Juan Carlos de Borbón está solo. No se trata de una figura retórica, ni de una imagen evocadora. El rey emérito, cuando mira a su alrededor estos días, no encuentra a nadie. Pero no porque su hijo, Felipe VI, lo haya repudiado, no. Sencillamente, el otrora Jefe del Estado está sumido en el mismo confinamiento que el resto de españoles. Él, también en su domicilio: Zarzuela. Y, desde ahí, trata de capear el temporal.
Porque el rey emérito -población de riesgo en época de coronavirus: 82 años y una salud irregular, con una última operación a corazón abierto el pasado mes de agosto para implantarse un triple bypass- ha sido repudiado. Sus turbios negocios con fundaciones offshore han dinamitado la relación con su hijo, el Rey. Nada le protege ya.
Tanto es así que ni siquiera el Palacio podría resguardarle. Diferentes expertos en derecho constitucional aseguran, en conversación con EL ESPAÑOL, que, con la ley en la mano, Felipe VI no podría despojarle del título de Rey -emérito o no-. Pero sí que podría decidir que Juan Carlos no residiera en un recinto pagado por todos los contribuyentes, propiedad de Patrimonio Nacional. Sería su única penalización, más allá de la económica.
Traición a traición
¿Saltaría así la Familia Real por los aires? Quién sabe. Las traiciones no son ajenas a los Borbones. Y las rupturas padre e hijo, menos aún. Eso bien lo sabe Juan Carlos: ya lo vivió en sus propias carnes, con su padre, don Juan, el conde de Barcelona. De momento, Felipe VI se ha conformado con retirarle la asignación que recibía de la partida de los presupuestos generales del Estado. Pero él ya se lo hizo a su padre en dos ocasiones.
La historia es por todos conocida: fue en 1969, cuando Franco decide que el heredero a la Corona de España sea Juan Carlos y no su padre, quien ostentaba la legitimidad histórica. Pero, en aquel momento, el que sería el primer monarca constitucional en nuestro país, antes de que se hiciera público, se lo ocultó al Conde de Barcelona.
Finalmente, años más tarde, en 1977, don Juan fue despojado de todo para que su hijo pudiera reinar. Sólo mantuvo el título nobiliario: ni siquiera se quedó con la jefatura de la Casa Real. ¿Por qué? Lo dejó bien claro él: “Majestad, por España. Todo por España. ¡Viva España y viva el Rey!”, adujo, con la voz temblorosa. Todo, realmente, por conservar la institución.
La misma motivación ha habido en esta ocasión. El comunicado que la Casa del Rey emitió el domingo última hora de la tarde fue muy impactante, por su contenido y por su dureza. Era la muerte anunciada de la relación entre dos reyes, pero a nivel sentimental se trata de un duro golpe para una familia. Al parecer entre ambos la tensión era un hecho desde hacía mucho más de un año, cuando un despacho de abogados de Londres notificó a Felipe VI que era titular de una cuenta bancaria de una fundación offshore.
Nada ha tenido que ver Letizia ni la Reina Sofía. Felipe VI creó un cordón sanitario con los Urdangarin Borbón y otro, hacia la figura de Juan Carlos I. El actual Rey no quiere quitarle ni un ápice del mérito y reconocimiento que se merece el Emérito para la historia de España. Pero su reinado es contrario a los comportamientos ‘poco ejemplares’ -término que la Casa usó para el ex duque de Palma cuando saltó el Caso Nóos- de su predecesor.
Dentro de su prudencia habitual y aparente serenidad, el Rey esconde un carácter firme que no le ha impedido tomar la decisión más dura de su vida: romper con su propio padre.
Un título irreal
¿Cómo hacerlo? Emergen dos opciones. Juan Carlos seguirá siendo rey y eso no se puede evitar. Porque lo de Emérito no es oficial, es un apéndice que le pusieron cuando en 2014 tuvieron el problema de dos Reyes. “Los títulos los otorga el Rey, pero no puede alterar la línea sucesoria”, sintetiza en conversación con este periódico Manuel Pulido, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra. Y la Constitución lo establece de manera muy clara: "La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón". Es el artículo 57.
“No se le puede despojar de Rey: aunque no sea jefe del Estado, sigue siendo rey. Ya no puede renunciar tampoco aunque él quisiera porque ya no es el titular y no tiene potestad”, aduce Ana Carmona, Catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla. “No lo puedes despojar porque el concepto de monarquía lleva aparejado el concepto familia real. Es honorífico, no tiene contenido constitucional más allá de lo simbólico”.
Para el prestigioso jurista Tomás Ramón Fernández, lo de emérito “es un título que no sirve de nada, honorífico. Supongo que se podrá retirar. Es como cuando a Jordi Pujol se le retiró el título de Honorable. Quien da el honor se lo puede retirar. En este caso, serían las Cortes Generales”.
Según fuentes de Zarzuela, el problema es que tenían que haber seguido la fórmula holandesa en la que la Reina Beatriz pasó a ser Princesa cuando su hijo Guillermo llegó al trono de los Países Bajos. Pero Felipe VI no quiso hacerle esa concesión a sus padres, manteniendo el título y siguiendo la estela de Isabel II con su madre. Sin embargo, a doña Sofía lo de ‘reina madre’ no le gustaba nada y se decidió el término Emérito.
Familia Real vs Familia del Rey
A pesar del comunicado del domingo, a Felipe VI le queda tomar la decisión de convertir a su padre en Familia del Rey y dejar de ser Familia Real. Sus hermanas, las dos Infantas, pasaron a este término el día de la proclamación. Así, quedaron sólo como Familia Real los Reyes, sus hijas y los Eméritos. Nadie cree que vaya a hacerlo, porque lo cierto es que desde la jubilación forzosa de junio Juan Carlos no tiene actos en la agenda ni aparece en casi ningún lado.
“En la gestión de la Casa Real, el rey tiene potestad. El nombramiento del jefe de la Casa del Rey, por ejemplo, es la única decisión que puede tomar sin aval político. Así que sí, podría echar a Juan Carlos de Zarzuela, pero sería igual que si yo echo a mi padre de mi casa, todo a título personal”, ejemplifica la catedrática Carmona.
A ojos de la jurista de la Universidad de Sevilla, “la única salida honrosa sería que se autoexiliara, pero no se le puede despojar del título de Rey. No hay mecanismo jurídico. No lo pueden echar del Palacio porque no hay norma como tal que lo habilite, pero el Rey tendría potestad para disponer. Es un terreno muy difuso”, admite.
En la Casa de los Borbones, el Jefe es Felipe VI desde que su padre abdicara en él en 2014, por lo que no tiene que tomar ninguna decisión al respecto.
“Lo de la Zarzuela es diferente. El rey administra libremente la Casa. En ese sentido, la parte relativa a la asignación sí está establecida, pero en relación con la vivienda no se dice nada. No hay nada establecido, es un margen de confianza que se le otorga en la legislación”, aduce Manuel Pulido. “Técnicamente podría decirse que podría desahuciar al padre. Pero sería llamativo”.