El combate más duro que hasta ahora ha librado José Pablo -aficionado al boxeo- ha sido contra un púgil de 0,000125 milímetros, conocido como ‘el bicho’, y que estuvo a punto de tirar a la lona la prometedora vida que este joven tenía por delante. “Pasé por la UCI y casi me hacen una traqueotomía, pero tuve suerte porque la medicación me hizo reaccionar”, subraya el joven. A sus 26 años ha vuelto a nacer tras superar la neumonía bilateral que le causó el coronavirus. El perfil de este paciente, un veinteañero diagnosticado de Covid-19, al inicio de la pandemia era una ‘rara avis’ en las estadísticas, pero con la nueva normalidad la edad de los casos positivos se ha desplomado y los menores de 30 años ya acaparan uno de cada cuatro contagios.
El Instituto de Salud Carlos III ha analizado 25.658 casos desde mayo y alerta de que no solo se ha rebajado notablemente la media de edad del paciente tipo, de los 61 a los 44 años, sino que además la población joven está en la diana del ‘bicho’: el 19% de los contagios actuales (4.929) tienen entre 15 y 30 años. EL ESPAÑOL ha accedido a una radiografía de los pulmones de este nuevo perfil de paciente: un treintañero, afectado por coronavirus y que presenta la temida neumonía bilateral. La imagen evidencia los estragos del Covid-19: el tórax no está bien insuflado, las bases de los pulmones no están definidas y no pueden realizar una inspiración profunda a causa de una especie de neblina -un infiltrado inflamatorio- que impide visionar los arcos costales y algunos tejidos.
La radiografía publicada pertenece a un paciente joven que ingresó en el Hospital Clínico San Cecilio de Granada el 30 de marzo. Esas inocentes nubecillas blancas de la neumonía bilateral le provocaron tales problemas respiratorios a este treintañero que tuvo que ser intubado antes de ser trasladado durante 12 días a la Unidad de Cuidados Intensivos. A mediados de abril recibió el alta tras vencer al coronavirus. El periodista le muestra la imagen a José Pablo, vecino de Molina de Segura (Murcia) y se estremece al verla: “Mis pulmones estaban así y el pecho me dolía mucho”.
Este molinense, de 26 años, accede a narrar su caso a este periódico porque quiere lanzar un mensaje de concienciación a los jóvenes detrás de una veintena de rebrotes en diversos puntos del país cuyo hilo conductor ha sido el ocio nocturno: botellones, macrofiestas, discotecas y locales de copas. “Al principio yo era un inconsciente con esta enfermedad”, se sincera José Pablo para lanzar una advertencia a la gente de su generación: “Pensaba que el coronavirus era una tontería hasta que me pilló”. Esa inconsciencia fruto de su juventud le llevó a desplazarse a Madrid días antes de que se declarase el estado de alarma, cuando ‘el bicho’ ya campaba a sus anchas por la capital de España.
La primera lección
“El motivo del viaje era visitar a mi novia, Diana, y al final decidimos pasar juntos la cuarenta en una casa que su familia tiene en Sotillo de la Adrada”. Primera lección que aprendió del Covid-19: es un enemigo invisible. “No sé dónde ni cómo me contagié: pudo ser en Madrid o en Ávila”. El caso es que al poco tiempo de llegar al citado pueblo abulense, de menos de 5.000 habitantes, el coronavirus ya estaba pululando por el organismo de este veinteañero. “Tuve que ir al médico porque cada vez que me acostaba sentía presión en el pecho”.
El historial clínico de José Pablo pone de manifiesto la segunda lección que se puede extraer de su caso: el sistema sanitario español no estaba preparado para combatir la pandemia porque a pesar de lo que ya se estaba viviendo en la vecina Italia, a este joven no le hicieron ningún test cuando acudió el 12 de marzo al centro de salud de Sotillo de la Adrada. “El médico me diagnosticó una neumonía, me recetó antibióticos y me mandó para casa”. Como si se tratara de una gripe fuerte.
Al centro de salud
Sus síntomas se fueron agravando poniendo de manifiesto que se trataba de un coronavirus de manual: tos, fiebre, cansancio y neumonía. “No podía respirar bien”. Aquí llega la tercera lección que se desprende del currículum médico de José Pablo: el Ministerio de Sanidad erró sacando de la ecuación del Covid-19 a la población joven y centrando el grueso de sus mensajes de alerta en las personas mayores, con patologías previas. De hecho, como este veinteañero no entraba en el perfil de edad de riesgo, pasaron 36 días hasta que a la tercera vez que fue al centro de salud de Sotillo de la Adrada le derivaron al Hospital de Ávila. “Me dijeron que fuese a urgencias hospitalarias porque cuando acudí al médico iba que me desplomaba”. ¿A cuantas personas había podido contagiar desde el 12 de marzo?
