"En dos semanas quiero estar allí". Ese es el deseo que ha expresado Juan Carlos a sus amigos por teléfono sobre su posible regreso a España en los últimos días. En la mente del padre de Felipe VI sólo hay una idea fija: volver. Tras más de tres meses viviendo un exilio no anunciado en Emiratos Árabes, encerrado en su jaula de oro, el exjefe del Estado está desesperado: "Esa es justo la palabra. No puede más. Cuando llama a los amigos se le nota hasta en la voz la soledad que siente en este momento".
Los días en Abu Dabi empiezan a hacérsele eternos. Las esperanzas del emérito están todas puestas en una persona, su abogado Javier Sánchez Junco, que en las últimas jornadas le ha dado buenas noticias. Aunque igual dos semanas es un periodo muy corto y puede que tarde más, parece que la resolución de su causa está a punto de llegar ,y todo indica que será justo lo que Juan Carlos esperaba. Según ha publicado EL ESPAÑOL, la Fiscalía General del Estado que le investiga desde el pasado mes de junio, dirigido por el fiscal de Sala especialista en delitos económicos Juan Ignacio Campos, no ha encontrado hechos delictivos posteriores a junio de 2014, fecha de su abdicación a favor de su hijo, Felipe VI, que permitan solicitar al Tribunal Supremo la apertura de una causa penal contra el anterior jefe del Estado.
Aunque aún queda por practicar alguna diligencia y todavía no se ha recibido toda la documentación solicitada a la Fiscalía de Ginebra, en Suiza, tanto Campos como los fiscales que trabajan en la investigación coinciden en que no hay razones para articular una querella contra el padre de Felipe VI. "Es una buena noticia para él y para su hijo también. En Zarzuela se lo toman con tranquilidad lo que necesitan ahora es discreción veremos cómo vuelve", cuenta una fuente cercana a la Casa.
"Lo tiene todo planeado"
La fecha que Juan Carlos ha marcado en el calendario no está puesta el azar. Su idea del fin de semana del 14 y 15 de noviembre no está elegida sin intención. Para el monarca es fundamental regresar esas jornadas no a Madrid, sino a Sanxenxo, Pontevedra, donde quiere participar en la última regata que tendrá lugar en el Club Náutico de la localidad, en la ría antes de la temporada de invierno. Su tripulación tiene previsto participar en el torneo y él se muere por tripularlos. "Lo tiene todo planeado porque su idea es no pasar ni por la capital, aterrizar dónde despegó, en Oporto, a pocos kilómetros de aquí. Eso ha contado a su grupo gallego, pero las cosas no las vemos tan claras, no sabemos si le dejarán, aunque, si la Justicia dice que no hay nada que investigar, él considera que ya puede hacer vida normal, que nadie le puede decir nada", relata una persona cercana al padre del jefe del Estado.
Para el padre de Felipe VI la localidad gallega es su luz al final del túnel. Sus días en el hotel Emirates Places transcurren tranquilos entre sus habitaciones y el gimnasio. Su rutina es sencilla y está centrada en su rehabilitación. Concienzudo con su recuperación de la movilidad continúa con sus sesiones de fisioterapia. "A los amigos nos ha contado que está a tope con el trabajo para volver a tripular. Se está dando verdaderas palizas de entrenamientos para poder volver al barco y salir al mar", añade. El emérito ve en Sanxenxo y sus amigos de allí su refugio.
No quiere volver a Zarzuela porque es consciente de que le espera la misma soledad que encontró allí en los días del confinamiento quiero volver al mar. "En los momentos bajos, cuando todos le han dado la espalda, ha sido cuando él ha visto a los amigos y esos, sin duda, están en Galicia. Y Pedro (Campos Calvo-Sotelo) siempre ha estado a su lado. Ahora con la distancia hablan por teléfono muchísimo para ponerle al día de cómo van las regatas y el grupo de amigos. Así que están deseando que vuelva y volver a darle alojamiento en su casa y que se sienta tranquilo, volver a disfrutar de las cenas en el club aunque sea con toque de queda", concluye el amigo del emérito.
