“¿Que El Carmelo es uno de los cuatro barrios con menos contagios por Covid de Barcelona? No tenía ni idea. ¿Que qué me parece? Pues no me lo explico. Aquí estamos a tope y la gente no parece muy concienciada; salen de hacerse la PCR y se meten en el bar, en lugar de irse a su casa”.
Quien se lo cuenta a EL ESPAÑOL no es ningún vecino de El Carmelo, sino una de las trabajadoras del ambulatorio de la zona. El CAP El Carmel está situado en una de las laderas de la conocida como ‘Montaña Pelada’. Como todo el barrio: cuestas arriba y abajo, rampas y repechos, como si fuese San Francisco. El Carmelo es uno de los barrios más populares de Barcelona, en toda la extensión de la palabra: históricamente ha sido una de las zonas más desfavorecidas de la ciudad. Fue escenario de asentamientos chabolistas y recibió a gran parte de los emigrantes del sur de España. Cuenta con una batería antiaérea de la Guerra Civil, conocida como ‘Búnker’, como principal y casi único atractivo.
Ahora, en tiempos de Covid-19, parece haberse levantado otro búnker contra el virus. Y es que El Carmelo es uno de los 4 barrios de Barcelona con menos casos de contagio por coronavirus de la capital catalana. Las zonas más afectadas de la ciudad, tal y como sucede en Madrid, son los barrios obreros: El Raval, Trinitat, Navas y Meridiana. Allí, las cifras de contagio están próximas a los 400 por cada 100.000 habitantes ,Pero en el otro extremo, en lugar de encontrarse los barrios altos y pudientes, está El Carmelo. La cifra de contagio está estancada en los 80 por cada 100.000. La vida allí sigue igual, con trabajadores subiendo y bajando cuestas todo el día, casi ajenos al virus. Un caso inexplicable hasta para los propios profesionales de la salud.
El pan con una cuerda
“Aquí siempre hemos sido muy ingeniosos: cuando empezó esto del coronavirus en marzo, los vecinos más mayores no bajaban a la calle a hacer la compra y subían el pan a sus casas atándolo a una cuerda”, cuenta Jordi, que tiene 40 años y es nacido y criado en El Carmelo. Él ha experimentado la profunda transformación a la que ha sido sometido su barrio en lo que llevamos de siglo: “En 2005 se hundió el suelo, se hicieron unos socavones enormes y cayeron varios edificios”, recuerda. Desde entonces, la zona ha sido objeto de grandes cambios. Ahora hay escaleras mecánicas, la ordenación de las calles tiene sentido y los asentamientos chabolistas han desaparecido.
El perfil de los vecinos también ha variado. Donde antes había una nutrida representación de personas de etnia gitana, ahora hay una gran comunidad de inmigrantes, principalmente latinos. Locutorios, supermercados y restaurantes especializados en productos iberoamericanos copan sus empinadas cuestas. Lo que no ha cambiado es la renta per cápita: El Carmelo sigue siendo un barrio obrero, con altos índices de desempleo y bajo poder adquisitivo: “Una población muy demandante de servicios”, resumen en el CAP.
Esto, generalmente, suele traducirse en altos índices de coronavirus: el vecino viaja en transporte público, trabaja fuera del barrio y la movilidad con las otras zonas de Barcelona es permanente. El peligro de contagio es constante. En El Carmelo no hay industrias y la gente trabaja fuera. Los barrios con perfiles demográficos similares, como El Raval, se encuentran a la cabeza en la lista de nuevos contagios. Pero en El Carmelo viajan cómodamente en el furgón de cola, sin que el virus parezca haber afectado la vida cotidiana de sus vecinos, más allá de por el hecho de tener que llevar mascarillas.
Los datos
Según lo últimos datos de la Conselleria de Salut, la ciudad de Barcelona sufre un aumento preocupante de casos de coronavirus. El global de contagios es de 40.165, que son 244 más que en el anterior balance. Los hospitales atienden a 139 pacientes ingresados, 6 más que en el último informe. De estos ingresos, 24 están en la UCI lo que supone un incremento de 4 pacientes respecto al día anterior. El riesgo de rebrote, que el domingo se situaba en 176,97, se ha disparado ya a 192,74.
