En el juego de la política, muchas veces sucio, hay una suerte de regla que se da por consensuada: una cosa es la res privata, lo que atañe sólo al protagonista, y otra la res publica, que es patrimonio de todos. Una cosa es que un político se corra orgías -que los hay- y otra bien distinta que la cocaína de esas fiestas se pague con dinero de todos -que también ha pasado-. En el caso de Pablo Iglesias, sin embargo, esa línea divisoria ha saltado por los aires. Desde que el líder de Podemos se compró un chalé en Galapagar aquel fatídico 2018, la casa más famosa de España ha tenido la habilidad prácticamente de convertir una renovación de los rodapiés en una cuestión de Estado.
La última polémica en torno a la vivienda ha caído esta misma semana. En la calle que pasar por enfrente, rodeada de otros chalés similares y donde suele reinar la calma, ahora hay varios agentes de los Grupos de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil. Una unidad de élite, pensada para el control de masas en disturbios y catástrofes, hace de centinela de esta Moncloa 2.0. Su labor estos días es que nadie moleste al vicepresidente e Irene Montero en las caceroladas de las 21.00. Esto a pesar de que, ahí, sólo va en realidad un pequeño grupo de exaltados que no tienen nada mejor que hacer a esa hora todos los días.
Pero hay 14 polémicas más. Algunas, las menos, han quedado relegadas a mero chascarrillo de barra de bar. Otras, en cambio, han estado a punto de descabezar Podemos e incluso han llegado a partir la formación morada en dos. La compra del chalé ha redefinido la imagen de Pablo Iglesias (y de Irene Montero) hasta límites insospechados. Es el resultado de decir esto, criticar aquello y hacer en tus propias carnes esto y aquello. Y el fantasma de Galapagar no ha dejado de atormentar y perseguir a los líderes de Podemos desde aquel día que pensaron que sería una buena idea mudarse ahí.
1. El referéndum
Como todo lo malo en estos tiempos modernos, esta historia arranca con un tuit. “¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo?”, publicó Pablo Iglesias en 2012, en referencia una vivienda que adquirió el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos. Con un efecto boomerang que ya parecía que se había perdido en el horizonte, sus palabras se volvieron contra él seis años después al comprar el chalé en Galapagar.
Más allá del impacto mediático de la paradoja, esta decisión caló tanto en su propia formación que Iglesias y Montero acabaron haciendo un referéndum entre sus bases, legitimando así el debate en torno al chalé. Algo inédito en política, pero la vivienda casi les cuesta el puesto. La consulta fue la que mayor participación cosechó entre los inscritos -e inscritas- y salió que sí. Ese mismo año sufrieron el enfrentamiento de Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, se fue Xavier Domènech y Teresa Rodríguez, desde Andalucía, declaró la guerra a Iglesias. A punto estuvo el partido de desvanecerse entre luchas fratricidas.
2. La ganga
Hay un rumor que recorre las agencias inmobiliarias de Galapagar, y es que esa casa difícilmente cuesta los 615.000 que aseguran desde Podemos que ha valido la vivienda. El precio parece, para muchos, realmente bajo. Y esta también ha sido una de las polémicas sonadas en torno a ello. Al final, la casa cuenta con una parcela de 2.352 metros cuadrados en la que hay una vivienda de 248 metros cuadrados, un salón de 40, amplio jardín, armarios empotrados, sala de lavandería y tres dormitorios, el principal con vestidor y baño completo en mármol travertino. También tiene una casa de invitados. Eso, una ganga.
3. La mejor hipoteca de España
En un nuevo episodio de, como escribiría Orwell, todos los animales son iguales pero unos son más iguales que otros, está la hipoteca. Querido lector, usted no podría ni en sueños aspirar a tener una hipoteca como la de Iglesias y Montero. Según ellos, contrajeron una deuda de 540.000 euros, a tipo fijo con un plazo de 30 años y un interés del 0,5%. Según publicó Bolsamanía, la mejor hipoteca de España ofrecía, en el momento en el que contrajeron la deuda los líderes de Podemos, un interés del 1,5%. Ni siquiera la Caja de Ingenieros que se la ofreció ofertaba eso al resto de clientes. Es el problema de no ser tan igual como otros.
