Las sirenas y los precintos sorprendieron a media mañana en el barrio residencial de Sanfuentes, en Abanto (Vizcaya). Rápidamente todas las alarmas saltaron: allí, en un apacible resquicio de la actividad urbana alrededor de Bilbao y el resto de localidades cercanas, la calma suele ser la tónica. Pero algo había cambiado: en uno de los chalés, un vecino, Faustino, había asesinado a su mujer y a su hija.
Faustino Méndez es un hombre conocido en Sanfuentes. Quizás sea por su carácter, o quizás por sus junteras. Todos los vecinos consultados por EL ESPAÑOL habían oído hablar de él o, al menos, lo habían visto. Porque Faustino tenía una imagen peculiar: a sus 60 años se autodenominaba un “friki del gimnasio” y era un gran aficionado a las pesas. Le importaban, y mucho, sus músculos.
Este miércoles, las miradas se bajaban y los que antes le saludaban, ahora rehúsan hablar. Porque Faustino, empresario de profesión, ha asesinado brutalmente a su esposa Miren, de 56 años, y a su hija en común, Paola, de 24, en el adosado familiar de Abanto. Era la una del mediodía. Después ha intentado suicidarse, según confirman fuentes policiales.
Faustino, que ya se encuentra detenido por la Ertzaintza tras localizarle en unos trasteros de Portugalete en estado semiinconsciente después de que intentara suicidarse ingiriendo pastillas, tenía varias empresas a su nombre. En total, son seis. Pero la principal y por la que era más conocido en Santurce era su inmobiliaria, Seradom. Siempre estuvo ligado a la construcción.
El negocio lo fundó con su hermana y con su cuñado, y lo mantuvieron una vez el matrimonio entre estos dos se rompió. De hecho, ese ha sido el primer lugar en el que le ha intentado localizar la Erzaintza tras confesar su crimen. Aunque no lo hizo ante las autoridades.
Realmente, Faustino lo contó en un bar de Santurce. Allí, frente al camarero, explicó lo que acababa de hacer: mató a Miren, su mujer, y cuyo cuerpo las autoridades encontraron en el salón de la casa maniatado, con un trapo en la boca y cubierto de sábanas, según detalla El Correo. También terminó brutalmente con la vida de su hija Paola: su cadáver fue encontrado en la planta de arriba, en su habitación, tirada en el suelo.
Soltó la información, dejó las llaves del domicilio y huyó. También confesó el crimen ante algunos familiares, que avisaron a la Ertzaintza. El miedo que tenían las autoridades era que Faustino continuara agrediendo o matando a más personas. Por eso, rápidamente se activó un dispositivo de búsqueda.
Así, la policía autonómica se recorrió diversos lugares de Santurce y Portugalete, donde, finalmente, encontraron su vehículo y, posteriormente, a él. Eran las cuatro y media de la tarde.
Pero Faustino no se había quedado ahí. Se había escondido en unos trasteros, muy cercanos al mítico puente colgante que une Santurce y Bilbao, y había ingerido una “gran cantidad” de pastillas, deslizan fuentes policiales citadas por Efe. Así, estaba en estado de semiinconsciencia y lo había hecho, presuntamente, para intentar suicidarse. Debido a su estado, ha sido trasladado a un centro hospitalario, donde permanece custodiado hasta que su estado permita el traslado a dependencias policiales.
Todas las personas cuestionadas por este periódico han definido a Faustino como un tipo “extraño”. Tenía otra gran rutina, además del gimnasio: el bar. Concretamente, el bar Kantxantxara, donde era más que un habitual. Se pasaba, señalan los vecinos, varias veces al día. Allí también se dejaban ver, ocasionalmente, Miren y Paola.
Sin embargo, el perfil que detallan los habitantes de Sanfuentes sobre ellas dos es radicalmente diferente. A Miren la definen como “una persona normal y encantadora”. Uno de sus grandes gestos es que iba a la tienda del barrio y se preocupada de coger cosas para su marido. Las seleccionaba: “Esto no le gusta, esto sí". Siempre pensando en él.
De Paola, en cambio, destacan sus estudios -estaba cursando el grado de Derecho Económico en la Universidad de Deusto tras haber estado toda la vida en una ikastola [escuela en euskera]- y su sonrisa. “Era una niña con un gesto muy dulce”, indica una vecina.
De confirmarse la naturaleza machista del crimen, la mujer del ahora detenido sería la víctima mortal número 16 de la violencia de género en lo que va de año en España (la 1.049 desde 2003), y la primera en el País Vasco desde 2018. Su hija, sin embargo, no figuraría en la estadística porque no es menor.