En Campredó no hay movimiento por las calles. En esta pequeña pedanía de Tortosa (Tarragona) permanece cerrada la piscina, los servicios de ocio y hasta los bares. Muy pocos de su millar de habitantes se dejan ver, a causa de la pandemia; entre los que salen, solamente un solo tema de conversación: la repentina y misteriosa muerte de A., la niña de 11 años que falleció el martes 11 de agosto por la mañana en el Hospital Juan XXIII de Tarragona.
A. residía en Campredó con sus padres y su hermana N., tres años mayor que ella. Todos ellos de nacionalidad pakistaní, llevaban menos de un año. Regresaron a Pakistán y volvieron a Campredó el mes pasado. “No es una familia que se relacione apenas con los vecinos ni haga vida social”, cuenta un repartidor cuya furgoneta está aparcada frente a la calle Rocacorva. Es allí donde la familia tiene su domicilio, en el que nadie contesta y cuyas ventanas permanecen cerradas después de la tragedia.
Una tragedia que, además, se ha amplificado mediáticamente por un factor fundamental: la pequeña A. dio positivo en SARS-CoV-2 en las pruebas que se le practicaron en el hospital de Tortosa. Este dato hizo que saltaran las alarmas y que una publicación local asegurase que la niña había fallecido a causa del coronavirus. Tanto en los centros de salud donde fue tratada, como en el Ayuntamiento de Campredó, como en la Generalitat, desmienten que esa haya sido la causa del deceso. Una perforación gástrica habría sido el motivo de la muerte, sin que la Covid-19 haya tenido nada que ver, según todas las fuentes oficiales, en el proceso. La niña, de origen pakistaní, había sido intervenida quirúrgicamente en su país por problemas digestivos antes de venir a España.
De suceso en suceso
“¿Que ha muerto de coronavirus? Yo creo que no. Han dicho hoy en el ayuntamiento que la niña murió por un tema del estómago”, cuenta una vecina cuando se refiere al tema del día, de la semana y del mes: la muerte de la pequeña A. Campredó no salía en los medios de comunicación desde principios de marzo, cuando fue hallado en una zanja el cadáver de un hombre con las manos amputadas. Parece que el pueblo solamente atrae interés mediático por los sucesos.
Aquel macabro hallazgo sucedió justo antes del confinamiento. Lo de la niña fallecida pasó el martes 11 por la mañana. Pasaban unos minutos de las 7 cuando se certificó la muerte de la pequeña A., de 11 años, tras largas horas de agonía. La niña había ingresado en el Hospital Verge de la Cinta (Tortosa) la semana pasada, tras haber dado positivo por coronavirus. El centro se encuentra a poco más de un cuarto de hora del pueblo. La noche del lunes empezó a encontrarse mal, aquejada de fuertes dolores abdominales. La chica ya había padecido este tipo de problemas antes de llegar a España. Incluso fue operada en un hospital de Pakistán por problemas digestivos. Se desconoce si dicha intervención tuvo algo que ver con el trágico desenlace.
En el Hospital Verge de la Cinta de Tortosa se vieron incapaces de estabilizar a la niña, por lo que optaron por mandarla en ambulancia al Joan XXIII de Tarragona, el hospital más grande y con más recursos de la provincia. Allí recibieron a la pequeña y enseguida la atendieron.
La auténtica causa
El estado de salud de A. era cada vez peor. Fuentes del Hospital Juan XXIII de Tarragona aseguraron que la niña ya entró crítica. Y aunque la situación de los hospitales catalanes está al borde del colapso a causa de la pandemia, la niña ingresó en quirófano casi de inmediato. “Se le trató rápido, no hubo dejadez y se hizo todo lo posible por salvar su vida”, cuentan a EL ESPAÑOL esas mismas fuentes
A. fue intervenida de urgencia de madrugada en el Juan XXIII, dado que los doctores le diagnosticaron lo que en el argot médico se conoce como abdomen agudo. Esta dolencia derivó en una isquemia intestinal y una perforación gástrica, que fue finalmente el problema que acabó con su vida. Una dolencia que no era nueva para la pequeña.
“Esa niña ya estaba mala de antes, iba muchas veces al médico”, le explican a EL ESPAÑOL varios adolescentes que dicen haber compartido aula con N., la hermana mayor de la familia. Apuntan que el estado de salud de la niña era delicado, pero tampoco tienen más pistas. Esta familia pakistaní llevaba poco tiempo en el pueblo y solamente se relacionaba con unos familiares que residen en el otro extremo de Campredó y con quien a menudo compartían domicilio. Pero poco más. “Campredó es un sitio pequeño y nos conocemos casi todos, pero ellos no tenían relación ni con los vecinos”, apunta una mujer cuya vivienda está justo enfrente de la familia.
“Atropellar a un positivo”
Campredó es un sitio pequeño, pero se ha convertido en los últimos días en un foco informativo a causa de este suceso y de su relación con el coronavirus. Y es que la pequeña A. había dado positivo en la prueba que se le practicó en el hospital de Tortosa la semana pasada. No obstante, el virus no influyó en ningún caso en el fatal desenlace, según le aseguran a este periódico diversas fuentes.
La primera, la administración del municipio. Desde el Ayuntamiento aclararon en redes sociales, dado el revuelo mediático generado, que la pequeña no había fallecido de Covid-19. Esta es la misma versión que sostienen en los hospitales donde fue tratada, así como en el departamento de Salut de la Generalitat. Incluso el doctor Josep Maria Argimon, flamante nuevo secretario de Salut Pública de Cataluña (el ‘Fernando Simón catalán’) desmintió en rueda de prensa que el coronavirus fuese la causa del deceso: “No es lo mismo morir con coronavirus que por coronavirus”, sentenció el martes 11 por la tarde.
Es la misma explicación que dan a EL ESPAÑOL fuentes del entorno sanitario tarraconense: “Una cosa es que la niña diese positivo en el test. Otra distinta es que tenga eso algo que ver con su fallecimiento. De momento no se pueden dar más datos, pero la niña muere por una peritonistis, por un cuadro de perforación gástrica. Que fuese positivo no cambia en nada las cosas: es como si atropellan a un positivo y se muere. El virus no tiene nada que ver”. Respecto a que la pequeña hubiese fallecido por el síndrome de Kawasaki (un mal que afecta a los niños y que algunos estudios habían relacionado con el coronavirus), también lo desmienten de forma tajante.
Por ahora, la familia sigue sin dejarse ver por el municipio. La tragedia está aún muy reciente y ni siquiera se les puede localizar en su domicilio habitual. “Es una lástima, porque es una familia que ya de por sí no tiene una situación demasiado buena económicamente. Viven en esos pisos, que son muy pequeños y no tienen trabajo”, concluye una de las vecinas de los edificios de enfrente.
En Campredó nadie opina: prefieren remitirse a la información oficial, que dice que la pequeña no murió por la covid sino por un problema intestinal. Sigue habiendo preocupación por el virus, y eso es lo que hace que haya todavía menos vida en el pueblo de lo habitual. No queda casi nadie por la calle. Se ha suspendido las fiesta mayor con todos sus actos programados. Se ha cerrado la piscina y el pueblo luce este verano mucho más triste de lo habitual. Esta semana un poco más, después de la trágica muerte de la pequeña A.