El 17 de abril ingresó en el mencionado centro hospitalario y comenzó la cuarta lección que se puede extraer del caso de este joven: al principio los test de Covid-19 fallaban más que una escopetilla de feria porque José Pablo dio negativo. El 20 de abril le dieron el alta. La fortaleza propia de un chico, de 26 años, fue el único factor que le permitió aguantar otras 48 horas en la casa de su novia hasta que sus problemas respiratorios se impusieron obligándole a regresar al Hospital de Ávila. “El 22 de abril acude de nuevo a Urgencias por fiebre y aumento de la disnea, con empeoramiento analítico, observando aumento del derrame pericárdico, por lo que el día 26 se traslada a la UCI del Hospital Universitario de Salamanca”, tal y como recogen los informes médicos.
En el centro salmantino por fin le diagnosticaron Covid con neumonía bilateral y derrame pericárdico. José Pablo llevaba peleando con el coronavirus desde marzo y todavía le restaban los 12 días más duros de su joven existencia. Prueba de ello son los vídeos y fotos sobre su hospitalización que muestra a este diario para ilustrar el desgaste físico que acumulaba a pesar de su fortaleza y juventud. “Ni la morfina me aliviaba el dolor”.
- ¿En qué pensaba durante su ingreso hospitalario?
- En la soledad. Nadie podía venir a verme. Mis padres y mi novia lloraban cuando me llamaban por teléfono al ver cómo estaba. Yo les decía que les quería mucho y les pedí perdón por algunas cosas que había hecho mal. No dejaba de pensar que tenía 26 años y la vida se te pasa rápido. Estaba muy asustado porque me dolía mucho el pecho y había noches que me despertaba sin poder respirar y me ponía a llorar.
- ¿Qué fue lo más duro del Covid-19?
- Me sentía como un mono de feria porque mi habitación tenía cristaleras y parecía un acuario para que los médicos pudiesen verme todo el tiempo: no tenía intimidad ni para hacer mis necesidades. Estaba desnudo en la cama, solo llevaba una bata, por si me tenían que poner una vía en caso de sufrir alguna complicación. Todo lo que tomaba era suero por la vena, tenía más de 38 grados de fiebre, líquido en los pulmones, casi se me coagularon las piernas y me bajó el nivel de oxígeno en sangre. A veces hasta deliraba. Perdí ocho kilos de peso.
Las secuelas del ‘bicho’
El 7 de mayo recibió el alta hospitalaria. Este boxeador aficionado dejó KO al ‘bicho’, pero ese combate a vida o muerte le acarreó secuelas a su salud porque sus pulmones de veinteañero estuvieron demasiado tiempo con un aspecto similar a la radiografía de neumonía bilateral que ilustra este reportaje. “Tengo una pericarditis, cada quince días voy al cardiólogo y tengo que tomar corticoides, colchicina y aspirina”. Esta es la quinta lección que hay que tener en cuenta del caso de José Pablo: los jóvenes no son inmunes al Covid-19 y, aunque superen la enfermedad, ello no es sinónimo de recuperar de inmediato la rutina diaria. “Todavía me siento débil”.
Este verano está siendo el más atípico en la vida de José Pablo porque no hay salidas nocturnas ni escapadas veraniegas para hacer turismo por algún rincón de Europa o para disfrutar de las playas de Mojácar. Tampoco puede someter su imponente físico plagado de tatuajes a las sesiones de entrenamiento diario que antes hacía boxeando, practicando crossfit, saliendo a correr o cubriendo rutas en bicicleta. “Parezco una persona mayor porque no puedo hacer esfuerzos”, se lamenta. El cardiólogo le tiene prohibido practicar deporte durante seis meses por la pericarditis aguda refractaria que padece.
- ¿Qué reflexión personal saca de su dura batalla con el coronavirus?
- No te das cuenta de todas las cosas buenas que tienes hasta que las pierdes. Todo esto me ha servido para pensar que quiero encauzar mi vida. En septiembre comenzaré un módulo de Formación Profesional de Protección Civil y Emergencias Sanitarias porque quiero ser bombero forestal.
- ¿Qué mensaje le lanzaría a esos jóvenes que son de su edad y que salen de fiesta vulnerando los protocolos sanitarios, arriesgándose a contagiarse y contribuyendo a generar rebrotes de coronavirus entre la población?
- Pues que no están siendo conscientes de la situación. Después de todo lo que hemos vivido con el Covid parece que no ha ocurrido nada y si no recordamos lo que hemos sufrido y no nos preocupamos de medidas sanitarias elementales, como la mascarilla y la distancia social, vamos a acabar muy mal. De aquí a septiembre estaremos en cuarentena otra vez si no cambiamos. Es una cuestión de no ser egoísta. Tenemos que pensar que podemos contagiar a nuestros propios familiares y perjudicar la economía del país y los negocios de mucha gente. Podemos perjudicar nuestro propio futuro. Si te tienes que joder y no salir, pues no salgas, hasta que pase la pandemia.
