Las 44 detenciones de ‘La Tata’, la reina de los aluniceros de la mano de ‘El Piojo’ y otros novios
Jezabel Herrero Pernía trabajaba en discotecas de moda; ella y su banda vigilaban tiendas caras para luego asaltarlas con sus coches.
23 febrero, 2020 02:29Noticias relacionadas
“Hola chicos y chicas, otra vez empiezo en la noche, así que espero veros el sábado en Tiffany´s. Este sábado nos lo vamos a pasar genial. Reservas y lista, Jezabel, La Tata. Para mas información, hablarme por privado”.
Hace algo más de dos años que Jezabel Herrero Pernía regresó al mundo de las discotecas de alto standing. Escribía invitaciones como esta dejando al lado su número de teléfono para todo el que quisiera acudir. Debió de advertir muy cerca el aliento de la Policía Nacional, que la buscaba por aquel entonces. Regresó, tal y como había hecho en la veintena, a las máscaras y a las pistas de baile: Soko, Garamond, Nazca, Tiffany´s., Kerala. Salas de fiesta muy cotizadas, repletas de famoseo, futbolistas de renombre, gente pija. También de prostitutas.
Decidió refugiarse en ese tipo de lugares, y logró desaparecer. Hoy, a sus 33 años, acumula una larga lista de 44 detenciones por distintos delitos, la mayoría de ellos relacionados con operaciones orquestadas en los últimos años junto a algunos de los más importantes aluniceros de Madrid. Varios de ellos, Bocero y ‘El Piojo’, fueron sus novios, además de un continuo quebradero de cabeza para los sabuesos de la Policía Nacional. Fue con ellos con los que se inició en un mundo en el que se destrozan los escaparates de tiendas caras con el fin de obtener suculentos botines. Todo cambió para Jezabel cuando fueron detenidos.
'La Tata', conocida como la reina del alunizaje, cayó hace unos días en una operación rutinaria de vigilancia de dos agentes de paisano en el sur de Madrid. En su corta y arriesgada vida había vivido situaciones de enorme adrenalina. Pero nunca imaginaba que fuera a ser detenida de una manera tan insulsa. En medio de una comida con su familia. Sin ningún tipo de glamour.
El mundo de la noche, ‘La Tata’ se mueve como pez en el agua. Es donde se gana la vida. Lo hace de múltiples formas. Y por eso son muchas sus máscaras: la que ven sus amigos, la que ven los clientes de las discotecas en las que trabaja… y la que veían sus compañeros en el mundo de la delincuencia. Madre de tres niños, fiestera, butronera, muy trabajadora en lo suyo, alunicera; este último, acaso, el principal de todos sus éxitos: el de convertirse en la reina y en la musa de quienes dominan este sórdido sector en la capital de España.
Ella y sus bandas fueron las que mejor controlaron la técnica que siempre ha consistido en estrellar el coche contra el escaparate de una tienda cara, robarlo todo en el menor tiempo posible y huir a toda velocidad, antes de que se presente la Policía. ‘La Tata’ llevaba dos años sin que nadie supiera nada de ella aparte de sus seres más queridos. Pesaban sobre ella seis órdenes de detención y personación en los juzgados, así como una séptima en la que la encerraron en prisión después de haberla detenido.
Según relatan a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a la investigación, su papel en las organizaciones de aluniceros más importantes de la ciudad era siempre muy parecido: la noche del golpe solía ir sentada en el asiento del copiloto. Los días previos era ella la encargada de la contravigilancia, de las guardias para conocer bien el comercio que se iba a asaltar, dando cobertura siempre a sus antiguas parejas. La que sigue es historia de quizás una mujer con un poder y una influencia extraordinarias en el mundo del crimen.