La Agència de Salut Pública de Barcelona ha realizado la división por casos en los 73 barrios de la ciudad, apuntando a 4 núcleos como los más afectados: Trinitat Vella, uno de los suburbios de la ciudad, cuenta con 377 casos por cada 100.000 habitantes. Es la misma cifra que tiene Ciutat Meridiana, justo al lado de Trinitat. Le sigue el Raval, con 331. Uno de los barrios con un censo más envejecido y de menor poder adquisitivo de la ciudad, equiparable demográficamente a El Carmelo. En cuarto lugar, la zona de Navas, la más céntrica de las 4 (324). Todos ellos son barrios obreros, nada nuevo por aquí.
La sorpresa está en el otro extremo, en la cola: los 4 barrios con las menores tasas de contagios de Barcelona son El Coll (13 por cada 100.000), el Camp d’en Grassot (78), Marina del Prat Vermell (80) y El Carmelo (86). Se da la circunstancia de que El Coll es el otro barrio que comparte la ‘Montaña Pelada’ con El Carmelo. Una especie de monte inalcanzable para el virus, que parece que no quiere subir cuestas.
En el caso de la Marina del Prat Vermell, que es una zona industrial alejada de El Carmelo y próxima al mar, las cosas están bien ahora, pero el acumulado no les deja en buen lugar: es el tercer barrio con más casos desde que empezó la pandemia. Es decir: la Marina del Prat Vermell está bien ahora porque lo peor pasó durante el confinamiento. Y en el caso del Camp d’en Grassot, se trata de un área próxima a la Sagrada Familia; muchos de los inmuebles son apartamentos vacacionales ocupados por turistas.
Sin explicación
Lo que no se explica es lo del Coll y el Carmelo. No se lo explican ni los propios sanitarios. EL ESPAÑOL pudo hablar con parte del personal sanitario del CAP, que son los primeros sorprendidos por los datos de la Agència de Salut Pública de Barcelona: “Pensaba que ibas a decir que somos de los más afectados. No sabía los datos, pero es sorprendente. Yo veo a la gente que sale de hacerse la PCR y se va directamente al bar”, explicaban los profesionales del ambulatorio.
En el CAP Carmel, no obstante, han sido previsores: han acondicionado una de las áreas de la primera planta para dedicarla exclusivamente a las enfermedades respiratorias, y concretamente a los contagiados por el coronavirus. El ambiente en la sala es desahogado: solamente una persona espera para que le realicen las pruebas. “No es lo que parece, en realidad estamos bastante más apurados, el teléfono no deja de sonar. Lo que sucede es que las pruebas solamente se hacen por la mañana. Hoy, por ejemplo, hemos hecho 35”.
La mayor parte de la atención sanitaria, además, se está realizando por via telefónica: “Este es un barrio bastante envejecido, hay muchas personas dependientes y demandantes de servicios. Hay gente muy mayor y se les realiza el seguimiento por teléfono, casi a diario. Por eso la sala tampoco está colapsada”, explican. No obstante, si la persona en cuestión empieza a notar síntomas de Covid-19, “son requeridos inmediatamente para que acudan aquí y someterse a la prueba”, conclyen.
Son precisamente las personas mayores las que aprendieron más de la primera fase de la pandemia, por lo que, según cuentan los vecinos, “son muchos los que han decidido confinarse voluntariamente en la medida de lo posible. La gente joven que tiene que estudiar o trabajar no se lo puede permitir, pero jubilados y pensionistas están más concienciados y se les ve menos por la calle”, coinciden varios vecinos de la calle Dante, en la larga subida que lleva al CAP.
Entretanto, el coronavirus sigue extendiéndose sin control por Cataluña y más concretamente por Barcelona. La capital catalana ha ido calcando los pasos de Madrid, pero con cierto retraso. Los barrios obreros, como de costumbre, son los más afectados. Pero en El Carmelo y El Coll, desde su atalaya coronada con un búnker, parecen preparados para hacer frente a una nueva batería enemiga, esta vez en una batalla microbiológica. Y de momento parecen ir ganando… aunque nadie se lo explique.