Era ya tarde cuando, con las luces apuntándole y medio país atento a sus palabras, como venía siendo habitual, Pablo Motos (54 años) planteó la duda que le corroía desde hacía días. La sombra del coronavirus planeaba cada vez más cerca sobre el país y él no era ajeno. Hizo la pregunta. ¿De verdad que el Covid-19 es como una gripe pero un poco más fuerte?
No era el único a quien le barruntaba: Motos sabía que ese era el pulso de la calle. Porque, a pesar de su éxito televisivo, de sus empresas millonarias, de sus prósperos negocios, en el fondo, no olvida quién es.
O, mejor dicho, quien fue: un pobre diablo de familia humilde que incluso llegó a cometer pequeños delitos hasta que la comunicación se interpuso en su camino. Un vándalo y gamberro que se ganaba la vida dando clases de guitarra y que ahora se ha convertido, por obra y gracia del coronavirus, en el nuevo azote del Gobierno de Pedro Sánchez. Todo ello, en prime time.
Pequeños delitos y mucha guitarra
A nadie se le escapa que el humor y el análisis de la actualidad que se lleva a cabo en El Hormiguero es blanco a cosa hecha. Intencionadamente. La aspiración de Motos -y cuyo modelo es avalado noche tras noche por las audiencias que concilia- es llegar a toda la familia, desde los políticos que acuden a su plató en masa en época electoral para ser entrevistados hasta el lumpen.
Quizás porque Motos es todos ellos en uno, o, al menos, lo fue. Nació el 31 de agosto de 1965 en Requena (Valencia), un pequeño pueblo donde creció en el seno de una familia proletaria. Su padre durante la mañana era cocinero en el hospital de La Fe y por la tarde iba a la fundición, y los fines de semanas vendía revistas de ganchillo. Su madre también trabajaba, además de en el hogar.
Su espíritu desvergonzado y su ánimo alborotador, ajeno a las normas familiares y también cívicas, le llevó de una trastada a otra. Él mismo lo detalló en una de las poquísimas entrevistas que concede. Fue en una charla con Bertín Osborne. En su currículum personal se encuentra el haber incendiado su hogar dos veces o tirar al suelo el televisor para que compraran un nuevo aparato en color, porque "¿cuál sería el castigo… cuarenta segundos de azotes?". Bien merecía la pena la trasgresión, calibraba el joven Motos.
Pero no sólo en el ámbito familiar: un adolescente Pablo Motos, tal y como desveló él mismo, se dedicaba también a entrar, junto a su grupo de amigos, en casas ajenas y robar algunos objetos. Después, los revendían para conseguirse un dinero.
"Antes de que pasase nada extraño, aprendí un poquito de la calle. Pero me fui antes de que pasase nada malo (...). Éramos más de hacer el gamberro, de ir a entrar a un sitio a coger cosas, pero no llegamos a las drogas nunca", le comentó el valenciano a Osborne. Eran bien jóvenes, y parecía más una aventura que una ilegalidad. Lo cierto es que nunca le pillaron ni tuvo problemas con la Policía.
Su futuro parecía que iría de la mano de la electricidad. Había cursado un módulo de formación profesional en este área. También intentaba ganarse la vida con la música. Gracias a un amigo gitano de su pueblo, que tenía una peluquería, fue aprendiendo poco a poco. Entre semana acudía después del colegio para que su 'maestro' le diera algunas lecciones entre corte y corte; y los domingos Pablo, con su pelo pelirrojo, su tez blanquecina y su sangre paya; era uno más en las juergas flamencas donde llegaba a estar doce horas seguidas tocando la guitarra.
No se le daba nada mal, como ahora demuestra cada vez que puede en su programa. Tanto, que incluso daba clases a otras personas del pueblo, como el hijo de un médico que más tarde se convertiría en su inspiración.
Porque su vida dio un giro de 180 grados cuando un día, tras una persecución con la Policía, uno de sus amigos, el Tani, falleció. Fue un shock. Pablo recapituló y se dio cuenta que no quería que ese fuera su futuro. Que deseaba que su vida fuera un poco más como la del chico bien al que instruía en guitarra.
