Fue a finales de enero de 2016 cuando Pablo Iglesias, en una escena que bien podría haber salido de un thriller de espías, se acercó a la madrileña sede del Grupo Zeta y le entregaron una tarjeta SD. Tras haber analizado el contenido, y ver que era íntimo, los periodistas que la tenían decidieron que no había que publicar nada y se la dieron a él pensando que era el propietario. Sin embargo, la tarjeta era en realidad de Dina Bousselham, su exasesora. Todo lo que vino después desató uno de los frentes judiciales más comprometidos para el actual vicepresidente segundo.
Han pasado ya cinco años exactos de todo aquello y, en contra de lo que algunos puedan pensar, sí, todavía hay caso Dina. Tanto que, ahora, Pablo Iglesias y su futuro dependen más que nunca de la que fue su asesora y que en la actualidad ejerce de directora del medio propagandístico de Podemos por excelencia, La Última Hora.
El pasado miércoles el Tribunal Supremo rechazó abrir un proceso penal a Pablo Iglesias y le devolvió la causa a la Audiencia Nacional para que agotara las líneas que aún pueden quedar abiertas. Fue una victoria para la fracción morada del Gobierno y la ministra de Igualdad, Irene Montero, apareció en Televisión Española remarcando eso mismo. “No hay caso Dina sino Villarejo, las cloacas del Estado, una mafia criminal, policial, política y mediática que se ha dedicado a intentar subvertir la democracia fabricando pruebas falsas, bulos y atacando a quienes consideraban adversarios políticos”, dejó dicho la ministra.
A Dina Bousselham le robaron el teléfono en noviembre de 2015 mientras compraba en el Ikea de Alcorcón con el que era su pareja. Una copia de la tarjeta del dispositivo acabó en la casa del comisario encarcelado José Manuel Villarejo y, otra, en el Grupo Zeta, que se la entregó a Iglesias. El actual vicepresidente segundo se guardó la SD durante unos meses y sin comunicárselo a la afectada del robo, a pesar de que había fotografías íntimas de la propia Bousselham, además de información confidencial relativa al partido. El devenir de esta situación ha llevado al juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón a ver indicios de delito y ha hecho todo lo que ha podido por que se investigue la actuación de Iglesias.
A pesar del revés del Supremo y de la celebración en las filas de Podemos, el decidir si hay caso o no es patrimonio de Dina Bousselham, una persona en la que Pablo Iglesias no confía, pero que, a su vez, depende de él. Así, el devenir del vicepresidente se puede explicar en cuatro claves.
1. ¿Qué puede hacer Dina?
Tal y como se ha remarcado, Pablo Iglesias obtuvo la tarjeta de Bousselham y no se la dio a la afectada durante un periodo de tiempo aún no clarificado del todo. Pudieron ser entre cinco y 39 meses. Durante ese periodo, el líder de Podemos tuvo bajo su poder una información sensible e íntima de su exasesora, la víctima de todo esto. Aquí, el vicepresidente pudo haberse entrometido en los datos íntimos de ella, sin su consentimiento, y ser autor de un delito de revelación de secretos.
Tras el archivo del Supremo y la vuelta del procedimiento a la Audiencia Nacional, García-Castellón tendrá que interrogar, de nuevo, a Bousselham. Su testimonio será clave, marcará un punto de inflexión en una dirección u otra y ella, aquí, tiene dos opciones: o bien puede denunciar a Iglesias, o bien le otorga el perdón. Por eso el vicepresidente está, ahora más que nunca, en manos de su exasesora.
En caso de que quiera perdonarle, Dina Bousselham tendrá que participar en la elaboración de un auto que así lo establezca y que extinga la responsabilidad penal de Iglesias. La particularidad del auto es que se tratará de un documento relevante en el proceso y no podrá cambiar de opinión en el futuro, algo que ya ha hecho en varias ocasiones. Es mucho más que un mero testimonio. Los antecedentes ya existentes en las declaraciones de Bousselham apuntan a que la exasesora hará todo lo posible por salvar a Iglesias.
2. ¿Y los daños informáticos?
