El 23 de junio de 2010, Óliver Fernández López registró una cuenta en Tuenti. Era el párroco de la iglesia de Zaratán, en Valladolid, pero el alzacuellos no aparecía en las fotos ni en la biografía; allí era simplemente Óliver, un chico de 30 años con canas tempranas y una red de contactos a los que doblaba en edad. A las 16.38 horas abrió un chat con L.R., una menor alicantina de 14 años, y fue directo: “Ola...queria decirte que eres un bellezon de chica, estas tremenda... no creo que te moleste pero es la verdad. con chicas como tu en este mundo merece la pena vivir. jejeje besos preciosidad [sic]”.
Han pasado 10 años desde aquella conversación y, en este tiempo, la vida ha dado muchas vueltas para todos menos para Óliver. Él todavía luce las mismas canas, todavía lleva el alzacuellos y todavía ejerce de párroco, esta vez en una iglesia del centro de Valladolid. Y todavía es un pederasta.
Así ha quedado demostrado esta semana, cuando la Audiencia Provincial de Valladolid le ha condenado a tres años de prisión por ciberacoso y abuso sexual. No fue por el caso de aquella menor alicantina en 2010, sino por una nueva. En esta ocasión fue a otra L.R. (otra), de 13 años, a quien conocía de su último destino: la iglesia de Nuestra Señora De Las Angustias, en pleno centro de Valladolid. Allí ejercía de capellán desde 2017, y allí pedía limosna la madre de la niña.
Ambos se conocieron a la puerta de la parroquia, un día que iba acompañada de su hija, y él les dio dinero. Tras varios encuentros entre 2017 y 2019, Óliver compró un chándal a la menor y consiguió su número de teléfono el 11 de diciembre. El móvil era de la madre, pero lo usaba la hija. Y empezó todo.
“Voy a ducharme contigo”
Óliver y la menor empezaron a hablar, siempre vía WhatsApp. A las pocas semanas, el 21 del mismo mes, el cura empezó a propasarse. Primero le dijo que no parecía que tuviera 13 años, sino que parecía “toda una mujer de 18 ó 20”, según consta en la sentencia a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Desde entonces, el acoso fue en aumento.
En determinado momento, al saber que L.R. iba a ducharse, el pederasta le preguntó su quería ir “a frotarte la espalda…”. Ante la negativa, insistió: “…como lo digas otra vez voy y me ducho contigo…”. Empezó a preguntarle qué ropa se ponía para dormir, cuál era el tamaño de su pecho, si era virgen o si gemía al “follar”. Después, que qué postura sexual le gustaba, si le gustaba hacer el 69, o cómo le gustaban las “pollas”, entre otros.
También intentó concertar encuentros con ella en el cine, en probadores de tiendas de ropa o en casa de la menor. Ella siempre se negaba, pero Óliver siguió insistiendo. Con el paso de los días, consiguió embaucarla a que le mandara fotos y vídeos de ella vestida, primero en bikini, luego desnuda, y quiso más. Empezó a reclamar vídeos sexuales, masturbándose. Al no conseguirlos, empezó a mandarlos él mismo.
“¿Te ha molestado?”
La historia volvió a subir de tono el 2 de enero. En la puerta de la iglesia, reunido con madre e hija, Óliver aprovechó un descuido para tocarle el culo a la joven. A la media hora, L.R. tenía un nuevo mensaje: “…te ha gustado que te tocase el culo o te ha molestado?”. Por la tarde, los whatsapps continuaron, deseando el pederasta que “ojalá pudiera hacerlo sin disimular”. Días más tarde, ya ante el juez, el acosador confirmaría que le había “rozado las nalgas” a la joven, que cursa primero de la ESO, pero “en un gesto normal, de despedida”.