Los orígenes humildes de una madre joven
Jezabel es una mujer que domina en un mundo de hombres. Una liga en la que triunfan quienes más escaparates logran reventar a lo largo del año, quienes abren más cajas fuertes y quienes conducen más rápido para eludir a los agentes en medio de la oscuridad de la noche. Quienes tienen más testosterona. El reino de los aluniceros en Madrid ha estado casi siempre controlado por bandas de chavales jóvenes pero experimentados, compuestas por tipos temerarios y expertos en la materia, perfectamente coordinados para perpetrar toda clase de golpes. Y con un crédito: el respeto de sus compañeros durante años.
Este ecosistema, que vive y bebe en los márgenes, ha estado y está gobernado por tipos con apodos como ‘Goyito’, ‘El Taca’, ‘El Calambre’, ‘Niño Sáez’, ‘El Johny, ‘El Bosco’ o ‘El Chóped’. Ella también se coronó a sí misma con su propio mote: ‘La Tata’. Lo lleva tatuado con tinta en su antebrazo derecho. Ya después de marcar ese territorio, se ganó el respeto de los más celebres aluniceros de la ciudad. Incluso el amor de alguno de ellos.
El origen de una de las criminales más buscadas de la ciudad de Madrid se sitúa en el barrio de Orcasitas, al sur, en el distrito de Usera. Un territorio que en los año setenta se convirtió en uno de los caladeros de población más importantes de la ciudad. Los nuevos inquilinos de Madrid, llegados de Andalucía, Extremadura, se incorporaron como población en este lugar.
Allí nació Jezabel Herrero hace 33 años. Lo hizo en el seno de una familia humilde. La vida la sentó, durante su infancia y la adolescencia , en los pupitres del instituto público Juan de Villanueva, también al sur de la ciudad, un centro público en el que las leyes las impone quien manda sobre el asfalto del patio del recreo. Un colegio, sin duda, de los más conflictivos de la zona. Con casos recientes de bullying entre su alumnado que han vuelto a alarmar a los padres del centro.
Unos pocos años después de cumplir la mayoría de edad, dio a luz a su primer hijo. Fue el primero de los tres que ahora tiene. Quienes la conocen saben que ellos son su mayor fortaleza. Un pilar básico de su vida. Eso no le impidió, sin embargo, seguir disfrutando y trabajando en el mundo de la noche y de las discotecas. Tampoco le impidió acceder a las cañerías transitadas algunos de los principales delincuentes de la ciudad, acaso de los más peligrosos, sin duda los más temerarios.
La reina y sus reyes
Iván Bocero Vega apenas tiene 26 años. A su corta edad ya le ha dado tiempo a ser detenido 29 veces, a formar una banda de aluniceros, a cometer una incontable cantidad de robos y a apuñalar seis veces a un policía fuera de servicio en un bar de copas. Ese extraordinario currículum era al que estaba ligada nuestra protagonista en los últimos tiempos.
Así fue hasta que le detuvieron por el ataque al agente del orden en un local de ambiente. Lo encerraron el año pasado en prisión y allí está a la espera de juicio. Ella ha sido la última en caer. Iván había sido una de las últimas parejas que se le habían conocido a ‘La Tata’.
Al visceral Bocero se le relacionaba con las actividades del que hace unos pocos años era considerado como el rey de los aluniceros en Madrid: su nombre es el de Jonathan Moñiz Alcaide, alias ‘El Piojo’, un tipo colorado y rubio, de espalda ancha, grande, con la musculatura trabajada por el gimnasio y los esteroides. Fue él quien introdujo, por primera vez, a ‘La Tata’ en el gremio de los aluniceros.
A ‘El Piojo’, aunque también comete ese tipo de golpes, nunca le agradó que le identificasen como butronero. Él no es de los que agujerean la pared y ya está. Si hay algo que a él se le da bien eso es la velocidad. Incluso llegó a participar, hace ya años, en distintos reportajes de televisión. En ellos se jactaba de su pericia al volante.
Quizá por eso le gustaban los coches caros. Era a estos a los que le sacaba el máximo partido. En una de sus noches de gloria, tanto él como su hermano, otro reputado alunicero, pusieron rumbo a Fuencarral. Allí reventaron un concesionario y se llevaron 19 coches en una sola madrugada.
