Predica con el ejemplo. Eso significa entrevistas por teléfono o Zoom, nunca presenciales, respeto a la metodología y rigor en los datos. Quizá por eso se ha vuelto tan popular.
En realidad, ni "popular" ni "famosa" son palabras que suelan relacionarse con las profesiones científicas, tan enmarañadas e incomprensibles para el común de los mortales que impiden un acercamiento hacia sus protagonistas. Pero Margarita del Val (Madrid, 1959) es diferente.
La viróloga, química e inmunóloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se ha convertido en los últimos meses en una de las figuras más demandadas para explicar la pandemia en España, consecuencia de un cóctel molotov mediático basado en experiencia, pasión y rigor. Y quizá, depende de a quién se pregunte, un poco de pesimismo.
Lo que para unos es una visión triste y derrotista de la pandemia, para otros es un arsenal de cuchillos divulgativos frente al Gobierno. Para ella, la explicación es mucho más sencilla: ciencia.
Desde su salto a la fama, las predicciones de la viróloga han contrastado con las buenas expectativas tanto de las administraciones regionales como, sobre todo, del Gobierno central, encarnado en la figura del epidemiólogo Fernando Simón. Con el tiempo, el optimismo que emana de la Moncloa ha quedado sepultado por los fríos datos de una química madrileña que otra cosa no, pero sabe de lo que habla. Le pese a quien le pese.
"A los que dicen que es pesimista, es como enfadarse con el médico por decirte que tienes cáncer. Si quieres no te lo digo, pero entonces no vengas al médico", resume Enrique J. de la Rosa a EL ESPAÑOL. Doctor en Biología, investigador y director del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, Enrique conoce bien a Margarita. Llevan casados más de 30 años.
No lo dice por nada. Con una amplia experiencia en investigación al frente de equipos del CSIC, años de experimentación en Alemania y una vasta carrera como química, su currículum la ha convertido en una de las grandes referencias de la ciencia en España. Queda fuera de duda que es una de las científicas más reputadas del país, sobre todo en el campo del estudio de los virus, pero para copar las televisiones hacen falta otras armas.
El contrapunto de Simón
A pesar de todos sus méritos profesionales, en los últimos tiempos su imagen se ha relacionado sobre todo con el coronavirus, principalmente por sus sonadas apariciones en los medios.
Desde la relajación veraniega, la viróloga más famosa del país ha sido una de las fieles defensoras de que las restricciones debían seguir, de que los bares debían seguir cerrados y de que la sociedad se estaba relajando. De todas las predicciones que han sacado los colores a Simón, la última ha sido una de las que más han sonado en Moncloa: un enero catastrófico si no se mantienen las restricciones en Navidad, una opinión tan polémica como fundamentada. Así es ella.
Y así son las leyes fundamentales, también en la ciencia: causa y efecto. Mientras Simón defendía los buenos datos desde la Moncloa, Margarita advertía de que una nueva ola de contagios se aproximaba, que la hostelería debía estar mejor informada y que los toques de queda no serían suficientes para frenarla. A la vista está quién se ha llevado la razón.
A sus ojos, la estrategia de comunicación sobre la pandemia "ha dado noticias muy edulcoradas", una opinión que comparte con su marido. "No hace falta dramatizar los datos, pero a veces parece que no se dice toda la verdad", matiza este último.
"Esa es una de las cosas en las que quizás hemos fallado un poco", comparte Margarita. Ahora, con el foco siempre presente y una agenda más apretada que la del presidente del Gobierno, está intentando enmendarlo. Y aun así, aunque su palabra se difunde por más televisiones, radios y periódicos de los que se pueden consumir, su figura permanece desconocida.
Porque Margarita, o Marga, como la llaman quienes mejor la conocen, ya era una eminencia antes de la pandemia que cambió el mundo.
"No para"
A través de sus intervenciones públicas, Margarita se ha ido ganando la confianza y credibilidad de quien le escucha. Es algo que no se explica sólo por su brillante currículum, con largas estancias en el extranjero y una amplia trayectoria en el sector, sino porque, cada vez que abre la boca, da en el clavo. Y lo hace de manera explícita, sin remilgos. Sin política de por medio.
