Como militar se implicó en las zonas desfavorecidas que visitó en misión internacional más allá de las responsabilidades propias que debía cumplir como miembro del Ejército del Aire. Eduardo Fermín Garvalena Crespo, el comandante de la Academia General del Aire fallecido este jueves en un accidente aéreo en La Manga, era un tipo con un corazón tan grande que junto a su esposa, Paula, organizó una recogida de material escolar para ayudar a los niños más pobres de Yibuti. “Era un hombre con un enorme sentido de la solidaridad”, tal y como resalta un miembro de la comunidad educativa del colegio de Nuestra Señora de Loreto de Santiago de la Ribera donde el matrimonio impulsó una recogida de cientos de libretas, cuentos, lápices de colores...
Esta bonita iniciativa se puso en marcha durante el curso escolar 2017-2018 en el centro educativo al que acudían dos de las tres hijas que había tenido el matrimonio. Por aquel entonces el comandante Garvalena estaba en Yibuti dentro de la ‘Operación Atalanta’: una misión internacional de la Unión Europea cuyo principal objetivo es luchar contra la piratería en el Cuerno de África, en aguas del océano Índico. Allí pudo conocer la misera que sufren muchas familias y en su interior sintió la necesidad de ayudarles de alguna manera.
“Durante la misión le afectó lo que vio y como solía hablar con su esposa por Skype, un día Paula vino al centro para plantearnos que recogiésemos material escolar para los niños africanos”, resume este miembro de la comunidad educativa del colegio Nuestra Señora de Loreto que conocía al matrimonio. “Estuvimos una buena temporada recogiendo libros de lectura, rotuladores... y el comandante propició que el programa de ayuda escolar llegase a su destino porque se encargó de la logística: metió el material para los niños de Yibuti en un avión de suministros del Ejército que volaba a África”.
Eduardo heredó esos valores y su vocación militar de su padre: el coronel Eduardo Garbalena que entre 2004 y 2006 fue director de la Academia General del Aire (AGA) de San Javier. En su genética también rebosaba el carácter llano, sencillo y cercano que su progenitor siempre mostró y que le valió ganarse a toda la base porque los galones jamás le hicieron distanciarse del personal raso. Esos años en las instalaciones militares sanjaviereñas fueron un acicate para la devoción y la pasión que Eduardo sentía por el Ejército del Aire.
Con 25 años sufrió uno de los momentos más duros de su vida cuando su padre, el coronel Eduardo Garbalena, fue destituido en enero de 2006 por el entonces ministro de Defensa, José Bono. La versión oficial que alegó el socialista Bono fue una pérdida de confianza en el mando, pero lo cierto es que la decisión se adoptó por al contenido de una representación teatral que tuvo lugar en la festividad de la Patrona del Aire: la Virgen de Loreto. El ministro relevó al coronel por una obra de teatro que se llevó a escena en la Academia General del Aire donde algunos alumnos representaron de forma satírica ciertos acontecimientos y hechos militares que no gustaron a los mandos presentes.
2.300 horas de vuelo
Esa mala experiencia no restó ni un ápice la admiración que Eduardo sentía por su padre y que le motivó a dar lo mejor de sí mismo desde que ingresó en el Ejército del Aire. Prueba de ello es la brillante hoja de servicios de este militar nacido en Granada, un 28 de mayo de 1981, y que a sus 38 años atesoraba 2.300 horas de vuelo. Desde 2007 a 2013 estuvo destinado en la Base Aérea de Los Llanos (Albacete) a los mandos de un caza Mirage F-1. Allí fue uno de los miembros de los tigres, tal y como se conocen coloquialmente a los integrantes del 142 Escuadrón, Ala 14, en alusión al animal que lucen en su emblema.
