La tumba de José Antonio Primo de Rivera está escoltada por tres guardias de seguridad. “No se pueden hacer fotos aquí dentro”, advierten. La prohibición es extensible a toda la basílica del Valle de los Caídos. No se puede retratar la lápida del fundador de Falange. Tampoco el trozo de suelo que hay a algo más de 10 metros, a la distancia de un penalti. Son 14 baldosas más negras que las demás. Más relucientes. Porque son nuevas. Marcan el lugar en el que estuvo enterrado Franco. Hace exactamente un año que fue exhumado.
“¿Y José Antonio pa’ cuándo?”, que diría la canción. Porque esa es la próxima estación de este viacrucis de desentierros. Los restos de José Antonio Primo de Rivera permanecen frente al altar de la basílica. Una lápida, cubierta por una treintena de rosas frescas, en la que solamente pone su nombre de pila. José Antonio. Todo apunta a que serán exhumados. Pero… ¿cuándo? ¿dónde los llevarán?
Por el momento, parece que José Antonio se hace fuerte en el Valle de los Caídos. No va a ser tan fácil que lo saquen de ese lugar. Reúne las tres condiciones que le permiten permanecer allí, una de las cuales no cumplía Franco. Así, si sale adelante la Ley de la Memoria Democrática, sus restos serán desplazados a otra parte del valle, en un lugar “no preeminente”. Pero no lo podrán sacar de ese templo que, hace exactamente un año, centraba toda la atención informativa en nuestro país.
La exhumación de Franco se llevó a cabo, no exenta de polémica, la mañana del 24 de octubre de 2019. Fuerzas de seguridad, políticos, medios de comunicación, un helicóptero… En aquel tiempo, el Valle de los Caídos era el sitio de peregrinaje por antonomasia de los partidarios del dictador. El cementerio de Mingorrubio, donde fueron depositados sus restos, no atraía a muchos visitantes.
Ahora, un año después, las tornas han cambiado. El nuevo hogar de los restos de Franco se llena cada fin de semana. El Valle de los Caídos ha caído en popularidad. Permanece en un limbo, bajo la amenaza constante de nuevos decretos. De nuevas exhumaciones como la que se le prevé a Primo de Rivera. EL ESPAÑOL, un año después, recorre los 57 kilómetros que separan ambos espacios para repasar ese via crucis de exhumaciones.
1º paso: Basílica
En la basílica del Valle de los Caídos, nos insisten, no se pueden hacer fotos. “Eso es una decisión de Patrimonio Nacional para que los ‘guiris’ compren postales”, nos confiesa, sotovoce, uno de los trabajadores del recinto. Tres guardias de seguridad, mujeres las tres, velan porque nadie se salte la prohibición. La única tumba que queda en el entorno del altar mayor, tras el traslado de los restos de Franco, es la de Primo de Rivera. Una treintena de rosas decoran su lápida en la que solamente se puede leer su nombre de pila: José Antonio.
El Valle de los Caídos permanece semivacío. Es 23 de octubre de 2020, víspera del primer aniversario de la exhumación de Franco. Hace un año, el Valle de Cuelgamuros concentraba toda la atención mediática posible. Nacional e internacional. La reubicación del cadáver del dictador había sido aprobada en febrero de 2019. 10 meses después, y tras haber sido ratificada por el Supremo en septiembre, los restos de Franco salían en helicóptero en dirección Mingorrubio, a 57 kilómetros de allí.
Cantaba Gardel que "20 años no es nada". Mucho menos es un año, pero las cosas aquí sí que han cambiado de forma radical desde el pasado 24 de octubre de 2019. Aquel día, una nutrida comitiva de políticos asistió a la exhumación. Numerosos efectivos de las fuerzas de seguridad participaron en el dispositivo de traslado. Medios de comunicación siguiendo el minuto a minuto del traslado, Los fieles habían visitado masivamente el Valle de los Caídos durante los días anteriores. Era un lugar muy concurrido.
Corría noviembre de 2019 y la palabra ‘covid’ todavía no había llegado a nuestras vidas. Ahora, un año después, el Valle de los Caídos parece un enclave fantasma. “Los fines de semana si que vienen algunos turistas. Pero ahora están cerrados el restaurante y la hospedería, por el covid. Entre eso y que se llevaron el cadáver de Franco, cada vez se ve por aquí a menos gente”, confiesa a EL ESPAÑOL uno de los profesores de canto de la escolanía.
