Todo el mundo conoce a Salvador Illa en La Roca del Vallés. Porque es hijo del pueblo, porque allí se crió, porque fue alcalde en dos ocasiones y porque se sigue dejando caer de vez en cuando. “¿Que si conozco a Salvador Illa? Mira, mira…”, nos contesta un vecino bajando la voz cuando le preguntamos por el ministro de Sanidad. Saca el teléfono y muestra su nombre en la agenda. “Me lo dio cuando era alcalde y sigue teniendo el mismo número de móvil”, contesta con orgullo.
Es casi una rareza. Que un alcalde le de su contacto a los vecinos y que mantenga el mismo numero habiendo llegado a ministro. Define bastante el carácter del flamante candidato socialista a las elecciones catalanas del 14-F: “Un hombre muy llano y muy cercano, que hablaba con los vecinos de tú a tú”, le cuenta a EL ESPAÑOL otro de los roquerols (gentilicio de La Roca del Vallés) que toma el sol en la plaza del Ayuntamiento.
Un Ayuntamiento que no le es ajeno a Illa. Fue concejal de Cultura en el 87, alcalde por primera vez en el 95 y por última en el 99. Recuperó el bastón de mando meses después de haber sido cesado mediante una moción de censura. Un oscuro episodio lleno de polémicas. En las siguientes elecciones, el pueblo castigó a los censores e Illa barrió: obtuvo la mayoría absoluta.
“Es el alcalde que más cosas ha hecho por el pueblo”, coinciden varios de los vecinos consultados por este periódico. Y, a efectos prácticos, no les falta razón. Bajo el mandato del socialista, en La Roca del Vallés se construyó La Roca Village, un pequeño pueblo en el que no hay casas sino tiendas de lujo. Un gran outlet donde están presentes Gucci, Prada o Armani.
La Roca Village llegó a ser la atracción turística más visitada de Barcelona, por encima de la Sagrada Familia o el Camp Nou. Antes de la pandemia era la parada favorita de los turistas rusos y chinos en su paso por nuestro país. Una obra que se iba a quedar Mataró y que, a última hora, vino a parar al pueblo de Illa. Y aunque aquello fue lo más famoso que se construyó durante su mandato, para los vecinos de La Roca, Illa sigue siendo “el alcalde que hizo la piscina cubierta”.
Indepes en contra
Todos lo conocen, pero no todos le apoyan. Aunque sus partidarios parecen mayoría, existe en La Roca del Vallés una corriente de antipatía contra el todavía ministro de Sanidad. Procede del votante nacionalista catalán. No le perdonan su oposición frontal al independentismo ni su papel preponderante en el actual gobierno de España. “¿Un ministro español de presidente de Cataluña?”, pregunta de forma retórica un votante de ERC cuando se le pregunta por su vecino. Illa es socialista, constitucionalista y del Espanyol. Un perfil difícil de digerir para el votante indepe.
“De aquí salió por la puerta de atrás”, asegura otra vecina independentista, que señala la construcción el campo de golf y una polémica promoción inmobiliaria que se levantó durante su mandato como los principales puntos negros de su gestión. Aunque también se muestra en contra el complejo La Roca Village (“no sé dónde iría a parar ese dinero, porque en el pueblo nunca repercutió”) y hasta de nuestro periodico (“Si llego a saber que eres de EL ESPAÑOL no te digo nada).
No obstante, son los independentistas los que mandan ahora en el pueblo. Lejos quedaron los tiempos de la mayoría absoluta del PSC. En la actualidad, en La Roca del Vallés está gobernada por una coalición conformada por Esquerra y Junts per La Roca, el grupo local de la derecha nacionalista catalana. “Después del 1 de octubre cambiaron mucho las cosas. Hubo mucha división en el pueblo”, recuerda el camarero de un bar del centro.
Pintadas en su casa
Una división que Illa vivió en sus propias carnes. En abril de 2018, media año después del simulacro de referéndum en Cataluña, el entonces secretario de organización del PSC sufrió un ataque en su propio domicilio de La Roca del Vallés. La fachada de su casa amaneció con pintadas de esteladas, lazos amarillos y frases del tipo “ni olvido ni perdón”. Un atentado que Illa mostró en las redes y denunció en la comisaría e los Mossos d’Esquadra.