Hay que recordar que, de la mano del actual presidente del Club Náutico de Sanxenxo, Juan Carlos retomó su actividad tras una etapa complicada de salud con dos operaciones quirúrgicas y posteriores rehabilitaciones. La propuesta que le hizo el empresario hace ya varios años fue aceptada y desde ese momento el emérito, Campos y el resto de la tripulación del ‘Bribón’ forman un buen equipo. De hecho, ellos fueron las últimas personas que lo vieron antes de que el avión del padre de Felipe VI pusiera rumbo a Emiratos Árabes en los primeros días de agosto.
Zarzuela no lo ve claro
Los deseos del exjefe del Estado pueden chocar de forma frontal con la opinión del equipo de Zarzuela, que no ven las cosas tan claras. "No van a hablar del tema hasta que no haya una decisión firme. Pero vamos, nadie le espera en España en quince días. Además, sería una locura que le viera todo el mundo tripulando un velero por las Rías Baixas, están en la Casa como para soportar ahora esa imagen’" rebate una fuente cercana al equipo de Felipe VI.
La imagen de la Corona no vive su mejor momento y no parece que vayan a recuperarse si, como aseguran, en el relato que la Fiscalía va a mandar al Tribunal Supremo para no interponer una querella contra Juan Carlos, va a ir acompañado de una detalla descripción de los comportamientos del anterior Jefe del Estado. Allí se incluirán los episodios, muchos de ellos conocidos a través de los medios de comunicación, y que demuestran que el padre de Felipe VI pudo incurrir en conductas que, de no mediar el privilegio de la inviolabilidad, justificarían un enjuiciamiento penal y, eventualmente, una sentencia condenatoria.
"Así que imagínate cómo puede sentar todo esto con él tranquilamente al timón de un barco en Galicia. No puede ser. Si puede volver, que dudo mucho que sea cuando él quiere y le está contando a sus amigos, lo hará de forma discreta. No está el país para esto, de verdad. La posibilidad de que pise suelo español antes de Navidad es algo que en la Casa no se baraja", asegura una persona cercana al equipo de Felipe VI.
Ya se lo comentó él mismo hace unas semanas a un amigo: "Como esto siga así, me como las uvas en el desierto", bromeaba con ellos. Aunque Juan Carlos está contento con las noticias que le está contando su letrado desde Madrid, lo cierto es que la vuelta no parece tan cercana como él desea y su sueño de volver a navegar en aguas gallegas en quince días no parece una realidad. "Sería una pena porque, según cuenta, está trabajando muchísimo en su recuperación en las instalaciones del hotel y está tope para subirse a bordo en cualquier regata que se eche encima. Veremos en qué queda todo y si le tenemos pronto en Sanxenxo, que es lo que todos queremos", detalla el amigo del emérito.
Así nació su exilio
El llamado exilio de Juan Carlos llevaba tiempo gestándose cuando, finalmente y tras la exclusiva de EL ESPAÑOL, se anunció. El texto mediante el que se comunicaba, un documento aséptico, escondía diferentes claves que no quedaban claras al ojo ajeno pero que explicaban el trasfondo de lo que se estaba viviendo en Zarzuela. Había que escudriñar para entender. Eran, en total, 14 secretos.
El primero: quién emitía el comunicado. Con todos los focos apuntando hacia Zarzuela, el hecho de que el histórico documento se difundiera bajo el paraguas de la Casa Real implicó que a Juan Carlos se le seguia reconociendo como uno di noi: se le concedía la autoridad tanto en la familia como en la institución. Todo parecía indicar que la decisión sería transmitida a través del bufete de abogados que había contratado para defenderse, el del letrado y fiscal en excedencia Javier Sánchez-Junco. Pero no: anunció que se marchaba bajo el membrete de la Casa Real. Amparado por ella.