Sea como fuere, desde ese momento la cosa cambió. La menor empezó a pedirle dinero al cura -”100 o 200 euros mensuales”- para que su madre ahorrara y pudiese comprar una casa. Al negarse, entraron en escena la tía y la propia madre, ya enteradas de los vídeos masturbándose, de las insinuaciones sexuales y del abuso sexual a las puertas de la iglesia. El 10 de enero intentaron convencerle del chantaje una vez más, fallaron, fueron a la Policía, mostraron los vídeos y, en el último momento, decidieron no denunciar. Quien sí lo hizo fue la Fiscalía, enterada del asunto al día siguiente.
Finalmente, la Audiencia Provincial de Valladolid ha condenado al cura a tres años de prisión por abuso sexual y ciberacoso a una menor de edad. El Juzgado de Instrucción número 1 le ha impuesto además varias medidas cautelares de alejamiento, prohibición de comunicación con la víctima y obligación de comparecer una vez al mes en sede judicial. La archidiócesis de Valladolid, por su parte, ha precisado la suspensión del presbítero y ha informado de que el Vaticano lo investigará canónicamente.
Reincidente
No era la primera vez que Óliver Fernández López se acercaba a una menor de edad con intenciones sexuales. En 2010 se le conocía de otra forma: 'el cura de Tuenti'. Ese año, el entonces párroco de la iglesia de Zaratán (Valladolid) se había insinuado con L.R., una chica alicantina de 14 a la que conoció por esta red social. En sus mensajes, el pederasta ya apuntaba maneras.
"Eres un bellezón de chica, estás tremenda... con chicas como tú en este mundo merece la pena vivir [...] Estás estupenda y más en esa foto principal en bikini tan sexy", decían sus primeros mensajes el 23 de junio. Minutos más tarde, el sacerdote, entonces 30 años y ordenado como presbítero en mayo del 2009, insistía: "Jejeje, eso ya no es amor a primera vista sino cariño al primer mensaje jejejeje [...] puede que haya un pequeño problemilla jejeje que tengo unos cuantos años mas que tu jajajaja pero te saco mas de 10 años [sic]", le espetó el clérigo, pidiéndole además su dirección de Messenger y la conexión de su cámara web.
Fue el padre de ella, que tenía la contraseña de su red social, quien detectó el chat con un mayor de edad y advirtió que la conversación no era normal. Descubrió las insinuaciones del cura, sus perversiones, e interpuso una denuncia ante la Guardia Civil de Alicante. Al principio, Óliver negó la mayor y alabó la actitud protectora. En menos de 24 horas ya había confesado.
A pesar de todo lo anterior, el caso ocurrido hace una década en Zaratán fue archivado por el juez al entender que no existía delito. La causa eclesiástica, por otro lado, le obligó a pasar por tratamiento psicológico y a apartarle de la parroquia, aunque no demasiado. Un año después de la denuncia, Óliver Fernández era nombrado rector del Santuario Nuestra Señora del Carmen Extramuros, en la misma provincia de Valladolid donde había mandado mensajes sexuales a una menor.
En declaraciones a El Norte de Castilla, que destapó la investigación en aquellos años, el padre de la primera víctima del cura manifestó que, a colación de este segundo acoso, "tenía el convencimiento de que iba a volver a caer" y que su hija, que ya cuenta con 24 años, "no sufre secuelas de aquello. No fue consciente del peligro que le acechaba".
Tampoco lo fue, a primera vista, la archidiócesis de Valladolid en la que Óliver se ha mantenido todos estos años. En el archivo histórico de la provincia eclesiástica es fácil encontrar el rastro del cura, primero como rector de Cuelgamuros y luego ya como nuevo párroco de la iglesia de Las Angustias, donde ejercía hasta hace unas semanas. En el registro aparecen charlas, oraciones, visitas y eventos con él como presidente, invitado o ponente, e incluso una intervención sobre el "Significado de Cofradía y Hermandad" en 2014, sólo cuatro años después de intentar seducir a una estudiante de primero de la ESO.