Antes de morir, Olga dejó varias notas manuscritas en su casa de Haro, cerca de Logroño. La mujer se registró en un hotel, junto a su hija Adriana y su nieta Carolina, el pasado domingo 26 de enero. En la habitación 404 encontraron, en la mañana del lunes, a la pequeña sin vida sobre la cama. Junto a ella estaba su madre, en el borde de la ventana, a punto de tirarse. Pero de Olga no había ni rastro. Desde ese momento, los agentes llevaron a cabo una rápida investigación y encontraron su cuerpo a la orilla del Ebro. La escena era, cuanto menos, desconcertante.
Pero, ¿qué escondían las cartas que dejó Olga en la vivienda que compartía junto a sus tres hijos? Al parecer, la mujer relató los graves problemas económicos que llevaba años viviendo su familia. Había sufrido una estafa y, como aseguraba, tenía pruebas para demostrarlo. La mujer se había enamorado de un hombre al que había conocido en Madrid; ella le envió remesas de dinero a Turquía e Indonesia. Todo era un fraude. Ahora, la Policía intenta aclarar cómo se produjo la muerte de la pequeña Carolina y si esta se produjo antes -o después- del fallecimiento de su abuela Olga.
Los problemas económicos
La relación entre Javier y Adriana llevaba tiempo siendo complicada. Los reproches y las denuncias cruzadas entre ambos eran constantes. Además, la custodia por su hija Carolina -de cinco años- también se había erigido como un motivo más de disputa. Javier trabajaba como profesor de Educación Física en la localidad de Haro, donde residía junto a su hija y su nueva pareja. Adriana había estado viviendo durante una temporada en Miranda de Ebro, donde había abierto una tienda de ropa con su madre, Olga. Las cosas no les fueron bien y tuvieron que echar el cierre.
Todavía sin que nadie entienda por qué, Olga, Adriana y Carolina se registraron el domingo 26 de enero en el Hotel Los Bracos. Las tres se alojaron en la habitación 404. Antes, habían dejado siete cartas en uno de los armarios de su casa. También, los móviles. Según el delegado del Gobierno, José Ignacio Pérez Sáenz, las intenciones suicidas en las misivas eran claras.
Como publica El Diario Vasco, un una de ellas, Olga recordaba, probablemente, uno de los momentos más graves y dolorosos de su vida. El pasado mes de septiembre, en una comisaría de Miranda del Ebro, denunció que había sido víctima de una estafa de cien mil euros. Se había enamorado y él le había dicho que trabajaba para la ONU y que tenía a sus hijos enfermos y necesitaba dinero. En el momento de su muerte, la denuncia estaba siendo investigada.
En la carta de despedida, la mujer afirmó que tenía números de cuentas bancarias, listines telefónicos, capturas de Facebook y otros correos electrónicos. Fue Ramón, su hijo pequeño de 19 años, quien encontró las cartas en uno de los armarios de su casa. No las entregaron a la Guardia Civil hasta el día siguiente, el lunes. El día anterior había estado Javier en dependencias policiales denunciando a su expareja; había vuelto a incumplir el régimen de visitas.
Fue un vecino de Logroño quien dio la alarma; una mujer se encontraba sentada en el alféizar de una ventana. El hombre afirmó que parecía que tenía la intención de saltar al vacío. Cuando los agentes entraron en la 404, se encontraron el cuerpo de Carolina sobre la cama. Su madre se había hecho cortes en los brazos; la abuela se encontraba en paradero desconocido. Adriana fue trasladada al hospital de la ciudad, para que fuera atendida y, más tarde, detenida.
No solo su madre dejó esas cartas de despedida, también lo hizo Adriana. En una de ellas, explicó que la niña quería estar con ella y no con su padre. Ahora, los agentes esperan que la autopsia a Carolina arroje un poco de luz sobre qué sucedió en esa noche del domingo al lunes. Saben cuándo abandonó Olga el hotel y esperan saber si esto se produjo antes o después de la muerte de la pequeña Carolina.