José Antonio, el último empresario que queda en Marinaleda deja el reino comunista de Gordillo
La empresa Los Lugares, que da trabajo a 80 empleados, se muda a El Rubio, a cuatro kilómetros de la localidad con concejales sólo de izquierdas.
3 octubre, 2020 02:41Noticias relacionadas
José Antonio Capitán asegura que hace unos años llegó a la certeza de que en Marinaleda (Sevilla), el pueblo donde el comunista Juan Manuel Sánchez Gordillo gobierna desde 1979, no cabe su idea de desarrollo empresarial, basada, según él mismo repite como un mantra, en los conceptos de “rendimiento, rentabilidad y calidad”.
“Y como no cabe, me voy. No aguanto más. Si no puedo trabajar aquí, lo mejor es marcharme”, dice este empresario malagueño que está afincado en Marinaleda junto a su familia. “Yo no tengo espacio donde reina el pensamiento único y donde a uno se le señala por estar vendido al supuesto veneno del dinero por el mero hecho de tener una empresa privada”.
José Antonio Capitán es copropietario de la única empresa de capital privado que hay en Marinaleda, si se exceptúa pequeños comercios y negocios de particulares. En la localidad apenas hay varias sociedades agrícolas de mantenimiento de maquinaria, una gasolinera, un puñado de bares, dos sucursales bancarias, algunas tiendas de alimentación y un par de farmacias.
Sólo la cooperativa que gestiona la finca El Humoso, la gran obra del alcalde, tiene mayor capacidad que Agroalimentaria Los Lugares, la empresa de Capitán, que se dedica a la comercialización de conservas. En sus instalaciones se envasan alcachofas y espárragos, pero también gambas al ajillo o concentrado de paella. Factura anualmente en torno a los 750.000 euros. En temporada alta de trabajo (de diciembre a junio) genera empleo para 80 personas. La mayoría, mujeres.
Traslado a El Rubio
Pero Capitán confirma en conversación telefónica con EL ESPAÑOL que se marcha de Marinaleda. El verano que viene trasladará sus instalaciones a El Rubio, un pequeño pueblo a cuatro kilómetros de distancia. Allí tiene varias opciones para fijar su ubicación y está tratando de incorporar nuevos socios a la estructura societaria.
El alcalde de El Rubio, el socialista Rafael de la Fe, explica que va a dar “todas las facilidades que sean posibles” para que Los Lugares se instale en su pueblo. “Con ello vamos a poder diversificar el tejido empresarial de la localidad, donde ya tenemos una importante industria del mueble”.
Según denuncia José Antonio Capitán, la presión social de una parte de los vecinos del pueblo y del equipo de gobierno le empuja a irse definitivamente. “Se me llama cacique. Se me mira mal. A mí y a mis trabajadores. Prefiero continuar con esto en otro lado y vivir más tranquilo. Hace mucho que en Marinaleda ya no hago vida aunque resido aquí. Si salgo a la calle, voy fuera del pueblo”.
El "calvario" de Capitán
José Antonio cuenta que su “calvario” comenzó en agosto de 2017, cuando llegó a la sede de su empresa una orden de desahucio firmada por Sánchez Gordillo. El alcalde del pueblo se negaba a renovar el alquiler de las instalaciones de titularidad pública donde en 2012 se instaló la empresa. El regidor comunista acusaba a los dueños de no pagar los 50 euros mensuales por el arrendamiento de la instalación. Poco más de 3.000 euros.
Pero José Antonio Capitán dice que eso “es mentira”. Explica que en el Consistorio, pese a sus múltiples peticiones, nunca les entregaron un documento en el que se especificase en concepto de qué tenían que hacer dicho ingreso en la cuenta municipal. “Cuando yo iba al banco, me decían que no se podía hacer un ingreso así como así. Se necesita justificar la razón. ¿O es que quieren que se me acuse luego de financiación ilegal a un partido o de comprar voluntades?”.
Tras recibir la notificación de desahucio por parte del Ayuntamiento de Marinaleda, José Antonio Capitán y sus dos socios depositaron ante notario los 3.169,35 euros que, a su juicio, Sánchez Gordillo “a sabiendas” no les quiso cobrar entre 2012 y 2017.
En 2012, Los Lugares firmó un contrato de explotación de la nave durante los siguientes 25 años con un período de renovación del alquiler cada cinco. A cambio, pasado ese cuarto de siglo, el Ayuntamiento gestionaría de nuevo la propiedad.