Segundo: el servicio a España. Es un tema recurrente en el vocabulario borbónico. En este caso lo utilizó Juan Carlos I hasta en dos ocasiones, pero eran unas palabras que se escucharon también de boca de su padre, el Conde de Barcelona, Juan de Borbón. Todo, realmente, por conservar la institución. La misma motivación hubo para con su exilio.
El siguiente punto fue el hecho de hablar de la vida privada de un monarca. El que fuera Rey de España durante casi cuarenta años trató de enmarcar los escándalos financieros por los que le está investigando la Justicia dentro de la esfera privada. No lo negó, pero lo quiso encuadrar en su ámbito personal, como si habláramos del ciudadano Juan Carlos de Borbón en lugar de Su Majestad Juan Carlos de Borbón. No trató de defenderse.
Pero el Rey, precisamente por ser tal, no tiene vida privada más allá de su relación familiar y el hecho de que Juan Carlos hubiera entendido que sí podía disfrutar de una vida paralela al margen de sus obligaciones y de la ejemplaridad de la que ha pretendido hacer gala como Jefe del Estado es lo que le ha llevado al camino de la perdición.
Cuarta clave: la tranquilidad del actual rey. Desde luego, el reinado de Felipe VI está siendo de todo menos tranquilo y sosegado. Más allá de sus funciones constitucionales -como el arbitraje gubernamental y encontrarse con un panorama político excesivamente convulso-, por los enanos que le han ido creciendo en Zarzuela. Primero, su hermana. Después, su padre.
La relativa calma llegó con el 'exilio'. La decisión nació del intento de ganar tiempo y aplacar la situación inaguantable que se está produciendo en la Familia Real.
Aunque Juan Carlos quiso dejar bien claro una cosa: que no se arrepiente. Que él está defendiendo su obra: su reinado y todas sus actuaciones. No pidió perdón, como hizo en abril de 2012 tras el incidente de Botsuana. Nada de "lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir". El emérito no se quedó ahí: tampoco renunció a su título y reconocimiento como rey vitalicio, que viene recogido en el Real Decreto que reguló la abdicación, publicado en el BOE el 13 de junio de 2014.
Ni siquiera hizo la menor alusión a adoptar las medidas para ajustarse a la ley, como sería poner al día su declaración de bienes y el pago del impuesto de donaciones. No renunció a nada.
No hay que olvidar los tiempos en lo que sucedió todo esto: el comunicado retorcía la memoria reciente, para intentar ganar en la batalla del relato. Porque Juan Carlos se jubiló hace un año, sí, pero omite que dos meses antes de ese momento Felipe VI recibió un comunicado de una firma de abogados británica, Kobre&Kim, los letrados de la examante de su padre, Corinna Larsen, en el que le indicaban que él era el beneficiario de los fondos de la Fundación Lucum, una de las empresas offshore creadas para gestionar la donación de 100 millones de dólares.
Esto sucede en marzo. Ante una ola de tal magnitud, Felipe VI actúa: renuncia a la herencia ante notario, así como lo que le pudiera corresponder a su heredera, la Princesa de Asturias. Todo en silencio, sin hacerlo público. El 2 de junio de 2019 Juan Carlos anuncia su retirada de la vida pública. Supimos que fue forzado, para mantenerse lejos del escarnio. Lo ejemplifica en una corrida de toros en Aranjuez. A partir de ese momento, nada de responsabilidades institucionales. Pero la voluntad a la que hace referencia en este comunicado es que, realmente, no se descubriera nada de sus turbios negocios.
Lo cierto es que en la mente de Juan Carlos esta decisión de irse siempre fue temporal y lo dejó claro desde el minuto uno. Ya dejó la puerta abierta a volver a nuestro país. La decisión de irse de Zarzuela -ya no sólo fuera de nuestras fronteras- era un muro de contención ante la sangría reputacional que su comportamiento estaba implicando a la imagen y percepción de la monarquía española. Circunscribió los hechos a "estos momentos": esto es, la avalancha de información que está arrojando luz sobre sus actividades y por la que la Fiscalía española le investigaba.