2º paso: Abadía
A un kilómetro de la basílica se encuentra la Abadía. Allí reside una veintena de monjes benedictinos, encargados de custodiar el templo. Reciben una dotación anual del estado de 340.000 euros. Ellos también están en el punto de mira. Una de las posibilidades que contempla la futura Ley de Memoria Democrática es la de ‘desacralizar’ el monumento y borrar también de allí la presencia de los monjes.
Su portavoz es Santiago Caldera, prior de la abadía. Una de las figuras más beligerantes con las exhumaciones. Llegó a asegurar que los restos de Franco no saldrían de la basílica, porque él no autorizaría la pertinente entrada a nadie para sacarlos. Aquello fue en septiembre de 2019. Dos meses después sacaron al dictador de su tumba. Desde entonces no ha vuelto a conceder entrevistas a medios que no estén relacionados con la religión católica.
En la abadía no nos atiende nadie. No hay una oficina de recepción ni nada que se le parezca. Mucho menos alguien que atienda. Dos salitas de descanso tras cruzar la primera puerta… y hasta ahí. El resto de accesos están cerrados. En uno pone ‘Clausura’ y está, como su propio nombre indica, clausurado. Puerta cerrada. Hasta ahí llega el recorrido de cualquiera que quiera acceder a la abadía. Los monjes, por su parte, declinan hablar con ningún medio de comunicación.
Los 340.000 euros anuales que recibe la orden benedictina en concepto de “mantener el culto” les son otorgados por un decreto de 1957. Lo firmó Franco. Es otro de los objetivos de la futura ley. Acabar con estos ‘privilegios’ y convertir el lugar en un espacio laico. Demasiados seísmos juntos para el Valle de los Caídos. La covid, la exhumación de Franco y las sombras que se proyectan con la futura ley hacen que el Valle se encuentre más en el alambre que nunca. Y algunos tienen claro quienes son los culpables.
Las 5 exhumaciones
“Algunos quieren ganar la guerra 80 años después de perderla”. Tal aseveración corresponde a Pablo Linares, presidente de la Asociación por la Defensa del Valle de los Caídos. Es uno de los estamentos más críticos con las medidas por la memoria histórica que se han aplicado en los últimos tiempos en España. Ellos, los monjes benedictinos de la abadía y numerosos peregrinos, de los que cada vez hay menos en el valle.
El anteproyecto de Ley de Memoria Democrática se aprobó el pasado mes de septiembre. Si sale adelante contempla, entre otras cosas, la exhumación de Primo de Rivera. Sería la quinta a la que son sometidos los restos del fundador de la Falange. La primera fue por amor: recién fusilado, la británica Elisabeth Asquith (hija de un exprimer ministro británico y amante de José Antonio) consiguió que se exhumasen sus restos para confirmar su muerte, ya que no se emitió certificado de defunción.
La segunda exhumación fue dentro de Alicante: de la fosa común donde fue enterrado el cadáver, al nicho 515 del cementerio de Nuestra Señora de los Remedios. Sucedió en 1938. Un año más tarde, con la Guerra Civil ya acabada, la tercera: desde Alicante, a hombros hasta San Lorenzo del Escorial. Diez días tardaron los falangistas que portaban el féretro en llegar a su destino. La cuarta llegó en 1959, un día antes de la inauguración del Valle de los Caídos. Ahí, los restos de Primo de Rivera fueron ubicados en el lugar donde reposan hoy.
Las 3 razones
Y ahí permanecerán hasta nuevo aviso. Un aviso que podría llegar el año que viene. El anteproyecto de Memoria Democrática contempla sacar sus restos de su emplazamiento actual. Lo que no podrán hacer, al menos sobre el papel, es sacarlos del valle, tal y como hicieron con los de Franco. Para tener el derecho de ser enterrado en el Valle hacía falta que se cumplieran tres condicionantes: que el finado fuese español, católico y caído durante la Guerra Civil. Los tres los cumple José Antonio Primo de Rivera.
