"Los controles en Barajas se están quedando muy cortos y lo vamos a lamentar en breve". Es una frase que ahora, a toro pasado y con la cepa británica entre las fronteras españolas, puede sonar oportunista, pero que se dijo hace más de seis meses.
La pronunció la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una sesión de control de la Asamblea el 25 de junio. Entonces, el Ejecutivo regional se enfrentaba al temor de los rebrotes veraniegos tras entrar en la nueva normalidad, pero ya miraba más allá, al peligro de los grandes aeropuertos y su influencia en la pandemia. Hoy se descubre que sus temores no eran infundados y que la puerta de entrada estaba donde se temía: en Barajas.
Cuando se pregunta al Gobierno madrileño por el asunto, la opinión es unánime. "Se veía venir", resume una fuente del Ejecutivo sobre la situación en el aeropuerto, gestionado por el Ministerio de Transportes y el de Sanidad. "Ahora se habla de la cepa británica, pero Barajas lleva siendo un coladero desde hace ya muchos meses, y todo por el descontrol del Gobierno [de España]", concreta, haciendo suya la expresión con la que la que la presidenta se refirió al aeropuerto el pasado sábado.
En la Consejería de Sanidad lamentan que, a pesar de llevar pidiendo medidas extremas desde hace más de medio año, el Ejecutivo liderado por Pedro Sánchez haya actuado "siempre tarde" para asegurar Barajas. En este caso más todavía, con el riesgo que conllevaba una nueva variante más contagiosa del virus. Bastaron dos viajeros, dos ciudadanos españoles que volaron desde Londres a la capital en dos aviones distintos. Y la cepa ya estaba aquí.
Los dos contagiados habían dado negativo en sus PCR de origen, pero empezaron a mostrar síntomas al poco de llegar a la capital. El primero, que llegó a Madrid entre el 16 y 17 de diciembre, contagió a tres miembros de su familia –padre, madre y hermana–; el segundo, el día 20, no ha infectado a nadie más. Ese mismo día, Ayuso pidió el cierre del tráfico aéreo. El Gobierno de España no respondió hasta el día 22. Pero la cepa británica, aseguran desde Sanidad, es sólo la punta del iceberg en lo que respecta a Barajas.
Y Moncloa dijo no
La polémica viene de lejos. Desde los inicios de la desescalada, la gran preocupación del Gobierno de Ayuso se centró en cómo controlar a los viajeros que entren por el aeropuerto de Barajas, un lugar por el que sólo en 2019 pasaron 61,7 millones de viajeros, pero carecía de competencias para restringir la entrada de viajeros. Se lo pidió a Moncloa, y Moncloa dijo no. Así durante meses.
No lo hicieron en julio, cuando la situación estaba controlada, y a partir de entonces los rebrotes aparecieron. Sánchez decidió esperar, ya que confiaba en que todos los países de la Unión Europea gestionasen sus aeropuertos de forma conjunta. Para cuando dio su brazo a torcer, países como Portugal, Italia, Francia o Alemania hacía meses que habían reforzado su vigilancia.
"Si nos hubiesen hecho caso no es que hubiésemos detenido los contagios, pero desde luego no se habrían descontrolado, como ha terminado por pasar", aclara una fuente de la Sanidad madrileña. "¿Qué pasa, que aunque sepas que es lo correcto no lo haces porque te lo está pidiendo Madrid?", se queja, en referencia al duelo político que mantienen presidenta autonómica y presidente del Gobierno desde hace meses.
En realidad, aumentar los controles en Barajas no hubiese sido ni siquiera una concesión a Madrid. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS), en su reglamento internacional, establece que ante una emergencia de salud pública los países deben "aplicar controles de entrada o salida a los viajeros que lleguen o partan", precisamente por miedo a que los puertos se conviertan en coladeros de contagios.
De momento, y más lento que sus vecinos, España se limita a potenciar los controles de pruebas en origen, una medida que el propio director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, ha tachado de poco útil. Mientras tanto, la OMS sigue pidiendo a los países europeos que refuercen aún más sus controles. Lo mismo que Madrid con España. "A ver si a ellos les hacen caso", se quejan desde la Consejería de Sanidad.