4. El golpe de Kichi
Mientras el núcleo duro de Iglesias -formado por sus leales Pablo Echenique y Juan Carlos Monedero, entre otros- se cuidaba de los ataques del comodín de las cloacas mediáticas, el mayor golpe contra el chalé le vino de entre sus propias filas. Fue el alcalde de Cádiz, José María González, alias Kichi, el que lo propinó. “El código ético de Podemos no es una formalidad, es el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones y supone renunciar a privilegios como el exceso de sueldo”, escribió. “Por eso ni lo he pensado ni quiero dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante en el barrio de La Viña con mi compañera, que ya es bastante privilegio vivir en La Viña, en Cádiz y con Teresa”, apuntaló. Y poco más que añadir, la fractura estaba consolidada.
5. Averiguar a los díscolos
Si bien la consulta sobre si Iglesias y Montero debían seguir al frente o no les valió para ondear la bandera de la democracia y la participación ciudadana, todo quedó desdibujado cuando se supo que intentaron obtener información privilegiada sobre la consulta. La dirección de Podemos quería conocer el sentido de los votos de algunos dirigentes y de los territorios en los que éstos eran fuertes, según adelantó Vozpópuli. Unos meses antes, el partido prescindió de la empresa externa que organizaba las consultas y, antes de que saltara la nueva polémica, despidió a los abogados que estaban llevando a cabo investigaciones internas.
6. Podemos paga
Quizás lo que no sabían las bases cuando votaron que sí a la continuidad de Iglesias y Montero tras el escándalo del chalé es que también iban a tener que pagar ellos los gastos privados de la cabeza bicéfala de la formación. Resulta que poco después del referéndum se conoció -nueva polémica- que el propio partido estaba pagando al guardia de seguridad que tenían en la vivienda. El guarda pertenecía a la empresa Seguridad Hispánica de Vigilancia y Protección (Sehivipro) y el precio era de 21,17 euros por hora.
7. Garita sin luz ni calefacción
Antes de que la protección personalizada a Pablo Iglesias se profesionalizara tanto como lo está ahora, había una garita de la Guardia Civil. Después de estar días mirando por la seguridad de la vivienda, los agentes de la benemérita pidieron instalar ahí una garita. Y se hizo. Pero tuvo un problema, tal como desveló EL ESPAÑOL: al poco de instalarse, en enero, se dieron cuenta de que el generador hacía demasiado ruido, los vecinos se quejaron a la Policía Local, y los agentes se quedaron sin luz ni calefacción. Ahí, a pasar 24 horas en invierno.
8. La escolta-niñera
Cuando uno se hace casta, se hace casta hasta la cocina, no valen medias tintas. Si bien esta polémica no va exclusivamente del chalé, sí que abarca la forma de vida de la pareja Iglesias-Montero desde que llegaron a urbanización de Galapagar. Y es que en noviembre del año pasado, una trabajadora de Unidas Podemos denunció al partido por un trato discriminatorio. Era la escolta de Montero. Pero no hacía solo de escolta. También hacía recados, la compra, iba a por potitos para los bebés, llevaba y traía a amigos a la casa, se encargaba del mantenimiento privado de sus vehículos, hacía horas extra… etcétera. Uno paladea la miel de la casta si no explota a sus trabajadores.
9. La salus
También es cosa de las clases altas aquello de recurrir a una salus, una especie de cuidadora para los niños al poco de nacer. Montero e Iglesias recurrieron a este servicio después de que nacieran sus dos primeros hijos, Manuel y Leo. Querer ayuda no representa a ninguna clase, pero sí poder pagar 100 euros la noche, que es lo que le costaba a los líderes de Podemos la asistencia. Esta desconexión con la vida humilde no hizo sino apuntalar el alejamiento de los líderes de la formación respecto a las clases trabajadoras a las que representan.