Asaltos a tiendas del barrio de Salamanca, grandes establecimientos, lujosas boutiques en Gran Vía… Hablamos de un especialista en la conducción, un apasionado de las fugas. Un tipo que presumía de poder eludir a cualquiera en la carretera. Era esta su gran virtud tanto en el mundillo como en el sector de la Policía Nacional. Y por eso, incluso a sus 35 años, resultaba un delincuente tan demandado.
Eso sí, lleva años entrando y saliendo de prisión. En 2012, por ejemplo, se le detuvo acusado de ser el autor de 50 robos. Al año siguiente cayó junto a 11 butroneros. Hace un año volvió a claudicar en la operación Visanto. Se le imputaron 26 delitos, entre ellos un homicidio, atentados contra la autoridad, robos, falsificación…
En esa última operación los investigadores recuperaron joyas valoradas en medio millón de euros, además de otros efectos por valor de otro millón más. Su banda era como el ‘Dream Team’ de los alunizajes y los butrones: los dos hermanos conductores, ‘El Taca’, experto en la apertura de cajas fuertes… En el seno de ese equipo fue donde se formó en el mundo del crimen ‘La Tata’. Aprendió, claro, de los mejores.
La caída en una operación rutinaria
Había dejado atrás la larga melena morena, teñida por completo. Se había sometido a múltiples operaciones estéticas. Los pómulos, los labios… Los brazos y el torso repletos de tatuajes. El cuerpo sin un gramo de grasa, definidos los músculos, producto ineludible de interminables sesiones en el gimnasio. Era prácticamente otra persona. Estaba excéntrica, exótica, irreconocible. Llevaban dos años sin saber nada de ella. Y ella no se había movido de la ciudad. Pero no parecía la misma.
Pero algo en ella y en su expresión debió provocar que aquellos dos agentes levantasen las orejas como el zorro alarmado ante su presa en medio del bosque. Pasó hace dos semanas. Era 6 de febrero. Dos agentes de paisano pertenecientes al Grupo Operativo de Respuesta (GOR) patrullaban aquel jueves por la zona del centro comercial La Gavia, en el Ensanche de Vallecas. El edificio, como es costumbre, se encontraba repleto de vida, de amigos y familias que acuden al ocio y también a la hora de comer.
Se pusieron alerta con el dispositivo habitual para prevenir todo tipo de hurtos. Estaban allí para detectar con rapidez cualquier movimiento sospechoso de carteristas y delincuentes en la zona. Paseaban como siempre, fijándose en todo, y en nada a la vez, deteniéndose cada poco, para identificar a un individuo determinado.
Y entonces, de pronto, uno de ellos clavó su mirada sobre una mujer que comía tranquilamente en uno de los establecimientos del complejo comercial. Estaba sentada con su pareja. También con uno de sus hijos. Se acercaron a ella. Algo les había llamado la atención, y le pidieron que se identificara. Ya de cerca no dudaron de que era una de las delincuentes más buscadas de la ciudad, con decenas de atracos y de alunizajes perpetrados junto al reto de miembros de sus bandas. ‘La Tata’ y su pareja se pusieron de pie, se encararon con los agentes y luego ella trató de darse a la fuga.
Tras años de escapadas imposibles, de históricos robos junto a las bandas de sus novios, Jezabel Herrero Pernía, ‘La Tata’, cayó en una simple operación de identificación rutinaria. Un encuentro fortuito con dos agentes fajados en la calle que tenían su cara grabada en la cabeza pero que no se esperaban encontrarla. La mujer no tuvo opción: fue reducida, llevada a comisaría, y posteriormente al módulo de mujeres del penitenciario de Alcalá-Meco. Había decidido no declarar una sola palabra. Por ahora, 'La Tata es historia, pero todos saben que fue y seguirá siendo la reina de los aluniceros.