Enrique Olivares, el falso cura que el 23 de octubre de 2013 entró armado en la casa de la familia Bárcenas en Madrid para robar varios pendrive con documentación sobre la supuesta caja B del PP, es muy probable que se lleve a la tumba si colaboró con la conocida como policía patriótica del excomisario José Manuel Villarejo y si cobró por ello dinero de los fondos reservados del Estado.
El ictus que en 2018 sufrió en la cárcel de Cuenca, donde cumplía 22 años de condena por aquel asalto a punta de pistola, lo mantienen en un estado de salud que, según un informe pericial que ya obra en el sumario de la operación Kitchen, señala que “no reúne aptitudes" para declarar en la causa.
Ahora se encuentra preso en la penitenciaría de Aranjuez (Madrid), donde reclusos como él pueden recibir una mejor atención médica. Sus avances son escasos, le cuesta expresarse y, si lo consigue, incurre en continuas incoherencias, según fuentes de la propia cárcel.
Pese a todo, el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón ha citado a Olivares, de 72 años, como imputado a las 10 de la mañana de este viernes. Un análisis forense previo a la declaración determinará si puede ser interrogado ante un tribunal.
Sin lucidez
“Es imposible que declare con lucidez. Se tragará sus secretos, si es que los tiene. Su cabeza no rige con normalidad. Tampoco se maneja ni se mueve con soltura”, afirma un funcionario de la prisión de Aranjuez que prefiere no entrar en más detalles del actual estado de salud del reo.
Si, finalmente, Enrique Olivares no declara, nunca se sabrá de su boca quién le abonó durante 19 meses los 250 euros que ha estado cobrando en prisión, con ingresos periódicos y puntuales, procedentes de una cuenta sin identificar.
Se sospecha que ese dinero obedece al pago por haber tratado de obtener documentación comprometida del PP en manos de su extesorero Luis Bárcenas o como contraprestación a su silencio tras su detención.
Enrique Olivares cumple una condena de 22 años de cárcel por los delitos de tenencia ilícita de armas, amenaza y secuestro de Rosalía Iglesias, Guillermo Bárcenas -hijo de Luis Bárcenas- y la empleada del hogar Victoria Feliz de la Cruz, el 23 de octubre de 2013 en el domicilio del extesorero en el barrio madrileño de Salamanca.
Según fuentes consultadas por EL ESPAÑOL, a Olivares lo habrían captado los mandos policiales que dirigieron el espionaje a los Bárcenas, y cobró 10.000 euros por el asalto a la vivienda.
A ese dinero se le sumarían otros 40.000 euros si recuperaba los supuestos documentos internos del PP que afectaban a la por entonces cúpula del partido, con Mariano Rajoy al frente.
Enrique Olivares habría tenido acceso a un croquis con la distribución del domicilio de la familia de Luis Bárcenas, quien en ese momento se encontraba en la cárcel madrileña de Soto del Real.
El juez García-Castellón trata de saber ahora hasta dónde llega la realidad que investiga la Operación Kitchen. En ella, también se incluye la captación de Sergio Ríos, el chófer de la familia, para que informara de los movimientos de Rosalía Iglesias después de que el extesorero entrara en prisión provisional en junio de 2013.
A Ríos también se le pidió robar el material comprometedor para el PP que pudieran estar escondiendo los Bárcenas.
En el caso de Olivares, su estrategia resultó desacertada. El día del asalto se vistió con una camisa y unos pantalones negros. Metió en un maletín una pistola British Bulldog con un tambor de cinco balas, un alzacuellos, un puñado de bridas, un rollo de cinta aislante, un par de guantes de tela, un bote de pegamento, otro de crema limpiadora de artículos de plata y un recorte de un artículo de El Mundo con una fotografía de Luis Bárcenas.
Enrique se presentó en la casa de los Bárcenas haciéndose pasar por un cura del obispado que iba a entregar un cuestionario de Instituciones Penitenciarias sobre la petición de libertad del marido de Rosalía Iglesias.
La asistenta de los Bárcenas le permitió entrar. Cuando las tres personas que en ese momento había en la vivienda se reunieron en torno al falso cura, éste sacó su pistola del maletín que llevaba consigo.
De albañil a estafador
Enrique Olivares es hijo de un albañil que murió de un infarto cuando él era joven y de una limpiadora de platos en un bar de Cuenca que falleció hace un par de años. No terminó sus estudios del instituto. Se le detuvo por primera vez a los 18 años. Le había robado el bolso a una mujer.
En los años 70 trabajó como albañil levantando puentes en obras públicas. Su trabajo de paleta lo compaginaba de noche con el de ladrón de coches y de viviendas, cuenta un antiguo amigo. También vendió gramos de cocaína. Así reza en su historial de detenciones policiales.
En la década de los 90 se instaló en México, donde conoció a una mujer de Veracruz. Se casó con ella y tuvo dos hijos. Desde allí, según dos fuentes distintas, colaboró con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en casos de narcotráfico.
Olivares usaba dos identidades para ocultar la suya. A principios de siglo se le ubicó en Argentina. Pasó también por EE. UU. y varios países más de Latinoamérica. Tiene una hermana de un segundo matrimonio de su madre.
Voces en su cabeza
Finalmente, según recogió después la sentencia, tras 20 minutos de charla intrascendente en la casa del extesorero del PP, Enrique Olivares sacó un revólver que "se encontraba en mal estado de conservación, con sus partes metálicas oxidadas, pese a lo cual, accionado en vacío, funcionaba correctamente". Sin embargo, Guillermo Bárcenas logró quitarse las bridas, dar un cabezazo a Olivares y reducirlo.
En el juicio, el acusado gritó que voces dentro de su cabeza le "daban órdenes". El tribunal concluyó que fingía. La sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid reconoció en Olivares un "trastorno de personalidad con rasgos paranoides, narcisistas y antisociales".
Este diagnóstico le valió un atenuante. Se le condenó a seis años de prisión por cada uno de los secuestros, más dos años por tenencia ilícita de armas, seis meses por allanamiento de morada y a otros tres delitos de amenazas, castigados también con seis meses cada uno.
El fallo señala que Olivares tenía "parcialmente afectada, aunque no eliminada, su capacidad de acomodar su conducta en los términos requeridos por la ley". Ahora, de nuevo, se sentará delante de un juez.