El salto a la radio, medio que le aupó, fue paulatino. Empezó como dj y, más tarde, Luis del Olmo fue el primero en darse cuenta de que escondía algo. A pesar de su timidez y de su aspecto pequeño, el locutor le dio una oportunidad en Onda Cero. Le llamaban 'el manta' porque se quedaba a dormir en la radio y quería aprovechar al máximo y estudiar todo lo que podía al acabar.
Más tarde, Julia Otero le ofreció ser su colaborador en su programa porque, según ella, "tenía peculiaridades que encandilaban". De 2002 a 2007 presentó el programa No somos nadie en M80 Radio, que dejó para dedicarse por completo con su equipo a El Hormiguero.
El presentador que más dinero ingresa
Lo cierto es que el programa, historia de la televisión en nuestro país, ha pasado por diferentes etapas, pero siempre con sello cien por cien Motos, para bien y para mal. Pero siempre ha sido un negocio boyante: según las últimas cifras registradas y consultadas por EL ESPAÑOL, a pesar de que ha habido un descenso respecto al ejercicio anterior, solo en 2018, 7 y acción S.L., su principal sociedad, ingresó 22,4 millones de euros.
Él es el presentador español que más dinero ingresa. Las tres empresas que el valenciano ha fundado a lo largo de su carrera para gestionar su trabajo en la televisión, con El Hormiguero como eje central, han facturado en 2018 más de 22,5 millones de euros.
Esta cifra tan considerable permite que la productora obtenga unos beneficios de 5,7 millones de euros. La causa principal de que exista una diferencia tan grande entre el dinero que ingresa y el que obtiene como beneficios es la cantidad de gastos que genera un programa como El Hormiguero.
Además de los materiales y tecnologías en las que invierten todos los años, el valenciano cuenta con un gran equipo para el que desembolsa más de 8,1 millones de euros al año.
7 y acción fue fundada en 2008 junto a su socio Jorge Salvador para la producción, postproducción y realización de eventos, pero no es su única empresa. A raíz de esta compañía, el presentador ha fundado otras dos empresas que están relacionadas con la productora: Japala Japala S.L. y Japala Guiones S.L.
Él se ha erigido de manera constante como un comunicador para el gran público, sin ánimo de casarse con nadie… excepto con la polémica. Acumula múltiples a sus espaldas. Las últimas, además de la del coronavirus, suelen tener como origen preguntas inadecuadas, comentarios machistas o bromas más propias de otro tiempo.
El coronavirus lo cambió todo
Pero la crisis del COVID-19 lo ha cambiado todo. Lo confirman desde su equipo a este periódico. Lo cierto es que El Hormiguero está saliendo adelante bajo mínimos. “Estamos los imprescindibles de los 140 trabajadores que normalmente lo hacen”, explican desde su equipo de prensa.
Aunque Motos esté acostumbrado a la polémica y "está por encima de eso", su comparación a 27 de febrero del covid-19 con la gripe y todos los comentarios que aquello generó le ha molestado especialmente porque le dejaron al pie de los caballos cuando realmente la gente "lo estaba pasando mal".
Motos aduce que él está en contra de pocas cosas en esta vida, pero una de ellas es “lo políticamente correcto”. Puede que por eso en las últimas horas quisiera dar una bofetada de realidad al Gobierno de España y a todo aquel que ostente alguna responsabilidad pública que no quiso tomarse la pandemia de coronavirus lo suficientemente en serio.
“Los españoles hemos cambiado nuestra forma de vida entera y hemos cedido hasta en lo más doloroso para trabajar en equipo. ¿De verdad los políticos no vais a estar a la altura para trabajar en equipo y que muera menos gente? Lo cierto es que para haya un equipo de verdad se tiene que poner todo el mundo de acuerdo, que haya una propuesta honesta, sin politiqueo, respeto al adversario y sobre todo tiene que haber la voluntad de que en un equipo de verdad gana la mejor idea, no la idea que dice el que manda. Y más si el que manda lleva ya muchos errores cometidos.
En fin, sois nuestros políticos, poneos en nuestra piel. Quizás ha llegado el momento de aceptar la realidad olvidar los egoísmos y ser un buen pez en el lugar que te toque”, jaleó. Puede que esta vez sí, que Motos cante las cuarenta en directo tenga repercusión en Moncloa… o no.