El nuevo Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, en menos de un mes, ha subido el SMI (a 950 euros), y ha anunciado la subida de las pensiones (0,9%) y del salario de los funcionarios (2%). Es decir, se ha acordado de los más desfavorecidos, de los mayores y de los empleados públicos.
¿Y de los tres millones de autónomos que hay en España? Aún no. No les ha llegado el turno. El ejecutivo contempla, entre sus planes, flexibilizar el sistema de cuotas, garantizando que el importe a pagar dependa de los ingresos. Pero, de momento, no hay noticias sobre cuándo o cómo se podría aplicar esta medida.
Sin modificaciones en su régimen, la situación de muchos de ellos es tan delicada como alarmante para la economía del país. De hecho, tan solo uno de cada 10 prevé contratar a un trabajador en 2020, según una encuesta elaborada por la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos (ATA). A lo que hay que sumar la subida de las cuotas: pagan 452 euros anuales más que hace una década. Tienen, por tanto, razones para quejarse e indignarse con la administración pública y –repiten todos– con todos los gobiernos. Seis de ellos trasladan sus preocupaciones a EL ESPAÑOL.
Carmen cierra su tienda
Carmen Martínez (Málaga, 1962), durante años, había vivido en el extranjero junto a su marido y, al volver a su tierra, a Málaga, decidió abrir una tienda de moda y complementos en un pequeño local familiar. “Después de cuatro años, tengo que cerrar, no me queda alternativa”, lamenta en conversación con este periódico.
Ella, administrativa durante toda su vida, había trabajado siempre como asalariada. Pero, cuatro años atrás –y con su edad–, decidió emprender ante la imposibilidad para encontrar un trabajo. No se imaginaba, eso sí, que su experiencia fuese a ser tan dura. “Esto te crea ansiedad. Tienes que estar pendiente del negocio, trabajar tus días libres...”, explica.
— ¿Se ha arrepentido?
— Al principio, no. Pero ahora sí me arrepiento. Son muchas horas perdidas aquí sin sacar provecho. Sólo me da para pagar la cuota y los cuatro gastos. Al final, voy a cerrar porque ya estoy hasta cogiendo dinero de casa para mantener el negocio.
— ¿Y qué va a hacer?
— Liquidar este trimestre y después, con lo que me quede, pues hacerle regalos a mi familia. Pero el problema es que no sé qué haré después, con mi edad… Pero es que esto no me da. Me sale lo comido por lo servido.
A día de hoy, no tiene esperanza ninguna en los políticos. ¿Su petición? Tan sencilla como complicada de aplicar: tener los mismos derechos que los asalariados. “Ellos tienen sus vacaciones y les pagan; cumplen su horario y les pagan… Todo el mundo tiene sus problemas, pero...”, reconoce. Ella ha decidido dejarlos a un lado. Le habría gustado que la tienda funcionara, contratar gente… Pero no ha sido posible.
Marta, fotógrafa
Marta Mariñas (Ponferrada, 1988), después de unos años trabajando como fotógrafa freelance, decidió abrir su propio estudio: Seymar. Pero no imaginaba que fuera a ser tan duro. “No sé lo que es planear algo. No puedo decir: ‘Dentro de cuatro meses me cojo un fin de semana y me voy a Madrid”, lamenta.
Teóricamente, trabaja de lunes a viernes en horario comercial, pero en la práctica no es así. “Hago fines de semana para fotografiar las bodas; terminas tras estar en la tienda y tienes que gestionar los pagos, la facturación… y eso que toda lo administrativo nos lo hacen en la gestora”, explica.
Ella no se imaginó que ser autónoma fuera tan sacrificado. Estudió para ser fotógrafa e hizo prácticas en un periódico en Ponferrada. Ha vivido, por tanto, lo que es ser asalariada. “Así sabes que tienes tus 1.500 euros al mes, o tus 1.000… O lo que sea. Cuando estás como yo, no”, se queja. “Aun así, yo quería hacer bodas, bautizos… Me gustaba más (…) El estudio lo pusimos en Ponferrada porque nos salía más barato”, prosigue.