Ocho autonomías restringen la fiesta
De momento, ocho comunidades autónomas -Murcia, Cataluña, Baleares, Aragón, Navarra, Galicia, Valencia y Castilla-La Mancha- han impuesto restricciones o medidas preventivas para combatir los preocupantes rebrotes ligados al ocio nocturno. Spain Nightlife, la patronal que agrupa a bares de copas, restaurantes, discotecas y actividades de playa, advierte de que en los próximos meses si el panorama no cambia podrían cerrar el 50% de los locales de ocio nocturno de España. Estos mensajes no están calando entre las autoridades sanitarias autonómicas que tienen en la diana a la noche como el motor que expolea los contagios entre los jóvenes.
A María Montes, neumóloga del Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada, no le causan extrañeza los contagios entre la población más joven porque al inicio del estado de alarma comprobó que no era una regla exacta eso de que a mayor edad los casos eran más graves: “Cuando empecé a ver pacientes con coronavirus, lo que más me sorprendió es que no había relación con la realidad que transmitieron sobre el brote de China, porque la población que vi en esa guardia era mayoritariamente joven y eran los que peor estaban”.
Durante aquella jornada de trabajo tuvo que derivar a la UCI a pacientes de 33 años. “Ese sábado sentí impotencia y pánico al pensar que el primer día tenía ya a gente joven, con criterios de intubación, por distrés respiratorio grave”, recuerda la doctora María Montes. Para esta especialista no se puede vincular exclusivamente el Covid-19 a pacientes de edad avanzada, con patologías previas o crónicas. “No es una enfermedad exclusiva de gente mayor, ni de gente con factores de riesgo, sino que es una enfermedad que puede afectar a una persona sana, sin hábitos tóxicos, sin enfermedades previas y a cualquier franja de edad, es decir, a gente joven también y por eso tienen que tomar conciencia”.
Esta neumóloga, avalada por 13 años de experiencia, califica de “osadía” la dinámica actual que sigue la juventud los fines de semana y que contribuye junto a sectores laborales precarios, como el campo, a que se acelere la curva de contagios. “Los jóvenes deben tener responsabilidad, a lo mejor ellos no enferman, pero pueden ser vehículos de transmisión con sus padres, sus hermanos, sus tíos, los familiares de sus amigos...”.
Consulta post-Covid
Al personal médico le inquieta pensar en la posibilidad de una segunda oleada de casos que sature el sistema sanitario y también le preocupa el desconocimiento que todavía existe sobre el patógeno Sars-CoV-2. Por este motivo, en el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada habilitaron en mayo una consulta post coronavirus para revisar la situación de los pacientes que padecieron al coronavirus. De momento, un total de 250 personas han sido sometidas a un estudio de sus capacidades respiratorias: una espirometría para determinar la cantidad de aire que movilizan sus pulmones y una pletismografía pulmonar para medir el volumen de aire.
El objetivo de estas pruebas era detectar secuelas y en más de un diez por ciento de los casos se confirmaron patologías en los pacientes que habían padecido tiempo atrás neumonía bilateral: la dichosa neblina blanca en las radiografías de sus pulmones dañados por el coronavirus. Algunos de ellos presentaban una disminución de la transferencia de monóxido de carbono a través de la membrana alveolo-capilar. Además, los estudios radiológicos de control mostraron la persistencia de lesiones pulmonares (con apariencia fibrótico-cicatricial) y la presencia de infiltrados inflamatorios que les obligaron a volver a someterse a tratamiento.
Calambres, alopecia, ansiedad...
En esta consulta post-COVID participan expertos de Neumología, Cardiología, Radiodiagnóstico, Microbiología y Rehabilitación. María Montes forma parte de ese equipo de médicos y subraya que las secuelas afectan a otros apartados que nada tienen que ver con la capacidad pulmonar: “En las entrevistas hechas a pacientes que estuvieron hospitalizados hemos visto una serie de síntomas para los que todavía no tenemos muy clara la explicación y que les atormentan en su día a día, como por ejemplo, la caída de pelo, que no sabemos si es fruto de una hipovitaminosis. También hay muchos casos de depresión y ansiedad de gente que lo ha pasado muy mal y que tienen miedo a volver a padecer la enfermedad o contagiársela a sus familiares”.
Otras secuelas consisten en calambres en las extremedidades y parestesia (hormigueo, ardor o picor en la piel). Estos cuadros clínicos obligan a que algunos de los pacientes sean derivados a una segunda consulta donde fisioterapeutas y rehabilitadores les ponen rutinas de ejercicio personalizadas para que recuperen sus capacidades motoras, musculares y pulmonares.