Los ánimos ya estaban caldeados en Zarzuela. La situación se había vuelto prácticamente insostenible: no sólo por la presión pública, también la política, dado que en Moncloa estaban esperando un movimiento con respecto a Juan Carlos más pronto que tarde. Dos fuentes diferentes de Palacio admitían a EL ESPAÑOL que Juan Carlos, muy dado a arrebatos propios de quien durante decenios fue el patrón indiscutido e indiscutible del lugar, había perdido los nervios y ha expresado su contrariedad a gritos durante sus reuniones con su equipo y el del rey Felipe VI para ver cómo afrontar esta decisión.
Pero la historia se repite. Y la de la monarquía en España no iba a ser menos. Juan Carlos no es ajeno a la situación tan complicada que le deja a Felipe VI por delante. Las traiciones no son ajenas a los Borbones. Y las rupturas padre e hijo, menos aún. Eso bien lo sabe Juan Carlos: ya lo vivió en sus propias carnes, con su padre, don Juan, el conde de Barcelona. Quién se lo iba a decir a él en aquel momento. Volver a matar al padre para salvar el trono.
Con su exilio, el rey emérito siempre ha querido establecer un cordón sanitario para que su hijo se vea afectado en lo más mínimo. Por eso escribió su decisión en estos términos, familiares, paternofiliales. Como si fueran cosas de casa. No lo hizo como el antiguo titular de la monarquía española, no. De quien su hijo ha heredado la jefatura de un país. Sencillamente, se identificó como su padre.
El papel de Felipe
Diferente papel jugó Felipe VI en todo esto. Él se ha movido durante estos últimos meses entre Escila y Caribdis, como el mito griego en el que alejarse de uno de de los dos monstruos marinos te ponía en una situación de peligro frente a otro. No había paso bueno. Así, sabía que era necesario actuar, pero está intentando hacer ver que la decisión es de Juan Carlos. Que es su iniciativa. Desde luego, el actual Rey no quiere ponerse la medalla de ser quien ha echado a su propio padre del país.
No quiere pasar a la historia siendo Bruto ante su propio Julio César -Tu quoque, Brute, fili mi? (¿Tú también, Bruto, hijo mío?)-. Porque no podemos olvidar que para muchos españoles toda la trama que ahora se ha desvelado no es para tanto, sino una supuesta maniobra para llegar a la III República. Un intento de demonizar a Juan Carlos I. La tesis es compartida por la infanta Cristina, por ejemplo, que también se ve víctima del mismo complot.
Como heredero agradecido que es, Felipe VI no dudó en recordar algunos hechos irrebatibles: el reinado de Juan Carlos tiene importantes actuaciones. Algunos hitos y movimientos en pro de la normalización de la vida democrática para salir de la dictadura, como, por ejemplo, la legalización del PCE.
También dejó ver su lado más Borbón. Hace suyas las palabras de su padre, y de su abuelo. Él será el titular ahora, pero no deja de ser la cabeza visible de una estirpe como es la Casa de Borbón. Por España, siempre por España, en palabras del Conde de Barcelona.
Por su parte, Felipe VI trató de hacer malabarismos para no desdeñar la posición de su padre, pero hacer ver que él representa "una monarquía renovada para un tiempo nuevo", como adujo en su discurso de proclamación, en junio de 2014. Y que España es un país en el que, según la Carta Magna, los ciudadanos son "iguales ante la ley". El Rey no olvida el compromiso que adquirió entonces, cuando también comunicó que "la Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, su aprecio, su respeto y su confianza". Y ahora está lejos de ello.
La decisión a tomar en agosto no era fácil, y por eso la "agradece", aunque haya costado sangre, sudor y lágrimas. Ahora se enfrenta a otro momento trascendental: la vuelta de un Rey que ya no lo es... a su antiguo reino.