No le perdonan los nacionalistas catalanes sus gestos en las antípodas del independentismo: “¿Cómo voy a querer que sea mi presidente, después de lo que hizo?”, pregunta otro vecino que no desvela a quién voto pero se define como independentista. Por “lo que hizo”, se refiere a su presencia en la manifestación por la unidad de España celebrada el 8 de octubre de 2017 en Barcelona, una semana después del referéndum ilegal.
Illa fue uno de los pocos dirigentes socialistas que asistieron a aquel acto, al que si acudió la plana mayor de Ciudadanos. Ahora, los exvotantes de Cs disconformes con la deriva del partido de Arrimadas son un caladero de votos para este nuevo PSC de Illa que se postula como “el partido de la unidad, que romperá las trincheras en Cataluña”, según el mismo ministro aseguró en su primera intervención como presidenciable.
Hijo de dos obreros de la industria textil y filósofo de formación, es su papel de oyente activo el que más subrayan los que más conocen a Illa “Lo veías por el pueblo, le preguntabas, le invitabas a un acto de alguna asociación. Si te daba su palabra, es que venía seguro”, explica un vecino que estuvo vinculado a una asociación cultural local sobre el patrimonio prehistórico de La Roca.
Arroz y sobremesa
Comparte esa misma opinión Dolors Conde, la socialista que se convirtió en la primera mujer en ostentar la alcaldía en el municipio de Castellbisbal. Lo recuerda en una anécdota: “Recuerdo que una vez organizamos una paella popular en la agrupación local del PSC. En 20 de agosto, con un calor terrible. Le invitamos como secretario de organización y acudió al acto. Pensábamos que llegaría, diría unas palabras y se largaría, que es lo que haría algún cargo similar. Pero Illa se quedó todo el acto, departió con la gente, se comió el arroz y se quedó a hacer sobremesa, hablando con los militantes de base. Nos pareció un hombre muy educado y atento”.
Otra alcaldesa que también lo ha tratado recientemente es Noemí Truchante, La primer edil de Vilanova del Vallés lo conoció en su faceta de alcalde de La Roca y de secretario de organización del PSC. Pero ha sido durante la pandemia cuando ha mantenido una comunicación más constante: “Acuérdate de que los pueblos de la Conca d’Ódena fuimos los primeros en confinarnos durante la primera ola”, explica Truchante a EL ESPAÑOL. “Pues durante todo aquel tiempo me atendió en todo momento, pesar de todo lo que tenía encima. Es un hombre dialogante, que siempre busca el consenso y que sería la mejor de los opciones para gobernar Cataluña”.
En La Roca siguen con atención los últimos movimientos políticos, al menos la gente de a pie. Se habla de su familia, de su segunda mujer y de su hija adolescente. Un vecino comenta que Illa ya está por volver a su casa en el pueblo. Otro le contesta que ya ha vuelto y que se va a quedar. Son todo rumores. En su casa, sea como fuere, no nos atiende nadie, como tampoco lo hacen en casa de sus padres ni en la sede del PSC, que se encuentra justo encima de un bar de copas. Son malas épocas para atender a nadie, entre las fiestas y los rebrotes.
En el Ayuntamiento tampoco han querido atender a EL ESPAÑOL; todos los interlocutores posibles se hallaban de oportunas vacaciones a nuestra llamada. Tampoco tienen mucho más que decir, más allá de que la alcaldía le fue arrebatada mediante una moción de censura y que los actuales gobernantes no comulgan con los planteamientos que Illa tiene para Cataluña. Todavía queda algún convergente por le pueblo que le trata de arrebatar el mérito de la construcción de la piscina: “Los socialistas iban a hacer una piscina de verano; si se hizo cubierta fue porque CiU lo llevó en su programa” asegura. Porque, aunque se inauguró en 2004, la piscina sigue siendo la construcción que quedó para los vecinos.
A un mes de las elecciones, el pueblo natal del ministro Salvador Illa i Roca (lleva a su pueblo hasta en el apellido) se divide en dos grupos: unos, los que lo quieren de presidente para que gestione Cataluña tal y como hizo con su municipio, levantando grandes infraestructuras. Los otros, los que no le perdonan que le haya plantado cara al independentismo. No quieren a un ministro español gobernando la Generalitat. Pero saben que su vecino se ha convertido en la principal baza del constitucionalismo en Cataluña. El mismo que trajo a los turistas rusos al pueblo es el que podría acabar con la hegemonía independentista en el gobierno catalán.