Una de las notas en las que Nogueira describió por qué había cometido el crimen.

Una de las notas en las que Nogueira describió por qué había cometido el crimen. Cedida a EL ESPAÑOL

Reportajes

Las cartas inéditas del descuartizador de Pioz: “Mi tío es un derrochador, un ruin, yo le daba dinero”

En el libro Olor a muerte en Pioz, la periodista Beatriz Osa aborda uno de los crímenes más espeluznantes de los últimos años.

12 febrero, 2020 04:21

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- "Solo huelo a sangre, y eso que me he duchado".

Hasta el juicio que se celebró contra Patrick Nogueira en noviembre de 2018, dos años después asesinar y descuartizar a sus tíos y sus sobrinos, nadie salvo los investigadores había logrado leer en su totalidad el contenido de los mensajes que se cruzaron el asesino de Pioz y su amigo, Marvin Henriques, la noche en que el primero de ellos cometió uno de los crímenes más atroces que se recuerdan. A miles de kilómetros de distancia, Marvin asistió en directo a los hechos a través de los mensajes y las imágenes que Nogueira, conforme caía la noche, le iba suministrando. Todo quedó almacenado en su teléfono. 

Era un detalle con el que no contaba. En cuanto huyó despavorido en un avión hacia Brasil, Patrick formateó su móvil, suprimiendo todos los datos, todas las imágenes, todas las conversaciones que le pudieran comprometer. También diversas notas manuscritas, firmadas de su puño y letra, con tinta roja, en las que el asesino de Pioz detallaba los pasos que le habían llevado a perpetrar el cuádruple asesinato.

Entre todo ello se halló también la distendida charla de aquella noche con su amigo, al que le iba narrando el modo en que acababa uno por uno con esos cuatro miembros de su familia. Se lo fue describiendo con la tranquilidad de quien come palomitas en el cine antes de que comience la película. 

Justo esta semana, el Tribunal Supremo tiene previsto revisar la condena a prisión permanente revisable que le fue impuesta por los tétricos episodios de la tarde del 17 de agosto de 2016. Ha coincidido en el tiempo justo con la publicación del libro Olor a muerte en Pioz (Editorial Alrevés, 2020), en el que la reportera Beatriz Osa disecciona con precisión quirúrgica la personificación del mal. Los testimonios de los investigadores, de los forenses, de la familia de las cuatro víctimas, el contenido de la investigación, el hallazgo de los cadáveres, las declaraciones del asesino en el juicio... Es una sola pieza la que falta en estas 248 páginas, la que nunca se ha llegado a encontrar para completar el puzzle y comprender el por qué de aquella matanza: la mente de Marvin.

"Las lagunas mentales de Patrick fueron una obsesión durante bastante tiempo. Es de lo que más me ha sorprendido. Aún así nos falta por saber el motivo real por el que comete el crimen. De todos modos, en el fondo, con un psicópata da igual, me decían los investigadores. Alguien como Patrick no necesita móvil", dice Beatriz Osa a EL ESPAÑOL. Desde el 2006 está en La Sexta, donde ha trabajado en Informativos y en el programa Más vale tarde. Actualmente edita Expediente Marlasca, siguiendo toda la información de sucesos.

El frío asesino nunca se abrió con nadie. Nunca reveló los verdaderos motivos por los que acabó con todos sus familiares en aquel chalé. Sin embargo, algunas pistas, sembradas por el camino, son ordenadas y perseguidas ahora en este volumen seco y directo, pura no-ficción.  

El funeral de Marcos, Janaína, David y Carolina, ya en Brasil.

El funeral de Marcos, Janaína, David y Carolina, ya en Brasil. Cedida a EL ESPAÑOL

"Salgo de Brasil el 9 de octubre del 2015". Es el modo en el que arrancan esas notas manuscritas. Fue aquella la fatídica jornada en que cruzó el Atlántico camino a Madrid con la aventura europea entre ceja y ceja. Se fue a Madrid. Se instaló con sus tíos en la localidad de Torrejón de Ardoz. Padres y amigos quedaban atrás, en la ciudad de Joao Pessoa. También en España terminaron cansándose de él. Por eso le dejaron atrás en la migración al chalet de Pioz. 

Todo el proceso de esos meses Patrick lo redactó para sí, a modo de diario, con el fin de prepararse por si en el futuro, pese a su huida al otro lado del planeta, llegaba a ser detenido. Esbozó un primer discurso, como quien confecciona la chuleta para el examen de religión, e ideó una coartada con la que justificarse: "Yo ayudaba a mi tío fregando, para tener dinero con que comprar comida". Un ser "ruin", decía, era su tío, un derrochador endeudado y despreocupado, según él, de la vida y las necesidades de su mujer y sus dos hijos "Empeñaba sus bienes, y llegó a vender la tele y el notebook", subrayó.

Dibujado ya a sí mismo como bondadoso hacedor, columna y sostén de la familia, solo quedaba entonces caricaturizar a su tío Marcos como un hombre arruinado y derrochador. "Me quedaban unos seiscientos cincuenta euros que me pidió como pago de mi estancia". Le anota, además, otros 1.800 euros a deber. Dice que se los le prestó cuando se fue a vivir con ellos.