¿Asegura eso que sus restos vayan a permanecer donde están? En absoluto. EL ESPAÑOL ha podido saber que desde el gobierno ya se han puesto en contacto con la familia de José Antonio Primo de Rivera. Un hombre que fue fusilado en noviembre del 36 sin dejar descendencia. Ahora son sus sobrinos nietos, los hijos de sus hermanos, los que tienen la potestad de decidir sobre sus restos.
La familia Primo de Rivera ha declinado hablar con EL ESPAÑOL. Pero este periódico ha podido averiguar que la propuesta del ejecutivo, en base al anteproyecto de ley, pasa por desenterrar sus restos (por quinta vez) de su emplazamiento actual, frente al altar mayor de la basílica. La propuesta es que sea depositado en uno de los osarios vacíos con los que cuenta el Valle de los Caídos. Lejos de un lugar que pueda resultar relevante.
"Es todo cosa de este gobierno; les importa más el cadáver de José Antonio que la vida de cientos de miles de españoles. Tal y como están las cosas, con la pandemia, con la gente muriendo o perdiendo sus trabajos, arruinados, creemos que este tipo de medidas están más destinadas a tapar sus errores, a desviar la atención", acusa el presidente de la Asociación en Defensa del Valle de los Caídos, que indica que "esa ley, de democrático tiene poco. Que le pregunten a los españoles y se darán cuenta de que tenemos otras prioridades". Y concluye con una declaración de intenciones: "Si ahora entrase otro partido político a mandar y decidiese que quiere sacar de su fosa los restos de la Pasionaria, también diríamos que no. Los muertos, todos, tienen que descansar en paz".
3º paso. Mingorrubio
57 kilómetros separan el Valle de los Caídos de El Pardo. Un barrio de Madrid que fue localidad hasta 1950. El lugar en el que residía el dictador Franco, en cuyo cementerio fueron reubicados sus restos hace ahora un año. El trayecto parece también un viaje en el tiempo. Tanto en el entorno del Valle de Cuelgamuros como en el de Mingorrubio se mantienen estatuas y monumentos que fueron levantados justo después de la Guerra Civil.
Dentro de los límites del barrio se encuentra el núcleo de Mingorrubio. Allí se ubica el que ahora tal vez sea el cementerio más frecuentado de España. Especialmente los fines de semana. "Sobre todo vienen muchos ciclistas los fines de semana. Llegan en grupo y se hacen fotos delante de la tumba", nos cuenta el sepulturero, que lleva más de 25 años trabajando ahí y nunca había visto una afluencia de turistas tan grande.
Aunque en el cementerio hay enterradas personalidades como Carrero Blanco, Arias Navarro o Rafael Trujillo (dictador de República Dominicana), el polo de atracción es otro. Lo que van a ver es la tumba de Franco, que está casi a la entrada del recinto. Una capilla cerrada que en realidad parece un puesto de merchandising en los aledaños de un partido. En la entrada lucen decenas de banderas de España, escudos preconstitucionales, fotos del dictador en varios momentos de su vida y muchos escudos de cuerpos militares, que son llevados allí por soldados o mandos simpatizantes del dictador.
Ese cementerio es ahora un lugar de culto. Se ha llevado gran parte del interés que antes suscitaba el Valle de los Caídos. Por el pueblo, la gente rehúsa hablar con los medios. Una mujer octogenaria asegura que todas las mañanas se da un paseo desde su casa en El Pardo hasta el cementerio, y que lo hace desde que trajeron a Franco. Rechaza, no obstante, aparecer en un medio de comunicación contándolo: "Es un tema muy delicado, no quiero salir en los periódicos diciendo que voy a ver a Franco cada día", sentencia.
El cementerio de Mingorrubio, que alberga a un gran número de ministros franquistas, se ha convertido desde hace un año en un nuevo espacio de peregrinaje de fascistas. Son los mismos que, el próximo 20 de noviembre, conmemorarán los 82 años del fusilamiento del fundador de Falange. Lo harán visitando el Valle de los Caídos. Y tienen claro su nuevo objetivo: impedir que los restos de José Antonio sean exhumados por quinta vez. Tal vez sea el último año que se manifiesten por ello: la ley de Memoria Democrática se aprobará, si todo transcurre como está previsto, el año que viene. Y será entonces cuando, se oponga quien se oponga, sacarán a Primo de Rivera de su tumba y lo reubicarán en un osario en el Valle. De allí no lo pueden sacar. De la basílica... es cuestión de tiempo.