La tarde del 15 de diciembre de 2017, Pedro Luis Nieva Abaigar comienza a romperse para siempre.
-¡¡Te he querido más que a mi vida!! Recuérdalo siempre mi amor.
-¡Se nos rompió la vida!, le responde Katia, su mujer.
-No te quiero preocupar. Yo sí que te pierdo. Te me escapas de entre los dedos y no sé, pero me muero si te pierdo, y sé que te perderé, lo sé.
Habían pasado solo unos días desde que sus sospechas se vieron confirmadas. Lo único que necesitó para corroborarlas fue dejar encendida la grabadora del teléfono móvil sobre la mesa del restaurante de la Sidrería Muros, ubicada en Nueva, una de las 28 parroquias del concejo de Llanes (Asturias). Pedro activó el mecanismo de grabación, y se excusó para ir un momento al servicio.
Estas y otras conversaciones aparecen en el sumario de la investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Fue a partir de entonces, en los meses siguientes, cuando Pedro comenzó a maquinar la venganza, el plan de un crimen presuntamente desatado por los celos, al descubrir que su mujer y su amigo, un tipo cuya posición política despertaba tanto simpatías como recelos en la localidad asturiana, llevaban décadas manteniendo una relación a sus espaldas.
La culminación de ese ajuste de cuentas desembocó en una emboscada en la que dos sicarios de poca monta acabaron con la vida del edil de Izquierda Unida en la mañana del 16 de agosto de 2018. Ahora, la Fiscalía del Principado de Asturias acaba de presentar el escrito de calificación provisional de los hechos ante el Juzgado de Instrucción Nº1 de Llanes.
En él se piden 25 años de prisión para cada uno de los implicados, todos presuntamente culpables de un delito de asesinato: Pedro Nieva, en condición de inductor; Jesús Muguruza, buen amigo del marido agraviado, en condición de cooperador necesario; por último, Maamar Kelii y Djilali Benatia, los dos sicarios que perpetraron el asesinato, en condición de coautores.
El inductor del crimen, ya enterrado el concejal, les pagó una recompensa de 30.000 euros por sus servicios. Lo hizo, tal y como consta en el sumario y en las declaraciones judiciales, en varios plazos. La primera parte, el marido de Katia se la entregó como anticipo. El resto vino después.
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Antes de marcharse al servicio, Pedro, inductor del crimen, dejó el terminal escondido bajo su servilleta, y por eso no fue advertido por los otros dos comensales, Katia, su mujer durante 3 décadas y Javier Ardines, concejal de Izquierda Unida en el municipio, su mejor amigo en el pueblo en el que veraneaban desde años atrás.
Horas después escuchó en casa, a solas, la grabación que le revelaba la verdad.
-Yo, a calentar la casa, le dije -empieza Katia, cambiando de conversación cuando su marido se va al baño-. Pues ir calentando la casa para cuando llegues... Menos mal que no sabe cómo la caliento... (se ríe)... si no, agárrate que vienen curvas.
-Llevamos años librando, a ver si seguimos así, responde Ardines.
-Sí, madre mía... Hay que tener 'cuidao'.
8 meses de preparación
Desde que descubrió la infidelidad hasta que Javier Ardines fue hallado muerto a escasos metros de su casa, la cabeza ensangrentada, el cuerpo inerte y magullado a un lado del sendero que conducía hacia ella, Pedro Luis Nieva se pasó ocho meses devanándose los sesos, ideando el modo de vengarse tanto de su mujer como de aquél a quien consideraba su amigo.
Él y Katia siguieron conviviendo juntos en su casa de Bilbao, su residencia habitual, a la que regresaban después de cada etapa de desconexión en Llanes, en ese rincón eminentemente turístico considerado por muchos como la perla del oriente asturiano.
Sin embargo, tal y como describe la Fiscalía y desgrana el sumario de la investigación, Pedro empezó a controlar a su mujer. Tenía miedo de que regresara con Ardines en cualquier momento, que mantuvieran algún otro encuentro sexual.
Por eso e inductor del crimen comenzó a visitar tiendas online de venta de objetos de videovigilancia encubierta, compró micrófonos, dispositivos de vigilancia para vehículos y dispositivos de seguimiento para vehículos. Empezó a dudar de todo, hasta de sí mismo, incluso de sus hijos. Quizá esa es la razón que le encuentra el fiscal a algunas de las búsquedas que la Guardia Civil encontró en el historial de su ordenador durante aquellos meses previos al crimen. Búsquedas relativas a la realización de pruebas de ADN para determinar la paternidad.
"No lo tumba un tío solo"
-Javier era un tío alto y fuerte. A Javier no lo tumbaba un tío solo.
Las jornadas posteriores al hallazgo del cadáver, los vecinos y allegados del concejal en Llanes permanecían todavía sumidos en un estado de incertidumbre. No lograban entender cómo a alguien tan querido le podían haber hecho algo así.
El concejal era fornido, recio, de brazos grandes, 1,80 de estatura y nervio. Por eso las gentes del concejo, que le lloraban aquellos días en los alrededores de su casa, en el puerto y en el ayuntamiento tuvieron desde el principio una clara sospecha: a aquel hombre no le podía tumbar una sola persona. Esa fue la misma premisa desde la que partió la investigación de la Guardia Civil.