Cuando a Pablo Iglesias le dieron la tarjeta SD, ésta funcionaba perfectamente. Tanto que el ahora vicepresidente segundo del Gobierno estuvo un tiempo en la sede del Grupo Zeta visualizando los contenidos de la misma, en una sala y en privado. Sin embargo, en una de sus primeras declaraciones, Bousselham dijo que cuando ella la recibió no pudo acceder a su contenido. La tarjeta había sido quemada o rallada.
Además, Bousselham aportó pruebas de que había intentado recuperar el contenido de la tarjeta a través de una empresa, por lo que era evidente que ya no servía. Sin darse prácticamente cuenta, la exasesora de Iglesias estaba allanando el camino para que al líder morado se le pudiera imputar un delito de daños informáticos.
Cuando esto saltó, Bousselham volvió a cambiar su versión para intentar proteger al que había sido su jefe y, más tarde, dijo que en un principio había podido acceder al contenido pero que, después, ya no.
En cuanto a este punto, el Tribunal Supremo ha solicitado a la Audiencia Nacional que se vuelva a escuchar a Bousselham para que aclare de manera definitiva en qué situación se encontraba la tarjeta cuando ella la recuperó. Además, ha pedido una pericial informática para aclarar los motivos de que haya dejado de funcionar y que se intente establecer la última vez que se accedió a sus contenidos. Esto, de nuevo, vuelve a poner la pelota en el tejado de Bousselham y puede complicar el futuro de Iglesias. Aunque ella no es la única de la que depende todo, ya que las autoridades pueden hacer algunas de esas averiguaciones por su cuenta.
3. ¿Por qué se protegen?
En toda esta historia hay un aspecto que resulta especialmente llamativo: el constante esfuerzo que, tanto Iglesias como Bousselham, llevan a cabo para intentar protegerse. Ella ha cambiado de versión tantas veces como ha sido necesario para encubrir a su otrora jefe. Tanto, que ha llegado a comprometer a su expareja por haber podido levantar falso testimonio. E Iglesias ha hecho lo propio al apadrinar él mismo el medio La Última Hora que Bousselham ahora dirige.
Estos esfuerzos contrastan notablemente con la relación que ambos tienen. Pablo Iglesias no se fía de Dina Bousselham porque ella fue la que hizo las capturas de pantalla de un chat interno de Podemos y luego las distribuyó a terceros. Una de esas conversaciones es en la que Iglesias decía que azotaría a la periodista Mariló Montero hasta que sangrara, algo que dañó seriamente la imagen del líder de la formación morada.
Por otro lado, Bousselham es la víctima cuya tarjeta con contenidos íntimos permaneció en manos de Iglesias sin que ella lo supiera. Fuentes de Podemos señalan a EL ESPAÑOL que esta forma de cubrirse las espaldas responde a una cuestión de conveniencia por parte de ambos. Ella tiene en su poder la capacidad de acabar con el futuro de Iglesias, mientras que él puede poner fin a parte de la vida profesional de ella. Se trata de una especie de Guerra Fría que está en los tribunales y que, en cualquier momento, se puede convertir en un conflicto real. Por el momento, a ambos les conviene que las aguas sigan calmadas.
4. ¿Qué incógnitas quedan?
En el devenir de los días se irá descubriendo hacia dónde va a ir el caso Dina. Si ella denuncia o perdona a Iglesias, el proceso judicial acabará en lugares antagónicos. Por otro lado, la pericial informática de la tarjeta podrá dirimir quién la destruyó y cómo. Sin embargo, hay algunas dudas que parece que nunca se podrán esclarecer.
La primera de ellas es ¿quién robó el teléfono a Dina Bousselham y con qué objetivo? Quien fuera que lo hizo, aún no se ha descubierto. Y la tarjeta llegó al Grupo Zeta a través de un anónimo y con el objetivo de ser vendida, pero no ha trascendido ninguna identidad. Aunque puede acabar sabiéndose, tampoco está del todo claro por qué Iglesias se queda la tarjeta durante tanto tiempo y qué contenido tenía la misma para que así quisiera hacerlo.
Todas estas dudas aún por despejar y los caminos judiciales que aún le quedan al proceso, demuestran que, lejos de acabarse, aún hay caso Dina.