Las buenas cualidades que demostró en las alturas le permitieron volar entre 2014 y 2017 en uno de los Eurofighter del Escuadrón, Ala 14. Esa pericia de la que siempre hacía gala surcando el cielo a toda velocidad también le valió para ser elegido en misiones internacionales: en 2016 formó parte del operativo de Policía Aérea que desarrolla la OTAN en el Báltico y en 2017 luchó contra la piratería en el Cuerno de África dentro la Operación Atalanta.
“Hace tres años llegó de forma voluntaria a la Academia General del Aire”, recuerda apenado un exmiembro de la AGA que conoció al comandante Eduardo Fermín Garvalena Crespo. “En su primer año estuvo como reserva de la Patrulla Águila y se ocupaba de realizar labores de apoyo, como realizar vuelos previos de reconocimiento de las zonas que iban a sobrevolar los miembros del equipo”. Tampoco se le caían los anillos cuando le tocaba hacer otras labores como poner la música durante las exhibiciones.
En la temporada 2019 pasó a ser el Águila 5, el denominado Solo de la Patrulla Águila, que se encarga de llevar el caza C-101 a sus límites de la forma más segura y espectacular. Para Eduardo y su esposa, Paula, el regreso de Madrid a San Javier estaba yendo sobre ruedas porque el comandante estaba muy motivado con su nuevo periplo en la unidad acrobática y ya conocía la localidad costera de los años en los que su padre fue coronel en la Academia General del Aire. Su mujer también era muy feliz porque había vuelto a su tierra natal y como buena descendiente de militar Paula entendía a la perfección las exigencias del Ejército del Aire y los riesgos que conlleva.
“Ella estudió en el Colegio de Nuestra Señora de Loreto porque en los años noventa tenían preferencia los hijos de militares y cuando regresaron de Madrid a San Javier matriculó a sus dos hijas mayores en el centro porque guardaba unos recuerdos muy bonitos de sus años de clase siendo una niña”, subraya un miembro de la comunidad educativa del citado colegio. El matrimonio solía hacer vida social frecuentando el Casino de Oficiales Ruiz de Alda de Santiago de la Ribera: a veces acudían a comer, a tomar café o simplemente a que sus tres hijas disfrutasen de las fiestas infantiles que se organizan y de la piscina de verano. Para Paula y Eduardo ellas eran sus princesas.
Merengue hasta la médula
Precisamente este miércoles, el comandante Garvalena acudió al Casino de Oficiales a ver el partido de octavos de final de Champions League que enfrentaba al equipo de sus amores, el Real Madrid, con el Manchester City. “Era aficionado merengue hasta la médula y estaba jodido con la derrota de su equipo ante los ingleses”, detalla una de las personas que acudió a las referidas instalaciones para ver la retransmisión del encuentro. Este jueves el Solo de la Patrulla Águila se subió a su C-101 para realizar un vuelo de entrenamiento sobre las aguas de La Manga porque la unidad acrobática se encontraba cerrando la preparación de la nueva temporada.
De hecho, en redes sociales, la Patrulla Águila publicaba este miércoles un mensaje: ‘Preparación minuciosa de aviones, pilotos y equipos. Calentando motores’. Esta iba a ser la segunda temporada en la mencionada unidad acrobática del comandante Garvalena hasta que a las 15.45 horas su caza C-101 acabó en aguas del Mar Mediterráneo, cerca de isla Grosa, a un kilómetro de distancia de la playa de la Urbanización Manga Beach. El 112 registraba una veintena de llamadas mientras que la desolación sacudía a la Academia General del Aire: se confirmaba el tercer siniestro que sufría una aeronave de la AGA en los últimos siete meses y la cifra de pilotos fallecidos se elevaba a cuatro.
Eduardo Fermín Garvalena Crespo estaba sustituyendo como el Solo de la Patrulla Águila al comandante Francisco Marín: el primero de los cuatro pilotos fallecidos dentro de esta funesta racha que está mancillando el brillante historial de la AGA de San Javier. Este siniestro se produjo el 26 de agosto de 2019 y el comandante Marín (Murcia, 1978) también perdió la vida a los mandos de un C-101 tras estrellarse contra el Mar Mediterráneo, frente al kilómetro cuatro de La Manga.