10. El coche oficial
La materialización de esta nueva vida quedó plasmada la primera vez que se vio a Pablo Iglesias subirse a un coche oficial. En principio, que el vicepresidente del Gobierno se mueva en un Ford Mondeo Titanium a cargo del Estado no tiene nada irregular. Pero generó ruido, y mucho, por lo que representa. A lo lejos resuenan las palabras de Kichi, “es el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones y supone renunciar a privilegios”. Así, subiendo al coche oficial, en una imagen que hasta ocupó la portada de algunos diarios, Iglesias se reconvertía en una suerte de Evita Perón, que ayudaba a los derrotados con trajes hechos a medida.
11. Parque natural
La polémica del chalé no sólo ha quedado relegada a lo que ocurre dentro de sus (amplias) cuatro paredes, sino que también afecta a dónde está construido. La parcela en la que se encuentra la vivienda es parte del Parque Regional del Curso Medio del Guadarrama, un área protegida. La casa, construida en 2002 contraviene así lo dispuesto en el plan urbanístico de Galapagar, elaborado en 1976. Así, sabiéndose esto, el chalé no sólo atormenta a Iglesias por las decisiones que él toma, sino por las que tomaron otros antes que él.
12. Escrachador escrachado
Y, entonces, llegó el coronavirus. La pandemia, lejos de centrar el debate en otras cosas más serias también ha servido para acumular nuevos capítulos a las polémicas que rodean el chalé de Galapagar. Esto ha crecido desde que, desde la derecha, se han empezado a popularizar las caceroladas a las 21.00 como respuesta a la gestión del Gobierno de Sánchez. Si Iglesias antes aplaudía los escraches, que decía que eran “jarabe democrático”, y decía que las fuerzas y cuerpos de seguridad están al servicio de unos pocos, ahora es él el que recibe los escraches y son esas mismas fuerzas las que vigilan por su seguridad. Porque es vicepresidente, dirán. Cuando Soraya Sáenz de Santamaría lo fue, también sufrió escraches y no había vigilia permanente para su seguridad.
13. Banderas fuera
Dentro del operativo policial que se ha desplegado para blindar el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero, hay una medida que ha resultado especialmente polémica. Según las instrucciones del Mando de Operaciones de la Guardia Civil, no se pueden colocar banderas o pancartas en “vallado o muro exterior” de la vivienda (faltaría más) ni en “calles circundantes o aledañas”. Es decir, que si un vecino de Pablo Iglesias decide colocar una bandera, ya sea la republicana o la que sea, en la puerta de su casa, estaría incumpliendo la norma. Esto podría ir en contra de la libertad de expresión de los particulares.
14. Compra sin mascarilla
Otra de las polémicas que han asaltado al vicepresidente del Gobierno durante esta cuarentena tuvo lugar el pasado 26 de abril. Se conoció que Iglesias había ido a hacer la compra al Supercor de Galapagar y que ni él ni su escolta llevaban puesto mascarilla. Si bien esto sucedió antes de que su uso fuera obligatorio, tanto Fernando Simón como el Ministerio de Sanidad habían incidido en numerosas ocasiones sobre la recomendación de llevarlas siempre. Si a esto se suma todas las veces que Iglesias se saltó la cuarentena que debía guardar, ejemplifica cómo las reglas a las que están sometidos los demás no van con él.
15. Los especialistas en control de masas
Y la última, la de esta semana, con la que arranca este texto. La protección del chalé de Iglesias ha llegado hasta unos límites insospechados. Ya queda lejos el guardia de seguridad privada y la garita sin luz ni calefacción. Ahora es la élite, los miembros de los Grupos de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil, colocados ahí por el Ministerio del Interior, según adelanta El Mundo. Si bien en los disturbios de Cataluña Marlaska optó por dejarlos acuartelados, en Galapagar sí que tienen permiso para salir a la calle. Es como si el peligro de los cayetanos no se pudiera subestimar.