Así, perdida entre entrevistas y discursos, ha transcurrido su vida durante los últimos meses. La exigencia, así como sus ganas de divulgar la realidad sobre la pandemia, la han obligado a alejarse de la plataforma Salud Global, un grupo del CSIC que montó en el mes de abril para agrupar a equipos de investigación contra el Covid-19. Por el momento, mientras se le escuche, el objetivo lo tiene claro: predicar con el ejemplo y los datos.
En realidad siempre lo ha tenido, desde sus primeros pasos en el blog Ciencia con chocolate, que abrió con su marido, hasta las investigaciones en el Instituto de Salud Carlos III, donde permaneció cerca de 20 años. A pesar del paso del tiempo, la bandera nunca ha cambiado: trabajo, rigor y autoexigencia.
"Es exhaustiva a más no poder. Trabaja de 14 a 16 horas al día en cualquier horario, no para", comparte Enrique. "Ya desde antes de la Covid-19, si había una charla, un webinar, de los chinos o los americanos a las tantas de la mañana ella se conectaba para aprender. Estaba al día antes que nadie", refleja.
Responsabilidad
Es raro el caso en que pasión y rigor coinciden en un mismo personaje, mucho más en horario de máxima audiencia. Pero, si por algo ha destacado Margarita, es por no callarse, al menos de los temas que conoce bien.
Todo parte, recuerda Enrique, de esas incesantes noches de trabajo y estudio, de conocer al detalle aquello de lo que tiene que hablar, y de entrar a los directos con la lección aprendida. "Le rebota la gente que da opiniones como si fuera un partido de fútbol. Que está muy bien que des tu opinión sobre qué alineación debería haber sacado el entrenador, pero aquí hay muertes", señala.
Lo mismo se aplica no sólo al tertualiano de turno, sino también a las opiniones de corte más oficialista, como las del Gobierno. En este caso, el último gran titular arrojado por Margarita es también un contrapunto a las predicciones de Fernando Simón, normalmente en clave que algunos no dudan en calificar de pesimista.
En realidad, la viróloga se ha desmarcado de la línea oficialista por poner los puntos sobre las íes en la estrategia del Ejecutivo, siempre bajo el paraguas de la ciencia y la experiencia. En contra de los postulados que defienden la relajación de las medidas durante las fiestas de Navidad, la viróloga asevera que "la cuesta de enero va a ser tremenda, y será con nuestros familiares directamente", una visión mucho menos alegre que la que emerge de los pasillos de Moncloa.
"Entiendo que no se quiera alarmar a la población, pero hay que ser serios", resalta. A sus ojos, la prioridad sanitaria debería estar por encima de cualquier otra, por encima de la política, por muy impopular que sea. Esa es su máxima: fidelidad a los datos. Y responsabilidad.
"Ella lo que querría es volver a su laboratorio y a la plataforma [Salud Global], que es lo que le gusta, pero se siente responsable de lo que mueve y por eso está tan atenta a los medios", concreta Enrique. "De los medios a cómo es fuera se le notan dos cosas: lo mucho que se prepara y lo implicada que se siente en todo esto".
Familia de científicos
En la ciencia no todo es lo que parece a primera vista (así lo ha demostrado la pandemia), pero en el caso de Margarita, sí es fácil hacerse una idea de quién es sólo con saber dónde están sus raíces y cómo son sus círculos.
La mayor de cinco hermanos, hija de Manuel del Val y Consuelo Latorre, ambos químicos, casada con un biólogo, madre de una investigadora en biomedicina y un estudiante de ingeniería, su casa ha sido siempre un templo de erudición y ciencia. Aunque recalase en ella casi por exclusión.
"La física se me daba mal, las matemáticas ya me habían satisfecho y la biología me parecía poco científica", ha mencionado en alguna ocasión sobre su entrada en la Universidad Autónoma, a la que ingresa en 1976 para estudiar Ciencias Químicas. Tras un primer curso agitado por la huelga general de profesores, conoce a Enrique.
"Fue a partir del cuarto año de carrera, que coincidimos en la especialidad de bioquímica", revela. Al poco tiempo, recién inaugurados los 80, Margarita termina en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, donde se especializa en aquello que la ha acompañado toda la vida: las vacunas. "Lleva 40 años dedicándose a ellas, que son unos cuantos", resalta Enrique.