“No recuerda nada igual”
Los otros dos integrantes de esta trágica lista son el comandante Daniel Melero, de 50 años y natural de Cádiz; y la alférez alumna Rosa María Almirón, de 20 años y natural de Lucena (Córdoba). El 18 de septiembre perdieron la vida en otro accidente aéreo, en esta ocasión, a bordo de una avioneta T-35: la denominada Pillán o Tamiz, con la que los alumnos de la AGA reciben instrucción básica militar y tienen que completar diecinueve sesiones de vuelo acompañados por un instructor. Es el requisito indispensable antes de poder disfrutar de lo que coloquialmente se conoce en la Academia General del Aire como la suelta: el primer vuelo solos.
Este segundo accidente se produjo en la playa de Barnuevo, cuando la avioneta Pillán impactó brutalmente contra el agua, al lado del Club Náutico de Santiago de la Ribera. “No se recuerda nada igual desde 1995 cuando se produjo un accidente en La Manga”, apuntaba el alcalde de San Javier, José Miguel Luengo, sin poder dar crédito a que este jueves su término municipal había vuelto a ser escenario del tercer siniestro que registra la AGA entre agosto de 2019 y febrero de 2020. “He hablado con el coronel para transmitirle todo nuestro apoyo desde el Ayuntamiento y para ponernos a su disposición”.
El Consistorio decretará un día de luto oficial. “Es una tragedia porque se trata de una familia muy arraigada en la zona de Santiago de la Ribera”, resaltada el regidor. De hecho, el matrimonio que componían Paula y su marido, el comandante Eduardo Garvalena, estaban muy volcados con las actividades de la comunidad educativa del colegio Nuestra Señora de Loreto al que acudían dos de sus tres hijas en la mencionada pedanía sanjaviereña.
Visita de la ministra de Defensa
Las labores de búsqueda del cuerpo del piloto se retomarán este viernes después de que fuesen movilizados infructuosamente en La Manga: un helicóptero y varias embarcaciones que solo encontraron los restos del fuselaje de la aeronave que generó una gran bola de humo al impactar con el agua. Fuentes del Ministerio de Defensa se limitaron a confirmar que el accidente se produjo durante un vuelo la Patrulla Águila: “El piloto estaba haciendo labores de entrenamiento cuando ha caído al mar”.
Es la segunda vez que un reactor C-101 protagoniza un siniestro y este se ha producido en la víspera de la visita que el próximo lunes realizará la ministra de Defensa, Margarita Robles, a la Base Aérea de Alcantarilla. Tal situación ha reavivado el debate que se abrió tras la muerte del comandante Marín sobre el estado de estas aeronaves de instrucción de la AGA que datan de 1980 y cuya vida útil acaba en 2021. En aquel momento, en agosto, la ministra negó que el Casa C-101 Aviojet estuviese obsoleto.
“Es una gran pena que se nos estén yendo tantos pilotos”, lamentaba una usuaria del Casino de Oficiales Ruiz de Alda en alusión al estado de los 92 reactores C-101 que integran la flota de la Academia General del Aire y que tras cuatro décadas suman más de 250.000 horas de vuelo. El Ministerio de Defensa los sustituirá por 24 aeronaves Pilatus, fabricadas por la compañía suiza Pilatus Aircraft LTD, con una inversión de 225 millones de euros. Pero eso poco importa ya a los familiares y amigos del comandante Eduardo Garvalena, al que llamaban cariñosamente Ayo, y cuya pérdida lloraban este jueves amargamente.
Una de sus amigas apenas podía articular palabra al recordarle: “Eduardo era una bellísima persona, siempre tenía una sonrisa y una palabra amable y sobre todo era un padre ejemplar”. De ello daban buena cuenta a diario sus tres princesitas y su esposa, Paula.