte para completar las doce semanas de duración que tiene el tratamiento con vareniclina, puesto que no hay margen de error: el Ministerio de Sanidad solo financia un intento anual por paciente.
“No se le receta a todo el mundo el tratamiento: los pacientes tienen que reunir unos requisitos y someterse a unos test”, aclara Ángeles Velasco, médico de familia en el Centro de Salud Murcia-San Andrés y experta en la materia porque desde hace años forma a otros facultativos de la Región en el abordaje y prevención del tabaquismo. “Los pacientes que solicitan en Atención Primaria alguno de los dos fármacos tienen que cumplir diversos criterios, como tener una alta dependencia a la nicotina y fumar diez cigarrillos diarios, haber intentado dejar el tabaco como mínimo una vez y demostrar que tienen una motivación expresa para someterse al tratamiento”.
Para ello el médico de cabecera somete al fumador a los Test de Fagerström y Test de Richmond donde responde a cuestiones como: ¿Cuánto tiempo pasa entre que se levanta y se fuma el primer cigarrillo?, ¿Fuma aunque esté tan enfermo que tenga que estar en la cama?, ¿Cuánto interés tiene en dejarlo?... La doctora Velasco detalla que “el Test de Fagerström evalúa la dependencia física a la nicotina y para prescribirle la medicación al paciente tiene que arrojar un nivel igual o mayor de siete, mientras que el Test de Richmond mide su motivación y el resultado deber ser un alto grado”.
¿Qué fármaco consigue mejores resultados: vareniclina o bupropion?
-Los dos son eficaces para dejar de fumar. Es verdad que hay algunos estudios que avalan que la vareniclina, al tener menos contraindicaciones, parece que levemente consigue controlar más la ansiedad. Pero la realidad es que los dos son efectivos porque se trata de una cuestión muy individualizada: esto es como el paracetamol y el ibuprofeno, hay gente a la que le funciona mejor uno que otro, sin embargo, ambos medicamentos sirven para quitar el dolor de cabeza.
-¿Cómo actúan en el fumador?
-El mecanismo de acción en el cerebro consiste en que disminuyen las ganas de fumar, aplacan la ansiedad y hacen que el cigarro no les sepa igual: el paciente no siente el mismo placer.
-¿A nivel clínico cuándo se convierte un paciente en un exfumador?
-Los primeros seis meses del tratamiento se denominan fase de acción, en la que el paciente está haciendo el intento, y en los siguientes seis meses se pasa a la fase de consolidación de la abstinencia. Cuando un paciente permanece abstinente durante un año se le considera exfumador.
El síndrome de abstinencia: rabia, cefaleas...
El primer mes es el más complicado porque es cuando el síndrome de abstinencia al tabaco golpea más duro al paciente poniendo a prueba su fuerza de voluntad. La falta de nicotina le afecta a nivel psíquico y físico, ya que según la guía práctica de Atención al Tabaquismo de Atención Primaria, el citado síndrome puede provocar ansiedad, irritabilidad, frustración, rabia, tristeza, cansancio, insomnio, problemas de concentración, estreñimiento, cefalea, bradicardia, aumenta el apetito...
La doctora Velasco corrobora que “una persona cuando deja de fumar sufre síntomas derivados de la deprivación porque no tiene nicotina en la sangre y los sistemas neuronales se la demandan: estos dos fármacos sirven para paliar esos síntomas”. De momento, la paciente Lucía Aguilar combate los efectos del primer mes de deshabituación tabáquica encomendándose a la vareniclina. “No estoy notando ningún efecto secundario desde que empecé el tratamiento el 14 de enero”.
-¿Recuerda cuándo se fumó el primer pitillo?
-Me introdujo el círculo de amigos a los 14 años, el primer cigarrillo me lo fumé cuando iba a clase al instituto Goya de Molina de Segura. Me costó horrores empezar a fumar: iba a echar hasta los higadillos porque tosía mucho, pero por aquel entonces era la moda y no quería desentonar.
Un cuarto de siglo después su nivel de dependencia era total: un pitillo para el desayuno, otro a escondidas en el trabajo, otro después de comer para hacer la digestión... “Me ponía de los nervios cuando estaba sin tabaco y era capaz de ir a buscarlo hasta donde hiciera falta”. Esta limpiadora, de 50 años, cada noche antes de acostarse, empezaba a darle a su maquinilla de liar cigarros para recargar la pitillera para la jornada laboral del día siguiente: “Como mínimo me liaba veinte”.