La doctora Del Val
Al Severo Ochoa volvería años más tarde ya convertida en doctora, pero no adelantemos acontecimientos. Todavía estamos en 1986, Margarita tiene 27 años y estrena un doctorado bajo el brazo. Sin casi tiempo para celebrarlo, pone rumbo a Alemania. Allí estará cinco años, primero dos en el Instituto Federal de Investigación en Enfermedades Virales de Animales (Tubinga) y luego tres en la Universidad de Ulm.
Vuelve a España en los 90, con experiencia y más conocimiento a sus espaldas. En la retina: un lustro de trabajo en el que destacó no sólo como investigadora, sino como pionera en el diseño de la primera vacuna experimental basada en epítopos T aislados, un concepto que se usa como base para varios ensayos clínicos. Pero también vuelve más cauta.
Todo tiene una razón de ser, y a veces las más obvias son en las que más tarde se repara. En este caso, y a pesar de las evidentes capacidades demostradas a lo largo del tiempo, lo que más lastraría a Margarita sería el único aspecto de su vida que, a pesar del estudio y el trabajo, no podía controlar: ser mujer.
En sus propias palabras, el campo de la biomedicina, además de ser un universo copado por los hombres, va incrementando las diferencias de sexo a medida que se escala, aunque en "lo estrictamente científico" no se note.
Al pasaje alemán le siguen varias investigaciones en el NIH de Beteshda (Washington, EEUU), una estancia en la Universidad McGill (Montreal, Canadá) y una etapa de investigadora en el Instituto de Salud Carlos III, donde permanecerá cerca de 20 años. En la actualidad compagina su sus investigaciones en el CSIC con la dirección de la plataforma Salud Global y un puesto de asesora en el Comité Experto Asesor en Vacunas de la Comunidad de Madrid, donde reside. Aun así, a pesar del extenso currículum, la fama llegará por otras vías.
Un día de marzo
Toca viajar al presente, concretamente al 9 de marzo de 2020. Un día después de las manifestaciones del 8M, Italia extiende las medidas de aislamiento a todo el país, Vitoria pone un geriátrico en cuarentena y el Gobierno empieza a alarmarse. Faltan cinco días para que se proclame el estado de alarma y la doctora Margarita del Val, desde su laboratorio en el CSIC, manda un whatsapp a sus padres, ya octogenarios: que hagan una compra para subsistir dos meses y no vuelvan a salir de casa.
En ese preciso momento, otro whatsapp empieza a circular por España: "Hola, soy Margarita del Val, viróloga e inmunóloga, pero no epidemióloga", rezaba su arranque. El texto se propagó entre todos los españoles. El virus también.
"Llevaba semanas investigando lo que estaba pasando en China e Italia, se lo contó a gente de su grupo, lo discutieron y le dijeron que lo que ella sabía tenía que difundirlo", señala Enrique sobre esta historia. El ya conocido mensaje se publicaría en el Foro de Transgénicos, un espacio de debate científico; un desconocido copió el texto y empezó a reenviarlo por whatsapp, llegando a más de un millón de rebotes. Entonces empezaron a sonar los teléfonos.
Pero la primera llamada no fue de ningún periodista, sino del propio CSIC. El gabinete de prensa se olía que los medios intentarían contactar con Margarita y le ofrecieron ayuda, que ella rechazó.
"Les dijo que no hacía falta, que en menos de una semana se olvidarían de ella. Al par de días fue ella quien les llamó pidiendo ayuda", comenta Enrique sobre el inicio del fenómeno mediático. Desde entonces, las predicciones se han sucedido, desde el anuncio de la tercera ola dos semanas antes de que saltaran las alertas del Consejo de Ministros hasta esta última, con el temor a unas Navidades sin reuniones familiares.
Siempre el contrapunto. La comunicación política frente a la cruda realidad.
"Lo siento, pero el virus es así", suele justificarse. A veces la vida no es como gustaría, y las circunstancias trascienden a las expectativas. Así sucede. Pero es ciencia. Implacable, como Margarita. Aunque duela.