Cuando la Guardia Civil lo detuvo el 20 de abril, no era la primera ni la segunda vez que Leo S. (40) se saltaba el confinamiento en pleno estado de alarma. Se trataba de la decimosexta desde que el Gobierno hubiese decretado la cuarentena para todos los españoles. La gota que colmó el vaso aquel día fue que además de haber cogido el coche sin la autorización pertinente, también ocultaba droga en su ropa interior.
Ese mismo lunes, tras la celebración de un juicio rápido, el juez dictaba prisión provisional, comunicada y sin fianza para este logroñés y ganadero ovejero de profesión en el centro penitenciario de la capital riojana. Donde, durante 14 días, estaría en aislamiento sanitario y sin opción a salir a ningún área de la prisión. Una situación que esté interno no pudo soportar, según cuentan fuentes penitenciarias a EL ESPAÑOL, y por la que acabó quitándose la vida dentro de la celda.
Fue un ordenanza quien dio la voz de alarma tras intentar contactar con él a través de la ventana y recibir una respuesta poco congruente. Este encargado avisó a un funcionario de prisión, quien se dirigió hacia la celda del logroñés, donde este se había ahorcado con una sábana desde el radiador.
El trabajador le realizó maniobras de reanimación durante 25 minutos, pero no pudo hacer nada por salvar su vida y certificó su muerte. Leo S., más conocido como Moncho entre sus amigos, no tenía el protocolo antisuicidio al no ser posible estar acompañado de otro interno por el aislamiento sanitario por el COVID-19. Dadas estas circunstancias, un juzgado de Guardia de Logroño ha asumido el caso e Instituciones Penitenciarias ha abierto una investigación sobre lo ocurrido.
Antecedentes
El fallecido, casado y con tres hijos pequeños, según precisan fuentes penitenciarias, no era la primera vez que ingresaba en prisión. Ya lo hizo en 2018 por la comisión de un delito de conducción temeraria, por el que llegó a acuerdo de conformidad en el juicio y no tuvo que cumplir la totalidad de la pena en el centro. Ese tiempo, no obstante, le sirvió para hacer buenos amigos en la cárcel, bajo el pretexto de garantizarles a muchos de ellos un trabajo cuando consiguiesen la libertad.
Un promesa que este logroñés cumplió contratando a muchos de ellos en la finca ganadera en la que trabajaba él y de la que era dueño su padre, ambos oriundos de un pueblo cercano a la capital riojana.
"Cuando él volvió a la cárcel, todo el mundo le conocía, era muy querido aquí porque ayudó a numerosos reclusos a reinsertarse en la sociedad; a muchos les vino muy bien para conseguir el tercer grado", cuenta un funcionario a este periódico. No obstante, su primer paso por la prisión, además de tener problemas con el alcohol, también le llevó a la adicción de algunas drogas. Lo que terminó, en cierto modo, por desordenar su vida cuando salió de prisión.
A pesar de ello, Moncho se volcaba en el cuidado de sus tres hijos pequeños y de su pareja, y luchaba por dejar las drogas. También amaba su trabajo, en el que pasaba gran parte del día con sus ovejas tanto en su finca como cuando le tocaba sacarlas a pastar. Apenas quedaban horas para que su confinamiento de 14 días terminase, pero Leo S. no pudo soportar la situación de aislamiento extremo que se vio obligado a cumplir.
Sin salir al patio
"Tenía problemas de adicciones y encerrado las 24 horas en una celda, sin ni siquiera salir al patio, al final no pudo soportar la situación", señala este funcionario, quien critica que, sin tener ningún positivo entre los reclusos, este centro penitenciario haya prohibido incluso salir a los presos en solitario al patio.
Los funcionarios de prisiones, entre tanto, también critican las condiciones en las que se ven obligados a trabajar, no solo por la crisis sanitaria, sino cada día que van a trabajar a la cárcel. "Llevamos años pidiendo ser considerados Agentes de la Autoridad, lo que nos daría seguridad jurídica frente a las agresiones de los internos. Si fuese así, serían agresiones contra la autoridad y no leves como lo son ahora", denuncian desde la asociación profesional Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM).
Estos trabajadores reclaman que su trabajo sea dignificado y que reciban un trato igual que el reciben las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. "Hasta la formación del último Gobierno, pertenecíamos a la Secretaría de Estado de Seguridad junto a Policía Nacional y Guardia Civil dentro del Ministerio del Interior, pero no nos incluyeron en la subidas salariales ni en tener mínimo el nivel 17. Nos denominan como Ayudantes de Instituciones Penitenciarias desde hace 12 años, pero no somos auxiliares de nadie, somos los agentes en la prisión", sentencia.