— ¿Se ha arrepentido?
— Tiene sus ventajas. Haces lo que te gusta, pero no tenemos vacaciones. O, si las tienes, sigues pagando la cuota, las facturas... A veces, dejas tu vida por el negocio. Muchas veces, dices: ‘¡En qué mala hora!’.
— ¿Se sienten olvidados?
— Hablando mal… Somos los tontos de España. Está muy bien lo de que somos unos superhéroes y todo eso. Pero todos los años nos sube la cuota (ya está en 283 la mínima, la que pagan el 80% de los autónomos). Nuestro derecho a baja no es igual…
En enero, por ejemplo, ante la ausencia de bodas y eventos, Marta pierde dinero y, sin embargo, tiene que cumplir con todas sus obligaciones con Hacienda. Por eso, durante el año, tiene que ir cuadrando para que le salgan las cuentas, ahorrando durante los meses que más gana para poder compensar cuando no le dan los números.
“Tengo 30 años y siempre es lo mismo. ‘Os vamos a apoyar’, dicen. Pero luego, es distinto. Ahora, el PSOE decía que iba a hacer que la cuota fuera progresiva. A ver si es verdad… No creo que vayan a hacer nada este año ni el siguiente”, pide.
Badr Eddidi Halili, rider
Badr Eddidi (1978, Marruecos) llegó a España en 1999. Un año después, tenía todos los papeles en regla. Empezó siendo asalariado en diferentes empresas como agente de seguros, comercial telefónico… Y, después, se aventuró con varios negocios propios. Uno de ellos, de construcción. “Con la burbuja, lo perdí todo: mi casa, mi empresa...”. Tuvo que buscarse la vida. Estuvo en Francia y en Marruecos intentándolo, pero regresó a España, a Barcelona, y se puso a trabajar como rider (repartidor de comida a domicilio).
No le importó que su anterior experiencia como autónomo hubiera acabado tan mal. Se enteró de que podía ser rider a través de grupos de WhatsApp y de Telegram. Empezó haciéndolo para Glovo y, actualmente, lo hace para Deliveroo y Uber Eats en moto. Paga su cuota de autónomo, trabaja seis días por semana y libra apenas 15 en verano. Gana 3.500 euros al mes, paga su cuota (283 euros), su seguro (150€) –por si tiene algún accidente– y no quiere dejar de ser autónomo, pero cree que hay cosas que cambiar.
Él, como presidente de la Asociación Autónoma de Riders, lo ha intentado desde que empezó. “Pero no nos ha recibido nadie. Ni PP, ni Ciudadanos, ni Podemos… Sólo el PSOE, que nos dijo que como estaba cambiando el Gobierno… Que cuando se formara, nos llamarían. Pero nada. No nos han dicho nada. Seguimos igual”. Siente que están olvidados.
— ¿Qué le piden al Gobierno?
— Como autónomo, estoy pagando más dinero que por hacer el mismo trabajo en Francia o en Portugal. Queremos que nuestra profesión se regularice, que seamos un gremio, como los taxistas, con nuestra propia identificación. Las leyes que nos rigen son del siglo pasado. Y, por otro lado, que nos dejen aparcar en carga y descarga, como los mensajeros, y que nos consideren servicio público.
— ¿Por qué piden que los sigan considerando autónomos?
— Porque si vamos a cobrar 900 euros, me quedo como estoy. Es verdad que esto tiene sus inconvenientes. Yo gano lo que gano, pero tengo que pagar –además del seguro– la gasolina, el mantenimiento de la moto… No tenemos derecho a paro, pagamos la cuota en vacaciones…
Con eso, le da de comer a sus dos hijos, paga el alquiler (unos 1.200 euros al mes) y trata de vivir. Sus 3.500 euros pueden parecer mucho, pero no son tanto. Para sacárselos, tiene que ser –como es ahora– el rider “con más entregas de España”. Y eso no cuesta dinero, pero sí mucho esfuerzo.
