Sucedió en el año 2005. Francisco Guerrero se debía de sentir el hombre más afortunado del mundo: había ganado 6,5 millones de euros a la Bonoloto. Sin embargo, no pudo disfrutar de un solo céntimo de aquel suculento premio. Todo, dice, por haberle hecho caso a un empleado de su banco en Castellón.
Aquel agente de banca le dijo que lo mejor que podía hacer era colocar todo el dinero del premio en lo que se conoce como "productos tóxicos financieros", de manera que el año 2009, cuando quiso hacer uso del dinero para pagar una operación de menisco, ya no quedaba ni un euro a su cuenta.
Francisco lleva más de diez años peleando por que se le reconozca que aquel dinero era suyo y que no fue él quien lo perdió. Fue en el año 2009 cuando se enteró de que ya no quedaba nada de aquel premio. Se percató en el momento en que quiso retirar una cierta cantidad para pagar una operación de menisco que le estaba afectando.
Al ir a ver su dinero, advirtió que allí ya no había nada.
El próximo 5 de marzo se celebrará el juicio en que Guerrero demanda más de dos millones en el Banco Santander por "incumplimiento del contrato de asesoramiento financiero" y los "daños morales" derivados".
Cuando ganó el premio, Guerrero lo dividió con sus cinco hijos. El 60 % del total sería para él y el resto para ellos. Sin embargo, después de haber firmado aquello con el banco, había arriesgado también la parte del dinero de sus hijos.
Es por eso que ellos también reclaman 46.000 euros para cada uno de ellos a la entidad financiera por ese incumplimiento y por daños y perjuicios. Una de las hijas era menor de edad en aquel momento, y por eso exige que su indemnización sea mayor: una cantidad de 60.000 euros.
Largo recorrido judicial
Estos dos no son los primeros pleitos que el ganador de la Bonoloto y sus descendientes tienen con el banco. En el 2016, la justicia dio la razón por primera vez a Guerrero. Se le devolvieron 1,06 millones del premio. El año pasado sus hijos también reclamaron en los juzgados y recuperaron 1,2 millones de euros de la lotería.
Guerrero es albañil de profesión y llegó a Castellón hace más de cincuenta años procedente de Barbate. Dice que no entendía los papeles que firmaba en las reuniones con el banco después de la Bonoloto de 2005.
Había seguido en su puesto de trabajo con normalidad sin pensar en ello . Y nunca vio un solo billete de lo que había ganado. "No llegué a tocar ni una moneda del premio".
La situación actual de Guerrero es extraordinariamente complicada. No puede pagar la vivienda en la que está y vive con miedo a que lo desalojen. Se encuentra, además, inmerso en un severo tratamiento psicológico.