6.000 búsquedas 'online'

5.848 registros en el historial de Internet, 1.631 elementos buscados, 54 contactos, 77 llamadas, 24 conversaciones, 15 por WhatsApp, 73 ubicaciones, 36 notas, 58 SMS, 600 audios, 66 vídeos y 2.676 imágenes. Tras esas cifras, todo el contenido que tuvieron que analizar los investigadores una vez terminó el análisis del iPhone A1429, el teléfono móvil de Patrick Nogueira. 

Patrick Nogueira, durante una de las vistas del juicio.

Patrick Nogueira, durante una de las vistas del juicio.

La retransmisión vía whatsapp, de todo lo que ocurrió desde aquella tarde, como quien emite una noche de fiesta para los suyos en los stories de Instagram, se prolongó durante más de seis horas. Empezó poco después del asesinato de Janaína en la cocina. Luego, los sobrinos. Más tarde, tres horas después a su tío Marcos, al que asestó en el pasillo el golpe final.

Una vivienda, chalet 594, calle Los Sauces, urbanización La Arboleda, ya maldita, lugar desde el que se enviaron todos los mensajes. 

-Creo que voy a buscar a una psicóloga aquí, en Madrid -dice Patrick-. Es decir, chico, yo tengo un problema.

Envía tres fotografías poco después. En dos de ellas se ven las puertas de entrada al terreno del chalé. Patrick aguarda la llegada de su tío en el porche, para poder advertir el momento exacto en el que se acerca a la casa. Quiere estar preparado. Marvin le inquiere, impasible, tras el primero de los asesinatos.

- Tarda de caray tu tío en llegar.

- No es eso -dice Patrick-. Mínimo a las 21.00. Si llegase a las 18.00 yo me iría de aquí a las 20.30. Pero está bien.

- Espera ahí, no importa.

-Siempre trabajé la paciencia. Solo que hay una cosa. Si después me quiero librar y soy detenido, allí me violarían treinta veces. Y después me apagarían una vela
en el culo.

- Jajajajajajaja.

- Si me detuvieran aquí, no importaría.

- Asesino de bebé del caray.

- Ni llamaba. Iba a quedar en una celda solo para mí. Viendo la TV hasta los ochenta años. Al menos mi tío es más ligero que su mujer. Mujer gorda de la porra.

- Yo creía que era un hombre.

La foto del torso desnudo

Patrick, tras cometer el crimen, en la cocina del chalé.

Patrick, tras cometer el crimen, en la cocina del chalé. Cedida a EL ESPAÑOL

El día anterior Patrick había vomitado tres veces de los nervioso. Todo se le había pasado, dijo, al subir al autobús que le condujo desde el nuevo piso en el que se había instalado en Alcalá de Henares hasta la localidad de Pioz. Fue después, tras los cuatro crímenes de aquella jornada, al caer la noche, ya rematada la tarea, cuando dijo sentirse "como una ameba".

Todos estos espeluznantes mensajes no se conocieron casi hasta el final del caso. Son la prueba de la frialdad con que se comportaban tanto el asesino de Pioz como su compinche. Estas últimas y definitivas pruebas llegaron un año después del asesinato. Faltaba otro todavía para la celebración del juicio, el 24 de octubre de 2018. 

Una de las imágenes que no habían aparecido hasta ahora es la del torso de un Patrick ensangrentado tras haberse cobrado sus presas. Se la hizo de pie, en medio de la cocina, luciendo sus brazos musculados por el gimnasio. No se le ve la cara. Tampoco se advierte el suelo. Toda la atención la acapara la parte superior de su cuerpo. 

Meses antes del crimen, la madre de Patrick le pidió a su hermano Marcos si podía acoger a su hijo en su casa de España. El joven venía a probar suerte en el fútbol, como muchos otros brasileños, pero su familia no era una familia cualquiera. Sus padres, Soraya y François de Melo, poseían una clínica de radiología en la ciudad de Altamira, en el brasileño estado de Pará. Una familia pudiente, tanto que cada mes le enviaban a su hijo 5.000 euros para que pudiera subsistir. 

Cuando Patrick estaba viniendo a España, Marcos ya conocía el turbio pasado de su sobrino. Aun con todos los años que llevaba viviendo en España, y pese a la distancia, recordaba la historia de su sobrino apuñalando, cuatro años antes, a su profesor de biología. Patrick tenía 16 años y le habían puesto una mala nota, habían discutido. Su corta edad no le impidió emplear la máxima frialdad en su proceder: se levantó de la silla sin mediar palabra, se acercó al profesor por detrás y le apuñaló primero en el cuello y después en el vientre con un cuchillo de ocho dedos.

El joven, al ser menor, solo fue condenado a 45 días de trabajos sociales. Al juez le dijo que le había molestado el modo en que se le dirigía aquel profesor. Solo ese detalle bastó para desatar la ira. Pese a todo, la bondad de Marcos, su tío, pesó  más que el negro pasado de Patrick. Por eso accedió a la petición de su hermana para que se fuera con ellos a España.