Los supermercados, hoy en día, venden multitud de tomates “de la huerta”. Pero, en muchos casos, no sabemos realmente a qué se refieren con ello o de qué huerta están hablando. No sabemos si la huerta está en Murcia, Andalucía o, directamente, fuera de España y de la Unión Europea. Ni tampoco si lo que ofertan los súpers son tomates producidos de manera convencional o ecológica. En ocasiones, de hecho, es complicado diferenciar los buenos y ecológicos, que saben como los de antes, de los 'malos', que también tienen propiedades nutritivas, pero al ser producidos para el gran consumo tienen menos sabor y son más perfectos en aspecto y forma.
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con Ecotomate, una empresa fundada hace seis años por Carlos Almoguera (34 años) y Juan Almoguera (37), dos hermanos e ingenieros agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, que desvelan cómo el consumidor puede diferenciar los tomates ecológicos de los convencionales a la hora de comprarlos en las distintas superficies o fruterías.
Carlos, uno de los hermanos que han creado la citada empresa en Lorca (Murcia), explica a este periódico que hay cinco diferencias “clave” para poder distinguir entre un tomate ecológico -u orgánico- de uno convencional. “Cuatro de estas diferencias son observables a simple vista, pero, para la quinta, ya habría que cortar y consumir el tomate”, asegura Carlos. Pero, usted, como consumidor, ¿cómo puede ver en un supermercado que el tomate es realmente ecológico para que no le den gato por liebre?
Los cuatro aspectos físicos
“La primera diferencia tiene que ver con el tamaño y forma del tomate, con su aspecto físico: los tomates ecológicos son desiguales. Suele haber algunos rajados y son de tamaños distintos. También tienen diferentes formas (alargados, redondos, aperados, etc.), siendo de la misma variedad o, incluso, proviniendo de la misma planta. Sin embargo, los convencionales son homogéneos en cuanto a tamaño y forma, lo que nos indica que no son ecológicos”, desvela el ingeniero agrónomo de Ecotomate.
El segundo aspecto tiene que ver con el olor. “Un tomate convencional o transgénico, por lo general, casi no huele”, sentencia el empresario murciano. “El tomate ecológico, no obstante, huele mucho, tanto la propia fruta como la planta. De hecho, si paso un rato rodeado de nuestras tomateras, mi ropa acaba oliendo a tomate, ya que las plantas de tomate se pueden considerar casi aromáticas”, continúa Carlos.
El ojo humano, además, es capaz de percibir otra característica determinante para que no le engañen. En este caso, hablamos del color. El ingeniero agrónomo Carlos explica que “la maduración comercial, la que suelen tener los tomates convencionales, es regular. Son del mismo color. Por el contrario, el color de los tomates ecológicos está determinado por una maduración natural, que hace que un fruto pueda estar por un lado rojo y, por otro, verde”.
De hecho, si usted quiere ser minucioso a la hora de seleccionar el tomate que va a introducir en su cesta de la compra, es fundamental que observe la cuarta característica: el etiquetado. “Los ecológicos deben tener un sello o una certificación ecológica expedida por los organismos competentes. En nuestro caso es el Consejo de Agricultura Ecológica de la Región de Murcia (CAER), que forma parte de Intereco, una red nacional en la que están inmersos los diferentes consejos de agricultura ecológica de todo el país”, argumenta Carlos.
“Buscar el origen del producto”
En este sentido, Alfonso Gálvez, secretario general de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) en Murcia, destaca que “el consumidor debe buscar el origen del producto. En otras palabras, si viene de Alicante, Murcia o Andalucía”. El motivo de esto, según aclara Gálvez, es que “todos los certificados que tienen que tener los agricultores españoles para producir y comerciar acreditan que tengamos los productos más seguros del mundo”.
Algo que puede que no se cumpla si se observa en la etiqueta que el producto viene de un país de fuera de la Unión Europea, como puede ser Marruecos, Sudáfrica o Argelia, pues es más difícil saber las condiciones en las que se ha producido. “Además, la introducción de género hortícola de fuera de la Unión Europea, que no ha tenido control de la producción (transgénica en algunos casos) y las condiciones laborales (a veces, de esclavitud) inciden en que los agricultores españoles abandonen sus tierras, ya que no pueden competir con los precios de los productos importados”, se queja el agrónomo Carlos.
-¿Y cuál es la diferencia en los precios de producción?
-La diferencia de precios llega hasta tal punto de que un tomate convencional producido en Argelia, por ejemplo, cuesta cinco céntimos el kilo, mientras que en España un tomate convencional cuesta producirlo entre 30 y 50 céntimos cada kilo. Y ya si hablamos de auténticos tomates ecológicos, producir cada kilo sale a 80 céntimos. A veces, se supera el euro, debido a la mano de obra y a los insumos mejores que usan los agricultores españoles para elaborar sus productos.
Pese a esto, Gálvez, secretario general de Asaja en Murcia, explica a este diario que “la mayor parte de los tomates que se encuentran en las estanterías de los supermercados son nacionales”. Sin embargo, pide al consumidor que mire bien las etiquetas. Por ello, avisa: “De vez en cuando hay tomates de Marruecos que se reetiquetan como tomates de Almería”, por lo que es importante observar los certificados de calidad.
El sabor, la quinta diferencia
La quinta y última diferencia que detecta el agrónomo Carlos, uno de los dos líderes de Ecotomate, tiene que ver con el sabor. “Hay que comerlos casi al momento de ser producidos, porque no aguantan tanto como los convencionales sin ablandarse -estos llegan al mes y medio-. Los tomates ecológicos al abrirlos, probarlos y saborearlos son más fuertes y carnosos que un tomate convencional”. Pero, claro, usted como consumidor, ya tendría que comprar ambos tipos para que su paladar sienta la diferencia.
Aun así, la suerte es que en España se produce tomate todo el año -ya sea convencional o ecológico-. “Hay dos campañas de producción agrícola de tomates en este país. Por un lado, otoño-invierno y, por otro, primavera-verano. Se hace para que los agricultores puedan producir durante todo el año. Eso sí, en otoño e invierno se producen en invernaderos y en primavera y verano, al aire libre”, explica Alfonso Gálvez, de Asaja.
De ahí que Carlos, Juan y Gálvez apuesten por el producto nacional. “De hecho, observamos desde Asaja que después de la crisis del coronavirus la gente está empezando a consumir más productos nacionales”, destaca Gálvez. Por ello, opina que “tenemos la obligación de crear una imagen de marca y promocionar el tomate español y apostar por la diferenciación de marca de calidad”. Una idea que hace seis años entendieron los hermanos Carlos y Juan Alomoguera, con Ecotomate, que añaden el plus de la producción ecológica del tomate bajo el lema “un sabor gourmet, un producto eco”.