Jesús Martínez, comunicación
Jesús Martínez (Barcelona, 1973) estudió Relaciones Públicas y pasó por varias agencias de comunicación. Llegó a ser director de cuentas, pero durante la crisis tuvo que cambiar de tercio. Pasó a ser autónomo y a llevar la comunicación de diferentes clientes por su cuenta. Y así sigue. Ahora mismo, gestiona las relaciones con los medios de asociaciones, fundaciones, pequeños comercios, hostelería…
Como antiguo asalariado, echa de menos la estabilidad de tener una nómina fija todos los meses, el paro del régimen general o las coberturas que implican estar bajo el paraguas de una empresa. ¿Lo positivo de ser autónomo? La libertad de horarios y los beneficios obtenidos cuando todo 'marcha'.
— ¿Le da para vivir?
— La facturación que tengo ahora es pequeñita y no dejamos de ser mileuristas a pesar de que trabajamos muchísimo tiempo. Estando de autónomo, si te llaman un fin de semana, contestas. De la otra forma, no siempre. Pero ahora mismo, con mi edad, tengo un problemas para volver a ser asalariado porque en las agencias de comunicación buscan ejecutivos de cuentas júnior y yo…
— ¿Le salen las cuentas todos los meses?
— Tienes que pagar la cuota, el asesor fiscal… Si vives de alquiler y un día se te retrasa al pago, pues tiras de lo que vas almacenando. Al final, en el global del año sabes que tienes estabilidad –aunque no es una barbaridad–, pero no da para ganar mucho.
— ¿Qué piden?
— En realidad, son quejas clásicas, pero… Que las cotizaciones vayan en función de lo que se genere para no pagar si no ganas dinero, que el sistema para acceder al paro sea más sencillo, que nos equiparen a los asalariados cuando nos jubilemos porque ellos siempre tienen más rentabilidad… Todos los gobiernos dicen que lo van a solucionar, pero luego los cambios llegan a cuentagotas y cuesta mucho ponerlos en marcha.
Jesús, como muchos, creyó que quizás con la llegada de Ciudadanos podrían cambiar las cosas. Pero no ha sido así. Ahora, tiene la esperanza de que algo vaya a mejor con el nuevo gobierno. “Parece que tienen la idea de que se puedan pagar las cuotas por tramos, de que si no se factura no se pague...”. Pero no las tiene todas consigo. Son muchos años, por parte de todos los partidos, de promesas incumplidas.
Por eso, aceptaría volver a ser asalariado. Ahora mismo, trabaja entre semana, pero también tiene que atender peticiones los fines de semana –por ejemplo, de sus clientes de turismo. Sabe que tiene que coger las llamadas a cualquier hora –aunque eso pueda perjudicar su conciliación– o que tiene menos vacaciones que cualquier empleado a nómina de una empresa. Pero así seguirá con la esperanza de que algo, lo que sea, cambie en esta legislatura.
Alberto, taxista
Alberto Matas (Madrid, 1958) no quería estudiar y se puso a trabajar. Empezó como asalariado, con 16 años, en una empresa que se dedicaba al comercio minorista. Pero aquello no le duró mucho. “El hombre decidió cerrar la empresa y me quedé en el paro”. Entonces, hizo todos los trámites para comprar una licencia y ser taxista. Y dicho y hecho. Desde entonces, no ha hecho otra cosa. Pero, claro, no sin dificultades. “Pasan los años y la situación no cambia”, reconoce, a punto de jubilarse.
— ¿Alguna vez no ha llegado a fin de mes?
— Hay veces que tienes que andar a la quinta pregunta. Meses en los que dices: ‘¿Me puedo permitir ir al cine con mi mujer? Y no, no puedes’. Vivimos al límite. Tienes que jugar muy bien con lo que ganas porque hay meses que se te complican. Se te rompe la lavadora o lo que sea… y no puedes salir con tu mujer. No siempre te puedes permitir un desliz o un pequeño privilegio.
— ¿Qué problemas tienen ustedes?
— Pues que, por ejemplo, te pones malo y te empiezan a dar el 65% de tu base de cotización a los 15 días y además tienes que pagar la cuota de autónomo. Lo que pedimos es que nos equiparen con los trabajadores del régimen general.