Sin embargo, Sánchez Gordillo dio por extinguido el contrato en 2017. Ahora, tres años después, se verán la cara en los tribunales. El próximo 14 octubre ha de celebrarse el juicio en los juzgados de Estepa, una localidad vecina de la provincia de Sevilla. Capitán ha intentado llegar a un acuerdo para evitar el proceso judicial. Asegura que en el Ayuntamiento se han opuesto a esta opción.
Este empresario entiende que el regidor teme que otros vecinos en el pueblo intenten seguir el camino iniciado por él con su empresa. “Nuestro conflicto es sólo una excusa. En el fondo, nos expulsa por poner en jaque el sistema que tiene montado aquí. Damos trabajo, algo a lo que él está acostumbrado a hacerlo a dedo y de forma clientelar… Con nosotros se le empezó a caer el chiringuito. Mostramos que hay otra forma de hacer las cosas. Y eso ya no nos lo perdona”.
Gordillo pierde influencia
José Antonio se refiere a la pérdida de influencia de Sánchez Gordillo en Marinaleda y la incomodidad que, según piensa él, generan figuras como la suya en un pueblo con un mismo alcalde desde las primeras elecciones municipales. Pero 41 años después de alcanzar el poder a nivel local, y afectado por el ictus que sufrió en 2018, que le limita el habla y la movilidad, Sánchez Gordillo, de 71 años, apenas se deja ver ya por el Ayuntamiento.
Esa ausencia parece estar acelerando el ocaso del poder casi unánime que ha tenido durante más de cuatro décadas en este microcosmos de 2.600 habitantes que es su feudo en la Sierra Sur de Sevilla. La oposición está cada vez más cerca de arrebatarle el bastón de mando municipal.
Y, aunque aún sean sólo unos pocos, cada vez hay más particulares (en especial, mujeres) que se atreven a alzar la voz contra sus decisiones políticas, a dar la cara y a que los más extremistas entre los seguidores del alcalde los señalen como traidores, como contó este periódico la semana pasada.
Sánchez Gordillo, pese a su infarto cerebral, se presentó a las elecciones municipales de 2019 como cabeza de lista de Adelante Andalucía, alianza electoral de Podemos y de Izquierda Unida (IU), donde se integra su partido, la Candidatura Unitaria de Trabajadores, CUT.
Retuvo la Alcaldía por 44 votos de diferencia, con 891 sufragios frente a los 847 de la nueva lista opositora de Avanza Marinaleda, agrupación independiente salida en gran parte de sus propias filas. Sus apoyos cayeron del 72,54% de las elecciones de 2015 al 48,53% cuatro años después.
El pleno municipal de Marinaleda es de izquierdas cien por cien y se reparte entre los seis concejales de Sánchez Gordillo y de su teniente de alcalde y regidor de facto, Sergio Gómez, y los cinco de Avanza. En 2019, el PSOE obtuvo 63 votos y el PP, 27. Pese a su enésima victoria, en este nuevo escenario político local sus mayorías absolutas de antaño han dejado de ser aplastantes.
La vida del 'Fidel sevillano'
Juan Manuel Sánchez Gordillo nació el 5 de febrero de 1952 en Marinaleda. Creció en el seno de una familia humilde. Maestro de profesión y poeta, accedió a la alcaldía de su pueblo en 1979. Desde entonces, nunca ha perdido en unos comicios locales.
Hay quienes lo conocen como el Fidel sevillano. Su poblada barba, su concepción del comunismo como la mejor vía política para el desarrollo social, su oposición al capitalismo y a las grandes compañías, y su lucha contra la posibilidad de que la tierra recaiga en manos de unos pocos terratenientes han convertido su figura en un referente de la extrema izquierda.
Esa lucha por entregar la tierra a los obreros con el fin de cultivarla y sacarle rendimiento llevó a Juan Manuel Sánchez Gordillo a encabezar las protestas que en 1991 desembocaron en el que probablemente sea su mayor logro político a ojos de los suyos.