Javier era respetado desde el punto de vista político. Era cierto que su llegada al consistorio había suscitado la sorpresa de muchos ante sus nuevas formas. Había renunciado al sueldo de su concejalía. Su voto fue decisivo en las elecciones municipales de 2015.
Gracias a él, entró a gobernar un cuatropartito que todavía se mantiene a día de hoy y que derrocó a un PSOE que había encadenado 30 años consecutivos de gobierno en la ciudad. Cuando entró en el consistorio, aquel hombre de mar decidió, según ha podido saber este periódico, renunciar a su sueldo.
Se dedicaba a la política, pero como una dedicación puntual y secundaria aparte de su verdadero oficio, la pesca. Esos dos ámbitos de su vida fueron también el escenario de dos de las tres hipótesis de la UCO en torno al crimen. Pero más allá de la discrepancia en las ideas, apenas tenía enemigos en el mundo de la política local. Su relación era muy buena con los pescadores. Así que a los agentes les fue preciso centrarse en el círculo más cercano: la familia y los amigos.
Pedro Luis, como los vecinos supusieron meses después tras su muerte, intuía que una sola persona no le iba a ser suficiente para acabar con la vida de su amigo. Contactó con un amigo en Bilbao y le pidió que contactase con varias personas que pudieran ejecutar los hechos. Este, a su vez, le organizó varias reuniones con dos sicarios argelinos. Les explicó el plan. Les condujo hasta el la zona.
Por último, un mes antes del asesinato, Pedro les enseñó el plan que había diseñado y el sendero por el que se accedía a la vivienda del concejal de Izquierda Unida. Conocía la zona a la perfección, y sabía perfectamente lo que quería hacer, cuándo lo quería hacer y cómo lo quería hacer.
El inductor del crimen, dice la Fiscalía, sabía que su mujer pasaría el verano en la casa de Llanes, muy cerca de su amante. Por eso aceleró los planes para perpetrar el crimen. El 27 de julio, Maamar Kelii y Djilali Benatia viajaron a Belmonte de Pría, la parroquia de Llanes donde residía el concejal. Donde también estaba la casa de veraneo en la que había sido tan feliz con Katia, y donde ella le había sido infiel con su amigo.
Los sicarios estudiaron atentamente todos los pormenores que Pedro Luis les indicó. Conocía al dedillo su rutina. Les reveló que, cada mañana, a eso de las seis, Ardines salía de su casa, se subía en el coche y se dirigía al puerto de Llanes para faenar en su pesquero La Bramadoria. Al terminar la pesca se dirigía al consistorio, a pocos minutos a pie, para atender a sus obligaciones como concejal. Sin duda, el momento propicio era al alba, todavía a oscuras y en medio de ese silencio de los últimos pedazos de la noche.
Bate de béisbol, gas pimienta
El 1 de agosto de 2018 se produjo el primer intento de cometer el crimen. Los sicarios, una hora y media antes de que el edil abandonase su vivienda colocaron una valla metálica de obra en el camino por donde previsiblemente pasaría la víctima. El lugar era el propicio para cometer los hechos por ser una zona rural aislada y agreste, rodeada de prados y monte bajo. Así que se camuflaron en el bosque y se sentaron a esperar.
Sobre las seis de la mañana de ese día Ardines salió de su domicilio y, al pasar por ese camino, se topó con la valla, aunque la sorteó y se alejó en su coche del lugar. A raíz de este suceso, el sicario se mostró reticente a perpetrar el asesianto, pero Pedro Luis lo solventó ofreciéndole más dinero.
Le dijo, también, que sería mejor que no asesinaran al concejal hasta que hubiera pasado el 10 de agosto. Por aquel entonces empezaban las fiestas del pueblo, y las cosas serían más tranquilas. Antes de ese día habría mucha gente.
Así, en la madrugada del día 16 de agosto, sobre las cuatro y media de la mañana, con tiempo suficiente para preparar una emboscada mejor, los sicarios repiten la misma operación que habían realizado 15 días atrás. Esta vez se aseguran de no fallar. Llegan a Belmonte y colocan en el mismo camino, de forma transversal, tres vallas de obra con las que obstaculizar el paso.
Cada uno de ellos lleva consigo un bote de spray de pimienta; Djelali un palo, y Maamar un bate de béisbol que habían adquirido en un chino por ocho euros unos días atrás. A continuación, se guarecen junto a un muro cercano y vuelven a esperar.
Sobre las 6 de la mañana, tal y como habían previsto, Ardines sale de su casa en su furgoneta. Al llegar al punto donde están colocadas las vallas, el concejal detiene la marcha y se baja del vehículo para apartarlas. Deja el motor encendido, las luces encendidas y la puerta del conductor abierta.
En ese momento, los sicarios salen súbitamente de su escondrijo. Le rocían la cara con spray de pimienta. Ardines trata de huir, pero uno de los sicarios le golpea por la espalda con el bate de béisbol en la cabeza. Luego cae al suelo de rodillas y seguidamente, boca abajo, los dos argelinos le estrangulan.
La víctima no puede defenderse, tan solo colocar de forma intuitiva su brazo derecho como escudo. Poco después deja de moverse, los dos sicarios le dejan allí tirado y huyen de Llanes para no volver.
Días después, Pedro Luis les endosa su correspondiente recompensa. Mientras tanto, en Asturias, la Guardia Civil despliega su operativo e inicia los interrogatorios. La caza del asesino tan solo acababa de comenzar.