Lleva 44 años cotizando sin ninguna seguridad. “Este negocio no depende de ti. Puedes trabajar mucho, pero si la gente no entra...”, se queja. Por eso, ha decidido jubilarse con 63 años, aunque le queden poco más de 700 euros. Ya no le compensa. Lleva demasiados años en la carretera, jugándosela en Madrid…
Y, sobre todo, ha perdido la esperanza en que las cosas cambien. Ya no sólo por el conflicto entre los taxistas y los VTC, sino también por la inacción política. “Los partidos políticos hacen un corta-pega de sus peticiones, pero luego no cambian nada”, lamenta. “Por ejemplo, yo tengo un accidente con el taxi y es considerado un accidente de tráfico y no laboral”, explica. Pero hay más cosas. “A ver si el nuevo Gobierno...”, espeta. Aunque sin mucha ilusión. Les da una tregua, pero sin mucha fe.
Belén, técnico deportivo en hípica
Belén Caramés (Barcelona, 1977) trabajaba como autónoma, de especialista en el entrenamiento de caballos con problemas. Tiene dos hijos y, a duras penas, había estado conciliando su vida familiar con su trabajo hasta 2011. Entonces, nació su tercera hija, con una enfermedad grave, fibrosis quística. Y, tras intentar compaginar su trabajo con los cuidados continuos que precisa la enfermedad de Carmen, se acogió a la ley que le permite reducir su jornada laboral por cuidado de hijo con enfermedad grave (Real Decreto 1148/2011). "Esta ley ayuda al trabajador por cuenta ajena, pero perjudica al autónomo", reconoce.
—¿Por qué?
— Te pongo un ejemplo. Un tabajador por cuenta ajena que cobre 1.800 euros y reduce su jornada al 50%, cobrará 900 de la empresa y 900 de la prestación. Su empresa sólo pagará el 50%, pero el empleado cobrará lo mismo que antes. Es decir, no pierde dinero. Pero yo, no. Yo tengo que pagar el 100% de mi cuota como autónoma, 540 euros, sea cual sea la reducción de jornada.
Separada desde 2017, Belén tiene la custodia de sus hijos y vive gracias a la prestación que percibe por el cuidado de su hija enferma y la pensión de alimentos del padre. Y, hasta ahora, ha 'sobrevivido' con una reducción de jornada del 99%, pero a partir de marzo, cuando se la reduzcan al 50%, va a tener problemas para llegar a fin de mes. ¿Por qué? Porque pasará a cobrar una prestación de 900 euros y tendrá que seguir pagando los 540€ de cuota. Es decir, le quedarán 360€ para vivir (más la pensión de alimentación que le pasa su exmarido).
¿Suficiente? “En una ciudad como Barcelona, con los alquileres al precio que están, no”, lamenta. La mutua no quiere pagar y va a seguir presionando. Nadie nos defiende y aprovechan que somos padres agotados, que luchamos por la vida de nuestros hijos a diario. El desgaste físico y emocional nos deja muy vulnerables".
Ante esta situación, no sabe qué hacer. Podría irse a vivir a un pueblo –y entonces el alquiler de su piso le saldría más barato– aunque tampoco puede alejarse demasiado del hospital del que depende su hija. Podría, también, buscar un trabajo en cualquier empresa para ahorrarse la cuota de autónomo, que en su misma situación no paga alguien del régimen general, pero no puede porque le “quitarían la prestación”. “Y, sobre todo, quién va a contratar a una madre con una hija enferma”, lamenta.
— ¿Confía en que cambie algo con el nuevo Gobierno?
— Es lo mismo siempre pero con distintas camisas. Hasta ahora, cuando he contactado con ATA (Asociación de Autónomos) para contar mi historia. Ellos sí me han hecho caso, me han asesorado y me han ayudado. Pero, más allá de Ata, las administraciones nos tienen olvidados. Si yo pudiera volver atrás, no me daría de alta de autónoma jamás.