El 27 de mayo de 2018, Angie Lizeth Palencia Carrión, una mujer colombiana de 27 años residente en Madrid, inició una campaña de micromecenazgo en gofundme. Buscaba ayuda económica para costearse un tratamiento médico con el que intentar curarse del cáncer cerebral que le habían diagnosticado. Necesitaba 36.000 euros para tratarse en una clínica de Florida (EEUU). Sin la terapia de aquel centro, los médicos le daban “un año de vida”, contó la joven en el citado portal de crowdfunding.
“De manera humilde pedirles que me ayuden aportando su granito de arena con esta obra de caridad (...) Soy una mujer con sueños y metas por cumplir como cualquier ser humano”, señalaba en unas cuantas líneas con las que contó su historia. Cuando murió la joven, el 25 de noviembre de 2019, sólo había conseguido reunir 8.129 euros mediante 181 donaciones. El tumor ganó la batalla.
Angie trataba de rehacer su vida cuando recibió el mazazo del cáncer. Se había mudado desde Lugo hasta la capital de España, donde hacía un par de años había encontrado un trabajo en Media Markt. Atrás dejó una época oscura y dura en la que, tras emigrar junto a su familia desde Colombia con 10 años, ejerció de prostituta en un club de alterne lucense, el Queens. Pero la enfermedad acabó con ella hace un año.
La mujer se fue a la tumba sin conseguir justicia tras haberse convertido en una de las principales testigos de la mayor causa de proxenetismo instruida en España, con 252 tomos y alrededor de 400 víctimas. El caso estalló el 1 de octubre de 2009 con la Operación Carioca. Despiezado en 2013 en medio centenar de causas de menor volumen a petición de la Fiscalía, la mayoría todavía están sin juzgar.
Una de esas víctimas fue Angie. Con 18 años, según el escrito de conclusiones de la Fiscalía, la obligaron a abortar “sin anestesia”, sin “medios sanitarios adecuados” ni enfermera. Además, perdió el feto que llevaba en su vientre en una clínica sin licencia.
Recientemente, los acusados -el empresario que la dejó embarazada, el dueño del prostíbulo en el que ejercía y el ginecólogo que la asistió- han conseguido un pacto beneficioso para sus intereses. Un acuerdo de conformidad benevolente porque la propia víctima ya no se hallaba con vida. No hizo falta ni que se celebrase el juicio.
José Manuel García Adán, líder de la trama y gerente de los locales Queens y La Colina, y quien actualmente se encuentra en prisión cumpliendo 21 años de pena por maltrato y violación de su pareja, aceptó un año de cárcel y el pago a la madre de Angie de una indemnización de 1.000 euros.
Carlos Jesús Abuín, ginecólogo jubilado que practicó el aborto en su clínica clandestina, abonará otros 3.000 euros y ha de hacer frente a una multa de 540 euros porque carecía de licencia administrativa.
El hombre que la dejó encinta, Ricardo Luis L. T., un conocido empresario de Lugo, ha sido exculpado. A su vez, la Fiscalía había pedido que ni siquiera se investigara en esta causa concreta a José Ramón Vázquez, el inspector de la Policía Local que medió entre el cliente y el proxeneta cuando Angie se quedó embarazada.
"Un problema"
Ricardo Luis L. T., casado y con hijos, estaba jugando al golf cuando le confirmaron que la prostituta a la que embarazó había abortado. Días antes le pidió al mencionado inspector de Policía que buscara soluciones. “Tengo un problema muy gordo y hay que arreglarlo como sea”.
La Guardia Civil grabó la conversación entre ambos antes de la Carioca. También intervino el teléfono del jefe de Angie, el proxeneta José Manuel García Adán. “Las mujeres son unas guarras”, dijo cuando se enteró del embarazo de una de sus chicas. “Tengo que preocuparme (...) porque folla aquí”.
Según contó después la propia Angie Lizeth Palencia durante la instrucción del caso, la máquina con la que le interrumpieron el embarazo se averió durante la práctica, lo que varias semanas más tarde le causó una hemorragia interna. Dijo que el aborto se hizo sin su consentimiento. Recordó aquel momento como si le estuvieran “arrancando la piel”.
La Fiscalía sostuvo que Angie, conocedora de los comportamientos violentos del proxeneta y ante el miedo de que pudiera ocurrirle algo a ella misma o a su familia, acudió a la clínica privada del facultativo el 6 de abril de 2009.
“¡Joder!, eres la chica más quejica que he tenido”, protestaba el ginecólogo mientras ella gritaba de dolor y él “le daba golpecitos” a la máquina para hacerla funcionar de nuevo.
Tras marcharse de la clínica, el jefe de Angie llamó al cliente que la había fecundado para decirle que ya podía quedarse “tranquilo”. La Audiencia Provincial de Lugo concluyó que no estaba acreditado que el supuesto padre supiera nada del aborto. La joven cayó en depresión tras aspirarle el feto, confirmaron los forenses.
“Estaba bien ilusionada con ese bebé”, contó durante la instrucción una amiga de Angie que a los 17 años comenzó a ser obligada a prostituirse en otro club de la provincia de Lugo.
El juicio, previsto para los pasados 15 y 16 de octubre, finalmente no tuvo que celebrarse. Su celebración ya se retrasó en abril a causa de la pandemia. María Carrión, la madre de Angie Lizeth Palencia, quien vive en Suiza, ejerció la acusación particular tras la muerte de su hija. Pidió cuatro años y medio de cárcel. Acabó aceptando uno y la indemnización de 4.000 euros. Con el fallecimiento de la joven, su abogado, Francisco Torrijos, apenas se vio con posibilidades para obtener un mejor resultado en la sala de vistas.
En aquella petición de fondos por internet, cuando todavía estaba viva, Angie Lizeth no escondía su profunda fe religiosa. “Si Dios quiere, esto será sólo una lección de vida en la cual se aprenden muchas cosas buenas, como ser más amable y amar la vida cada segundo”. Pero ni Dios ni nadie la salvó. La justicia le fue esquiva incluso después de muerta.