Lo primero que hacían era robar un coche, uno cualquiera. Siempre actuaban de madrugada, en plena noche, con los establecimientos vacíos. Luego, ya fijado el objetivo, peinaban los alrededores de la farmacia en cuestión y levantaban las tapas de las alcantarillas para usarlas como arma arrojadiza. Así rompían las lunas de los establecimientos para acceder a su interior. Ya dentro se llevaban el dinero y también los productos sanitarios oportunos. A los pocos minutos abandonaban el lugar, directos hacia un nuevo objetivo. Al terminar la operación se deshacían en cualquier parte del vehículo robado solo unas horas atrás.
La Guardia Civil llevaba semanas tras la pista de una banda de atracadores que no ha parado su actividad ni una sola noche desde que comenzó el confinamiento de la población el pasado 14 de marzo, medida esencial para detener el avance del coronavirus. En contra de lo que se pudiera pensar, los ladrones intensificaron su labor delictiva. Ahora han sido detenidos por la Benemérita en el madrileño barrio de San Blas, en el piso franco donde residían y que, al mismo tiempo, utilizaban como base logística para planear los asaltos.
Tres hombres de entre 32 y 42 años, dos de ellos de origen rumano, el tercero procedente de Moldavia, componían el grupo criminal que se había dedicado a desvalijar hasta 47 establecimientos en los últimos 50 días, más o menos los que han pasado desde que se decretó el estado de alarma.
Según relatan a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a la investigación, la mayoría de sus objetivos eran farmacias ubicadas en pequeños municipios de la provincia de Toledo, de Segovia, de Ciudad Real y de la Comunidad de Madrid. Se quedaban con el dinero y con artículos sanitarios que luego revendían en el mercado negro.
A los tres miembros de la banda se les imputan los delitos de pertenencia a grupo criminal y robos con fuerza. Y también fueron propuestos para sanción por el art. 7 del Real Decreto 463/2020 del estado de alarma. No eran novatos en la materia. Entre los tres, revelan fuentes de la investigación, sumaban unos 50 antecedentes previos por actividades de la misma naturaleza.
Operación Blackrook-Cervero
Se les atribuyen robos con fuerza durante la cuarentena en todo tipo de comercios. Bares, ópticas, gasolineras... No hubo una noche que descansaran. Pero a por lo que más iban era a por las farmacias. En este sentido cometieron asaltos en farmacias de Toledo (Olías del Rey, Mazarambroz, Añover del Tajo, Almonacid, Seseña, Numancia de la Sagra, Villarubia de Santiago, Mocejón, Carranque, Casarrubios del Monte, Ventas de Retamosa, Polán o Val de Santo Domingo); Madrid (El Álamo, Buitrago, La Cabrera, San Agustín de Guadalix, Las Rozas, Villanueva del Pardillo y Navalcarnero); Ciudad Real (Ciudadrealeña y Campo de Criptana), y Segovia (Boceguillas).
La operación fue bautizada con el nombre 'Blackroof-Cervero'. Comenzó en Illescas (Toledo) después de que se abrieran allí diligencias porque uno de sus saques se había perpetrado en esa localidad. "Los autores accedían forzando los cierres de los establecimientos en unas ocasiones o por rotura del cristal de puertas y ventanas en otras, usando para ello las tapas de las alcantarillas que hallaban en las proximidades”, detallan fuentes del Instituto Armado.
Se puso entonces todo en marcha, y recayó en manos de agentes pertenecientes a la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil de Toledo, a los Equipos Roca de la Guardia Civil de Illescas y Mora y al Grupo de Delincuencia Organizada de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Guardia Civil de Madrid. Han contado también con la colaboración de agentes pertenecientes a la USECIC de la Comandancia de Madrid.
Piso en San Blas
Fue debido a estas actividades ilícitas - y a los robos nocturnos efectuados por la banda- que los agentes establecieron dispositivos de vigilancia para evitar más atracos en determinados lugares que consideraron posibles objetivos del grupo. Por ello pusieron a destacamentos de distintos agentes a vigilar farmacias, bares y gasolineras de Toledo y de Madrid.
Cuando dieron con ellos se percataron de que eran viejos conocidos. Figuraban en sus bases de datos, con un largo historial delictivo. Muchos antecedentes, sobre todo en delitos contra el patrimonio. Los tres habían trabajado antes juntos. En algunos procedimientos anteriores habían sido detenido por lo menos dos de ellos.
Solían emplear un procedimiento similar al de ahora, hurtando coches para dar luego golpes en bares cerrados, vaciando los depósitos y el dinero de las máquinas tragaperras de las cafeterías y los pubs. Al llegar el estado de alarma decidieron cambiar de estrategia y también de establecimientos. Vieron la posibilidad del negocio en los asaltos a las farmacias y se lanzaron a ella, llegando a cometer incluso varios robos por noche.
Los tres compartían piso en el barrio madrileño de San Blas. En ese apartamento vivían dos de ellos de alquiler. El tercero residía en una vivienda cercana. Fue allí donde les atraparon y donde encontraron no solo el material utilizado para robar primero los automóviles. Hallaron también un buen lote de los productos sustraídos de las farmacias. Incluso requisaron un paquete de 108 gramos de cocaína.