Aquel año, la finca El Humoso, una enorme extensión de 1.200 hectáreas ubicada entre Écija y Marinaleda, y que pertenecía al Ducado del Infantado, pasó a manos de la Junta de Andalucía. La administración andaluza luego la cedió a Marinaleda para su explotación. Hoy, alberga la Cooperativa Marinaleda S.C.A., donde muchos de los vecinos del pueblo trabajan cultivando pimientos, alcachofas o sandías a cambio de una peonada. Una vez se cosechan algunos de esos alimentos, se envasan en una fábrica pública gestionada por cooperativistas.
El otro gran proyecto de Sánchez Gordillo en Marinaleda ha sido la gestión de la construcción urbanística en su pueblo. Desde principios de la década de los 80 del siglo pasado, el alcalde de la localidad promueve el uso de los terrenos municipales para la autoconstrucción de viviendas. Hoy, en Marinaleda hay en torno a 300 familias viviendo en casas levantadas por los propios inquilinos y por otros vecinos del pueblo.
Un agitador de multitudes
Al mediático Sánchez Gordillo se le recuerda como un gran agitador de multitudes en mítines, cortes de carretera y ocupaciones de fincas de terratenientes y del ejército (el Tribunal Supremo lo salvó de la condena previa de siete meses de cárcel por la ocupación de la finca militar Las Turquillas de 2012).
También se le reconoce como un dirigente que sabe ser dialogante y noble en el trato personal, y más aún cuando se enfrenta a supuestos antagonistas de la clase obrera y jornalera, como con los señoritos Mario Conde o Cateyano Martínez de Irujo, de la Casa de Alba; a este último lo trajo como invitado al pueblo para que viera la cooperativa y el Ayuntamiento, después de haberle ocupado su finca de Carmona.
Pero desde hace unos años parece mostrar signos evidentes de pérdida de influencia y poder entre sus vecinos. Esta nueva realidad tiene su reflejo, además de en las últimas protestas vividas en el pueblo, en la despedida de la empresa de José Antonio Capitán, aunque sus más férreos seguidores lo consideran una victoria moral. Al entender de sus fieles, Sánchez Gordillo estaría echando de su pueblo a quienes considera unos traidores.
En 2012, Eladio Martos, que fue mano derecha de Sánchez Gordillo pero quien desde hace años está enfrentado a él, propuso a José Antonio Capitán levantar una empresa conservera en Marinaleda. Capitán aceptó. Acababa de acogerse al ERE de la multinacional navarra de alimentación para la que trabajaba.
Martos y Capitán se conocían desde el 2.000. Ese año, Sánchez Gordillo le encargó a Capitán que se hiciera cargo de la cadena de producción de la fábrica de pimientos que gestiona la cooperativa del pueblo. En ese momento, Sánchez Gordillo y Martos todavía tenían complicidad política.
El contrato duró 19 meses
José Antonio Capitán, afiliado a IU, aceptó la oferta laboral de Sánchez Gordillo. Pero a los 19 meses pidió que se le rescindiera el contrato. Tuvo problemas con la mujer del alcalde y con varias personas más cercanas a él. “Yo, acostumbrado a la gestión privada, llegué para trabajar, pero ellos querían hacer lo que les daba la gana”, explica el empresario. "Por eso me fui".
Tras renunciar a su empleo en la fábrica de pimientos en 2002, Capitán trabajó para una empresa navarra hasta 2012. Tras acogerse al ERE y aterrizar de nuevo en Marinaleda, donde está casado con una oriunda, decidió levantar junto a Eladio Martos su propia empresa. Pensaron hacerlo sobre unos terrenos que ambos disponían. Uno era propiedad de Martos. El otro, de una tía de la mujer de José Antonio Capitán que se lo cedía.
Hablaron con ingenieros. Tramitaron todos los permisos necesarios. Pero el escollo, o los escollos, llegaron a nivel local. “El alcalde nos dijo que sólo levantaríamos una nueva fábrica por encima de su cadáver. Pero nadie nos frenó”, explica Capitán.
Como él y su socio no se detuvieron, el alcalde quiso que el Ayuntamiento entrara en el accionariado. Como tampoco aceptaron, les ofreció la posibilidad de instalarse en una nave de titularidad pública que estaba en desuso y necesitaba reformas. Se encontraba a la espalda del edificio del ayuntamiento. El acuerdo, a ojos de los empresarios, era beneficioso. Eladio Martos, José Antonio Capitán y un tercer socio que puso dinero en la reforma comenzaron a operar en la fábrica. Hoy, ocho años después de poner en pie Los Lugares, están a un paso de marcharse para no volver.