-¿Cuántas veces ha intentado dejar el tabaco?
-Solo una vez porque tenía miedo a engordar, a sufrir ansiedad y a que me cambiase el humor. Hace dos años, después de leerme el libro Cómo dejar de fumar, logré aguantar un mes, pero un día quedé con las compañeras de trabajo para tomar un cerveza y volví a caer.
Esta limpiadora quería recurrir a los fármacos porque había empezado a padecer una tos crónica y se levantaba cada mañana congestionada, pero no podía costearse el tratamiento por su elevado precio. “Mi hija trabaja en una farmacia y le dije que en cuanto vendiesen algún medicamento con receta que me avisara”. El 1 de enero su hija le informó de que el Ministerio de Sanidad había empezado a financiar parte del coste de dos fármacos y Lucía acudió a su centro de salud en Molina de Segura”. Se entrevistó con su médico de cabecera y los test pusieron de manifiesto que entraba dentro del perfil de paciente al que se le tiene que financiar un intento por su notable dependencia a la nicotina.
“Sin receta, la primera caja de vareniclina me habría costado 96,87 euros y solo pagué 38,75 euros; la segunda y la tercera caja, cada una, me habrían costado 100,75 euros, pero con la receta pagaré 40,30 euros”. A Lucía el tratamiento de tres meses le supondrá por su nivel de renta un desembolso de 119,35 euros frente a los 385,02 euros que la habría costado en 2019 al no contar con la cobertura del Sistema Nacional de Salud (SNS).
-¿Las pastillas lograron que dejase de fumar desde el primer día?
-El primer día me fumé tres cigarrillos. El segundo dos y el tercero uno. Pero no he incumplido el tratamiento porque en la primera semana me han dicho que es normal que fume algo. Desde el 20 de enero no fumo. El medicamento te quita la ansiedad y ahora cuando huelo un cigarro no me gusta, pero consumo muchos caramelos de menta: tengo en todos los bolsos, en el coche...
Tasa de éxito de los fármacos
Los datos que maneja el Ministerio de Sanidad ponen de manifiesto que hay más posibilidades de dejar el tabaco con medicación que a pelo: solo un 5% de los fumadores le ganan la batalla a la nicotina frente al porcentaje de éxito de aquellos que recurren a la medicación y que oscila del 30% al 40%. De ahí que el Ministerio tenga previsto destinar este año 7,9 millones de euros para financiar la vareniclina y el bupropion a 83.800 personas. Todos estos pacientes, una vez completado el tratamiento farmacológico cuya duración varía de siete a doce semanas en función del medicamento, tienen que seguir acudiendo a su consulta de Atención Primaria para completar el proceso sin pastillas. Para ello se apoyan en los programas de deshabituación tabáquica.
En la Región de Murcia desde el 1 enero se han emitido 3.830 recetas electrónicas de vareniclina y bupropion para 3.102 pacientes del Servicio Murciano de Salud. Fuentes de la Consejería de Salud estiman que “a lo largo de 2020 alrededor de 5.000 murcianos dejarán de fumar con ayuda de la medicación”. El titular de Salud, Manuel Villegas, es un enemigo acérrimo del tabaco y por este motivo su departamento ha puesto en marcha un plan estratégico para reducir la morbimortalidad asociada al tabaquismo: Región de Murcia Respira 2025.
“El tabaco mata a más gente que el sida, las drogas ilegales, los accidentes de tráfico y al alcohol juntos y, además, acorta la esperanza de vida diez años de media y uno de cada dos fumadores morirá a causa del tabaco”, resume el consejero Villegas. “Desde el Gobierno regional hemos reforzado las acciones que tienen como objetivo concienciar a la población sobre los efectos nocivos del tabaco y desnormalizar su consumo, así como instar a la corresponsabilidad de los profesionales de la sanidad”.
El plan estratégico Región de Murcia Respira 2025 prevé programas para prevenir el inicio del consumo de tabaco, fomentar el abandono de la nicotina y los entornos sin humo. También desarrolla campañas divulgativas, performances y actuaciones dirigidas a mejorar la formación de los profesionales sanitarios y la concienciación de grupos de población vulnerables, bien por su etapa de la vida o por circunstancias sociales. La cifras de mortalidad avalan la necesidad de estas acciones: en España cada año se producen 58.000 muertes asociadas al tabaquismo y en la Región 2.000.