A Mateo Vallecillos, de 74 años, le mataron hace nueve meses. Una bala perdida le atravesó el pecho y murió en el acto. La noche del 5 de febrero Mateo y su mujer estaban tranquilamente en casa cuando escucharon unas ráfagas de disparos en la calle Ebro, de la barriada de La Palma en Málaga. En plena calle y a pie, Kalashnikov en ristre, miembros de un clan criminal sembraron el miedo y la muerte. Tras los disparos, igualmente, huyeron a pie.
Contaban las crónicas que su mujer, María, le pidió que no se asomara al balcón cuando, sorprendido por el sonido de las balas, se levantó de su asiento. No lo hizo. No se asomó. Aun así, la bala encontró la espalda de Mateo. Tras los hechos, la Policía Nacional detuvo a seis miembros de una familia de la barriada de La Palmilla, anexa a La Palma; poco tiempo después, detuvo a cuatro del clan rival. Los seis primeros detenidos fueron puestos en libertad porque la Policía entendió que aquellos eran los receptores de los disparos. El pasado 15 de octubre los otros cuatro acusados salieron de prisión.
Fernando Vallecillos es uno de los cinco hijos de Mateo. Policía local de un pueblo de Málaga, Fernando ha hablado con EL ESPAÑOL a raíz de la noticia de la liberación de los presuntos autores de la muerte de su padre. Fernando, criado en La Palma, quiere que la Justicia actúe y que el asesinato de su padre no quede impune. Tanto él como sus hermanos, entre los que hay un guardiacivil, confían en ello.
“No tenemos miedo a nadie”, asegura Fernando. “La zona en la que vivían mis padres era una zona muy tranquila hasta hace una década”, sin embargo, apunta, que desde su infancia hasta hoy el ambiente se ha ido enrareciendo. “Mis hermanos y yo queríamos que mis padres se fueran de aquella zona, pero no hubo manera”... Mateo salía a pasear por su barrio y llevaba toda una vida allí, desde que en los 70 volviera desde Barcelona a Málaga.
Los hijos de Mateo siguen sin entender cómo su padre fue víctima de esa bala perdida. Aunque eran conscientes del deterioro de la zona, jamás pudieron imaginar una situación como esta: “Hemos recibido un palo tan grande de la vida que no quiero ni escuchar hablar del barrio”, dice Fernando con una voz que languidece cuando recuerda a su padre. “Apenas tenemos contacto, sólo con algunos amigos de mis padres, pero poco”.
“Estamos mal, nuestro consuelo, si cabe, era que los autores estaban en prisión”, y la puesta en libertad “ha sido un varapalo”. Aunque él, policía local, y uno de sus hermanos, guardiacivil, sí conocen cómo funciona la legislación el resto de la familia “no llega a comprender cómo, sabiendo quienes son los autores, pueden estar en la calle”. Aún no hay fecha señalada para el juicio y temen que se demore en demasía. “Seguramente haya que esperar dos años”, se lamentan.
María, la mujer de Mateo, no ha vuelto al piso en el que vivió casi cincuenta años. Allí crio a sus cinco hijos y desde aquella noche del 5 de febrero no ha podido pisar el barrio. Incluso, alguno de sus hijos evita siquiera pasar cerca con el coche. La mayoría de los nietos que Mateo y María han tenido cuentan con diez o menos años: “Para ellos, el abuelo murió porque estaba malito del corazón”.
Clanes rivales
El asesinato de Mateo es el caso de una víctima colateral de una guerra entre clanes en La Palmilla; un enfrentamiento entre familias muy conocidas en esta barriada de Málaga. Fuentes del lugar defienden que no se hagan públicos los nombres de los clanes porque “esta gente no tiene escrúpulos ni miramientos”.
Temen que si se señala a una u otra familia se abra una guerra sin cuartel en Palma-Palmilla: “Si a Mateo lo mataron con un rifle de asalto, qué otras armas no tendrán”, afirman estas fuentes. “A ellos no les interesa que se sepan quienes son ni que tienen armas de guerra”, confirman en el barrio. Por parte de la familia Vallecillos, “son dos clanes arraigados en el barrio, pero no queremos darle ningún protagonismo”.
El Distrito Palma-Palmilla se construyó en los años 60 y sirvió para realojar a personas que procedían de asentamientos chabolistas cercanas al Centro Histórico de Málaga, como la Trinidad y el Perchel. Aquel realojo, sin ninguna planificación, supuso la creación de un gueto que, a pesar de los esfuerzos de algunas asociaciones, mantiene una situación de pobreza extrema. Junto con Los Pajaritos, en Sevilla, Palma-Palmilla es uno de los dos barrios más pobres de Andalucía con menos de 2.800 euros de renta.
A pesar de estos datos, la familia Vallecillos defiende que en el barrio “no todo es la imagen que se da”. “Sigue habiendo gente humilde, honrada y trabajadora”, comenta Fernando. “Luego está la cara opuesta, que son estos que se cobran víctimas inocentes por sus enfrentamientos”, concluye.
Los vecinos del distrito Palma-Palmilla claman por una mejora en la vigilancia y presencia policial. "Lo clanes no pueden actuar sin miedo a nada", afirman. Esperan que, de una vez por todas, llegue la paz a este distrito.